ESTE JUEVES UN RELATO: EL DEPORTE Y YO

No estoy bien dotada para el deporte, lo reconozco.

Ni para verlo ni para practicarlo.

No me atraen más que por un rato las proezas físicas de otros.

No me tienta correr detrás de una pelota, ni levantar pesas, ni andar a caballo,

ni atinarle a una pelotita con un palo, ni andar en bicicleta, ni moverme con agilidad o estilo y permanencia.

Ni siquiera sé nadar y no tengo espíritu de superación personal en cuanto a marcas o tiempo empleado.

No me atraen los autos, ni la velocidad, ni las lanchas, ni los botes a remo.

He ido a un gimnasio sólo por un tiempo a hacer pilates. No por gusto, sino por obligación y por cercanía. De otro modo ni me hubiese comprado alguna vez ropa deportiva.

Las veces que intenté salir a caminar regularmente no lo he hecho con criterio deportivo, más bien como excusa para un paseo distendido.

No sé disfrutar del esfuerzo físico, ni del entrenamiento, ni de la constancia autoimpuesta ni de las rutinas deportivas.

No es lo mío. Lo acepto sin culpas ni reproches.

Admiro, eso sí, a quien sí logra practicar un deporte con el espíritu de entrega y superación que se requiere. Los envidio en cierta forma y los felicito…pero qué quieren que les diga…lo mío es distinto. No tanto porque exista alguna inercia que me retenga amando la quietud y la tranquilidad de hacer siempre las mismas cosas. No. Me gusta innovar y me aburre repetir siempre lo mismo, ya sea en mi casa como afuera intento variar y buscarle un nuevo giro a todo lo que haga.

Alguna vez, por ejemplo, me vi tentada de hacer algo riesgoso y lo conseguí y lo disfruté muchísimo: me tiré en parapente y quedé impactada por la majestuosidad del paisaje, el silencio incomparable, la sensación enorme de libertad al deslizarme por entre las nubes. La magia de poder ser pájaro por un momento y ver todo desde arriba, sin limitaciones de gravedad atándome a la tierra.

Pero no fue más que eso. Una experiencia muy gratificante que quizás otra vez repita cuando se den las circunstancias. Nunca se me pasó por la cabeza, pese a haberme marcado profundamente, practicar parapentismo como algo deportivo, constante y metódico.

No es lo mío, repito… y seguramente esa sea la razón por la que ningún deporte me contará alguna vez entre sus huestes.

                                      

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