JUEGO DE LUNAS Al llegar a su casa un inusual llamado de su hermana alteró la frugal cena de alma solitaria. Casualmente le solicitaba su ayuda en la ingrata tarea de desmantelar la vieja casona de la abuela. Luego de la reciente muerte de la anciana el caserón sería vendido y habría que darle destino a lo poco del mobiliario que se salvaría de ir a parar a alguna institución de ayuda para los más necesitados. Quedaron en encontrarse el fin de semana siguiente. Ambos tenían una vida atareada y horarios intransigentes. El pedido de su hermana hizo que sin quererlo su emoción se adueñara de sus recuerdos y lograra, como entre nubes, trasladarse hacia los primeros años de su infancia en los que solía pasar los domingos, junto a su familia, en aquella casona tan querida, de galería sombría y salones acogedores. Allí los juegos infantiles se apropiaban de los rincones de ensueños, donde cada hueco era una cueva de piratas y cada escalón una colina o el mismo Everest. Sus acostumbrados incomprensibles flashes oníricos fueron esa noche, por el contrario, nítidas evocaciones. Aquellas caras amadas cobraban otra vez la frescura de la vida, las promesas de lo que es nuevo. A la mañana siguiente una extraña impaciencia lo invadió, ansiando que la llegada del encuentro no respondiera a la cruenta lentitud que suele adoptar el tiempo, cuando el corazón requiere, en cambio, que se acelere el paso de las horas. Por fin, llegó el sábado y sin que encontrara lógica alguna, la proximidad de la cita le provocaba un deleite especial que hacía mucho no paladeaba. No fue lo que esperaba. La sensación que experimentó al reencontrarse con aquella casona ya abandonada, asfixiada por la falta de habitantes, hizo que la dulce nostalgia que lo había embargado desde el momento del llamado se diluyera, dando paso a la tristeza hueca que se siente luego de rememorar idealmente una belleza y reencontrarla después de muerta. El olor acre del polvo del tiempo cubría el viejo mobiliario que décadas atrás sus manos de niño curioso, siempre dispuestas a las nuevas sensaciones, recorrían alerta, acariciando cada curva de la madera tallada como quien busca comprender con sus sentidos un milagro. La sensación de encontrarse dentro de una gran tumba de la que su propio pasado era parte, lo embargó en forma tal que una lágrima imprudente se dejó caer por su rostro. La premura que su hermana llevaba por culminar la tarea que los había convocado lo fue contagiando, de manera que fueron pocas las reliquias que ameritaron ser rescatadas de aquel abandono: dos o tres jarrones de porcelana azul, un álbum gastado con desteñidas fotos familiares, un juego incompleto de cubiertos de plata, una lámpara con caireles de cristal, algunos bronces y un no muy grande espejo de pared con marco de madera repujada. Apenas verlo supo que era lo único que quería conservar para sí. En su luna espejada, polvorienta y apagada, de inmediato recordó ver el reflejo de su amada abuela, anciana ya, peinándose con cuidado su largo cabello cano. Con la elegancia que sin duda tendrían las hadas si existieran, los dedos blancos y finos de su abuela trenzaban con maestría de ángeles sus cabellos de nieve sin necesidad de ver, apenas guiados por el reflejo de su rostro que adivinaba, una a una, las volteretas de las mechas. En aquella época, esa mujer de edad sin tiempo se le antojaba a su alma de niño como portadora de la magia y sabiduría de las mejores heroínas de sus cuentos. En su mirada clara y sus ojos de cielo solía encontrar el consuelo, la ternura, la contención que da el cálido hogar cuando afuera sopla el viento. Fue entonces eso lo único que se llevó: aquel espejo. En su casa ya, mientras caía la noche, lo desempolvó. Mimó cada una de sus curvas cepillando con esmero e infinita ternura los pétalos labrados en aquel marco maravilloso. El cristal espejado tardó algo más en pulirse. El gris de los años había dejado huella y lograr desprender la niebla de humedad y tiempo de aquel espejo requirió de mucho empeño. Por fin, renovada en sus brillos, aquella magnífica pieza de destellos y flores exóticas recobró la belleza que ya casi había olvidado. Su luna plateada ubicada ahora sobre otros muros se disponía a enfrentar nuevamente al mundo con su reencontrada hermosura. Curiosamente, en la posición que su halo había hallado, era también otra la luna que en el espejo se reflejaba: la eterna, la primordial, la de la noche… que iluminando con singular encanto parecía embelesarse contemplando en aquel otro esplendor su propia blancura. (continuará)
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14 comentarios:
Priiii! Se dice pri aca? Ejem, bueno pasa que yo vengo leyendo desde la primera parte.
Me gustan los espejos, no digo mirarme porque no hay nada demasiado interesante que mirar, digo los ambientes con espejos. Tienen mas luz, parecen mas grandes.
A este tipo le hace falta luz me parece. Que sorpresa le traerá el espejo de la abuela? Veremos
abrazos vecina!
Me gustan las casonas con sus misterios, los muebles empolvados son como tesoros que una vez limpios rescatas. Ese espejo creo que nos depara sorpresas...
:D
Un besito
Lala
Encadeno los dos textos,evidentemente esa atmosfera en la cual sumergiste el personaje en la primera parte se debia romper por alguna parte,lo hicistes estupendamente en la segunda aunque frente a una gran decepcion inicial inmediatamente lo elevastes retrotrayendolo a su infancia,como nos place hacer,y no frente a una foto precisamente,sino a un espejo,fuente de torrente imaginacion y recuerdos.
¿que nos deparara el final?
Buenazo Neo,muchos cariños
Acabo de leer la primera y segunda parte. Me gustan los espejos por una cosa: porque te reflejan tal y como eres. A veces piensas que eres de una determinada forma, pero al levantarte por la mañana te ves ahi: ves tu imagen reflejada: asi eres verdaderamente.
Lindo texto, querida amiga.
Un beso enorme.
después de la primera parte...esta aún mejora la calidad de tus líneas...mientras él caía en la decepción al llegar a la casa...yo me adentraba en mi recuerdo...y lo que significó desalojar la antigua vivienda de mis abuelos....espero con impaciencia el final de tu particular universo de reflejos...mil besos reina!!!
Saludos, Neo:
Como siempre relatos interesantes y llenos de vida. Vuelvo a estar contento al leerte de nuevo.
Un saludo afectuoso.
sigo leyendote, y ensimismandome en esa atmósfera que logras con un gusto exquisito, desde la imagen, la música y las palabras, lo más importante!!!
besotes amiga.
Sigo pegadita a tu historia ...esta llena de magia , luz , carisma y misterio ... hufffff que mas podemos pedir !!!
abracitos y feliz jueves
Bueno, se ha ilusionado con el reflejo de un pasado...qué pasará ?
Hasta la próxima entrega Neo.
Abrazos.
Hay casonas con sus espejos grandes que no se olvidan... me recordaste la casona de mi abuelo donde viví grna parte de mi niñez y adolescencia.
Un abrazo vestido de recuerdos te envío desde Berlín.
La primera parte no, pero esta me hizo llorar, espero tenga un final feliz, porque voy a mojar el teclado.me trajo recuerdos a la casa de mis abuelos de la que no pude retener ningun recuerdo.
Un abrazo.
que intrigante esta todo, a ver como se desarrola esto, con los espejos, estaré atenta a ver como sucede todo, un abrazo fuerte, amelia
He disfrutado mucho ese paseo en la vieja casa, me he visto ayudando a limpiar ese espejo. Dejo el final para la vuelta, ya voy contra reloj para la rehabilitación, pero esta noche no me voy a la cama sin leer el final. Besitos a la mejor atrapa-lectoras.
Creo que en casi todas las casas de los abuelos de nuestra generación, había un espejo especial que invitaba a la magia. Por lo menos en la casa de mis abuelos era así, mi abuela materna tenía uno algo sombrío y piripicucú, jajaja, y en la casa de mi abuelo paterno un espejo simple, bien grande, donde con mi hermana jugábamos a hablar con nuestras propias imágenes -que eran personajes de alguna historia que nos inventábamos-. Sigo leyendo ...
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