De la mano de Gustavo, me sumo a la convocatoria literaria de esta semana. Para leer más textos, pasar por su blog.
LLEGAR A FIN DE MES
Al ver mis zapatos -mugrientos y deformados-
mi cabello cano apenas peinado y sin rastro ya del último corte, algunas
personas seguro pensarán que estoy ida. Más allá, mis pensamientos, de las preocupaciones
que a todos atan a la supuesta cordura. Pero no es así. Soy consciente aún de
mis necesidades, de esta realidad de carencias profundas que hacen que mi
dignidad haya bajado más allá del límite de lo que jamás hubiese pensado. La chaqueta
que llevo, raída y descolorida, alguna vez fue la que lucía orgullosa en mi
trabajo, preocupada por entonces en dar una buena imagen a la par que intentaba
sonreír con educación y cortesía detrás del escritorio.
Seguro la gente pensará que las
tres frutas que llevo en la bolsa me han sido regaladas. No es así. Acabo de
comprarlas. En realidad han sido dos por la que he pagado. La otra me la
obsequiaron como gentileza en la verdulería. Me conocen de hace bastante y
tienen conmigo ese tipo de gestos. Yo los agradezco. He dejado ya de sentirme
humillada. ¿Qué es el orgullo más que el síntoma vano de un ego desbocado?
Camino por la calle sin mirar a
los ojos de la gente que pasa, alocada, de un lado para el otro. No me pierdo ya
en detalles como esos. Mi mente se
entretiene evocando otros tiempos, cuando yo era parte de esos que corrían. Algo
menos preocupada, eso es cierto. Pero tan atareada y vital como ahora van
ellos. Nunca tuve mucho, ni tampoco lo desee, eso también es cierto. Pero hice
lo que pude y no me siento culpable. Aunque jamás pensé que llegaría el día que,
a cambio de lo que di, me quedaría tan poco.
Hoy, se puede decir que no vivo,
que apenas sobrevivo. Sin aspiraciones, ni sueños, ni quejas ni quimeras. ¿Para
qué? si sé que es inútil. No sé ya el día que corre, para mí todos son iguales.
Lunes, martes, sábado o domingo. ¿Qué más da? Solo marco en el calendario el
día que cobro esa jubilación tan magra que cada vez dura menos y alcanza para
bien poco ¿Si me preocupo? No le encuentro el sentido. Si tengo, algo como,
otro poco me dan algunos por lástima o simpatía. Me da más o menos lo mismo. Cuando
se me acaba, tal vez extienda mi mano en alguna esquina. ¿Qué saben -los que
pasan- lo que he hecho o sufrido en la vida?
Nota:
El relato surgió a partir de una señora real con la que me crucé, camino a la verdulería.