Me sumo con este delirio a la convocatoria juevera de esta semana que nos deja Myriam. Me excuso por haberme pasado en la cantidad de palabras. Para leer todos los relatos participantes, dar clic aqui.
UNA DE ELEFANTES
Es sabido que la mayoría de los
mitos y leyendas se construyen a partir de hechos reales y, llevados por
el ansia de otorgarles un cariz más trascendente, con los años, los herederos
de aquellas historias las van transformando en algo aún más épico e inusitado,
dotándole de los elementos necesarios para ser elevado a evento extraordinario,
digno de ser evocado por las generaciones venideras. La historia que les voy a
contar tiene mucho de eso.
Resulta que hace mucho, mucho
tiempo, en un rincón remoto del que nadie recuerda ya el nombre, habitaba -junto a muchos otros animales- una numerosa manada de elefantes reconocida en
su territorio por su esmerado empeño de cumplir los modos y costumbres
heredados de sus antepasados. Cada año, según fuese la temporada, cada uno de
los integrantes de la familia seguían los pasos y las indicaciones de la vieja
matriarca que -a su vez- había recibido como legado ancestral para guiar al
grupo.
Siempre andando uno tras otro,
con paso lento y sostenido en fila india sin salirse del sendero marcado por la
abuela elefante que arrancaba con solvencia las ramas que pudiesen azotar las trompas.
A nadie del grupo se le ocurría salirse del camino por más de unos minutos,
apenas lo imprescindible para ayudar a algún pequeño a sobrepasar una raíz
sobresalida o a alejar algún depredador oculto entre la espesura. Pero una vez luego
de una tormenta, el sendero que habitualmente transitaban los paquidermos quedó
obstruido por un gran tronco y la matriarca debió buscar un camino alternativo.
Mientras lo hacían, una de las
crías más osadas se entretuvo observando un grupo de monos que jugaban
entusiasmados hamacándose entre lianas entrelazadas. Totalmente ajena a las
obvias limitaciones de su cuerpo, despreocupada y jovial, quiso imitarlos.
Lejos de lo esperado, la liana a la que se subió no se rompió, y el travieso
bebé se entretuvo un largo rato haciendo increíbles acrobacias columpiándose de
aquí para allá a considerable altura, mientras los adultos observaban
boquiabiertos aquella hazaña impensada.
Nadie en su sano juicio hubiese
esperado ver un elefante bamboleándose en una delgada liana como en una hamaca,
pero así fue, y cualquier paquidermo con el que te cruces confirmará que esta
historia es verídica.
Como era de esperar, la tradición
oral fue agregándole detalles al relato original, multiplicando los actores y haciendo
más delgadas las lianas. Con el paso del
tiempo la historia dio origen a la pintoresca canción que sin dudas habrás
escuchado de pequeño, melodía que desde ahora apreciarás con menos incredulidad:
“Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña
Como veía que resistía, fue a llamar otro elefante
Dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña
Como veían que resistía, fueron a llamar otro elefante
Tres elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña
Como veían que resistía, fueron a llamar otro elefante…”