De la mano de Inma, un nuevo encuentro juevero. Para leer todos los relatos, pasar por su blog.
Hubo un tiempo en que las tardes del
verano me sabían a helado de vainilla con o sin baño de chocolate.
Por ese entonces el silencio de
la siesta “se podía tocar”, quebrado apenas por el canto tenue de algún pájaro
quisquilloso reclamando entre las ramas del mandarino del vecino.
La calidez del sol caía
implacable sobre las baldosas rojas del pasillo del fondo a la par que mi
mirada se perdía tras el bailoteo inquieto de alguna mariposa colorida que visitaba
el jardín de mi casa.
Mientras mi padre dormía sin culpa
ni remordimientos y mi mamá terminaba de lavar los platos, mi hermano y yo
buscábamos a qué jugar hilando nuestra imaginación desde los escalones de la
escalera que iba a la terraza.
El sopor de aquella hora inmóvil
parecía brotar por los poros de las plantas que poblaban la sombra bajo el
limonero, por lo que no era raro dejarse llevar por la somnolencia fragante del
momento, imaginando nuevos mundos atizados por la fantasía de una niñez recién
estrenada.
De improviso, un canturreo conocido
nos llegaba desde lejos traspasando el silencio siestero y de inmediato y al
unísono ambos nos lanzábamos a la fácil tarea de entusiasmar a mi madre para
que, con apuro, suspendiese lo que estaba haciendo y a las corridas, saliese a
la calle para interceptar al heladero que justo en ese momento pasaba por la
calle desierta y calcinante.
“¡Palito, vasito, bombón heladoooo!...
¡palito, vasito, Laponia heladoooos!” repetía incansable aquel buen hombre y
los ademanes entusiastas de nuestra demanda lograban llamar su atención y
detener su lento pedaleo en aquel triciclo con sombrilla desde donde pregonaba
su tesoro refrigerado.
Hoy, rememorando aquellas siestas
de veranos tórridos -sin más alivio que un helado sencillo y un ventilador
escuálido encendido en las horas más imprescindibles- reconozco que un par de
lágrimas se me escurren haciéndole trampas al recuerdo, porque no ha sido sólo
sabor y frescura con lo que me he reencontrado. Me quedo paladeando además un
agridulce bocado de nostalgia.
32 comentarios:
Preciosos esos recuerdos de niñez en las horas de la siesta , con ese calor que no se podía aguantar y trazando aventuras en que emplear esas al menos dos horas rigurosas ..y justo cuando ya no sabías que hacer te llegaba el sonido del Heladero y como bien has dicho salias como alma que lleva el diablo a por tu helado correspondiente del día .. me has hecho recordar tiempos de niñez .
Un abrazo grande y a comernos un helado mmmmmm que ico muakkk.
Qué bien has descrito el sopor silencioso de las siestas de entonces y esa voz que publicitaba los helados.
¡Qué tiempos!
Nostalgia mezclada con ilusion y hiello de colores.
Besos.
Que preciosidad, no solo el helado, es todo, es aquello que tuvimos, a quienes estuvieron con nosotros, cuantos recuerdos entre sabor de vainilla o de fresa. Un relato entrañable y bien traído. Abrazos
Me alegra que te hayas sentido transportada a años felices! Un abrazo
Muy cierto, son recuerdos muy lindos 😀 un fuerte abrazo
Tal cual! Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo
Muchisimas gracias por tus cálidas palabras. Un fuerte abrazo
¡Hola! Qué precioso relato, contado de una manera tal que se me ha hecho que he estado ahí, interceptando al heladero también.
¡Un abrazo!
Perfecto y emotivo viaje en el tiempo con un pasaje que incluye ruidos , olores, y sensaciones inolvidables gracias a tu historia.Me siento muy idntificado especialmente que en mi epoca y en mi pueblo los unicos helados que conociamos eran Laponia como en la foto.Un abrazo
Entrañable manera de recordar esos momentos de la niñez, cuando todos nuestros problemas se solucionaban jugando a la sombra o con un polo de fresa.
Sinceramente, esa añoranza debería tener buena prensa.
Besos.
Me siento muy satisfecha por haberlo conseguido! Muchas gracias 😁 un abrazo
Me alegra haber podido compartir esos entrañables recuerdos. Muchísimas gracias por leer y comentar! Un abrazo
Muchisimas gracias, Juan. Me pone muy feliz tu comentario. Un fuerte abrazo 😀
Sabes que me has llevado a recordar mi niñez cuando todos estaban acostados la siesta y yo me quedaba jugando y de vez en cuando, saboreando y disfrutando de esos frescos helados de verano que había en el frigo.
Besos.
Acabo de comentar a nuestra amiga amiga Rosa que ha tenido una inspiración parecida a la tuya, se ha situado en los cálidos veranos de la niñez cuando nuestra felicidad se podía conseguir con tan poco. Excelente tu forma de describir la tarde silenciosa y soporífera. Ya le he dicho que estuve tentada de hacer un relato con el carrito del heladero porque realmente mis primeros recuerdos con los helados son iguales a los vuestros.
Un abrazo.
Muy lindo relato, me a gustado, lleno de esa simplesa hermosa que tiene la vida, que pocos saben valorar
Se ve que las primeras cosas que nós marcan y sensibilizan en la niñez son muy similares. Poco diferencian las latitudes, al menos en esto! Un abrazo, muchas gracias por tus palabras.
Gracias, María, te agradezco mucho tus palabras. Un abrazo
no he sido especialmente goloso, pero en estos momentos, mantengo en el congelador de la nevera unos polos riquísimos de chocolate blanco unos, de negro, almendrados, con sabor de dulce de leche, en fin que abro la caja y mi dilema es...elegir
Aunque con 38 grados que se esperan para mañana creo tendré que subirme otra caja de 10 polos nueva
Jajaja es muy comprensible, aunque a mi me gusta también en invierno. Un fuerte abrazo
Qué bueno que lo haya conseguido! Gracias por leer. Un abrazo
¡Ah! Mónica, un relato super-tierno
lleno de ternura y nostalgia.
Me alegro de haber llegado a tu casa hoy
y encontrármelo.
Besos
Pero qué lindo comentario!me alegra el desayuno, muchas gracias. Buen fin de semana!
Hola, Monica.
!Que anoranzas!
De tu pluma nos has llevado a compartir contigo ese anhelo por salir en busca de esos helados, que son divinos tesoros. Verdad, que dejan un trocito de nostalgia al recordar.
Beso
Muchas gracias, Yessy por tus palabras, me alegra haber conseguido contagiar algo de esa dulce nostalgia.
=)
Un abrazo!
Tardes soporiferas que con tu relato regresan, eres capaz de transmitir sensaciones y emociones de una forma magistral. Precioso relato que despierta aquello que creias dormido. Besos.
Muchísimas gracias, Inma, por tus generosas y cálidas palabras. Me alegra que te haya gustado. Un fuerte abrazo 😀
Hola Neo: que bellos recuerdos y que bién explicados. Expuestos con una delicadeza extrema, que ha despertado todos los recuerdos de aquellas soporíferas siestas,de nuestra niñez. Un abrazo grande y caluroso.
Me hace sentir complacida saber que he conseguido acercar recuerdos felices. Muchas gracias. Un abrazo grande
Tu nostalgia y la mía se parecen mucho, sabor de siesta y niñez.
Un abrazo
Muy cierto. Hemos estado cerquita! Un abrazo fuerte
Publicar un comentario