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miércoles, 17 de mayo de 2023

CADA JUEVES, UN RELATO: ANECDOTARIO

Esta semana es Myriam quien nos conduce desde su blog y nos propone contar anécdotas que den argumento a nuestros relatos. La que elegí no es personal, sino que le sucedió a una amiga de un conocido, pero doy fe que corresponde a una circunstancia real. Intenté acortar el texto tanto como pude, pero nuevamente he superado las 350 palabras (ya es costumbre!).



UN TÉ ENTRE TIGRES Y LABERINTOS 

Ella era estudiante de filosofía y letras. Desde siempre se supo una exigente lectora, no todo lo que caía en sus manos era de su agrado, siempre fue muy selectiva, y como tal tenía en su personal escalafón de escritores a dos o tres que concebía como genios, como los que realmente tendrían que estar siempre en el podio de la excelencia.

Entre ese grupo estaba el que eligió para realizar su tesis final, sobre él quería escribir. Sabía que su proyecto era pretencioso, sabía que por eso mismo corría el riesgo de que resultara el peor de los fracasos. Pero siempre fue caprichosa en las decisiones que tomaba y una vez que se decidía por algo no había quien lograra hacerla cambiar de opinión.

Preparó y repasó el proyecto una y mil veces. Buscó todos los datos de las biografías que de él se habían escrito. Aprendió cada detalle de su vida y obra hasta sentir la sensación que ella misma la había vivido. Releyó cada libro, cada poema, cada cuento, con la minuciosidad de quien está a punto de enfrentar un momento decisivo y no quiere dejar detalle en manos de la improvisación.

Recurriendo a las mejores fuentes consiguió el número de teléfono del maestro.

No lo podía creer, estaba frente a la posibilidad cierta de concertar una entrevista con aquél que desde niña le abriera las puertas de la poesía y el amor por la literatura.

Sabía que eran muy pocas las probabilidades de que pudiera concertar una entrevista, el hombre era ya mayor, sumamente famoso y muy solicitado por todo tipo de medios.  Se le ocurrió pensar que tal vez no debía pretender demasiado de la improbable entrevista, y muchas veces se veía tentada de abandonar lo que sin lugar a dudas sería un privilegio al que muy pocas personas pudieron acceder.

Pero como además de joven era terca, no quiso darse por vencida sin intentar. Apelaría a la humildad que había escuchado tanto alabar en él, porque a pesar de encontrarse en el momento de mayor fama y prestigio, se decía que el hombre era muy sencillo y de buen trato.

Al fin se decidió y cuando ya tenía resuelto el tema del viaje y del hospedaje, juntó coraje y marcó el número. El teléfono sonó varias veces sin que nadie lo atendiera, cuando ya estaba por colgar, una voz de mujer preguntó quién hablaba. La joven tartamudeó un poco al principio, pero enseguida logró encaminar correctamente la conversación, presentándose para solicitar la entrevista. Apenas unos minutos más de espera y la respuesta la dejó casi sin palabras: el viejo escritor aceptó de buen grado recibirla, acordándose una tarde de la siguiente semana para concretar la reunión, que sería obviamente en su casa, ya que el hombre, muy mayor y ciego, no quería trasladarse.

La rápida resolución de los acontecimientos la tomó por sorpresa, quedando perpleja por lo fácil que le había resultado aquello que desde el vamos intuyó como una improbable locura.

El resto de la semana estuvo cavilando por el cariz que preferiría que tomara la reunión: no quería parecer irreverente, pero tampoco convencional. Ni uno ni lo otro sería bueno para evitar que el encuentro se convirtiera en algo muy breve que no rindiera buenos frutos. Toda esta tensión y la ansiedad que le producía el hecho próximo de encontrarse frente a su admirado escritor hacía que, por momentos, el objetivo último del encuentro, que era realizar la tesis decisiva de su carrera, pasara a segundo plano, siendo suficiente como logro, el privilegio que iba a tener: estar frente a frente con uno de los más grandes de la literatura contemporánea.

Al fin la fecha señalada llegó, y la joven emprendió su tan esperado viaje  a la Capital.

Anunciándose por el portero eléctrico, la misma voz de mujer que la había atendido en el teléfono, la invitó a subir.  

Sin exageraciones ni carencias, la suntuosa lámpara de cristal que señoreaba en el techo de yeso decorado con molduras despertaba respeto a quien cruzaba por primera vez aquella recepción.

Un espejo de bordes biselados duplicaba su figura que parecía haberse vuelto más pequeña. El ascensor subía lentamente, mientras su corazón, por el contrario,  se aceleraba con rapidez.

Apenas unos segundos frente  a la puerta del departamento, y una señora mayor, de aspecto sencillo, la invitó a pasar hasta la sala, donde, envuelto en la tenue luz de la tarde, el viejo escritor se encontraba sentado en un sillón de pana roja, con sus manos cruzadas reposando sobre su bastón que formaba parte inseparable de su persona desde que se había quedado ciego. Con la mirada lejana, atento a los menores sonidos, aquél hombre sabio y discreto, la esperaba para satisfacer su más atrevida ocurrencia.

Con un hilo de voz, apenas pudo pronunciar su nombre cuando la criada la presentó y el hombre, mirándola sin verla, le extendió la mano para saludarla.

Sin duda su nerviosismo la delató, el temblor que la recorría de pies a cabeza no pudo pasar desapercibido, a pesar de la ceguera. Con una inesperada calma, el hombre fue quien comenzó a preguntar, allanando el camino que hasta ese momento se presentaba cuesta arriba.

Poco a poco y sin que ella se diera cuenta, estaban hablando de literatura, recuerdos, anécdotas, viajes, familia, regalándole así la vida, aquella oportunidad reservada para unos pocos.

Una a una se sucedieron las anécdotas y el tiempo parecía revivirse para los apagados ojos del anciano y para su embelesada interlocutora.

Por momentos se dedicaron a recorrer, él con la memoria y ella con los ojos, los maravillosos tesoros de su biblioteca. Hablaron de tigres, de laberintos, de la magia de los espejos. No faltó a la cita el tema de la muerte ni tampoco el de la búsqueda de la trascendencia. Cada una de aquellas palabras tan ciertas volaban blandamente desde los labios del anciano hasta el corazón de la joven.

De improviso, el ama de llaves entró a la sala y le preguntó si le resultaba inconveniente que ella se ausentara por una media hora, para realizar unos trámites. La joven, bastante confusa, le dijo que no había ningún problema, que no tenía límite de horarios, por lo que podía salir tranquila. La mujer le agradeció y se fue enseguida.

Mientras la charla se hacía cada vez más amena, un viejo reloj de pared sonó anunciando que ya eran las cinco de la tarde, - hora del té – interrumpió gentilmente el hombre, y con una de sus más abiertas sonrisas la invitó a dirigirse hacia la cocina, donde le pidió, si era tan amable, de preparar ella misma el té que iban a compartir.

Aquel pedido singular la hizo otra vez entrar en la noción de lo extraordinario de la situación que estaba viviendo: no sólo había podido concretar una larga y fructífera entrevista con el autor de los mejores poemas y cuentos que había leído en toda su vida, sino que , además, ahora se le había agregado el privilegio, no sólo de ser invitada, sino de preparar con sus propias manos, el té que una tarde muy especial de primavera, el señor Jorge Luis Borges iba a compartir con ella conversando ambos en la cocina de su casa.

 


30 comentarios:

Campirela_ dijo...

Extraordinario relato, y sin duda alguna eso marcaría un antes y un después.
Si eras tú esa jovencita tuvo que ser todo un logro,
Un beso, feliz día.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Hola Campi. No . No era yo. Lo aclaro al principio. Me alegra que te gustara. Un abrazo

Campirela_ dijo...

Sí , pero de todos modos pensé que humilde que no ha dicho que era ella jajajaj. Otro beso.

Ester dijo...

Lo había sospechado (la ceguera y la nacionalidad) pero leer el nombre ha sido un repente emocional, podría ser cierto y que una persona guardara en su recuerdo ese te compartido. Lo has contado muy bien, despacio y sin pausas. Un abrazo

Sylvia dijo...

¡Qué maravilla de anécdota! Tu amiga una gran afortunada (también se ganó ese privilegio, claro está)
Bss

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que lujo de entrevista que tuvo esa conocida de tu amiga, con el erudito en demiurgo.
Muy bien contado. Un abrazo.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

🤭

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Muchas gracias Ester. Me alegra que te gustara y si, en líneas generales, está basado en una anécdota real. Un abrazo

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Sé que le resultó una anécdota inolvidable. Muchas gracias por leer con atención, Sylvia. Un abrazo

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Te agradezco tu atenta lectura, Demiurgo. Sin dudas que sí. Un abrazo y muchas gracias otra vez.

Gabiliante dijo...

Como nos has mantenido en vilo. Me temía que no lo conociera o wue al final no dijeras quien era.
Y la nota, que?
Que nota le pusieron? El profesor de literatura debió quedarse a cuadros.
Abrazoo, Monica

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Jeje seguro que la tesis fue muy exitosa, aunque no sé esos detalles jeje. Gracias por leer Gabiliante. Un abrazo

Noelia Cano dijo...

Pues qué historia tan bonita, llena de admiración hacia el viejo escritos.
Besitos.

Juan L. Trujillo dijo...

Esa anécdota, la podías haber protagonizado tú a la perfección.
Besos.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Me alegra que te gustara Noelia. Muchísimas gracias. Un abrazo

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Juan! Qué alegría! No soy la protagonista de la historia pero te aseguro que al comprobar tu presencia por aquí, siento una emoción muy similar a ella. Celebro haber despertado en vos el impulso de comentar. Muchísimas gracias y un muy fuerte abrazo.

Myriam dijo...

¡Qué anécdota tan conmovedora!, se me soltaron las lágrimas. Te felicito por como has sabido transmitir en tercera persona, que no es facil, la emoción de la protagonista por ese encuentro tan ansiado como inesperado y la calma de Borges que tanto nos revela de su personalidad. Gracias por recuperar este episodio tan significativo. Mil gracias por haberte sumado a mi convocatoria. Beso grannnnde.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Fue un gusto haber podido sumarme, Myriam. Está anécdota me impresionó mucho cuando la contaron y enseguida me dieron ganas de escribirla. Ésta es la última versión, intentando acortarla de la primera, pero no logré acomodarla más al formato juevero. Un abrazo y muchas gracias por conducirnos, Myriam.

Myriam dijo...

MONICA: Lo mismo que le acabo de decir a MAG vengo a decirte a ti. Ya sabes que a mi me importa el relato en sí y no la cantidad de palabras. Está bien que tratemos de hacerlo breve, pero hay veces que no lo puedes encorsetar, como en este caso ya que no hubieras podido provocar la emoción que provocaste. Para mi lo has relatado con la cantidad justa de palabras y eso es lo que importa. Más besos y es un placer anfitrionar, siempre que pueda.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Agradezco tu concepto y comprensión, Myriam, y por el detalle de aclararlo. A veces la gente no lee cuando se encuentra con un texto más largo. También es comprensible. Besos

Anónimo dijo...

Toda una anécdota con mayúsculas! Para recordarla y saborearla toda una vida! Has mantendido hasta el final el enigma del misterioso escritor!Je, je! Un abrazote Neo!

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Me alegra que te gustara "anónimo", aunque más me gustaría saber tu nombre, en realidad! Jeje gracias x leer y comentar

Fackel dijo...

No sería María Kodama la visitante...

Si el escritor embaucaba tanto de palabra como lo hace a través de su creación literaria el encuentro tuvo que ser un tesoro.

Muy imaginativa tú.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

La anécdota real corresponde al periodo previo a María Kodama. En esa época Borges vivía solo, con un ama de llaves. Y la estudiante tuvo ese privilegio. Así me lo contaron. Así me lo imaginé. Al escribirlo, fue como si estuviese viendo una película. Me alegra que lo leyeras. Un abrazo

Nino dijo...


Hola, Mónica:
Un gran relato de realidad ficcionada el que nos regalas, compañera. Relato metaliterario que es en sí un canto cuidado a la amistad (por tu amiga y por la Literatura) y un guiño a la debilidad de Borges por las buenas historias y las mejores compañías.
Un abrazo, Mónica.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Un análisis pormenorizado de una historia que reescribí (era más extensa) para este encuentro juevero. Muchas gracias por la atenta lectura, Nino. Un abrazo

rodolfo dijo...

Borges, el genio escritor del siglo XX, para mi siempre en el Parnaso descendió y tomo para tu personaje ( tú ? ) forma humana y te regaló su humanidad la misma que rezuma en sus escritos. No he leído suficiente de él es injusto por mi parte aunque nunca es tarde. Me ha encantado tu recuerdo. Un abrazo

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Me alegra que te haya gustado el relato que es una anécdota real que me contaron. No soy yo el personaje. Muchas gracias por leer, Rodolfo. Creo que Borges siempre sorprende. Un abrazo

Ainhoa dijo...

Hola Mónica que historia tan mágica y hogareña. Suerte la de la estudiante por aquella tarde y seguro que el escritor disfruto también. Un abrazo y un placer visitar tu Blog.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Te agradezco, Ainhoa, por este cálido comentario. Muchas gracias por leer con atención. Un abrazo

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