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jueves, 28 de junio de 2018

ESTE JUEVES, UN RELATO "Quema de libros"

Me sumo a la propuesta de Inma con un texto basado en una trilogía que publiqué hace bastante. La misma, titulada EL CÍRCULO DEL APOCALIPSIS se desarrolla en un futuro lejano en donde todo rastro de civilización ha sido destruido por la barbarie humana (incluso los libros que sucesivamente fueron quemados y prohibidos). En la historia, la última sobreviviente, motivada por una razón que no comprende, arriba luego de mucho esfuerzo, a unas ruinas milenarias donde se atesora algo que desconoce y está a punto de descubrir. Me vi obligada a extenderme más de lo aconsejado. Me disculpo por ello.  Para leer todos los textos participantes, pasar por aquí.





Alguna vez entre esos muros alguien cantó letanías a viejas deidades, otros escudriñaron desde lejos las estrellas, algunos quizás evocaron historias de sus ancestros volcando en tersos pergaminos sus señales de tinta. Muchos más hurgaron más tarde entre esas líneas, reencontrándose con los primeros, venciendo las cenizas del tiempo que, implacables, sellan el final de cualquier vida.

Saberse próxima a la puerta tácita de aquel poder inimaginable, desgastado por la sustancia de inacabables guerras y sus infinitos fantasmas, le hacía comprender que algo o alguien había dispuesto que así debía dejar su huella en el camino, ese que ya culminaba, ese que por los designios de la estupidez, los odios y la muerte no tenía más futuro.

Desde que los humanos comenzaron a erguirse frente al Todo animándose a plantearle los fundamentos de la que entendían su supremacía, pretendieron en su arrogancia ocupar por siempre el cenit de la creación. Esa soberbia los condenó. Esa vanidad terminó por arrasarlos.

Los pocos sobrevivientes, aullando allí fuera en las cercanías de esas ruinas legendarias, convertidos en criaturas deambulantes que nada sabían de preguntas o respuestas, se resignaban a despedazarse unos a otros en merecido castigo por su iniquidad.

Ella no sufrió el contagio. Por algún extraño designio había logrado preservarse de ese destino de bestialidad irreversible en los que los había trocado el último holocausto.

No quedaban ya sabios a los que consultar, se habían extinguido, como los amaneceres dorados, las aves, los sueños y los testimonios alguna vez atesorados.

No quedaban en pie monumentos, ni rastros de lo que fuera civilización avanzada. No quedaban tampoco credos, ni mitos ni esperanzas de redenciones prometidas.

En ese punto terminal de la historia humana, intentar elevar plegarias a la nada, a la oquedad sombría de los cielos y los tiempos, no resultaba siquiera una estrategia vana…consistía más bien en un insulto a la creación que intentó una y otra vez reconstruir lo destruido, sostener en vano lo que se insistía en ser derribado.

Aunque carente de afectos fuera de los que refiriera la propia supervivencia, los pocos semejantes que alcanzó a conocer alguna vez le hablaron de otras circunstancias, otras realidades que se dieron en el pasado. Hubo un tiempo en que la tierra era próspera y vitales las aguas. Los humanos eran muchos y poblaban los cuatro rincones del planeta. Se fueron enfrentando unos a otros y acabaron exterminando lo que antes abundaba y ella sólo conoció por referencias. 

Intentar soñar con aquellos lejanos tiempos en que ella ni existía había consistido hasta ahora en su principal sustento. Haber llegado desde tan lejos hasta esas ruinas, inspirada quién sabe por qué fuerzas, resultaba ser ya en sí mismo un triunfo, una hazaña tan increíble que todavía la hacía estremecer por dentro.  Y ahora que estaba allí, recorriendo la imponencia de aquellas reliquias volvía a sentirse desorientada, perdida…sin saber en realidad qué buscar, dónde indagar…

Ya acostumbrados a la oscuridad, sus ojos no tardaron en adiestrarse para andar en aquella penumbra inquietante. Afortunadamente alcanzó a ver varias teas sujetas a los muros laterales; las fue encendiendo una a una, por lo que la luminosidad se fue incrementando a medida que avanzaba. Al final del pasadizo se alzaba una gran puerta. Dos hojas de sólida madera engarzada con herrajes de hierro cedieron ante la presión de su mano temblorosa que no pudo resistirse a girar el aldabón.

Frente a ella, conservando rancio el aire que fuera fresco alguna vez, se hallaba lo que adivinó era una enorme biblioteca. Preservada del eco de violencias y tragedias, aquella enorme sala, subdividida en otras por arcadas curvas que sostenían el techo en magnificencia aún recordada, parecía estar dispuesta para ella, aguardando desde siempre su llegada. El relieve de una silueta humana con los brazos extendidos rodeada por un círculo flameante se destacaba en la parte superior de uno de los muros de la estancia.

Nada en toda su vida había logrado conmoverla tanto. Se hallaban ante sí los registros invaluables de tantos años ya olvidados, generosos escritos de glorias y sueños pasados, descripciones de realidades borradas ya de la faz de la tierra, geografías de antaño, ilustradas crónicas de viajes y aventuras. Un universo fascinante -como jamás su mente ansiosa se animó imaginar- a su entera disposición!

Alguna caprichosa mediación desconocida había hecho que sus pensamientos, sus deseos, su espíritu, se conjugaran para hallar el camino que la condujo hasta allí, frente a aquel único y colosal tesoro que, paradójicamente, ella no sabía dilucidar! Jamás quiso la suerte que alguno de aquellos pocos ilustrados que quedaban en ese entonces con vida, se cruzara en su camino para que le enseñara la extraña técnica de trazar e interpretar líneas de la que los antiguos llamaban escritura.

Profundamente conmovida por el inimaginable designio en el que el destino la había colocado, la sufrida mujer confió una vez más en sus instintos y tomando uno a uno los volúmenes que sabía no lograría nunca comprender, comenzó a recorrer aquellas magníficas páginas, algunas plagadas de coloridas ilustraciones, otras con regularidad de signos y prolijamente encuadernadas. Hasta las más añejas y menos conservadas se dejaban hojear con sumisión y entrega.

La compleja mezcla de sensaciones que atravesaban su mente y corazón la fue haciendo caer en un inusual sopor mientras acariciaba con impotencia y resignación las tapas magníficamente decoradas de un pequeño libro que encontró guardado dentro de una caja.

Con el precioso libro entre sus manos se dejó dominar por el sueño que la fue envolviendo. Recostada en el mesón que se hallaba en el centro del salón principal de la biblioteca, casi apoyando la cabeza sobre él, la mujer fue penetrando poco a poco, con delicadeza inaudita, dentro de la realidad que el libro guardaba.

Se dejó llevar, blandamente hacia un bosque frondoso donde el sol se filtraba cálido y curioso haciendo dorar con su oro las hojarascas que cubrían el suelo por donde ella iba pisando.

Lograba sentir la brisa, un sugestivo aroma a pinos y hierbas fragantes. Alcanzaba a ver a los pájaros en sus nidos, los polluelos temblorosos clamando a sus padres por alimento. Logró acariciar las flores extrañas y bellas que poblaban el sendero, se embriagó con el rumor del agua de un arroyo cristalino, se dejó llevar por la emoción al ver correr un zorro tras una liebre que casi rozó su pie en la huida. Fue mágico… pero real el andar por esas sendas contenidas todas dentro de aquel libro, real su alegría,  intenso y real el palpitar en su pecho al ver jugar unos niños felices, agitando sus manos al viento.

En medio de su ensoñación, sin haber salido aún de ese limbo, la mujer se preguntaba si el hechizo que estaba haciendo realidad lo que alguien alguna vez había descripto sería parte del delirio final de una enferma que, con ingenuidad, buscaba engañarse a sí misma.

Sin quererlo -más bien esforzándose por no hacerlo- la mujer despertó en medio de un leve resplandor. Con el libro aún entre sus brazos, acodada sobre el antiguo mesón de la biblioteca decidió que no debía esperar para comprobar el alcance del mágico embrujo que de ella se había apoderado.

Tomó otro libro, esta vez uno más voluminoso, con pequeñas figuras terribles y coloridas decorando los laterales del escrito. Se dejó llevar por la tersura de una bruma irisada y cayó nuevamente en la magia envolvente…”soy el alfa y la omega”…”el principio y el fin”… Escuchó claramente una voz intacta y primordial pronunciando esas palabras a la vez que algo que nunca había experimentado le confortaba por dentro. Tuvo esta vez la certeza que el destino le estaba regalando un presente infinito: por alguna razón que no comprendía –quizás por pura piedad ante su soledad inmensa – se le estaba dando la facultad de revivir y conocer lo conocido y vivido por otros muchos, todos seres como ella, que desde épocas inmemoriales, habían amado, habían construido, habían enunciado, habían descubierto…

Un universo paralelo existía a través de los testimonios dejados por sus semejantes, preservados en forma latente, vívida y palpable en cada volumen de aquella biblioteca.

Abrumada por la inmensidad de la maravillosa oportunidad que se le ofrecía llegó a pensar que quizás el poder que se le estaba otorgando no acabara allí. Quizás lo que tenía ante sí no fuera sólo un alimento para su infinita sed de conocimiento o un alivio para su propia realidad truncada. Quizás ante sus ojos tuviera la puerta de entrada hacia otra dimensión desde donde pudiera advertir a sus antepasados sobre el final hacia el que se estaban dirigiendo. Quizás tuviera la extraordinaria misión de intentar cambiar el rumbo de lo que terminó en destrucción. Un invaluable acceso hacia los márgenes del tiempo enlazados a través de los testimonios que la humanidad fuera dejándose a sí misma a lo largo de los siglos.

Conmovida a tal punto que llegaba a sentir la presencia de su propio espíritu, vertía con emoción las lágrimas que creía ya no tener. Volvió a escoger otro libro al azar… lo abrió, sin ver, en una página cualquiera y rogó a los dioses que hasta allí la habían conducido, que le dieran una nueva señal, una constancia certera de lo que le estaban brindando.

Reposando su cabeza muy cerca de las páginas amarillentas de aquel otro libro, volvió a caer en el sedado sortilegio del ensueño revelador. Esta vez fue de tintes dorados la niebla que la envolvía… y lo que alguna vez alguien escribió en forma profética, sintió que se haría realidad a través de ella:

 “Después de cada final habrá siempre un nuevo principio”…

jueves, 21 de junio de 2018

ESTE JUEVES UN RELATO: Mundial

Esta semana nos conduce Gustavo, quien nos propone escribir sobre los eventos del Mundial de Fútbol. Les dejo mi aporte. Para leer más textos, dar clic aquí.


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MUNDIAL ARGENTO

Respira el gobierno durante el tiempo en que la selección tiene chance de entrar a octavos. Pocos tienen la expectativa que se prolongue más aún la bonanza y lleguemos a finales. Pero no hay que perder las esperanzas. En fútbol y en política este país es impredecible, y la gente también: hoy te quieren linchar y mañana puede que te paseen en andas. Todo depende de los resultados. Ganar o perder, esa es la cuestión… todo lo demás es relativo y poco importan las convicciones, las coherencias o las buenas intenciones.

Con las mieles previas a un eventual triunfo futbolístico, los males inocultables de lo que vienen haciendo hasta ahora los grandes genios que integran “el mejor equipo económico” de todos los tiempos tienen una chance de ser relegados a segundo lugar en los titulares de prensa y televisión… y hay que aprovecharlo: que se hable de goles o de penales errados, que cuestionen al técnico y hasta que se agarren a trompadas frente a cámara discutiendo sobre qué planteo táctico es más efectivo. Todo recurso práctico de distracción vale y pesa a la hora de diluir la tensión social que se cocina con tanta política mal aplicada, tanto vaciamiento de bolsillo, tantas responsabilidades no asumidas.

Dada la tendencia innata que tenemos hacia el exitismo, no hay mejor momento para operar entre las sombras que en estas acotadas circunstancias en las que la celeste y blanca flamea todavía frente a cada televisor argento con cierta chance de triunfo, haciendo latir eufóricos y expectantes los corazones de quienes habitualmente estamos en otra cosa y cada cuatro años nos dejamos llevar por la tramposa ilusión colectiva de soñar que -al fin- en algo podemos ser “los mejores”.

jueves, 14 de junio de 2018

ESTE JUEVES UN RELATO: Cambios

Esta semana nos convoca Lucía, desde su blog, con la consigna de escribir sobre los cambios. Me disculpo por el tono de mi texto, pero me surgió así. Para leer todos los relatos, dar clic aquí




CAMBIOS

Macerado por el tiempo, el desengaño, la experiencia y el aprendizaje, uno va mutando en su forma y en su contenido (aunque en sustancia y esencia siempre seamos los mismos). En pocas cosas respondemos hoy igual que ayer, aunque con obstinación busquemos vernos siempre igual frente al espejo.

Si bien es cierto que la identidad se va forjando a medida que pasan los años y seguimos siendo -en nuestro fuero más íntimo- los mismos que cuando éramos niños, debemos reconocer que por estar vivos nos hallamos en constante transformación e intentar aceptar esos cambios demuestra el estado de nuestra fortaleza interior, que no siempre crece a la vez que decae la de nuestro exterior.

Aunque duela, aunque insistamos con que no, que en nada hemos cambiado, que todo nos llega igual, que actuamos hoy de la misma forma que ayer cuando éramos jóvenes y puros… no es cierto; no puede serlo, porque la vida viene dejándonos huella, y lo que ayer quizás nos lastimaba profundamente y sin filtro, en el presente no logra calarnos igual que antes, cuando nuestra inocencia era mayor y nos encontrábamos a merced de la tempestad de nuestros sentimientos.

Para bien o para mal uno va construyéndose capas intentando aislarse de todo aquello que no puede controlar, mientras siente que todo alrededor se descalabra, se vuelve irreconocible, ajeno e inexplicable.

Es que a medida que transcurren los calendarios cambia nuestro papel dentro del universo cotidiano en el que nos movemos y las alas que nos alentaban terminan por caer por los hondazos. Si bien tras las primeras pérdidas intentamos ser los cimientos de eso que antes nos sostenía, luego de varios ciclos ininterrumpidos en los que las certezas viran totalmente hacia lo inesperado, uno advierte que el destino dispone que seamos roca en lugar de viento y con tristeza y resignación, pese a no quererlo, termina al fin por entregarse.  

miércoles, 6 de junio de 2018

ESTE JUEVES UN RELATO: EL CUADRO

Nuevamente es el amigo Pepe quien se hace cargo de la conducción de este jueves y nos propone elegir una obra pictórica para inspirar nuestro relato. Para leer todos los textos participantes en la convocatoria, pasar por su blog.




La obra que me inspiró: Oz, de Ricardo Celma





LA TIERRA DE OZ

Duermes, luego de leer el mágico libro y el poder de la ensoñación te lleva esta vez al sitio real en donde todo empezó. Te ves y te palpas con la sustancialidad que sólo se advierte en el mundo concreto, por lo que, más allá de lo que tu razón quiera admitir, aceptas que estás al fin en esa mágica tierra de Oz donde todos logran hacer realidad sus deseos.

No ha hecho falta en tu caso un fuerte tornado para llegar. Han bastado solamente las alas de un libro y la convicción de que en tu vida jamás lograrías ser feliz. Hacia allí querías escapar, ensimismada en tus negaciones, en la frustración de no reconocerte cada mañana frente al espejo, con la certeza de ser rechazada por los demás, a los que a su vez consideras ajenos y diferentes. Piensas que allí, en esa tierra inaccesible para muchos, lograrás refugiarte, aceptada y comprendida sin necesidad de etiquetarte ni aparentar lo que sientes que no eres.  

Pero tu mirada sigue triste estando allí, no has sentido el poder de la magia, no ha llegado la transformación que esperabas, no se ha aclarado tu mente ni te has reencontrado con el corazón que solías tener en otro tiempo.

Dorothy y sus amigos te observan acongojados. No saben cómo ayudarte, no pueden recurrir ya al mago en el que ayer creían, ese que -decían- dominaba el arte de hacer realidad los sueños. Es que han perdido aquella inocencia. Los puros también crecen, no se atan a la esperanza tonta de pretender que sea otro quien destruya sus fantasmas. Ahora lo hacen ellos mismos, por su cuenta y a fuerza de convicción y coraje.

Pero tu dolor los conmueve y de su experiencia rescatan lo que de ellas pueda ayudarte. Conocen lo valioso que puede ser tender una mano. Se saben más poderosos estando juntos y esperan que sientas que tú también puedes sumarte. Comparten contigo sus diplomas, te prestan el reloj-corazón y la inefable Dorothy te regala sus preciosas zapatillas rojas para que vuelvas cuando quieras a ese lugar al que llamas hogar y donde -sabes- encontrarás la fuerza y el motivo para reinventarte.

viernes, 1 de junio de 2018

ESTE JUEVES, no logré acoplarme a las HISTORIAS FAMILIARES

Esta semana Dorotea nos propone escribir sobre una particular familia sobre la que detalla sus características. 
"Las historias tendrán como personajes principales a PACO y SINA, una pareja casi moderna, que viven en CANTALAPIEDRA, esté donde esté. Tienen un hijo que se llama PINCHO por flaco y PEDRO por bautismo."
Sugerencias: De cómo se conocieron, de cuándo se enamoraron, por qué Paco cojea, dónde está el baúl de la tía abuela Mónica, por qué no se hablan con la familia de Sina, qué hace Pincho por las tardes?

Por la forma en que se plantea, surge como adecuado un determinado estilo narrativo al que no me condujeron las musas. De ahí que tenga que disculparme y aclarar que este texto, si bien surgió del tema juevero de esta semana, en muy poco se acerca a lo que debíamos escribir. Así mismo no quise dejar de sumarme a la convocatoria, por lo que lo publico igual. 

Para leer los textos que SÍ SE AJUSTAN, dar clic aquí.



EL VIEJO ARCON

En aquel viejo baúl de la abuela, semi enterrado entre las cosas en desuso del altillo, cada quien en aquella casa encontraba la puerta de escape para sus propias tribulaciones. Como si fuese parte de un rito ancestral que nadie confiesa, todos recurrían a él y a su magia cuando, en secreto, buscaban dejarse llevar por sueños, recuerdos, lágrimas o vuelos infinitos según  fuese la razón que lo impulsara.

Si la crudeza de descubrirse una nueva arruga en el entrecejo llevaba a la mamá a caer en un pozo de depresión más aguda que la acostumbrada, calladita y sin que nadie la viera subía al desván -y cuidándose de tener preparada una excusa creíble por si alguien advirtiera su inusual excursión a los altos de la casa- abría lentamente aquel arcón primorosamente labrado por el paso del tiempo y rebuscando entre las viejas fotos y los ropajes de antaño allí guardados, se dejaba deslizar en su ensoñación hacia sus esperanzados años mozos en  los que sueños y juventud aún estaban intactos. Bastaban entonces unos contados minutos para que su corazón volviese a latir ávido de nuevos horizontes y su venturoso espíritu de madre-a-prueba-de-toda-incertidumbre reencontrara la razón para seguir cabalgando con fuerza y determinación en medio de cualquier tormenta que pudiera acongojar a su familia.

Si la impotencia por sentirse atropellado –ya sea por su desmedida prudencia o por su perceptible renguera- menoscababa la baja autoestima del papá de esa familia, despacito y luchando para que su paso desparejo no lo delatara al subir la escalera, el frustrado oficinista escarbaba entre los tesoros del mágico arcón buscando algún rastro de lo que fueran modestos logros deportivos de otro tiempo: dos o tres copas alguna vez doradas trayéndole recuerdos de un podio ya lejano, sus manos juveniles blandiéndolas en alto con mucho orgullo mientras sus padres sonrientes aplaudían entre la gente desde la tribuna del natatorio. Bastaban esos pocos instantes de evocada felicidad para que otra vez, con las fuerzas renovadas, aquel noble padre de familia decidiera con convicción retomar la batalla diaria para ganarse el pan con dignidad y constancia, parándose de frente ante a las nuevas adversidades que pudieran presentarse.

Si la monotonía de los juegos no compartidos lograba opacar en algún momento la lozanía de la mente infantil del hijo único de aquella casa, la infalible fuente de inspiración para renovar su avidez por misterios y fantasías no podía ser otra que el viejo arcón de la abuela aguardando allá en lo alto. Refugio cálido en tarde invernales el viejo arcón se transformaba en poderoso buque de guerra, fabuloso tesoro de piratas aguardando por ser descubierto, fantástica nave espacial, maravilloso circo ambulante… o lo que fuera. Mil formas diferentes de hacer reales todos los sueños que aquel niño solitario desease crear en base a los viejos trastos allí guardados. Rastros palpables de vidas mágicamente cercanas, siempre disponibles para lo que se quisiera evocar.

Pero lo que nadie se imagina es que allí, en ese mágico arcón, entremezclado con viejas cajas de recuerdos, ropajes ajados y papeles atesorando amados registros de familia, sigue habitando efectivamente el espíritu dulce de la abuela, quien -pese a haber traspasado hace mucho el umbral hacia la inmortalidad- sigue presente allí en la casa, sobrevolando a sus queridos vástagos velando por sostenerlos siempre en su lucha por la felicidad.

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