Sumándome a la propuesta que nos hace Mag desde su blog para este encuentro juevero, me permito aportar un pequeño homenaje al gran Jorge Luis Borges. Sepan tolerar mi osadía.
EL LABERINTO DEL ALEPH, LOS
TIGRES Y LOS ESPEJOS
Había tigres en la entrada de aquel
intrincado laberinto. Tigres dorados, amarillos como el oro del crepúsculo, capaces
de ser vistos aún por un ciego. O al menos, por aquel mago ciego que allí los
instaló como custodios implacables.
Acabado el primer tramo del
escabroso recorrido, continuaba una sucesión de complicados pasadizos espejados.
Espejos engañosos destinados a confundir más aún a los ilusos que allí quedaban
retenidos bajo el embrujo de su propia contemplación.
Destinada a recompensar a quienes
lograban esquivar a los tigres y al maquiavélico juego de ilusiones y reflejos,
inmediatamente después se hallaba la gran Biblioteca, conservando entre sus
milenarios volúmenes registros precisos de toda la sabiduría humana compilada
desde el principio de los tiempos. De más está decir que gran parte de quienes
lograban acceder a aquel inigualable templo del conocimiento quedaban extasiados
en aquel paraíso de letras, olvidando incluso sus propias identidades.
Como todas las cosas vitales,
aquel laberinto tenía un corazón secreto, un punto de pulsión desde donde la
magia ancestral lograba emitir su mensaje burlando con ingenio las trampas de
la muerte. Era el sitio a donde sólo llegaban los mejores, los seres especiales,
los extraordinarios.
Aquel sitio primordial estaba
circundado por piedras plantadas en la tierra formando un círculo. Eran ruinas
de otros mundos, rescatadas para perpetuar la memoria de los pocos privilegiados
que lograban llegar hasta allí, preservando su nombre de las cenizas del tiempo.
En el centro de aquellas ruinas
circulares, elevado por sobre la visión de los pocos que hasta allí accedían, se
hallaba el Aleph, el punto primigenio en donde convergen todas las verdades,
todos los orígenes, aguardando ser descifrado por El Elegido. Sólo él –o ella,
ya que no existen diferencias de género para el Universo- sería capaz de
develar aquello que sólo las más elevadas mentes se animan a enfrentar: la
contemplación de la eternidad.
Dicen que una vez alguien logró
avanzar hasta el centro mismo del laberinto esquivando todas las trampas y
sortilegios allí montados, arribó solemne al punto donde se hallan las ruinas
circulares y logró, merecidamente, labrar su nombre sobre aquellas piedras
ancestrales. Luego, de alguna forma que
no nos está dado conocer, consiguió elevarse hasta donde se posicionaba el
Aleph para observar el Universo a través de él.
Paradójicamente en el instante
mismo en que logró su objetivo, su propia naturaleza se disolvió dentro de la Eternidad.
Resulta ser que el infinito no es asequible para la comprensión humana.