Cartas que no fueron enviadas
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viernes, 31 de julio de 2009
jueves, 30 de julio de 2009
POCAS O MUCHAS, LAS UTOPÍAS
martes, 28 de julio de 2009
SUEÑOS Y CIRCUNSTANCIAS
LUNA AZUL
lunes, 27 de julio de 2009
ÁNGEL Y DEMONIO
sábado, 25 de julio de 2009
BUENA COSECHA
LA LEYENDA DEL NIX - Parte final
viernes, 24 de julio de 2009
LA LEYENDA DEL NIX - Parte dos
jueves, 23 de julio de 2009
LA LEYENDA DEL NIX - Parte uno
La siguiente historia está inspirada en antiguas tradiciones nórdicas que desde niña disfruté en un viejo libro sobre las sirenas y su mitología. En mi antiguo espacio, hace ya bastante transcribí algunas de esas leyendas a las que hago aquí referencia.
Parte I: SECRETOS DEL MAR En las costas más inhóspitas del gélido Mar del Norte los inviernos son especialmente solitarios. El paisaje blanco y callado convoca a los duendes del mar y del viento, que gimen melancólicos en su monótono arrullo de ensueños. Es poco lo que distiende la uniformidad del horizonte. El viejo faro, los acantilados, la pequeña aldea…el muelle, el Islote de los Pájaros, el sendero que bordea los riscos más altos, las ruinas del molino, las cabañas de los pescadores… En ese mundo de pronunciados silencios, de veranos breves y de inviernos interminables la soledad aumenta con los años y la gente se vuelve hosca, arisca, poco afecta a las exteriorizaciones emotivas. Todos se conocen desde siempre. No existen casi los secretos. Tampoco abundan las sorpresas, sólo las pequeñas variaciones de las acciones cotidianas alteran de alguna forma irreverente el lánguido pasar del tiempo que no quiere saber nada de novedades ni de extraños. Son escasos los viajeros que alguna vez detienen su marcha en esos rincones. No hay buenos caminos que lleguen hasta allí, ni siquiera un puerto considerable. Las diversiones también son pocas. Alguna fiesta en el comienzo de la primavera, una que otra reunión entre vecinos -que son a la vez parientes- algún poco frecuente matrimonio o nacimiento que indique que la vida sigue su curso, las celebraciones navideñas en al capilla, las noches de calor en el bar del muelle… En ese ambiente de rutinas predecibles y de calladas compañías un hombre joven, pescador como sus ancestros, se permitía, en secreto, lo que los demás nunca se animaron a admitir: soñar despierto. En su pequeña cabaña, rústica como las demás, de piedra y madera gris, como las demás, sin casi muebles, como las demás, escondía con esmerado celo una vieja colección de libros. Los cinco volúmenes tenían la magia de transportarlo hasta recónditos lugares, algunos lejanos en el tiempo, otros, distantes en la geografía. Desde allí conoció maravillosos sitios, selvas tropicales, dorados desiertos, encumbrados templos, islas perdidas con inimaginables tesoros…descubrió las leyendas de seres mitológicos de antiquísimas civilizaciones, otros, en cambio, de esas mismas tierras. De entre ellas, la historia que desde niño lo atrapó con sus encantos, solía venir a su memoria una y otra vez cuando salía a la mar, en sus ratos libres o por las noches - mientras contemplaba la luna que asomaba apenas entre los nubarrones- se dejaba llevar en vuelo libre por sus pensamientos, que se tornaban sueños indescriptiblemente nítidos y precisos, como las narraciones de sus viejos textos. Aquella leyenda que alguna vez su abuelo le contó y que luego reencontró entre las páginas de sus libros hablaba del nix, extraño ser mitad mujer mitad pez que solía habitar los mares helados de aquellos rincones remotos del mundo desde épocas inmemoriales, cuando los seres humanos eran muy pocos y no habían dominado aún con su presencia las tierras y los mares conocidas. Esos seres tan especiales (no sólo por su apariencia híbrida sino fundamentalmente por la íntima conexión que experimentaban con la Naturaleza en su conjunto y con cada criatura en particular) eran dueños de una extraordinaria sensibilidad, un agudo sentido de pertenencia al sitio en el que nacían y una altísima empatía con todos los seres vivos de la Creación. Por lo demás, eran muy tímidos y casi nunca se dejaban ver, menos aún cuando en contadas ocasiones, mudaban a voluntad la cubierta escamosa de sus extremidades para lucir en cambio tersa piel blanquecina, muy similar a la humana, pero angelicalmente transparente, como si cada poro de su cuerpo irradiara algo del sortilegio etéreo que llevaban por dentro. Así las cosas el joven pescador aprovechaba cada oportunidad que tenía para imaginar una y otra vez distintas variantes de encuentros fantásticos con alguno de esos seres, cuya existencia, aunque no se animara a confesar, dio siempre por cierta. Una de tantas mañanas de otoño, en esas circunstancias en que la casi inexistente luz del sol se filtra apenas entre las nubes, el pescador se adentró en el mar bravío junto con sus compañeros. Navegando en frágil embarcación que más parecía cáscara de nuez, los curtidos hombres avanzaban contra la dificultad que el mar y el viento solían oponerles. Se encontraban ya a varias millas de la costa más cercana. Si bien no había tormenta, las olas iracundas entorpecían más y más la tarea de aquellos marinos ásperos y experimentados que apenas lograban echar al mar sus redes. Luchando por no perder el equilibrio, intentando aprovechar al máximo la fuerza del viento que no menguaba, el capitán del pesquero viró de repente la nave, con tanta brusquedad que el joven, que estaba sujetando un cabo en cubierta, cayó de improviso al mar que pareció querer devorarlo inmediatamente. Varias horas después, cuando la furia del viento calmó y dieron por terminada la búsqueda del desgraciado pescador, la pequeña embarcación regresaba a puerto con las bodegas llenas y un hombre menos. Cuando se disponían a atracar en el muelle y llevar a la aldea la mala noticia, allí, frente a la costa, en el desolado Islote de los Pájaros, un bulto casi inmóvil llamó la atención de uno de los más avezados marineros. Desviándose apenas de su ruta, se dirigieron hacia la cercanía de las rocas de aquel peñón desierto. Arrumbado sobre su costado, como descansando, lograron enseguida identificar al joven pescador accidentado, que, increíblemente estaba ahora allí, a salvo, tan lejos del lugar de su caída que resultaba incomprensible tratar de suponer cómo había sido que el mar hubiera podido arrastrado hasta allí. Bastante mareado, pero sin heridas, muerto de frío y afiebrado, el joven no lograba articular muchas palabras. Recién después de un largo rato, cuando el calor del fuego y unas buenas ginebras recompusieron en algo su pobre persona maltrecha, el joven abrió de repente los ojos, como azorado, y ante la sorpresa de todos alcanzó a balbucear: - fue el nix,… fue el nix!!!- (continuará) |
miércoles, 22 de julio de 2009
ALGUNAS CRUELDADES (reedición)
martes, 21 de julio de 2009
SOLOS EN MULTITUD
domingo, 19 de julio de 2009
PALABRAS SUELTAS (reedición)
En alguna hora del día las palabras se me sueltan, salen solas sin temores a probar su buena suerte. Tengo que aprovechar los momentos robándole tiempo a las horas y es que las dejo jugar para que se luzcan diciendo una a una, entrelazadas, lo que llevo en mi interior latiendo. No les gusta que las guíe ellas me tienen posesa, y volando por los aires, se fugan, haciendo vocablos los sueños y en su levedad consiguen aún alivianarme por dentro. |
sábado, 18 de julio de 2009
SÁBADOS LITERARIOS DE MERCEDES - MI ASPECTO, MI COSTUMBRE
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