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miércoles, 30 de marzo de 2016

ESTE JUEVES UN RELATO: Maldita primavera

Sumándome a la convocatoria juevera de esta semana, aporto un texto que se sale un poco de la intención humorística que Lucía propuso pero que, espero, también resulte válido.



Si me dejo llevar por el recuerdo amargo que indican las fechas, si me dejo guiar por la señal de ausencia que marca el calendario, la primavera entonces, sería para mí sólo causa de tristezas, excusa de angustias y soledades ancladas por nostalgias.

Pero la vida es más que pérdida de ayeres y amores enterrados. Es mucho más, y eso hace que cada día sea ganancia pese a que un día ya no encontremos cerca a quien nos han marcado con su paso, su esencia y su resguardo. Aunque su sonrisa nos sea visible sólo desde un retrato, todo el caudal de vida que nos fue legado, merece ser honrado con igual vitalidad mientras nos quede aliento y un gramo de esperanza.

Por eso, más que por que lo indique el almanaque, más que por la calidez del aire que nos la haga presente, la primavera, al fin, puede y merece darse cada día del año… siempre y cuando sintamos que somos mucho más que sangre, piel y carne, instinto y celo, dolor, duelo  u oscuras destemplanzas. 

lunes, 28 de marzo de 2016

CONTANDO LAS SEMANAS CON SINDEL 13 de 52 Ciego

Sumándome a la propuesta de la querida Sindel, aprovecho para disculparme por mi ausencia de la semana anterior, tanto para comentar en su pasada convocatoria, como para participar de la reunión juevera.
Abrazos.





Ciegos
que no quieren ver
se empeñan
en agitar las banderas
de lo que no fue
más que engaño
y fracaso.
A riesgo de tener
que aceptar
la imperfección
y la infamia
de lo que no resultó
ser más que un fiasco,
prefieren
-los necios de corazón-
insistir en no ver
lo que el resto
llama mentira
y ocaso.

martes, 22 de marzo de 2016

jueves, 17 de marzo de 2016

ESTE JUEVES, UN RELATO

Esta semana es la querida Cass quien nos propone el tema juevero. En base a la inspiración que nos pueda surgir de alguna de las imágenes capturadas durante su paseo por Chicago, nos debemos dejar llevar por las letras y narrar lo que nos surja. Para más relatos, pasar por su Balcón.


La imagen que elegí

UN COLLAR DE CUENTAS VERDES

Veo ese hilo de cuentas pasar y me la imagino pelirroja, joven, desesperanzada. Arrojando con desprecio al río el collar barato que el tipejo en cuestión le había regalado a propósito de la celebración que se festejaba. No duraron su atención ni sus risas ni sus promesas más de lo que le duró la jarra de cerveza que estuvieron compartiendo en un bar con pocas pretensiones.

Sus ojos, humedecidos por un agua distinta a la que se lleva el rio, debieron parecer más verdes cuando, con la inocencia desmembrada, contemplaba aquellas perlas arrastradas por la corriente. Impotente y solitaria, debió haberse sentido, en aquel momento, estafada por la vida.

Sé que su mirada debió quedar eclipsada por el juego de reflejos que aquellas aguas inquietantes despliegan frente a la costanera de la ciudad mientras el sol se oculta por el horizonte. Sé que mientras las contemplaba, se sintió transportada a otro lugar, a otra realidad, a otro tiempo… sé que en un principio se dejó llevar, que casi se dejó vencer por aquel juego insinuante de magias ancestrales mezcladas con promesas incumplidas. Sé que no debió ser fácil romper aquel hechizo peligroso al que ese intrincado juego de luces y reflejos suele someter a los incautos.

Quizás fue el leve aletear de un pájaro, quizás un sonido estridente, una risa alocada o algún reflejo inesperado que el propio río le trajo… pero de repente, algo logró quebrar su ensoñación, esa tramposa manera que tienen el destino y el río de – a veces- hacernos sentir dominados por el aparente  atractivo de la muerte y entonces, alentada quizás por la esperanza siempre verde que –dicen- es lo último que se pierde, decidió nuevamente apostar al amor, a la vida, a las ilusiones… 

De improviso y con ímpetu resolvió al fin que aquel collar arrojado antes con destemplanza, sería la única ofrenda que le entregaría esa vez al río. Y entonces partió. Se alejó de allí sin mirar atrás… sin considerar al río, ni al collar, ni al último rayo de un sol que, esa vez al menos, no le fuera muy propicio.

martes, 15 de marzo de 2016

CONTANDO LAS SEMANAS CON SINDEL 11 de 52

Me sumo, con algo de demora a la convocatoria de Sindel de esta semana. Más escritos sobre el tema, en su blog.




A DÓNDE VAN?

-¿A dónde van las golondrinas en invierno, abuelo?- Preguntaba la niña contemplando extasiada el vuelo.

-Hacia el sur, buscando climas más cálidos- respondía con premura el anciano

-¿A dónde, los autos que cruzan sin mirarnos desde la autopista?- Insistía, indagando, su curiosidad infantil.

-Hacia el norte, buscando la agitación de las grandes ciudades- generalizaba con imaginación el veterano.

-¿A dónde irán, después de pronunciadas las palabras, las preguntas y sus respuestas?- Se animó a divagar la pequeña.

-Hacia el mismo lugar que, en su momento nos iremos los dos- contestó con tono de melancolía y resignación el buen hombre, mientras intentaba en vano ocultar una lágrima.

- ¡Qué bueno!- interrumpió con alegría inesperada la chiquita – no nos costará entonces reencontrarnos… ni tampoco a todas las preguntas que vamos lanzándole al viento cada día… ¡aún las que nos quedan ahora sin respuesta!

Trocó entonces en sonrisa la lágrima que recién había caído por el rostro del anciano, a la vez que con ternura buscó su mano, la mano de su curiosa nieta.

miércoles, 9 de marzo de 2016

ESTE JUEVES UN RELATO Las sinsombrero

Esta semana, a propuesta de Lucía, nos dedicamos a realzar la obra y el aporte de un grupo de mujeres artistas e intelectuales (Las sinsombrero) que se animaron a cortar con lo establecido sumándose con fuerza y personal estilo a aquella célebre generación del 27 que tanto aportó a las nuevas sociedades del siglo XX


Hace mucho, allá por los años en que mi padre recién empezaba a ir a la escuela, en la tierra desde donde habían partido sus mayores, comenzaba a hacerse notar un grupo de jóvenes intelectuales idealistas, artistas revolucionarios, entre los que, pese a los prejuicios y censuras de la época, también había mujeres.

Entre ellas, a algunas arriesgadas, se les ocurrió presentarse por la Puerta del sol de Madrid sin la puritana protección de un sombrero, y con ese solo gesto, hicieron estallar el escándalo en la pacata sociedad en que se desenvolvían. Para aquel mundo conservador y clasista, las damas respetables debían remarcar su distinción y nivel social con su vestimenta, y el sombrero resultaba ser de uso obligatorio e incuestionable. El hecho de mostrarse en público sin aquel emblemático complemento resultó ser abiertamente provocador y aquellas jóvenes y osadas artistas consiguieron llamar la atención, aún a riesgo de ser estigmatizadas.

Fueron Maruja Mallo y Margarita Manso precisamente las dos audaces que lanzaron aquella provocación inicial que señaló ese corte tan profundo con la sociedad madrileña de la época pero otras tantas siguieron sus pasos avanzando por el camino del cambio y los derechos femeninos.  

Mientras tanto, en este otro lado del charco, hubo otro grupo de mujeres valientes, también intelectuales, inquietas, cultas, comprometidas políticamente, que se animaron a ser distintas, dejando su valiosa huella. Destaco ahora solo a dos a modo de ejemplo, pero hubo muchas, todas inteligentes y destacables. Tanto la socialista Alicia Moreau de Justo como la inefable Victoria Ocampo se animaron aquí a romper moldes y estereotipos a la vez que avanzaron por el camino de la literatura, la ciencia, el arte y la política.

Tanto allá como aquí, por aquellos años de cambio, guerras y revoluciones, las mujeres se sumaron a los hombres dentro de las nuevas corrientes artistas y filosóficas que determinaron, con el correr de los años una nueva forma de ser y pensar, de construir y convivir.

martes, 8 de marzo de 2016

CONTANDO LAS SEMANAS Semana 10 de 52

PROMESAS


Con el paso de los años y los sueños no alcanzados, solemos –a la hora de pasar factura- ser más duros con la vida -acusándola de no habernos permitido hacer realidad nuestras ilusiones- que con nosotros mismos, en cuanto a nuestra falta de compromiso respecto a aquellas promesas que -en su momento- le hicimos nosotros a ella… y que después jamás cumplimos.

Más reflexiones sobre las promesas, en casa de Sindel.

jueves, 3 de marzo de 2016

ESTE JUEVES UN RELATO: Blanco y negro

Esta semana, Matices nos propone un tema abierto, posibilitando una libre interpretación del tema de los opuestos. Va mi aporte:




BLANCO Y NEGRO

Él tiene la piel tan negra que llega a ser invisible durante la noche. Ella, luce un cutis tan níveo que aparenta no tener sangre circulando por sus venas.

Él gusta de vestir vaporosas ropas blancas, sueltas e informales cubriendo sus músculos definidos. Ella suele enfundarse en ajustadísimos e insinuantes vestidos negros, al más puro fifties style.

Él acostumbra llevar oscurísimos anteojos negros de sol a toda hora. Ella también lleva gafas oscuras, pero las prefiere con gruesos marcos blancos y puntiagudos.

Él deja volar sus sueños de músico de jazz todas las noches frente a las teclas albinegras en un sonado pub de moda cerca del centro. Ella suele pavonear sus curvaturas frente a las vidrieras de ese mismo pub luego de sus usuales prácticas de ajedrez.

Él tiene como capricho no pisar las baldosas oscuras cuando cruza la plaza frente al río, esa que luce vistosas lajas en damero, negras y blancas, en sus diagonales. Ella acostumbra entretenerse con imaginarias partidas ajedrecísticas cada vez que cruza despreocupada esa misma plaza.

Él es adicto al cine monocromático de los años gloriosos del Hollywood de los cincuenta. Ella, aficionada a la fotografía urbana, idolatra a los fotógrafos clásicos de los sesenta.

Él suele dar de comer a un pequeño gatito negro que visita su ventana cada mañana. Ella lleva todo el tiempo entre sus brazos un precioso caniche blanco que parece un peluche de juguete.

Una noche, antes de su acostumbrada sesión de jazz, salteando las baldosas negras de la plaza que da justo en frente del río, él divisó desde lejos a la seductora dueña de ese precioso caniche blanco.

El caniche, de repente, saltó de los brazos de su dueña y comenzó a juguetear alrededor del músico de jazz. La cuerda del caniche se enredó entre los blanquísimos pantalones de él. Ella, enfundada en uno de sus más atrevidos vestidos negros, le pidió disculpas.

Él reconoció en las travesuras del caniche el mismo espíritu divertido de su gatito negro. Ella sonrío por ello y  quedó prendada de la sonrisa franca de él, que se dibujaba como la luna blanca sobre el cielo oscuro de esa noche.

Comenzaron hablando sobre sus mascotas. Siguieron haciéndolo sobre la plaza, el rio, el capricho de no querer pisar las baldosas negras, las partidas imaginarias ajedrecísticas… luego siguieron charlando de jazz, del cine de los años gloriosos, de las fotografías en blanco y negro de la década del sesenta…

Él luego la invitó a escuchar su piano en el pub cercano. Ella le hizo prometer que la acompañaría más tarde a ver la muestra de fotografías que exponía muy cerca.

Él se olvidó de no pisar las baldosas negras. Ella dejó de concentrarse en imaginarias partidas de ajedrez.

Sobre el damero de baldosas de la plaza junto al rio, él y ella se alejaron dibujándose sobre el cielo de esa noche en equilibrada sintonía. No como una muestra pasajera de los opuestos que se atraen, sino como contrapunto entre dos que se complementan y justifican.

miércoles, 2 de marzo de 2016

CONTANDO LAS SEMANAS La Grieta

Inspirada en la propuesta de Sindel surgió esta historia, que, aunque algo extensa, no quise dejar de publicar. Para más relatos agrietados, pasar por su blog.




LA GRIETA

Cuando se mudó al último piso de aquella pensión de mala muerte después de varios fracasos sentimentales y laborales, la grieta lucía apenas como la sombra de un cabello sobre la pared recién pintada. Se adivinaba que había habido un vano intento para reducirla bajo una capa de enduido. Pero ella siempre pensó que quien había hecho las veces de pintor no tuvo ni la prolijidad ni la capacidad como para remozar del todo aquel revoque gastado y desparejo.

Ella la advirtió apenas traspasar el dintel del que sería su dormitorio. Aunque en ese momento se mostraba bastante tenue, ya logró adivinar su insidiosa naturaleza. Para colmo quedaba fuera del alcance de cobertura de los pocos muebles que había en la habitación: se ubicaba junto a la puerta a una altura superior del respaldo de la única silla de la que disponía y por debajo de la altura lógica en el que podría colgar un cuadro o algún espejo sin que resultara algo inusual o sospechoso. Así que no le quedó más remedio que dejarla al descubierto. Impúdicamente desnuda, aunque algo disimulada por la luz amarillenta de la lámpara que pendía del techo entre aquellas cuatro paredes desgastadas y ajenas que -por cuestiones de la vida- debió adoptar como su cobijo.

Ubicada justo en frente de su cama, se encontraba directamente a la altura de su mirada cuando se incorporaba para leer o mirar televisión, por lo que no había una postura cómoda en la que no tuviera forzosamente que observarla.
Al principio, dada su relativa sutileza, logró engañar por momentos su mente como para distraerse con otros pensamientos, pero con el paso de las semanas, la tierra acumulada sobre la fractura y los movimientos propios de los viejos muros, fueron haciendo que lo que antes fuera una débil fisura se transformara al fin en grieta manifiesta.

Dentada, caprichosa, asimétrica y resquebrajada hendidura desmembrada que poco a poco se convirtió en el cruel objeto de su tortura. Por supuesto que intentó una y otra vez emparcharla. Probó distintas técnicas y productos específicos. Gastó un dineral, pero de ninguna manera logró que la diabólica grieta desapareciera de aquel muro granuloso que tenía frente a sí cada vez que se acostaba o amanecía. Todo lo contrario, día a día, el desgraciado quiebre se las ingeniaba para crecer.

Alguna razón profunda que no lograba entender le hacía insoportable tener que convivir con aquella grieta nefasta cuya forma se asimilaba más y más a una sonrisa burlona y soez con la que la pared buscaba -al igual que la vida- despreciarla y atormentarla en un duelo desigual. Después de las primeras tentativas ortodoxas para componerla -todas fallidas- dejando de lado cualquier pretensión estética que en un principio pudo haber tenido, buscó incluso cubrirla torpemente con papeles pegoteados, pero –inexplicablemente- una y otra vez el pegamento terminaba por ceder y los papeles, desparramados por el suelo.

En aquella batalla desbocada en la que se embarcó contra la funesta grieta, siempre se sintió en desventaja. Sin que hubiese a la vista un motivo estructural que lo provocara, la fatídica cicatriz del muro se extendía cada día más, pese a sus infructuosos intentos por frenarla. El revoque se desprendía en gránulos inconsistentes, la pintura se resquebrajaba en consecuencia y su angustia por intentar contenerla se desbordaba cada día más.

La grieta se convirtió al fin en su única obsesión. Sentía que efectivamente se trataba de una señal malévola que la asediaba, que se burlaba despiadadamente de su impotencia e ineptitud. El llanto insano no tardó en aparecer marcando el límite de su raciocinio. Sentía que su cordura caducaba y que tanto la persistencia de la grieta como la insolvencia de su vida terminaban por vencerla. Al fin, una mañana fría de lluvia, abrumada por sus conflictos y obsesiones, la pobre se arrojó al vacío desde la ventana de su triste cuarto de pensión.

Al tiempo, cuando fueron a desalojar sus cosas, fue comentario de los vecinos lo bien conservado que se había mantenido aquel cuarto, lo prolijo que se encontraban los revoques, sin ninguna grieta ni fisura a la vista, contrariamente a lo que se pudiera suponer dado los años que permaneciera ocupado y la antigüedad de su construcción.

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