Con algo de retraso y tomando con mucha libertad el tema que esta semana nos propone Dorotea como título de convocatoria, me sumo con una ficción de esas que me gustan, con una leve pincelada de sobrenatural fantasía, magia y misterio. Para leer todos los textos participantes, pasar por el blog Lazos y Raices.
(muñeca hiperrealista, creación de michael_zajkov)
MUCHO MÁS QUE MUÑECOS
Apenas llegar a aquella próspera
ciudad e instalar su negocio en la avenida principal, se transformó en una
celebridad.
Los muñecos que realizaba en su
taller en forma artesanal eran una preciosura. Los personalizados detalles de
sus rasgos, las ingeniosas articulaciones ocultas que le otorgaban la
apariencia de una natural movilidad, los
primorosos vestidos confeccionados a mano con los mejores materiales, todos
diferentes y diseñados según las últimas tendencias parisinas, hacían que
aquellas beldades lucieran como singulares obras de arte desde los escaparates
del flamante negocio, transformando el lugar en centro de atención de aquella
sociedad sofisticada, amante de las exclusividades y los lujos. Todos los niños
de las más distinguidas familias se peleaban por tener al menos una de esas
bellezas, que, además de originales y elegantes para lucir en una vitrina
resultaban ser resistentes y dúctiles para todo tipo de juegos, instando a los pequeños
a interactuar entre ellos a partir de los artísticos juguetes.
Pero si bien la producción de
muñecos para niños desde un comienzo resultó ser extremadamente bien recibida y
lucrativa, fue con su exclusiva línea de muñecos-réplicas para adultos que la
misteriosa recién llegada logró instalarse como miembro selecto dentro de la
elite dominante. Sus minuciosas obras lograban imitar a la perfección aún los
mínimos rasgos de cada cliente, resultando ser una acabada (y costosísima)
reproducción en miniatura de cada quien, hecho que no sólo servía como
confirmación de los ya abultados egos, sino que resultaban ser la
imprescindible y preciada posesión que atestiguaba la pertenencia a los más exclusivos
círculos. No tardaron mucho en aparecer quienes les adjudicaban mágicos poderes
beneficiosos como exclusivos talismanes de lujo que, al adquirirlos y
conservarlos con veneración, eran capaces de incrementar el bienestar y la
fortuna de quien los adquiría.
La fabricante de muñecas pasó a
ser la consentida de lo más alto de la sociedad. A medida que su fama y prestigio
aumentaba también lo hacia su poder económico y su influencia social, no había
fiesta exclusiva a la que no fuera invitada, ni evento cultural al que no se la
convocara como referente. Su brillo llegó a opacar todo lo que, muy eventualmente,
había logrado antes acaparar la atención aquellos aristócratas refinados y
exigentes.
Pero tan intempestivamente como
su éxito llegó, también se esfumó. Fue un experto ilusionista con notable
carisma que atrapó más tarde la atención de los snobs con su magia y sus
encantos, haciendo que la mujer pasara a ser, de improviso, apenas un recuerdo entre
aquellos volubles extravagantes. De un día para otro sus exclusivos muñecos-réplicas
fueron retirados sin mayor consideración del sitio de honor que hasta ese
momento venían ocupando en mansiones y palacios para ser guardados –con suerte-
en oscuras buhardillas. Eso enardeció a la mujer que más que olvidada se sintió
ofendida por lo que sin la más mínima piedad tramó su venganza de la forma más inesperada.
En medio de la soledad de su
taller donde meses atrás desplegara con entusiasmo todo su mágico arte creativo,
la despechada fabricante de muñecos reunió todos los prototipos de sus muñecas
vendidas -idénticas en detalle a las versiones terminadas- ya condenadas al olvido por parte de sus respectivos
dueños. Iniciando una especie de rito augurado por ininteligibles palabras,
enceguecida por la furia y la sed de venganza la menospreciada artista se dejó
llevar por un vendaval de ira y descontrol tan irracional como depravado: a algunas
muñecas le arrancó los ojos, a otras las quemó lentamente, a muchas les trozó
las piernas, les arrancó uno a uno los cabellos, las pestañas y las uñas, las
mutiló horriblemente con profunda maldad y saña.
Nada de esto hubiese tenido
cabida en las páginas policiales de aquella próspera ciudad de no ser por las inexplicables
coincidencias que unieron aquel arrebato de resentimiento con los múltiples asesinatos
que, inexplicablemente, sucedieron al unísono esa noche. Macabras ¿casualidades?
que unieron en su final a aquellos excéntricos acaudalados, todos masacrados en
idéntica forma tal como habían sido destruidos, horas antes en aquel taller,
los prototipos de sus respectivas réplicas.