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sábado, 31 de enero de 2009
DIVAGACIONES SOBRE EL CAMBIO
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jueves, 29 de enero de 2009
POR FAVOR...NO PONGAN ESPEJOS EN LOS ASCENSORES...
martes, 27 de enero de 2009
LIBÉLULAS (otra dedicatoria para Sinhué!)
lunes, 26 de enero de 2009
TRILOGÍA DEL PARAISO - Parte final
SOY EL ALFA Y LA OMEGA
Soy el Final y el Principio, lo Efímero y lo Eterno, la Energía y la Materia, soy la Causa y la Consecuencia, El Origen y el Destino. Mi Fuerza es lo primordial de todos los inicios, hacia Mí confluyen todas las conclusiones.
Me hice carne en mi Creación, en cada una de mis Criaturas. Soy Ellas y Ellas soy Yo, aunque aún no lo hayan descubierto. Cuando sufren, soy Yo el que sufre, cuando aman soy Yo el que está amando.
Me complace verlos crecer, aunque a tientas avancen, sin saber que de Mí nacieron y a Mí volverán, ese es el Ciclo eterno que sé que no alcanzan a comprender en su magnificencia. En esa búsqueda de la Comprensión se encuentran desde que les di Vida, porque ése es su real Crecimiento.
Por saberse vulnerables han tejido más de una leyenda para aplacar la Inquietud que les despierta sentirse Nada frente a mi Todo, frente a Mí mismo, que soy Ellos, pero como los amo tanto y quiero que crezcan, les he dado Libre Albedrío, aunque también ese regalo cuestionan cuando ven desconsolados el fruto mismo de su Ignorancia.
Son frágiles, fatuos, transitorios, pero a la vez fuertes, trascendentes, eternos. Son una constante paradoja y ahí radica su mayor riqueza: son dueños de Ser y Hacer lo que quieran y para su resguardo los he hecho parte íntima de mi Creación, de mi Totalidad, que los abruma y a la vez inspira.
Me enternece verlos maravillados frente a lo que llamaron Luz, frente a lo que llamaron Cielo.
Me complace sentir que disfrutan Todo lo que les he dado, aún cuando sé que en un futuro, avanzando en su necedad, se enfrentarán a la exigencia imperiosa de cambiar su actitud ante el real peligro de que su egoísmo y descontrol provoque la desaparición de la Vida tal como la han conocido.
Sé que muchos me culparán por sus males y me ignorarán en su bonanza. Pero para eso los he creado, para que en su devenir por la Vida vayan creciendo en Conocimiento y Virtud intentando acercarse a este Origen, a este Principio y Fin que soy Yo y que no comprenden.
Mi pobre Adán, sintiéndose Nada, deambulando entre su necesidad de aprender y su fragilidad carnal de Hombre que no puede detenerse ante la Muerte, tendrá que aprender a sobrellevar sus Miedos y Egoísmos, su Vanidad, su eterno destino de errante en un Todo infinito en el que a veces se siente Dueño, y otras muchas, apenas Polvo.
Intentará muchas veces reemprender su rumbo junto al vigor que le da mi Eva, (casi ave por su constante necesidad de vuelo) buscando en su Razón las respuestas a todo, y cuando no las halle, cuando se enfrente a los Misterios que trascienden la capacidad de su mente, retornará a la Intuición, que siempre continuará guardada en su rincón más íntimo a pesar que a veces la niegue por irracional y primaria.
Mi frágil Eva, más fuerte por dentro de lo que es por fuera, siempre estará atenta con su corazón abierto, cuando el Destino los ponga frente algún abismo, cuando sus decisiones no le sean propicias, Ella sacará fuerzas para seguir adelante, de la mano de lo que un día intuyó y llamó Esperanza.
Ambos, dualidad de un mismo Todo, energías opuestas de la misma Naturaleza, avanzarán buscando Saber y Comprender, complementarse, vencer la angustia del sobrevivir sin la protección que en el Origen sentían junto a Mí, aunque no me vieran.
En su intento de explicar su historia, fabularán suponiendo que a Una la he hecho con parte del Otro, y no ha sido así…los dos han surgido al mismo tiempo, separándolos de la misma sustancia primordial los he moldeado, no a mi imagen, porque no la tengo, pero sí he depositado en Ellos mi Hálito, mi Impulso, mi Espíritu, mi Fortaleza; y al poco tiempo los enlacé, para que ambos siempre se presintieran, como lo hacían ya Conmigo en aquel Inicio.
A causa de su vanidad, Adán creerá muchas veces que es dueño de la que es su compañera y actuará, ignorante, sin considerar que son iguales, partes opuestas de un mismo todo: la Humanidad, que se extenderá y crecerá por sobre el resto de mi Creación, a la que a veces considerarán como propia.
Buscarán trascender intentando miles de caminos, algunos fatuos, otros hostiles, otros peligrosos y sin sentido, algunos serán nobles, generosos, desinteresados, muchos otros, impropios y mezquinos. Ninguno será definitivo, siempre les dejaré abierta la puerta de la Oportunidad, hasta el último minuto en que tengan vida; hasta allí les toleraré sus Críticas, sus Errores, sus Necedades, porque son parte de Mí y los he creado para que cada uno encuentre su Destino.
Adán y Eva…mis Criaturas, mis consentidos. En su ilusión de saber todas las respuestas desconocerán su propia Ignorancia e inventarán historias, leyendas, mitos, religiones. Presumirán frente a ellos mismos de manejar a su antojo lo que no les ha sido dado más que para Ser, para Crecer…se creerán muchas veces capaces de ser Yo, aunque no sepan que Yo soy su misma Naturaleza.
Les costará comprender, les llevará una Vida, y para algunos, ese tiempo no será suficiente.
Pero siempre estaré; cuando me busquen y cuando me nieguen, cuando me encuentren y cuando me olviden. Porque soy la Causa de que Sean, el Destino hacia donde se dirigen.
Mis Criaturas: desde el Origen les he regalado la Palabra, la Razón, la Intuición, los Sentimientos, el Cuerpo, las Sensaciones. Hagan con ellos lo mejor que puedan. Son los instrumentos que les he dado para que crezcan; porque el verdadero sentido de su Vida, ese que han querido descubrir desde aquel trascendental mordisco, no es el arribo al Final del camino, es el mismo Andar el que les mostrará su Sentido…
domingo, 25 de enero de 2009
TRILOGÍA DEL PARAISO - Segunda Parte
UN AVE SIN ALAS
Cuando abrió los ojos una luz intensa la deslumbró. No sabía lo que era. Se sentó, tratando de sacudir el infinito sopor que la obnubilaba.
Se incorporó como pudo, sosteniéndose sobre sus pies vacilantes. Se mantuvo erguida por primera vez y casi sin saber por qué, dio su primer paso.
El aire era fresco y eso la hizo sentirse con la fuerza suficiente como para intentar caminar. Una vez que aprendió a equilibrarse los movimientos se sucedieron con naturalidad y dejó de preocuparse. Se dedicó entonces a contemplar lo que la rodeaba.
Había abundancia de plantas y animales, olores y colores. También miró por encima de Ella, y vio que la luz intensa provenía de un punto imposible de mirar directamente sin deslumbrarse. Se descubrió las manos. Con ellas se recorrió entera, palpándose y sintiendo que en un rincón de su pecho había un latido rítmico que no cesaba.
La belleza infinita de toda la Creación la envolvía. Y en medio de ella se sintió vulnerable.
La luminosidad fue cediendo el paso a lo que llamó Noche. Fue allí cuando comenzó a sentirse cansada y descubrió la necesidad de reposar. Buscó algo que le resultó más cómodo y se tendió de espaldas, sobre lo que al fin llamó Suelo, y si lo que estaba bajo Ella así se llamaba, decidió nombrar Cielo a lo que estaba arriba y que ahora se llenaba de bellas luces diminutas; se emocionó cuando supo que era Estrellas cómo debía nombrarlas. Así lo hizo, y se sintió feliz.
Cuando abrió los ojos por segunda vez, se conmovió al reencontrar lo que había descubierto la vez anterior. Experimentó una conexión intensa con todo lo que la rodeaba. Se animó a explorar y conocer lo que aún no había descubierto. Ávida por ver, escuchar, sentir, tocar y probar todo lo que lo rodeaba, continuó poniendo nombres a cada cosa que más la conmovía. Una de las primeras que nombró fue algo pequeño, delicado y perfumado, cuyo intenso color la atrajo en forma inexplicable y de la misma manera hizo que decidiera tomarla y ponerla entre su pelo. Intuyó que debía llamar Flor a esa belleza y se sintió satisfecha.
Mientras otra vez llegaba la Noche quedó extasiada con el gran círculo blanco que se elevaba poco a poco sobre la línea que dividía el Suelo y el Cielo. Antes de cerrar los ojos por última vez ese día, supo que debería ser Luna el nombre de esa luz.
Esa noche soñó con la belleza de la Flor y volvió a emocionarse. Supo sin saber por qué, que no era Ella la única que tenía noción de existencia en medio de aquella inmensidad. Intuyó que en algún lugar al que todavía no había llegado, esa Entidad esperaba que Ella la descubriera y esa certeza hizo que se sintiera plenamente reconfortada.
Fue día otra vez y nuevamente se sintió feliz de sentir y andar. Se detuvo un momento junto a un lago. El Agua que ya había descubierto y nombrado, se encontraba allí quieta y serena, mostrando sobre ella todo lo que estaba por sobre su cabeza. Descubrió su propia imagen reflejada en esa superficie y se estremeció cuando vio que un bello pájaro se duplicaba junto a su reflejo. Se sonrió y deseó poder volar como aquel ser al que quiso nombrar Ave y por desear parecérsele pensó que nombrarse a sí misma Eva la haría elevarse como aquél animal volador lo hacía.
Continuó mirando con complacencia su propia figura reflejada en el Agua quieta; fue la primera vez que tuvo real conciencia de su aspecto. Sintió cómo Ella misma era parte de esa maravillosa Creación.
Esa noche no tardó en dormirse. Lo hizo complacida por haber encontrado un buen nombre para sí misma mientras se imaginaba volando entre las Estrellas que nunca dejaban de maravillarla.
Cuando cerró los ojos, otra vez, la misma sensación de que en esa inmensidad había Alguien más con conciencia de existir la volvió a conmover, lejos de inquietarla, la sola idea de que fuera cierto le bastó para hacerla sentir íntimamente ligada con la inmensidad.
Fue día otra vez, pero al despertarse, se sintió más vulnerable. No sabía cuál era el motivo, pero en lugar de dejarse llevar por la aventura cotidiana de explorar y descubrir, prefirió quedarse en un lugar que le brindó cobijo mientras la primera Lluvia que presenciaban sus ojos nuevos comenzaba a mojar el Suelo y todo a su alrededor.
Mientras contemplaba ese Agua caer lánguidamente sintió que en su costado algo la oprimía. No era una sensación externa, era más bien la necesidad íntima de hallar algo que la completara. Sintió que todo lo que la rodeaba no era suficiente para llenar ese angustioso hueco que adivinaba cerca del lugar desde donde provenían los latidos de su pecho. Se sintió como nunca antes se había sentido. Llamó Soledad a ese vacío creciente y Llanto al agua que caía de sus ojos acompañando la lluvia primera.
Esa noche no hubo Luna ni tampoco pudo ver las Estrellas. Buscó en vano la sensación de compañía que surgía cuando cerrabas sus ojos, pero no la sintió esa noche. Llamó Tristeza a lo que sintió cuando escuchó la caricia del viento rozándole su cara y otra vez volvió a llorar sin saber bien por qué.
Fue día otra vez y el Sol salió intenso como ya se había acostumbrado. Cuando se puso de pie vio que había quedado un resto de Agua de la que había caído del Cielo esa noche, y al descubrir allí otra vez la imagen de su rostro reflejada recordó el motivo por el que había decidido nombrar Eva a su propia identidad y así, contemplando una bandada de Aves que cruzaba el Cielo límpido supo que todo lo bueno que necesitaba estaba por venir; esa sensación la gratificó por dentro; emocionada y complacida, la llamó Esperanza.
Entrecerró los ojos y sintió la brisa fresca sobre su cara y sintió que se renovaba por dentro. Como si tuviera alas en sus pies dejó que la mañana le diera la bienvenida y con los brazos extendidos bajó corriendo una colina, pensando que así podía llegar a abarcar en ese momento la totalidad de la Creación que otra vez se le presentaba plena y exuberante. Simplemente se dejó llevar por ella y cuando abrió los ojos descubrió muy cerca de Ella a Uno que se le parecía, pero que a la vez era muy diferente.
La intrigó desde que lo vio. No quiso acercársele enseguida para reconocerlo, decidió mirarlo de lejos, tratando de esconderse detrás de unas hojas.
Algo de esa criatura la emocionaba en forma especial y si bien se sentía atraída, a la vez le complacía la idea de mostrarse algo esquiva. Lo notó torpe e inseguro y eso la hacía sonreír.
Se dio cuenta que Él la había descubierto y que desde ese momento no podía dejar de mirarla. La idea de desorientarlo le producía un sutil placer que nunca antes, en su corta vida, había experimentado. Decidió que sería divertido hacerle creer que lo ignoraba: simulando poner su atención en una hermosa Flor que crecía junto al lago, la cortó y se la colocó entre sus cabellos, mientras la brisa los hacía mecer suavemente y el Sol parecía quedarse en ellos. Se sintió seductora, bella, deseada y eso la complació. Comenzó a correr de improviso, alejándose de Él pero cuidando que no la perdiera de vista para que así se animara a seguirla.
En el rincón de los latidos de su pecho, sintió que el ritmo se aceleraba, tuvo la seguridad que no era sólo por el hecho de correr, y eso la excitaba más. No entendía qué era aquello que sentía, pero supo que era bueno y que le hacía olvidar la Soledad.
Para su sorpresa, la criatura no se animó a seguirla, y eso la desorientó. Hubiera preferido que Él entendiese sin más aquel juego, pero se dio cuenta que no era su culpa no comprender las sutilezas de esa travesura de seducción, por lo que supo que debería enseñarle.
Fue ella quien lo siguió sin que Él se diera cuenta. Ayudada por la Noche que vino en su ayuda para ocultarla mejor, lo siguió hasta su refugio. No pensó en otra cosa que en descubrir sus secretos, quería adivinar qué sentía y ver qué hacía. y mientras los ojos de ambos, aunque distantes, se quedaban extasiados en la Luna, supo que el hueco que había sentido en el rincón de su pecho ya no estaba vacío. Se sentía completa.
Cuando vio que estaba dormido, tratando de no despertarlo, se acercó y lo recorrió pausadamente con sus ojos; a la luz de la Luna aquel ser parecía más indefenso, eso la conmovió y sintió el fuerte impulso de tocarlo. Así lo hizo: apenas le rozó una mejilla con sus dedos y ese breve contacto bastó para saber que debería quedarse junto a Él. Se durmió a su costado, sin que Él lo sospechara.
Al amanecer del nuevo día ella ya estaba despierta. Quiso tener en su pelo toda la belleza de las flores para estar segura de agradarle a aquél que recién despertaba y mientras lo miraba con algo a lo que después nombró Ternura, tomó con gran dulzura el más pequeño de sus adornos florales y extendió la mano para que Él lo tomara. Aquel gesto le hizo entender sin duda lo que Ella sentía, y a partir de ese momento no se separaron nunca.
La mayor parte del día compartían caminatas recorriendo y explorando, maravillándose frente a cada sorpresa que les brindaba la Creación. Eva notó que Él también nombraba, las cosas que le interesaban, pero observó que lo hacían en forma distinta: Ella, como era su costumbre, entrecerraba los ojos buscando en el rincón de sus latidos la palabra que fuera más adecuada, Él en cambio las buscaba relacionándolas con las cosas que ya habían sido descubiertas, buscaba los nombres en su cabeza y no en su costado.
Supo que había sido la Luz la primera cosa a que Él dio nombre, y pensó que era muy adecuado, por lo que Ella también así comenzó a nombrarla.
Ella le enseñó otras cosas a las que había puesto descubierto y Él a su vez le mostró cuáles eran sus preferidas.
Le enseñó también cómo había intuido su propio nombre, por lo que a partir de ese momento Él comenzó a llamarla Eva. Cuando supo cómo Él se nombraba y por qué lo había decidido así, sintió otra vez lo que ya había llamado Ternura y con gran suavidad lo llamó Adán por primera vez. Saboreó el nombre y desde ese momento pasó a ser su palabra preferida.
Se pusieron de acuerdo para poder entenderse mejor y así, con sonidos y gestos comenzaron juntos a tejer un idioma que les permitió con el tiempo interpretar lo que el otro sentía y pensaba. Compartían el Tiempo, el Asombro, la Inquietud, la Alegría, los Juegos, la Contemplación, la Tranquilidad, el Bienestar, la Esperanza, la Dulzura…aprendieron a sentir que ya no eran Uno sino que se habían transformado en Dos que estaban unidos.
Un día, llegaron a un lugar a donde nunca antes habían estado. Se trataba de un inquietante bosque poblado de árboles de gran belleza y profusa vegetación. Como era su costumbre en sus frecuentes exploraciones se detenían a ver en detalle cada uno de los pájaros, animales y plantas con los que se topaban, palpaban las texturas, olían los perfumes, probaban los sabores, decidían cómo llamarlos…
Estaba Eva tratando de encontrar el nombre más adecuado para un pájaro que recién descubría y mientras entrecerraba los ojos para encontrar cuál sería el mejor, sintió que algo frío se deslizaba entre sus pies. Aquel contacto la hizo estremecer de pies a cabeza y a pesar que tuvo un extraño presentimiento, su curiosidad pudo más y comenzó a seguirlo. Como la mayoría de las veces era Ella quien tomaba la iniciativa en aquellos asuntos y Adán quien la secundaba, aún cuando cuestionaba sus decisiones.
Un árbol de una extraña belleza se encontraba en el medio de un claro. La Luz se filtraba entre sus hojas haciendo que sus frutos brillaran tentadores. Eran grandes y rojos y por algún motivo que no comprendía parecían ser más apetecibles que los de las otras plantas. A pesar de ello, ninguno de los Dos se decidió a tomar uno y probarlo. Algo les decía que era riesgoso, que no eran como los demás frutos de los que disponían libremente.
La Serpiente, que fue quien rozó con un frío intenso la calidez de sus pies, se deslizó sigilosa trepando por el tronco hacia las ramas más gruesas de aquél árbol desconocido y empujando con su cuerpo el más maduro de los frutos; hizo que éste se desprendiera de la rama y cayera al Suelo. Tuvo la impresión que se trataba de una invitación que les hacía la Serpiente; guiada por una fuerte tentación lo tomó y como siempre, quiso compartir con Adán aquella experiencia.
Tomando el fruto por su cabo, lo sostuvo frente a su boca y los dos lo mordieron al mismo tiempo. El jugo era dulce y gustosa su pulpa. Se sintieron muy complacidos y satisfechos, y mientras permanecían frente afrente, se miró uno en los ojos del otro y aún con el sabor delicioso de aquél fruto entre los labios, se fundieron en lo que juntos luego, nombraron como Beso.
Luego Eva sintió que todo era diferente. Tuvo la certeza de que estaban en ese lugar por alguna determinada razón aunque aún no la descubriera. Comprendió con claridad que no todo es lo que aparenta, no perdiendo nunca la inquietud por averiguar el por qué de las cosas.
Descubrió que los sentimientos se pueden expresar de mil maneras diferentes.. Supo que podían lastimarse con algunas de sus decisiones y también que sin querer podían dañar al otro a veces hasta simplemente con un gesto o una palabra. Descubrió junto a Adán la voluptuosidad de sus cuerpos y el sinfín de sensaciones que con ellos podían experimentar. Notó con sorpresa que Adán solía experimentar una extraña mezcla de Deseo y Culpa que lo trastornaba hasta llevarlo a pensar que eso que antes había sido tan natural, era en realidad una debilidad despertada por aquel fruto al que comenzaron a llamar Prohibido.
Por influencia de Adán su Razón pretendía pasar a dominar su Emoción y desde entonces los sentidos de las cosas no resultaron tan claros y sencillos como en un principio. Lo que antes era una existencia etérea, perceptiva y sin complicaciones pasó a ser una subsistencia concreta, pasional y reflexiva repleta de desafíos que muchas veces la inquietaban y le hacían resurgir aquella noción de fragilidad frente al mundo: se sabía vulnerable, pero al estar con su Adán su seguridad y sus fuerzas volvían a renacer.
En algunas ocasiones su vanidad de mujer le hacía creer que podía jugar con Adán como quisiera o que podía lograr que Él fuera como Ella deseara, pero cuando pensaba que al fin lo había logrado, volvía a experimentar esa sensación que la enterneció desde un principio y que le hizo querer estar siempre a su lado aceptándolo tal como era.
Descubrió que cada vez su vida se hallaría frente a vitales encrucijadas ante las cuales debería decidir, y que por muchos motivos caería sumida en una profunda congoja, añorando aquel pasado idílico del que habían surgido y al que siempre soñaba recuperar.
A veces culpó a la Serpiente por aquel fruto desconocido que le hizo probar, sabía que fue a partir de ese momento que le nació la necesidad profunda del conocimiento, de buscar la raíz de las cosas, tanto afuera como dentro de Ella, y a veces eso le pesaba y la hacía desear que aquel encuentro no hubiera sucedido. Pero después, inevitablemente, comprendía que algún motivo poderoso había querido que así fuera, que ese cambio era un crecimiento aunque implicara dolor.
El día que nació su primer hijo confirmó aquella convicción primordial que tuvo en un principio y que la hizo sentir plenamente reconfortada: se sintió parte esencial de la maravilla de la Creación; supo que Ella y Adán eran porciones vitales del Todo y que aunque las cosas aparentaran no estar unidas, todas sin duda, estaban conectadas entre sí por un hilo invisible que las mantenía en equilibrio, y para descubrir aquella magia, siempre y por fortuna, le bastaba cerrar los ojos, y echarse a volar.
sábado, 24 de enero de 2009
TRILOGÍA DEL PARAISO -Primera parte
UNA NADA CON NOMBRE
Cuando abrió los ojos una luz intensa lo deslumbró. No sabía lo que era. Se sentó, tratando de sacudir el infinito sopor que lo obnubilaba.
Cuando abrió los ojos una luz intensa lo deslumbró. No sabía lo que era. Se sentó, tratando de sacudir el infinito sopor que lo obnubilaba.
Se incorporó como pudo, sosteniéndose sobre sus pies vacilantes. Se mantuvo erguido por primera vez y casi sin saber por qué, dio su primer paso.
El suelo era firme y eso lo hizo sentirse con la confianza suficiente como para intentar caminar. Una vez que aprendió a equilibrarse, los movimientos se sucedieron con naturalidad y dejó de preocuparse. Se dedicó entonces a descubrir lo que lo rodeaba.
Había abundancia de plantas y animales, olores y colores. También miró por encima de Él, y vio que la luz intensa provenía de un punto imposible de mirar directamente sin deslumbrarse. Se descubrió las manos. Con ellas se recorrió entero, palpándose y sintiendo que era tan sólido como lo que lo rodeaba.
La belleza infinita de toda la Creación lo envolvía. Y en medio de ella se sintió solo.
La que llamó Luz fue cediendo al paso de lo que llamó Noche. Fue allí cuando comenzó a sentirse cansado y descubrió la necesidad de reposar. Buscó algo que le resultó más cómodo y se tendió de espaldas, sobre lo que al fin llamó Suelo, y si lo que estaba bajo él así se llamaba, decidió nombrar Cielo a lo que estaba arriba y ahora se llenaba de bellas luces diminutas. No supo porqué pero se sintió feliz.
Cuando abrió los ojos por segunda vez, se alegró de reencontrar lo que había descubierto la vez anterior. Volvió a experimentar la felicidad. Decidió explorar y conocer lo que aún no había conocido. Ávido por ver, escuchar, sentir, tocar y probar todo lo que lo rodeaba, continuó poniendo nombres a cada cosa que descubría. Se sintió satisfecho con la tarea que había hecho ese día y mientras otra vez llegaba la Noche quedó extasiado con el gran círculo blanco que se elevaba poco a poco sobre la línea que dividía el Suelo y el Cielo. Antes de cerrar los ojos por última vez ese día, decidió que sería Luna el nombre de esa luz.
Esa noche soñó con lo que había conocido en esos dos días de su corta vida, pero esta vez, no sintió la misma sensación de soledad de la noche anterior. Algo o alguien hacía que en su interior supiera que no era Él el único que tenía noción de existencia. Sospechó que en algún lugar al que todavía no había llegado esa Entidad esperaba que Él la descubriera.
Cuando abrió los ojos por segunda vez, se alegró de reencontrar lo que había descubierto la vez anterior. Volvió a experimentar la felicidad. Decidió explorar y conocer lo que aún no había conocido. Ávido por ver, escuchar, sentir, tocar y probar todo lo que lo rodeaba, continuó poniendo nombres a cada cosa que descubría. Se sintió satisfecho con la tarea que había hecho ese día y mientras otra vez llegaba la Noche quedó extasiado con el gran círculo blanco que se elevaba poco a poco sobre la línea que dividía el Suelo y el Cielo. Antes de cerrar los ojos por última vez ese día, decidió que sería Luna el nombre de esa luz.
Esa noche soñó con lo que había conocido en esos dos días de su corta vida, pero esta vez, no sintió la misma sensación de soledad de la noche anterior. Algo o alguien hacía que en su interior supiera que no era Él el único que tenía noción de existencia. Sospechó que en algún lugar al que todavía no había llegado esa Entidad esperaba que Él la descubriera.
Fue día nuevamente y se sintió satisfecho de sentir y andar. Se detuvo un momento junto a un lago. El Agua que ya había descubierto y nombrado, se encontraba allí quieta y serena, reflejando sobre ella todo lo que estaba sobre Él.
Algo que nunca antes había visto lo intrigó sobre manera. Al principio se confundió e intentó tocarlo sobre lo que resultó ser un reflejo. La imagen se desvaneció por el movimiento del Agua, pero al poco rato, volvió a mostrarse tan nítidamente como al principio. Comprendió con sorpresa que eso que el Agua le devolvía era su propia imagen. Fue la primera vez que tuvo real conciencia de su aspecto. Continuó contemplándose por bastante tiempo y comprendió cómo Él mismo era parte de esa inmensidad que lo rodeaba.
Esa tercer noche tardó en dormirse. Se quedó pensando en su propia imagen, mientras contemplaba las Estrellas que no dejaban de sorprenderlo.
Cuando cerró los ojos, otra vez, la misma sensación de que en esa inmensidad había Alguien más con conciencia de existir lo volvió a invadir, pero lejos de inquietarlo, la sola idea de que fuera cierto le bastó para hacerlo sentir íntimamente ligado con la inmensidad de la Creación.
Amaneció otra vez, pero al levantarse, se sintió diferente. No tenía la menor idea de qué le pasaba, pero en lugar de dejarse llevar por la aventura cotidiana de explorar y descubrir, ese día prefirió quedarse en un lugar que le brindó cobijo mientras la primera Lluvia que presenciaban sus ojos nuevos comenzaba a mojar el Suelo y todo a su alrededor.
Mientras contemplaba ese agua caer lánguidamente sintió que en su costado algo lo oprimía. No era algo externo, era más bien la sensación de saberse incompleto. Sintió que todo lo que lo rodeaba no era suficiente para llenar ese angustioso hueco que adivinaba cerca del lugar desde donde provenían los latidos de su pecho. Se sintió como nunca antes se había sentido. Llamó Angustia a ese vacío creciente y Llanto al agua que caía de sus ojos acompañando la lluvia primera.
Esa noche no hubo Luna ni tampoco pudo ver las otras luces menores. Buscó en vano la sensación de compañía que surgía cuando cerrabas sus ojos, pero no la sintió. Esa noche duró para Él más que las que había conocido y llamó Tristeza a lo que sintió cuando escuchó la caricia del viento rozándole su cara.
Fue día otra vez y el Sol salió intenso como ya se había acostumbrado. Cuando se puso de pie vio que había quedado un resto de Agua de la que había caído del Cielo esa noche, y al descubrir allí otra vez la imagen de su rostro reflejada descubrió que entre todas las cosas que había nombrado no estaba la de su propia identidad, eso que sabía que Él mismo era. Se nombró Adán, porque se sintió Nada en toda la Creación, y al hacerlo el hueco que sintió en su pecho durante la noche se volvió a abrir.
Un impulso que no pudo frenar lo hizo comenzar a caminar sin rumbo buscando algo que no comprendía. Quizás fuera lo que sentía que le faltaba. Quizás fuera la parte de Él que se le había perdido…
Cuando menos lo esperaba, la vio. Era bella, inquieta, esquiva. No quiso acercársele enseguida para descubrirla porque notó que era Ella quien lo estaba haciendo: de lejos lo miraba, tratando de esconderse detrás de unas hojas. Algo de esa criatura le resultaba muy tentador y lo incitaba a querer tocarla. Muy torpemente y con gran curiosidad se decidió a enfrentarla.
Ahora que se había acercado vio que la criatura dejaba de mirarlo. Por el contrario, le dio la espalda: poniendo su atención en una hermosa Flor que crecía junto al lago, ella la cortó y se la colocó entre sus cabellos, mientras la brisa los hacía mecer suavemente y el Sol parecía quedarse en ellos.
Inesperadamente comenzó a correr, desapareciendo entre la espesura. Adán no alcanzaba a comprender. Nunca antes había visto algo que se pareciera a Él y esa criatura, a pesar de ser muy distinta tenía algo que lo impulsaba a querer estar junto a Ella. En el rincón de los latidos de su pecho, sintió que el ritmo se aceleraba, como cuando decidía correr junto a la orilla del Agua en movimiento. No entendía qué era eso que sentía, pero supo que era bueno y que le hizo olvidar la Soledad.
Cuando la Luz volvía a ocultarse en el límite del Suelo, Adán volvió al refugio donde se había guarecido de la Lluvia la última Noche. No pensó en otra cosa que en aquel ser, tan parecido a Él y a la vez tan diferente, y mientras sus ojos se quedaban extasiados en la Luna, supo que el hueco que había sentido en el rincón de su pecho ya no estaba vacío. Se sentía completo.
Al amanecer del nuevo día, la criatura estaba junto a Él. No dejaba de sorprenderlo. Ahora eran varias las flores que llevaba entre sus pelo y mientras lo miraba con unos ojos intensos y hermosos, tomó con gran dulzura el más pequeño de sus adornos florales y extendiendo la mano insistió para que Él lo tomara. No supo por qué, pero aquel gesto sirvió para que ambos comenzaran a estar más tiempo juntos.
La mayor parte del Día compartían caminatas recorriendo y explorando, maravillándose de la misma manera frente a cada sorpresa que les brindaba la Creación. Adán notó que Ella también nombraba como Él lo hacía, las cosas que la sorprendían. Supo que habían sido las Flores a las primeras que dio nombre, y pensó que era muy adecuado, por lo que Él también así comenzó a nombrarlas. Ella le mostró otras cosas a las que había nombrado y Él a su vez le enseñó cuáles eran sus favoritas. Le enseñó también cómo Ella misma había decidido nombrarse, por lo que a partir de ese momento Él comenzó a llamarla Eva, y después que la nombró por primera vez, sintió cómo ese sonido borraba definitivamente el hueco de su costado.
Se pusieron de acuerdo para poder entenderse mejor y así, con sonidos y gestos comenzaron juntos a tejer un idioma que les permitió con el tiempo interpretar lo que el otro sentía y pensaba.
Compartían el Tiempo, el Asombro, la Inquietud, la Alegría, los Juegos, la Contemplación, la Tranquilidad, el Bienestar…aprendieron a sentir que ya no eran Uno sino que se habían transformado en Dos que estaban unidos.
Un día, llegaron a un lugar a donde nunca antes habían estado. Se trataba de un inquietante bosque poblado de árboles de gran belleza y profusa vegetación. Como era su costumbre en sus frecuentes exploraciones se detenían a ver en detalle cada uno de los pájaros, animales y plantas con los que se topaban, palpaban las texturas, olían los perfumes, probaban los sabores, decidían cómo llamarlos…
Un animal que ya conocían se deslizó por el Suelo en medio de ambos llamando su atención. Eva, como siempre más curiosa, decidió seguirlo inmediatamente. Él más cauto, esperó a que Ella lo llamara, cuando así lo hizo, se dirigió hacia donde Eva le indicaba.
Un árbol de mediana altura se encontraba en el medio de un claro. La Luz se filtraba entre sus hojas haciendo que sus frutos brillaran tentadores. Eran grandes y rojos y por algún motivo que no comprendían parecían ser más apetecibles que el de las otras plantas.
A pesar de ello, ninguno de los Dos se decidió a tomar uno y probarlo. Algo les decía que era riesgoso, que no eran como los demás frutos de los que disponían libremente, como si Algo en su interior les dijera que aquello les cambiaría sus vidas.
La Serpiente, (así había nombrado Adán a aquel animal que no tenía patas) se deslizó sigilosa trepando por el tronco hacia las ramas más gruesas de aquél árbol desconocido y rozando con su cuerpo el más maduro de los frutos, hizo que éste se desprendiera de la rama y cayera al Suelo.
Fue Eva quien lo alzó y como era su costumbre, quiso compartir con Adán aquel nuevo descubrimiento. Tomándolo de un extremo lo sostuvo frente a sus bocas y los dos lo mordieron al mismo tiempo.
El jugo de aquel fruto resultó ser dulce y gustosa su pulpa. Con sorpresa, se sintieron muy complacidos y satisfechos, y mientras permanecían frente a frente, se miró uno en los ojos del otro y aún con el sabor delicioso de aquél fruto entre los labios, se fundieron en lo que juntos luego, nombraron como Beso.
A partir de ese momento Adán entendió su realidad de modo diferente: tuvo conciencia de que estaban en ese lugar por alguna determinada razón, aunque nunca logró entender bien cuál era, desde ese momento se sintió en falta…como si hubiera hecho algo que no debía hacer, y fue así que por primera vez experimentó la Culpa, ese intangible límite que más de una vez hizo que llorara en secreto.
También a partir de aquella vez comprendió con claridad que a toda Causa le sigue una Consecuencia, teniendo desde esa ocasión urgencia por averiguar la Razón de las cosas.
Descubrió que podían usar lo que les rodeaba de maneras diferentes. Probó distintos diseños imitando las formas y aprendiendo de lo que observaban. Supo también que podían lastimarse con algunas de sus decisiones y también que sin querer podían dañar al otro a veces hasta simplemente con una palabra.
Aprendió a encadenar sus razonamientos a partir de las experiencias pasadas, superando los inconvenientes cuando más dedicación ponía en ello.
Pero lo que realmente trastornó su inicial inocencia, fue descubrir junto a Eva la voluptuosidad de sus cuerpos y el sinfín de sensaciones que con ellos podían experimentar. Una extraña mezcla de Deseo y Culpa lo trastornaba permanentemente hasta llevarlo a pensar que eso que en apariencia era tan natural, era en realidad una debilidad que la misma Serpiente le había despertado al comer de aquel fruto al que comenzó a llamar Prohibido.
Desde esa vez, comenzó a confundir la Razón con la Emoción y desde entonces los sentidos de las cosas no les resultan tan claros y sencillos como en el principio. Ante la Duda que lo invadía y los conflictos que fue descubriendo, Adán intentó hilvanar una especie de leyenda para ser transmitida a través de los tiempos: en secreto al principio y a los gritos después culpó a Eva por haberlo tentado con aquel fruto que le abrió los ojos al Deseo y la necesidad del Conocimiento. Hasta escribió textos denigrándola diciendo que la Serpiente, encarnación del Mal, utilizó la estrechez de razonamiento de Eva para manipularlo con sus redes de seducción. Inconcientemente la acusó de ser el origen de su cruel Destino sobre la Tierra, a punto tal que llegó a olvidar la similitud de sus orígenes para terminar engañándose a sí mismo pensando que su mayor Fuerza era síntoma de total Superioridad.
En sus ansias de posesión incluyó a Eva en la lista de sus pertenencias llegando a convencerse de que aquella noche lejana, en la que, mientras dormía, experimentara una extraña sensación de pérdida, Alguien o Algo le sacó una parte de su costado para hacer con ella a su futura compañera.
En algunas ocasiones su vanidad lo engañaba a tal punto que le hacía creer que podía convertirse en el Amo de todas las cosas, pero poco después volvía a experimentar esa sensación que lo apesadumbró desde un principio y que le hizo elegir cómo nombrarse: esa honda angustia primordial de saberse Nada frente a la magnitud de la Creación.
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