ATRAPADOS ENTRE MUROS El golpe seco sobresalta a la muchacha, que interrumpe bruscamente sus rutinas de lamentos y oraciones. Lógicamente reacciona con desesperación. La idea de quedar encerrada entre aquellas paredes y tumbas no se le presenta como tentadora y sin resguardarse en sus pudores habituales, comienza a gritar desesperada. Nadie le responde. Corre hacia el ingreso del cementerio y golpea insistentemente el portón metálico mientras clama infructuosamente para que alguien la ayude. El cielo ya está mostrando sus rojizos más tenues. La noche se abre paso entre las lejanas luces de la ciudad que se enciende. Y ella se encuentra allí…inmensamente sola y aterrorizada. Comienza a llorar con impotencia golpeando sin cesar el inexpugnable portón de ingreso. Mientras tanto, entre la penumbra de los álamos más alejados, algo extraño se mueve, apartando sin cuidado ramas y hojas. Ocultos por las sombras, los ya habituales vándalos sacrílegos avanzan lentamente hacia el camino central del cementerio. Traen velas, mazos y alcohol, mucho alcohol. Están terriblemente borrachos y sin siquiera preocuparse por que alguien pudiera escucharlos comienzan a escuchar música en sus insufribles aparatos. En realidad no es música. Son burdos ruidos y sonidos guturales, palabras indescifrables que repiten a modo de aullidos mientras mueven sus cabezas al unísono. El hecho de verlos llegar, en ese estado, con sus extraños modos y gestos obscenos le resulta particularmente incómodo a su habitual serenidad. No puede dejar de pensar que la pobre muchachita está muy cerca, indefensa y asustada, clamando por la ayuda que no llega. Nada bueno se puede esperar si se produce el inevitable encuentro. Sin que su inquietud logre aún movilizarlo, desde lo alto del ángel custodio, apenas logra escuchar algunas palabras de las que esos bárbaros le dicen a la joven, que intenta ahora gritar más fuerte para que alguien, del otro lado del portón, venga en su ayuda. Burlas, insultos, juegos violentos. Uno de los ebrios del grupo empuja intencionalmente a la desgraciada joven, haciéndola rodar por las escaleras. Eso basta para sacarlo de quicio. Su ira aumenta aunque aún no logra manifestarse fuera de su continente de piedra. A alguno de los más desquiciados se el ocurre ahora forzar la puerta de la capilla. Consiguen abrirla golpeándola con palos y pies. Arrastran hacia el interior a la que ya han elegido como víctima y se disponen a iniciar lo que se les ha ocurrido llamar un sacrifico satánico. Nunca le había tocado presenciar algo tan siniestro y espantoso. En todo el tiempo en que su ente fantasmal debió acostumbrarse a convivir con lo tenebroso y macabro jamás imaginó que algún mortal pretendiera tentar con semejantes atrocidades el oscuro poder de las tinieblas. Atando de pies y manos a la aterrorizada muchacha que grita infructuosamente pidiendo socorro, los desalmados salvajes comienzan a arrancarle las ropas mientras riegan con alcohol y orín el lugar más sagrado de la capilla. Coincidiendo con el chillido agudo con el que, quien parece ser el cabecilla, incita a los demás para que destrocen y profanen cada rincón del oratorio, la gracia de su liberación se concreta y por fin su íntima condición de fantasma se hace visible. Su ira no puede ser más grande. La gran carga de ansiedades acumuladas a lo largo de siglos de reclusión forzada le estalla por dentro, sumándose a la inmensa indignación que siente ante la barbarie descontrolada de esa horda de imberbes irreverentes que no respetan ni a muertos ni a vivos. La energía de su etérea naturaleza fluye a su alrededor haciendo que su aura se torne intensa y radiante. Los contornos apenas delineados del que fue su cuerpo van poco a poco cobrando definición y la expresión de su rostro se muestra realmente terrorífica. El estallido incontenible de su furia se manifiesta como nunca antes había experimentado. Se podría decir que rayos y truenos brotan de su ser, provocando un estrépito inesperado que quiebra el silencio sepulcral de aquel campo santo. La orgía de desborde y barbarie desatada en el interior de la capilla cesa de inmediato. En ese preciso momento, en el cielo, negrísimos nubarrones cubren la luna, que hasta entonces, había acompañado como mudo testigo el burdo intento de aquelarre. Sin más dilaciones irrumpe, como inesperado convidado sobrenatural, dentro del recinto profanado. Los rostros de los bravucones se tornan tan blancos como el mármol de las lápidas que rodean al oratorio. Casi al unísono, los que eran aullidos de lujuria desenfrenada pasan a asemejarse a gritos de infantes aterrorizados. La joven víctima, maniatada sobre el altar, ahogada en sus gritos por los jirones de su propia ropa, a punto casi de ser ofrecida en sádico ritual de sexo, sangre y desenfreno, se desmaya al verlo. Mejor así. Él no quiere que se impresione más aún por lo que vendrá. Lo primero en salir disparado a modo de saeta es un estilete con el que uno de los sacrílegos atravesó una imagen religiosa que ornaba de piso a techo una de las paredes. Con toda su furia desatada y utilizando sus mejores técnicas en manipulación de objetos, la cuchilla destellante atraviesa más de cinco metros, impulsada con una fuerza tal que lo sorprende a él mismo. Con gran precisión, culmina su trayecto de muerte clavándose en medio del pecho del que fuera su dueño. Llega el turno de un candelabro de bronce. Pesada y valiosa reliquia que se encuentra en la capilla desde que una familia muy encumbrada de la ciudad lo donara a modo de homenaje en nombre de su hijo fallecido hace ya varias décadas. El voluminoso artefacto se alza impetuoso, respondiendo a su voluntad, elevándose firme por sobre el altar. Mientras la estupefacta banda de imbéciles ni siquiera logra articular alguna posible estrategia de defensa, el lujoso candelabro es impelido con suma violencia hacia uno de ellos, que cae aparatosamente hacia atrás, siendo atravesado, desde la espalda hasta su frente, por un filoso trozo de vidrio que sobresalía de uno de los ventanales rotos. Son tres los que aún siguen con vida. Uno de ellos reacciona y consigue lanzar el candelabro contra su etérea apariencia incorpórea. Como era de esperar, de nada sirve. El candelero lo atraviesa sin hacerle mella. Esto hace que el pánico de los improvisados profanadores aumente conforme van tomando conciencia que la naturaleza fantasmal es inmune a todo lo que la insignificancia de sus recursos intente consumar. Por fortuna la joven aún continúa inconciente y aprovechar esa circunstancia es lo que ahora él asume como prioridad. Deberá concluir su tarea lo más rápido posible para que la pobre no sufra más de lo que ya ha padecido. El grupo de bastardos irreverentes huyen fuera del oratorio con la absurda idea de intentar guarecerse en la oscuridad de la noche. Rápidamente caen en la cuenta que es allí donde menos favorecidos se verán sus vanos intentos de escape. Las tinieblas son desde siempre el ambiente más propicio para cruzarse con algún ánima solitaria que intente aliviar su eterna condena. Sumémosle a eso que el lugar donde uno se encuentra es un cementerio y más aún, transitando la Noche de Difuntos, cualquiera sabrá concluir que esa será una velada que nunca podrán olvidar. Los primeros en toparse con ellos fueron los siameses. Dos pobres ánimas gemelas que aún perduran unidas por el ectoplasma a la altura de la cintura y realizan en forma permanente extraños vaivenes en sus desplazamientos. Eso les otorga un particular dramatismo, inusual aún hasta para un espectro. Luego fue la vieja Candelaria. La pobre ánima vaga sin sentido, cada Noche de Difuntos, desde la inauguración del cementerio. A estas alturas está tan perdida que ni siquiera advierte por donde levita. Hasta es capaz de atravesar otra ánima si el azar hace que se crucen en alguna sendero estrecho. Su cara esquelética está tan raída que hasta luce colgajos putrefactos a cada lado de lo que alguna vez fueron mejillas. Para colmo de males las órbitas de sus ojos lucen vacías, detalle este que le quita el poco resquicio de humanidad que hasta hace unas décadas le sobrevivía. Sin duda fue el indescriptible terror que sintieron al verla, lo que provocó que uno del trío se arrojara de lleno sobre una verja muy elaborada que circunda el panteón de los Fernández Fuentes. Esa ilustre familia, de destacada trayectoria, desde siempre se dedicó a la manufactura de bronces y herrajes, llegando a estar sus enrejados dentro de los más reconocidos de toda Latinoamérica. Por ese motivo, haciendo quizás un gesto de innecesario alarde, su panteón familiar está rodeado de una triple hilera de astas anudadas culminando cada una en una aguda punta de lanza finamente labrada, confeccionada con el bronce de mejor calidad que se pueda conseguir en toda la región. Fueron esas tres hileras de punzantes alabardas las que ensartaron, con la facilidad con la que se perfora la manteca, el flácido cuerpo del más insignificante de los aspirantes a adoradores de Satán. Si aún fuera posible, se diría que el pánico de los dos sobrevivientes se duplica al escuchar el desagradable crujido de los huesos del gordito ensartado en la verja. Uno de ellos queda literalmente seco por el espanto…el que, paradójicamente, al mismo tiempo provoca una profusa humedad en sus pantalones. (continuará)
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8 comentarios:
Madre del amor hermoso: que manera tienes tan exquisita de describir! Me descubro ante ti, Neogeminis. No es ya que la historia atrape desde su principio, sino que la adornas con tan deliciosa pericia que es imposible no caer subyugado a tus pies. Y no es ningún halago gratuito. Aquí me dejas mordiéndome las uñas hasta la próxima entrega...
Besos.
pufff ya no tengo uñas, pero las manos aún me funcionan perfectamente para una ovación a la reina de las trilogías : )
Un ciento de besotes Neo
Ay ay! Me estoy temiendo lo peor o quien sabe si lo mejor para la pobre alma en pena.
Espero la segunda parte :)
Abrazos
¡Espectacular!, lleno de fuerza, muy interesante, me encantó leerlo.
Te felicito Mónica por la forma de atrapar al lector que tienes, eres genial.
Besos.
Impresionante neo!!!
como nos gustan a nosotras los continuará...jajjjjaj
Besitos
Sara
Neogeminis,
Estoy aqui, agarrada a la mesa y leyendote con devoción.
!Chiquilla! Pero tu ¿donde has aprendido a escribir asi?
¿de donde sacas esa imaginación y esa forma de relatar tan intensa?
Me ha encantado tambien la segunda parte. Y cuando he llegado al final y he visto continuará....
me he alegrado, porque me tienes atrapada con esta historia.
Te sigo leyendo, otra vez
Atrapada, me tienes atrapada en esta historia tenebrosa y hermosa a la vez. Sigo pendiente del desenlace, pero no sin antes decirte de nuevo que me inclino ante tu capacidad narrativa. Excelente historia, Neo.
Apapachos
Vengo leyendo desde el primero, si lo quería era asustar gente, conmigo lo consiguió ampliamente jjajajajaj. Encima con esta noche fea de lluvia ... pero no me pude resistir a seguir leyendo. Asi que si esta noche tengo pesadillas, ud será la culpable vecina.
A ver que pasa en la tercera muejejejeje!
abrazos
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