Dejo ahora mi segunda aportación para este encuentro que conduce Dorotea. Leer todos los textos dando clic aquí.
MALA COSECHA
Cuello de camisa perpetuamente
almidonado al punto de parecer que con ese artilugio sostenía erguida su
cabeza. Expresión inmutable de descontento, como si tuviera que estar donde no
quería hallarse. Aquel profesor era el más temido en la vetusta institución
educativa empolvada y solemne.
Sus discípulos, aquellos pobres
desgraciados que debían transitar más de
tres años bajo el mandato dictatorial de su disciplina rigurosa, sentían que
aquel tío los odiaba. Y con razón. Jamás salió de aquel implacable instructor
de matemáticas el mínimo atisbo de comprensión, humanidad o empatía por alguno
de sus desdichados alumnos… ni tampoco por algún otro ser viviente.
Hasta sus colegas le esquivaban,
limitando su trato a la obligada formalidad de saludos de cortesía o consultas
académicas impersonales.
Un día, un par de sus más
díscolos alumnos quiso ahondar en los detalles de la que –estaban seguros-
sería una muy opaca vida doméstica, por lo que lo siguieron, sin ser vistos, a
su modesta casa en las afueras del pueblo.
Escondidos entre las sombras que una
reseca higuera proyectaba sobre los muros encalados de aquella solitaria casona
de piedras, lograron ver al tan temido profesor aflojándose el botón del cuello
luego de quitarse chaqueta y chaleco aun empolvados de tiza y tierra. Apoltronado
y desgarbado en un sillón desgastado
junto al fuego, el pálido hombre se hundió en el silencio sepulcral de aquella
habitación desnuda de colores y recuerdos. Nada en aquella casa hacía pensar en
algo que no fuera soledad y tristeza, nada intentando alegrar un poco aquel
agujero mustio: ni una flor, ni un gato, ni un retrato familiar queriendo
retener un gesto de emoción y ternura. Solo, en aquel rincón apagado y marchito
transcurrió la cena masticando sin placer un trozo seco de carne y pan
acompañado de un vino incierto. En lugar de postre se le escuchó una oración
implorando alguna razón para levantarse al día siguiente y hundido en su sillón,
se echó a llorar para sorpresa de los dos que lo miraban desde el huerto.
Al día siguiente los dos espías
relataron sin piedad la descarnada realidad en la que vivía el vejete. Y fue a
partir de ese momento que ya no inspiró temor ni rencor su mal humor y su
amargura, más bien fue pura piedad y conmiseración la que sembró en aquellos a
los que lejos de educar, alejó sin querer arriesgar un gramo de humanidad y
afecto, porque la única lección despiadada que les transmitió fue que se cosecha
lo que se siembra.
18 comentarios:
Cuántas veces juzgamos a las personas sin saber sus razones de comportamiento.
Este profesor era más digno de lástima quede temor.
Un buen texto Neo.
Abrazos con todo cariño.
La imagen que nos pasó la anfitriona daba para este retrato de amargura en un docente tan triste que sólo podía producir tristeza. Esos pillos descubren qué soledad y tristeza embarga al profesor, pero no consiguen que cambie. Eso sí, casi perdonan sus modos, porque les produce piedad. Muy bien llevado.
Un abrazo
Que triste pobre hombre, vaya a saber que hay detrás de esta soledad y tristeza.
Pero es cierto, se cosecha lo que se siembra y este hombre no ha dejado ni un atisbo de dejar algo que sus alumnos.
Otro abracito Moni :)
Es cierto, somos rápidos para juzgar, pero también lentos para dar el primer paso para un acercamiento. Gracias otra vez por pasar y leer con atención Campirela. Un abrazo
Un lástima que no haya sido más positivo lo que algún buen maestro logrará sembrar en sus corazones. Si sólo violencia y odio sembrando, es muy raro que algo bueno surja en el otro acostumbrado al mal trato. Un abrazo y muchas gracias por pasar y leer Albada
Tal vez el secreto esté en empezar a dar antes de esperar retorno. Alguien tiene que animarse a romper la cadena del desamor. Otro abrazo Ceci y gracias por tu constante cercanía.
Vaya, este es un ejemplo de lo importante que es que un maestro tenga vocación por su trabajo. Genial este segundo relato ;)
Un besazo, Neo
Me alegra que te gustara Dafne, muchas gracias. Un fuerte abrazo
En el año 1946, en el instituto donde estudié, conocí un caso muy parecido al que tu retratas.
Hay veces que la imaginación no puede con la realidad.
Un beso.
Cierto Juan. Solemos imaginar cosas que después la realidad confirma. Un abrazo y muchas gracias por pasar y leer con atención, como siempre.
Como siempre un relato magnífico el que nos regalas. Una de las muchas cosas que por fortuna aprendí desde pequeño y que me han servido de mucho en la vida es precisamente no juzgar a las personas sin conocerlas, aunque a veces la tarea sea complicada. En muchos casos, la sorpresa suele ser mayúscula y el sentir cambia radicalmente.
Un abrazo amiga
Muy apropiado tu comentario, Jorge. Sacar conclusiones sobre la vida de otros es casi un deporte y está probado que pocas veces damos en la tecla. Un abrazo y muchas gracias por pasar y leer.
Ya dio su lección.
Con su ejemplo. Cierto. Gracias x pasar Alfred. Un abrazo
Muy cierta tu última oración: se cosecha lo que se siembra.
Me apena ese profesor falto de empatía para con sus alumnos. Sabría muchas matemáticas, pero en cuanto a habilidades sociales, suspenso.
Bss.
Me alegra que te gustara Mar, y si, la calidad humana es básica a la hora de pararse frente a un grupo de alumnos. Un abrazo y muchas gracias por pasar y leer con atención
Mónica, amiga, me has sorprendido con este cuadro desolador. Esperaba un final si no feliz al menos con cierta proyección positiva. Pobre del profe y pobres los alumnos que no le tendieron la mano. Gracias por participar por partida doble y un beso lejano solo por la distancia.
Siempre me gusta sorprender Dorotea, ya sea con una lágrima o una sonrisa. Y en este caso el hombre recibió lo que siempre había dado, rechazo e incomprensión. Triste, pero probable cuando eso se siembra. Fue un placer poder sumarme a tu convocatoria Doro. Te espero en la mía 😁. Besos
Publicar un comentario