Esta semana Alfredo nos propone animarnos con relatos ambientados en una peluquería. Me he tomado la libertad de desarrollar un relato totalmente de ficción con personajes inspirados en los de una película que quizás hayan visto. Saludos para tod@s!
EL BARBERO
Tenía acordada para esa tarde una
importante entrevista. Visitar la casa del vizconde ameritaba una cuidadosa
afeitada y fue por ello que decidió no rasurarse él mismo, como lo hacía
habitualmente, sino que la ocasión sería propicia para conocer las dotes del
nuevo barbero, recién llegado a la ciudad. Si bien no tenía referencia previa
de la calidad del servicio, pensó que el aspecto del exterior del nuevo negocio
hablaba de alguien que conocía el oficio y por lo que anunciaba en su cartel de
presentación, el precio era muy aceptable.
Sin dudarlo se dirigió hacia allí
con aire de suficiencia, muy propia de la jerarquía social a la que pretendía pronto
acceder. Se predisponía a pasar un rato
agradable mientras le recortaban la barba y le hacían un buen corte de pelo. Quizás
pediría algo novedoso, al estilo de la capital.
Probablemente el barbero recién
llegado haría un buen trabajo, especulando con el valor de su recomendación
posterior, si salía satisfecho con su labor. Le remarcaría, eso sí, que cuide
algunos detalles con ciertas protuberancias de su rostro durante la afeitada y
sobre todo, que sea cauteloso con la fragancia que debería colocarle como toque
final. No quería resultar para nada vulgar ni ostentoso ante su anfitrión y el
tema de los aromas resultaba ser un detalle primordial entre el círculo de los
nobles… aún entre los venidos a menos, como resultaba ser el aludido vizconde.
Apenas entrar en el recién
inaugurado local algo particular en la mirada del barbero le impresionó en
forma que no sabía explicar. Se lo veía serio y opacado, quizás por alguna pena
que lastimaba su alma, pero a la vez, no le cabían dudas sobre la solvencia que
tenía en el oficio: la manera en que manejaba ágilmente las tijeras y las
navajas demostraban indudable su
habilidad y competencia. No se ajustaba a la imagen por demás solícita y
extrovertida que suelen afamar a los barberos. Más bien se trataba de un sujeto
callado y taciturno, cualidades que no le resultaron inconvenientes.
Tras las presentaciones de rigor,
la charla entre ambos se fue abriendo paso luego del silencio tajante de los
primeros momentos. Ciertos registros sobre el pasado de ambos fueron mostrando extrañas
coincidencias. Lugares comunes que frecuentaron en sus juventudes, similares
círculos sociales, algunas amistades concurrentes, hechos puntuales, aunque con
diferentes ángulos de evocación y resonancia. Y de repente… un nombre. Un rememorado
nombre de mujer se asomó entre las nieblas de aquella charla de compromiso
compartida.
A partir de allí, destellos de
indignación fueron tornando en fuego los ojos antes apagados del ignoto barbero,
a medida que la distendida verborragia de
su cliente se dejaba llevar por la libertina sorna que brotaba entre risotadas,
evocando aquella fémina casi olvidada. El mismo nombre que para uno sonaba
apenas como recuerdo borroso y extraviado, para el otro resultaba ser una
dolorosa herida aún abierta.
De repente sucedió lo inevitable:
la navaja experta se dejó llevar por el indignado vengador, truncando sin
piedad el cuello del otrora disoluto mujeriego. La sangre surgió a borbotones intentando
expiar los antiguos traumas pendientes del recién llegado. No lo logró, pero,
al menos, sirvió para amortiguar algunas amadas voces de su pasado… y sus
postergados deseos de venganza.