Me sumo con este relato a la convocatoria juevera de esta semana que nos proponen Rosana y Patricia desde su blog. Dar clic aquí para leer todos los aportes
CARTAS EN EL BOSQUE
De repente se descubrió perdido
en la inmensidad de un bosque espeso que acobardaba hasta al más avezado. Para
colmo de males, no llevaba mapas ni brújula y tampoco tenía señal en su celular.
El silencio era casi total. Apenas un leve rumor de una corriente de agua le
motivó a avanzar. Efectivamente a los pocos minutos divisó un destartalado
molino por el que se deslizaba un arroyo y a su vera, una pequeña cabaña. Celebrando
el hallazgo, se dirigió hacia aquel refugio a toda la velocidad.
La cabaña estaba vacía, y al
parecer, lo estaba desde hacía mucho. De su interior, lo único destacable era
una rústica estufa de piedra frente a la que se ubicaba un desvencijado sillón
que, pese a su aspecto, resultó ser cómodo y mullido. Enseguida consiguió
encender los leños de la chimenea y descansar un poco.
Mientras agradecía tener un techo
para pasar la noche, descubrió un desgastado bolso de cuero en un rincón de la
estancia. Ávido de curiosidad lo abrió y, para su sorpresa, comprobó que estaba
repleto de cartas. Amarillentas cartas prolijamente conservadas en sus sobres, con
diferentes fechas, matasellos, destinatarios y remitentes, sin ningún hilo de conexión
aparente que pudiera relacionarlas entre sí.
De inmediato se puso a hurgar en aquellos
escritos ajenos con la impudicia de quien se asume habilitado sin cuestionárselo.
Poco a poco descubrió que pese a las diferencias de tiempo, lugar y circunstancias,
todas aquellas cartas efectivamente tenían algo en común: todas describían feroces
asesinatos, congratulándose el firmante del éxito obtenido en cada homicidio y alardeando
de la impunidad lograda después de cometerlos. Si bien la caligrafía de cada una
resultaba notoriamente diferente de las del resto, en todas se advertía una
similitud narrativa que sugería una misma autoría.
El hombre extraviado ahora estaba
estupefacto. ¿Se había topado por casualidad con la correspondencia de un sicópata
que gustaba registrar sus faenas asesinas a través del intercambio epistolar? ¿Sería
el antiguo ocupante de la cabaña tan sólo un perverso cómplice testimonial o
sería, acaso, la misma persona?
En esos perturbadores pensamientos
estaba perdido cuando sin previo aviso, una silueta enorme y fornida interrumpió,
con un brusco portazo, la quietud de la noche.
Sin duda, en unos minutos, las
respuestas a todos sus interrogantes le serian reveladas.