viernes, 31 de julio de 2009

CONSIDERACIONES (ENTRE PARÉNTESIS)







Por mi misma…

Corriendo

o andando

o volando

…pero nunca arrastrando

(o desechando)

ni los sueños

ni los recuerdos

ni el pasado o el presente

….y menos aún, el porvenir.

Apostando al futuro

que será

lo que proponga

el tiempo

la vida

las circunstancias

(y yo misma)

porque creo que se puede

(y se debe)

caminar…

reivindicar

(también cambiar)

y por fortuna…

… seguir soñando.



jueves, 30 de julio de 2009

POCAS O MUCHAS, LAS UTOPÍAS




A veces estoy pobre

en utopías.


Me ganan

la partida

las malas rachas,

las malas noticias.

Hasta el viento

susurra, melancólico

haciéndose cómplice

del desgano.


Otras, felizmente

la esperanza

reverdece,

se inflama,

se viste de sol,

se perfuma,

se llena de gozo

y se asoma.


En esas ocasiones

todo es excusa

para hacer las paces

con la vida

que en definitiva,

sos vos,

son los demás,

soy yo misma


…y retornan

las utopías.



martes, 28 de julio de 2009

SUEÑOS Y CIRCUNSTANCIAS






Asumiendo que uno es uno

y sus circunstancias

siempre es bueno

ir puliendo nuestra vida

quitando lo que estorba

lo que impide avanzar

y marca nuestro karma.


Disponerse a andar

renovando esperanzas

porque de ese modo

se aliviana el camino

se acortan las distancias

y es de nuevos sueños

que se nutre el alma.



LUNA AZUL





En su azul

la luna

comprende

de soledades

por eso

inflama

los sueños

de mágicas

irrealidades.


En su portal

la noche

que sabe de

necesidades

a cada

amor

que surge

consiente

sus ansiedades.



lunes, 27 de julio de 2009

ÁNGEL Y DEMONIO






Hueles a soledad,

a frescura del campo,

a flores recién cortadas

y a otras ya marchitas.


Te diviertes

entretejiendo palabras

que cautivan

a quienes te vislumbran.


Ángel caído.

Demonio mal herido.

Seductor innato

con el alma dolida.


Seguiré recorriendo

con cuidado

para que no me lastimes,

tus rincones de recuerdos oscuros.


Adivina

qué es lo que pienso.

Esmérate

en saber lo que busco.


(alguna vez se lo dediqué a un ser bastante oscuro que conocí navegando por la red)





sábado, 25 de julio de 2009

BUENA COSECHA






Cada palabra puede

y ansía ser semilla

que caiga en tierra fértil.


El fruto de esa simiente

tal vez llegue a ser el sueño

de quien coseche al leerla.



LA LEYENDA DEL NIX - Parte final




SUBLIMACIÓN

Fue la limitada comprensión de la gente lo que logró instalar alguna sombra de duda entre ellos. Fueron los amigos del joven, rústicos pescadores que nada entendían de la sensibilidad extrema de seres tan especiales como un nix quienes fueron llevando al joven a considerar que tal vez su amada guardaba con tanto empeño el secreto de su vida anterior porque en ella había algo terrible que ocultar. Algún poder maligno, un hecho inconfesable, un pecado imposible de perdonar…

La frondosa imaginación del muchacho se dejaba llevar a veces por la debilidad humana y su propia inseguridad, logrando entretejer impiadosas posibilidades sobre la desconocida naturaleza de los nix. Esos breves pensamientos cruzaban a veces su cabeza logrando inquietarlo, pero rápidamente se alejaban al destierro de lo absurdo cuando sus ojos se encontraban otra vez con los de su amada, que lo buscaban siempre para darle refugio.

Una tarde de invierno, luego de una dura jornada de pesca, el joven y los demás marinos se reunieron como siempre en la taberna para compartir ginebras y la calidez del fuego que los reconfortaba.

Insólitamente se encontraban allí también un par de viajeros de paso. Desconocidos que habían debido pernoctar en aquella pequeña aldea de pescadores. Los extraños eran muy habladores, totalmente distintos a lo que se acostumbraba ver por aquellas soledades. Hombres muy sociables que gesticulaban constantemente mientras hablaban a los gritos, contagiando con su afabilidad a todos los parroquianos. La habitual monotonía del aquel rincón perdido en la nada se vio de pronto invadido por alegría desbordante, charlas, risas, ríos de alcohol y música contagiosa.

Ese inusual ambiente hizo que el joven pescador bebiera más de la cuenta y se dejara llevar por el torbellino desmedido de la jarana de aquellos hombres rústicos y simples. En medio de las risas, la ginebra y la charla que brotaba sin medida y en forma descontrolada, resurgió la anécdota de su caída al mar y del inexplicable rescate. A raíz de la referencia al legendario nix y su tan increíble historia, los dos extranjeros agregaron la versión del supuesto poder maléfico de dichos seres que comenzaban seduciendo a los hombres con sus encantos para luego, cuando los tienen bajo el poder incontrolable de sus embrujos, acabar con ellos volviéndolos locos y devorándolos.

Aquel descabellado relato terminó por irritar totalmente al joven que, sin que nadie entendiera la causa, puso a fin a la juerga lanzando dos poderosas trompadas al extraño que había contado la historia. Dado que el estado de ebriedad de los extranjeros era tan lamentable como el de los pescadores, la escaramuza no pasó a mayores, optando el muchacho por regresar a su casa inmediatamente.

En el camino, su indignación y el alcohol se fueron disipando y en su lugar se fue haciendo lugar algo mucho más peligroso y persistente: la duda.

Luego de ese episodio la relación entre el joven y la nix ya no fue lo que hasta entonces había sido. La entrega incondicional, la pureza de las miradas, la confianza absoluta, la integridad de su amor no volvieron a ser los del comienzo.

Sin necesidad de palabras, (porque esas cosas se saben sin que se pronuncien explicaciones ni excusas) una mañana más gris que las habituales, la bella nix abandonó la cabaña retornando al mar que la arrullaba desde siempre.

Al regresar de su jornada de pesca el joven se sorprendió en un primer momento al encontrar la cabaña vacía. Luego, al reflexionar, supo con exactitud qué había pasado y cuáles habían sido los motivos.

Su tristeza y arrepentimiento fueron tan grandes que lloró toda su pena con enorme angustia por días y días. La inseguridad de su naturaleza, la debilidad que se le había metido a través de la duda había manchado aquel amor, tan puro que escapaba al entendimiento humano. Nadie podía comprender el dolor tan grande que sentía. Nada podía consolarlo. En nada encontraba refugio: ni en los bellos recuerdos que la nix dejara para siempre impresos en su alma, ni en su mar, ni en sus sueños, ni en sus viejos libros…ya nada tenía sentido y fue por eso que decidió dar término a su vida.

Era una mañana de domingo, inusualmente radiante. La aldea estaba reunida en la capilla, por lo que nadie lo vio partir. En su viejo bote de remos se adentró en el mar que se mostraba mucho más calmo que de costumbre. La brisa suave que llegaba desde lejos le traía la fragancia de lo que sin duda era el delicado anticipo de la primavera. Con su corazón destrozado por la soledad y el desaliento, decidido a todo, se alejó del cobijo de la costa buscando que el horizonte le brindara alguna señal comprensible. Las gaviotas sobrevolaban su cabeza ofreciéndole su despedida…o quizás alertándolo…no lograba interpretar bien su vuelo.

A lo lejos ya, el viejo faro lo iluminó por dentro volviéndole a traer el recuerdo de aquel mágico encuentro con su nix. Su alma se estremeció hasta hacerlo llorar arrepentido por su debilidad y su idiotez.

Dos o tres albatros cruzaron el cielo hacia el sol naciente. Fue un mágico presagio el que anunciaban…podía sentirlo. Desde ese punto, el paisaje de aquel lugar tan suyo, tan querido, tan sufrido, se iba tornando de un leve dorado, recortándose su silueta sobre el respaldo de los riscos que lo abrigaban. Nunca lo había visto tan bello…hasta el viejo molino parecía haber perdido su tristeza adormecida meciendo sus aspas con la cadencia de quien quiere seguir viviendo pese a todo.

Recordaba nítidamente la profundidad de los ojos de su nix, tan bella y sensible, haciéndose eco de las maravillas del mundo y de cada ser que la rodeaba. La intensidad y la pureza de su alma lograban hacer que ella, a pesar de casi no hablar, consiguiera entender el lenguaje de todo ser viviente, del mar, del viento y hasta del alma de un pobre pescador que con ella había soñado desde siempre.

Dejándose llevar por el oleaje, casi sin remar, decidió que no era la muerte la manera de honrar semejante amor tan puro. Comprendió que no es más dolor lo que subsana las heridas, ni tampoco el huir, como cobarde, lanzándose a un mar de más penas y suspiros.

Tuvo la certeza que a pesar de no estar allí, su amada nix lo seguía acompañando, a tal punto que, agudizando al máximo sus sentidos llegó a advertir a su alrededor la dulce fragancia de su enamorada. Cerró los ojos y escuchó el susurro del viento. En él logró descifrar los enigmas primigenios y los secretos mejor guardados del mar y sus criaturas. Mojó su cara con el agua salada omnipresente y fue como si a través de sus poros, la esencia de la vida traspasara sus propias fronteras. Se sintió vivo. Íntimamente ligado con todo lo creado. Comprendió sin esfuerzo la inmensidad del cielo, las estrellas, el sol, la oscuridad, el silencio, los principios, la lejanía…supo que sin dudas ese era el camino que debía seguir: su propia transformación interior. A través de esa sublimación trascendental lograría reencontrarse con sus amada, tan pura, tan especial, tan etérea, tan distinta…

Tal vez hayan pasado varios días, tal vez, apenas horas. La sed, el frío y el agotamiento lograron doblegarlo. Al fin, antes de que el sol se ocultara, consiguió recuperar fuerzas. Aún antes de entreabrir sus ojos supo que ella estaba allí, a su lado, complacida y esperándolo.

Mientras lanzaba al mar su ropa y la mediocridad de sus egoísmos, envidias y dudas, contempló maravillado como sus extremidades iban cubriéndose de trasparentes escamas tornasoladas, idénticas a la que ahora lucía frente a él la bella nix enamorada.


EPÍLOGO

Cuando una mañana el bote del joven pescador apareció encallado en el Islote de los Pájaros, más de uno de los aldeanos recordó la leyenda sobre los maléficos nix que contara un viajero aquella vez en la taberna. En ella se decía que esos seres extraños seducen a los hombres con sus encantos para luego enloquecerlos y devorarlos. Paradójicamente en ese mismo momento, en el rincón lejano y secreto donde habitan los nix, comenzó a circular la leyenda en la que se contaba que una vez, un humano muy especial, logró transmutarse y convertirse para siempre en nix debido a la pureza de su gran amor.


(fin)



viernes, 24 de julio de 2009

LA LEYENDA DEL NIX - Parte dos





Parte dos: CON EL BESO DE LAS OLAS


Aquella anécdota sirvió como entretenimiento de los parroquianos del bar por varios meses.

El hecho de que uno de los suyos sobreviviera a una caída en un mar embravecido como el de esas latitudes era ya, en sí mismo un hecho como para destacar. Que hubiese aparecido sano y salvo a muchas millas de donde cayó, le agregaba la cuota de especialidad que el suceso ameritaba, pero que encima, calmada ya la fiebre, el afortunado sobreviviente destinara sus primeras palabras a responsabilizar de su salvataje a un casi desconocido ser mitológico, que sólo constaba en la fantasía de los cuentos de viejos pescadores, era algo mucho más difícil de aceptar como normal.

Desde ese día, cada vez que el muchacho se acercaba a un grupo de aldeanos, entraba a la taberna o partía otra vez mar adentro, alguien dejaba caer como al paso, con remarcada ironía, algún comentario burlón sobre el nix y el misterioso rescate.

Esa impensada situación descolocaba totalmente al joven que toda la vida se había esmerado por ocultar su vocación de soñador empedernido. Nunca buscó llamar la atención, mucho menos convertirse en el centro de las burlas de sus amigos y vecinos. Tan mal llegó a sentirse a causa de las bromas y las indirectas que recibía constantemente que un día decidió juntar sus pocas pertenencias y alejarse para siempre de la aldea en la que había nacido.

Mientras caminaba con gran padecimiento por la decisión que se vio forzado a tomar, su mirada se detuvo a lo lejos, en el horizonte, buscando despedirse de su mar, de sus paisajes, de ese cielo ceniciento que casi siempre se mostraba con reticencias, como la misma gente que bajo él habitaba.

Quiso tener por última vez una vista completa de aquel paraje de su infancia, por lo que decidió desviarse del camino y hacer un alto en el viejo faro abandonado.

Atravesó sin problemas el portón desvencijado, subió con esfuerzo los escalones que conducían hacia la torre, se despidió con melancolía de los recuerdos de su niñez que llegaban a borbotones, envueltos en el frío viento de la mañana y mientras dejaba elevar con melancolía su mente, allí, con las gaviotas y los albatros que sobrevolaban el Islote de los Pájaros, la vio. Era la nix que lo había rescatado.

Raudo como el viento bajó la escalera caracol saltando de dos en dos los viejos peldaños. Su corazón agitado parecía querer salírsele del pecho. Sin dudarlo siquiera, se lanzó al agua helada, nadando hasta el islote donde hacía un momento había vuelto a ver a aquel ser fantástico de sus libros y de sus sueños, etéreo como el aire, mágico como la luz de un amanecer, misterioso como la luna tras las tinieblas…

Tiritando de frío pero con el calor de su alma alentándolo a seguir, logró rápidamente llegar hasta la otra orilla y desde allí, corrió hacia los peñascos donde había visto a la nix. Desorientado, mirando con desesperación hacia los cuatro puntos cardinales, pensó con aflicción que el extraño ser se había hundido otra vez en el mar buscando huir de su intempestiva presencia. Recordó que se trataba de un ser muy tímido, hábil para esconderse y temeroso de los humanos, que, sin duda, a lo largo de los siglos le habían dado sobradas muestras de sus estupideces y violencias.

Pensó que, quizás, la nix que aquella vez se había apiadado de él rescatándolo de una muerte segura, no quería ser observada de cerca. Tal vez sólo se dejara ver desde lejos y en circunstancias extraordinarias, para mantenerse a salvo y alejada de la curiosidad y la ignorancia de los humanos desaprensivos. De ser así no encontraba cuál era la razón de que justo esa mañana, cuando él había resuelto marcharse para siempre de allí, la nix hubiese decidido aparecérsele otra vez, en forma fugaz e inesperada pero clara e inequívoca.

Ninguna señal había quedado de su presencia. Nada extraño indicaba que por allí hubiese pasado un ser tan especial y fantástico. En la arena no se veían más huellas que la de los pájaros, en el mar, abundante espuma blanca, en las rocas, sólo el registro del paso del tiempo.

Cuando ya había decidido dar por finalizada la búsqueda, sin la más mínima esperanza de lograr adivinar la silueta deseada en el horizonte, de improviso y como si de una leve fragancia se tratara, presintió que detrás de sí alguien o algo lo observaba.

Con mucho cuidado de no realizar movimientos bruscos, conteniendo la respiración y rezando para que su intuición no lo traicionara, lentamente, como quien no quiere espantar un sueño, fue girando muy despacio hasta quedar por fin y sin mediaciones, cara a cara frente a la nix, que con más curiosidad que miedo lo contemplaba desde la orilla.

Temblando de pies a cabeza, emocionado a más no poder, el joven pescador se hallaba incapaz de pronunciar palabra y lejos de hacer algo se limitó, extasiado, a disfrutar de ese mágico momento.

Aquel maravilloso ser tenía la apariencia de una joven bellísima, como nunca antes había visto. De largos cabellos oscuros, piel blanquísima y ojos claros y expresivos. Su presencia hacía que el aire se tornara más transparente, más diáfano, con el intenso perfume del mar que los embriagaba. La nix se hallaba reclinada sobre una roca, asomado su torso por sobre ella, mientras el agua salpicaba, como si hiciera una travesura, el rostro del perplejo pescador.

Hubieron transcurrido varios minutos sin que ninguno de los dos hiciese nada para que el otro no saliera de su aparente ensoñación. Sólo se movían las olas, los cabellos de ambos mecidos por el viento y alguna gaviota entrometida que revoloteaba de roca en roca.

Primero fue un paso. Leve, tímido, pausado… Después un grácil movimiento del cuerpo de la nix que se acomodó mejor sobre la roca. Siguieron un segundo y tercer paso, quizás algo más atrevidos. Luego fue un mohín, ligero como espuma, con la gracia seductora de las hembras que buscan ser correspondidas. No se supo qué leve movimiento siguió, quizás fueran varios al unísono. Lo cierto es que al atardecer aún estaban los dos tomados de sus manos, mirándose profundamente a los ojos sin hacer ya caso al frío, al viento, o a las olas que besaban con su sal aquellos dos cuerpos que ya se conocían.

Nadie supo en detalle lo que ocurrió aquel día, nadie sospechó siquiera que el joven pescador había planeado irse para siempre de su aldea. Al caer la noche retornó radiante a su cabaña con el alma inquieta de quien ha encontrado su destino.

A partir de entonces, fueron otras muchas las mañanas, las tardes y las miradas. Fueron muchas también las promesas y los regocijos.

Al fin, un día, luego de haber cavilado ambos amantes cómo querrían compartir para siempre sus vidas, el joven pescador llegó al pueblo acompañado de una joven a quien presentó a todos como su prometida.

La sorpresa cayó como brisa de primavera. Inusual mensaje de los dioses que parecían bendecir con delicia a aquel manojo de sencillos pescadores. Poco a poco los aldeanos se fueron habituando a ver a la bella muchacha aquí y allá, siempre mesurada y leve, casi sin pronunciar palabras, pero con una sutil y encantadora sonrisa que iluminaba a quien la veía. Sus breves incursiones por la aldea eran siempre en compañía del joven pescador que lucía, de su mano, tan feliz como su enamorada.

La reservada nix había puesto, como condición para quedarse, que nadie supiera nada sobre su identidad. Ni siquiera su propio amante debía preguntarle más detalles de los pocos que sobre su misterioso origen había logrado entrever. Eso la perturbaba y lograba entristecerla a tal punto que sus ojos se tornaban brillosos y melancólicos, dejando asomar por ellos alguna lágrima cristalina, tan salada como el mar.

El joven enamorado estaba tan feliz de tenerla a su lado que, en un principio, logró vencer sin dificultad la tentación de satisfacer su curiosidad sobre el secreto de los nix y su recóndito origen.

Con el correr de los meses, la joven pareja se fue habituando a la convivencia de tal manera que se compenetraron profundamente uno con el otro: se amaban de verdad.


(continuará)



jueves, 23 de julio de 2009

LA LEYENDA DEL NIX - Parte uno






La siguiente historia está inspirada en antiguas tradiciones nórdicas que desde niña disfruté en un viejo libro sobre las sirenas y su mitología. En mi antiguo espacio, hace ya bastante transcribí algunas de esas leyendas a las que hago aquí referencia.


Parte I: SECRETOS DEL MAR


En las costas más inhóspitas del gélido Mar del Norte los inviernos son especialmente solitarios. El paisaje blanco y callado convoca a los duendes del mar y del viento, que gimen melancólicos en su monótono arrullo de ensueños.

Es poco lo que distiende la uniformidad del horizonte. El viejo faro, los acantilados, la pequeña aldea…el muelle, el Islote de los Pájaros, el sendero que bordea los riscos más altos, las ruinas del molino, las cabañas de los pescadores…

En ese mundo de pronunciados silencios, de veranos breves y de inviernos interminables la soledad aumenta con los años y la gente se vuelve hosca, arisca, poco afecta a las exteriorizaciones emotivas.

Todos se conocen desde siempre. No existen casi los secretos. Tampoco abundan las sorpresas, sólo las pequeñas variaciones de las acciones cotidianas alteran de alguna forma irreverente el lánguido pasar del tiempo que no quiere saber nada de novedades ni de extraños.

Son escasos los viajeros que alguna vez detienen su marcha en esos rincones. No hay buenos caminos que lleguen hasta allí, ni siquiera un puerto considerable.

Las diversiones también son pocas. Alguna fiesta en el comienzo de la primavera, una que otra reunión entre vecinos -que son a la vez parientes- algún poco frecuente matrimonio o nacimiento que indique que la vida sigue su curso, las celebraciones navideñas en al capilla, las noches de calor en el bar del muelle…

En ese ambiente de rutinas predecibles y de calladas compañías un hombre joven, pescador como sus ancestros, se permitía, en secreto, lo que los demás nunca se animaron a admitir: soñar despierto.

En su pequeña cabaña, rústica como las demás, de piedra y madera gris, como las demás, sin casi muebles, como las demás, escondía con esmerado celo una vieja colección de libros. Los cinco volúmenes tenían la magia de transportarlo hasta recónditos lugares, algunos lejanos en el tiempo, otros, distantes en la geografía.

Desde allí conoció maravillosos sitios, selvas tropicales, dorados desiertos, encumbrados templos, islas perdidas con inimaginables tesoros…descubrió las leyendas de seres mitológicos de antiquísimas civilizaciones, otros, en cambio, de esas mismas tierras. De entre ellas, la historia que desde niño lo atrapó con sus encantos, solía venir a su memoria una y otra vez cuando salía a la mar, en sus ratos libres o por las noches - mientras contemplaba la luna que asomaba apenas entre los nubarrones- se dejaba llevar en vuelo libre por sus pensamientos, que se tornaban sueños indescriptiblemente nítidos y precisos, como las narraciones de sus viejos textos.

Aquella leyenda que alguna vez su abuelo le contó y que luego reencontró entre las páginas de sus libros hablaba del nix, extraño ser mitad mujer mitad pez que solía habitar los mares helados de aquellos rincones remotos del mundo desde épocas inmemoriales, cuando los seres humanos eran muy pocos y no habían dominado aún con su presencia las tierras y los mares conocidas.

Esos seres tan especiales (no sólo por su apariencia híbrida sino fundamentalmente por la íntima conexión que experimentaban con la Naturaleza en su conjunto y con cada criatura en particular) eran dueños de una extraordinaria sensibilidad, un agudo sentido de pertenencia al sitio en el que nacían y una altísima empatía con todos los seres vivos de la Creación. Por lo demás, eran muy tímidos y casi nunca se dejaban ver, menos aún cuando en contadas ocasiones, mudaban a voluntad la cubierta escamosa de sus extremidades para lucir en cambio tersa piel blanquecina, muy similar a la humana, pero angelicalmente transparente, como si cada poro de su cuerpo irradiara algo del sortilegio etéreo que llevaban por dentro.

Así las cosas el joven pescador aprovechaba cada oportunidad que tenía para imaginar una y otra vez distintas variantes de encuentros fantásticos con alguno de esos seres, cuya existencia, aunque no se animara a confesar, dio siempre por cierta.

Una de tantas mañanas de otoño, en esas circunstancias en que la casi inexistente luz del sol se filtra apenas entre las nubes, el pescador se adentró en el mar bravío junto con sus compañeros. Navegando en frágil embarcación que más parecía cáscara de nuez, los curtidos hombres avanzaban contra la dificultad que el mar y el viento solían oponerles.

Se encontraban ya a varias millas de la costa más cercana. Si bien no había tormenta, las olas iracundas entorpecían más y más la tarea de aquellos marinos ásperos y experimentados que apenas lograban echar al mar sus redes. Luchando por no perder el equilibrio, intentando aprovechar al máximo la fuerza del viento que no menguaba, el capitán del pesquero viró de repente la nave, con tanta brusquedad que el joven, que estaba sujetando un cabo en cubierta, cayó de improviso al mar que pareció querer devorarlo inmediatamente.

Varias horas después, cuando la furia del viento calmó y dieron por terminada la búsqueda del desgraciado pescador, la pequeña embarcación regresaba a puerto con las bodegas llenas y un hombre menos. Cuando se disponían a atracar en el muelle y llevar a la aldea la mala noticia, allí, frente a la costa, en el desolado Islote de los Pájaros, un bulto casi inmóvil llamó la atención de uno de los más avezados marineros.

Desviándose apenas de su ruta, se dirigieron hacia la cercanía de las rocas de aquel peñón desierto. Arrumbado sobre su costado, como descansando, lograron enseguida identificar al joven pescador accidentado, que, increíblemente estaba ahora allí, a salvo, tan lejos del lugar de su caída que resultaba incomprensible tratar de suponer cómo había sido que el mar hubiera podido arrastrado hasta allí.

Bastante mareado, pero sin heridas, muerto de frío y afiebrado, el joven no lograba articular muchas palabras. Recién después de un largo rato, cuando el calor del fuego y unas buenas ginebras recompusieron en algo su pobre persona maltrecha, el joven abrió de repente los ojos, como azorado, y ante la sorpresa de todos alcanzó a balbucear: - fue el nix,… fue el nix!!!-


(continuará)



miércoles, 22 de julio de 2009

ALGUNAS CRUELDADES (reedición)








La crueldad

puede asumir

diversas y vagas formas

algunas sutiles,

otras terribles

realmente malvadas

pero entre las menos obvias

está el irse …simplemente,

cuando se sabe

que es la presencia

del ser amado lo que sacia

como el aire o el pan

que nos nutre,

la sal o el agua

que se bebe,

la tierra

que nos sostiene

o la sangre

que nos bulle.



martes, 21 de julio de 2009

SOLOS EN MULTITUD





Solos

entre mil

caminan

sin mirarse.

Ciegos

sordos

mudos…

…muertos,

quizás,

porque la vida pasa

alrededor

sin que sus urgencias

se percaten.


A veces,

incrédula,

frente a un mundo

-que se empeña

en destruir

inocencias

mientras

construye soledades-

veo

la sinrazón

de lo que en vano

ocupa

sus prioridades.



domingo, 19 de julio de 2009

PALABRAS SUELTAS (reedición)






En alguna hora del día

las palabras se me sueltan,

salen solas sin temores

a probar su buena suerte.

Tengo que aprovechar

los momentos

robándole tiempo a las horas

y es que las dejo jugar

para que se luzcan

diciendo

una a una, entrelazadas,

lo que llevo en mi interior

latiendo.

No les gusta que las guíe

ellas me tienen posesa,

y volando por los aires,

se fugan,

haciendo vocablos los sueños

y en su levedad consiguen

aún alivianarme

por dentro.

sábado, 18 de julio de 2009

SÁBADOS LITERARIOS DE MERCEDES - MI ASPECTO, MI COSTUMBRE




Caminando tembloroso

entre la gente que me mira

puedo ver que mi color

mi perfume

mi piel

mis vestidos

el dolor de mis ancestros

mis hábitos

mis desdichas

no son bien vistos

no son comprendidos.

Me miran como extraño.

Como invasor.

Como quien llega

a tomar lo que no es suyo.

No es eso lo que quiero.

No eso lo que ansío.

Sólo quiero hallar

un lugar donde habitar.

Un pedazo de cielo.

Un poco de piedad.

Un sueño mío.

La promesa de libertad

que en mis tierras

me ha sido prohibido.



(dedicado a todos los que deben emigrar hacia otros destinos)


http://blogdemjmoreno.blogspot.com Marìa Josè Moreno
http://lacaraocultadelalunaesrosa.blogspot.com/ Rosa Desastre
http://difistintos.blogspot.com/2009/07/sabados-literarios-de-mercedes-mi.html Mon
http://www.carmenandujarzorrilla.blogspot.com/ CarmenAndujar
http://callejamoran.blogspot.com/ Gustavo
http://doroteafuldebenke.blogspot.com/ Dorotea
http://elbalcondecas.blogspot.com/ Casandra
http://odisea27.blogspot.com/ Tèsalo
h
ttp://descubriendomagiaenlaspalabras.blogspot.com/ JR
http://www.alfredo-laplazadeldiamante.blogspot.com/ Alfredo
http://luna-laiaia.blogspot.com/ Luna
http://adibides.blogspot.com/ Mar
http://yonky-detodocomoenbotica.blogspot.com/ Yonky
http://xqsabes.spaces.live.com/blog/cns!202B4EDE27472E09!11238.entry Mimì
http://desvaneros.blogspot.com/ Paola del Campo
http://mercedesmartinalfaya.blogspot.com/ Mercedes

Conduce Tèsalo,
http://odisea27.blogspot.com