A propuesta de la amiga Mirella, traigo este jueves parte de una entrevista que oportunamente 'realicé" a los míticos Adán y Eva, primeros habitantes de aquel Paraíso que nos fue vedado -precisamente- por sus reprochables conductas. Cada quien nos cuenta su propia versión de los hechos
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(...) ¿Qué sintió cuando
se topó con su pareja por primera vez?
ADÁN -Cuando menos lo esperaba, la vi. Era
bella, inquieta, esquiva. Ella me miraba de lejos, tratando de esconderse
detrás de unas hojas. Algo me resultaba muy tentador y me incitaba a querer
tocarla. Muy torpemente y con gran curiosidad me decidí a enfrentarla. Cuando me
acerqué, vi que ella dejaba de mirarme. Se distrajo con una hermosa Flor que
crecía junto al lago, ella la cortó y se la colocó entre sus cabellos, mientras
la brisa los hacía mecer suavemente y el Sol parecía quedarse en ellos. Inesperadamente
ella comenzó a correr, desapareciendo entre la espesura. Nunca antes había
visto algo que se pareciera a mí y esa criatura, a pesar de ser muy distinta
tenía algo que me impulsaba a querer estar junto a Ella. En el rincón de los
latidos de mi pecho, el ritmo se aceleraba. No entendía qué era eso que sentía,
pero supe que era bueno y que me hizo olvidar la Soledad que experimentaba
desde que abrí mis ojos por primera vez.
EVA -Una mañana bajé corriendo una colina, simplemente
me dejé llevar por mis impulsos y de repente descubrí muy cerca de mí a Uno que
se me parecía, pero que a la vez era muy diferente. Me intrigó desde que lo vi.
No quise acercármele enseguida, decidí mirarlo de lejos, tratando de esconderme
detrás de unas hojas. Algo de esa criatura me emocionaba en forma especial y si
bien me sentía atraída, a la vez me
complacía la idea de mostrarme algo esquiva. Lo noté torpe e inseguro y eso me
hizo sonreír. Me di cuenta que Él me había descubierto y que no podía dejar de
mirarme. La idea de desorientarlo me producía un sutil placer que nunca antes,
en mi corta vida, había experimentado. Decidí que sería divertido hacerle creer
que lo ignoraba. Aparenté distraerme con una Flor que crecía junto al lago, la
coloqué entre mis cabellos para llamar su atención. Me sentí seductora, bella,
deseada y eso me complació. Comencé a correr de improviso, alejándome de Él
pero cuidando que no me perdiera de vista para que así se animara a seguirme. En
el rincón de los latidos de mi pecho, sentí que el ritmo se aceleraba, tuve la
seguridad que no era sólo por el hecho de correr, y eso me excitaba más. No
entendía qué era aquello que sentía, pero supe que era bueno y que me hacía
olvidar mi Soledad.
¿Cómo fue el
encuentro con la Serpiente?
ADÁN - La Serpiente se deslizó sigilosa trepando
por el tronco hacia las ramas más gruesas de aquél árbol desconocido y
rozando con su cuerpo el más maduro de
los frutos, hizo que éste se desprendiera de la rama y cayera al Suelo. Fue Eva
quien lo alzó y como era su costumbre, quiso compartir conmigo aquel nuevo
descubrimiento. Tomándolo de un extremo lo sostuvo frente a nuestras bocas y
los dos lo mordimos al mismo tiempo. El jugo de aquel fruto resultó ser dulce y
gustosa su pulpa. Con sorpresa, nos sentimos muy complacidos y satisfechos, y
mientras permanecíamos frente a frente, nos miramos uno en los ojos del otro y
aún con el sabor delicioso de aquél fruto entre los labios, nos fundimos en lo
que juntos luego, nombraron como Beso. A partir de ese momento entendí mi
realidad de modo diferente: tuve conciencia de que estábamos en ese lugar por
alguna determinada razón, aunque nunca logré entender bien cuál era, desde ese
momento me sentí en falta… como si hubiera hecho algo que no debía hacer, y fue
así que por primera vez experimenté la Culpa, ese intangible límite que más de
una vez hizo que llorara en secreto.
EVA - Estaba yo tratando de encontrar el nombre
más adecuado para un pájaro cuando sentí que algo frío se deslizaba entre mis
pies. Era la Serpiente. Aquel contacto me hizo estremecer de pies a cabeza y a
pesar que tuve un extraño presentimiento mi curiosidad pudo más y comencé a
seguirla. Adán caminaba junto a mí. Vimos un árbol de una extraña belleza que se
encontraba en el medio de un claro. La Luz se filtraba entre sus hojas haciendo
que sus frutos brillaran tentadores. Eran grandes y rojos y por algún motivo
que no comprendía parecían ser más apetecibles que los de las otras plantas. A
pesar de ello, no nos decidíamos a probarlo. Algo nos decía que era riesgoso,
que no eran como los demás frutos de los que disponíamos libremente. La
Serpiente, se deslizó sigilosa trepando por el tronco hacia las ramas más
gruesas de aquél árbol y empujando con su cuerpo el más maduro de los frutos;
hizo que éste se desprendiera de la rama y cayera al Suelo. Tuve la impresión
que se trataba de una invitación que nos hacía y guiada por una fuerte
tentación lo tomé y como siempre, quise compartir con Adán aquella experiencia.
Lo sostuve frente a mi boca y los dos lo mordimos al mismo tiempo. El jugo era
dulce y gustosa su pulpa. Nos sentimos muy complacidos y satisfechos, y
mientras permanecíamos frente a frente,
con el sabor delicioso de aquél fruto entre los labios, nos fundieron en lo que
juntos luego, nombramos como Beso. Luego sentí que todo era diferente. Tuve la
certeza que estábamos en ese lugar por alguna determinada razón aunque aún no
la descubriera. Después de ese encuentro Adán comenzó a experimentar una
extraña mezcla de Deseo y Culpa que lo trastornaba hasta llevarlo a pensar que
eso que antes había sido tan natural, era en realidad una debilidad despertada
por aquel fruto al que comenzamos a llamar Prohibido. Desde ese momento, cuando
la Razón pasó a dominar nuestra Emoción, el sentido de las cosas dejó de ser
tan claro y sencillo como en un principio.
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