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viernes, 31 de enero de 2020

LOS JUEVES UN RELATO. Títulos de libros - Mi aporte




Alétheia estaba loca. O eso era lo que decían quienes la veían pasar cada tarde, justo antes del sol ponerse sobre el bordeado canto del horizonte. Y es que por su desenvuelta manera de andar, sus vestidos vaporosos recortados sobre su cuerpo joven, las flores trenzadas sobre su pelo libre y su hilo de voz canturreando viejas canciones de irreconocibles idiomas, para la gente de aquel pueblo rústico, su presencia de piel de hada resultaba ser muy perturbadora. Imposible de asimilar su espíritu a todo lo que estaba allí anclado y arrumbado desde siempre junto al mar bravío.

Nadie sabía bien cuándo y cómo había llegado. Simplemente un día comenzó a irrumpir así, cruzando la calle empedrada que muere en el muelle, aleteando al viento sus brazos de niña y recitando trozos de algo que para algunos era apenas un canto de locos y para otros -quizás los menos soñadores- resultaba ser algo mucho más oscuro e insano. Siempre a la misma hora, tanto en verano como en invierno, justo antes de caer la tarde, ella avanzaba hacia la orilla sin preocuparse por otra cosa más que ese mar que parecía responderle. 

Sólo una vez había revelado su nombre, según contaban los viejos. A un joven pescador que se lanzó luego a la mar en una tormenta y jamás regresó a puerto. De ahí que todos pensaran que algo de mala suerte arrastraba su cercanía  y desde entonces trataban de evitarla.

Ella en cambio persistía en su ritual sin alterarse, libre, de cara al viento, entonando esas enigmáticas canciones que nadie comprendía.

Un atardecer de cielo rojizo y aire cristalino, cuando ya todos los pescadores del pueblo se hallaban en tierra, mientras Alétheia continuaba con su ritual de canto y volteretas, algo inesperado cruzó el horizonte. Se trataba de un pequeño bote a remos que la gente no lograba identificar de lejos. Al aproximarse, casi irreconocible por la barba espesa y los cabellos largos, aquel joven pescador perdido hacía muchas lunas, por fin regresaba a puerto guiado y protegido por aquella extraña loca que jamás dejó de invocar al mar para que se lo trajese de vuelta.


Para leer todos los relatos, pasar por el post anterior.

domingo, 26 de enero de 2020

CONVOCATORIA JUEVERA PARA EL 30 DE ENERO

Hola a tod@S! 
Nuevamente me corresponde conducir otro encuentro juevero y esta vez la propuesta es sencilla: deberán considerar los posibles títulos de libros que les dejo a continuación y sobre uno de ellos deberán inspirarse en su relato, intentando que no exceda las 350 palabras. 
A partir del miércoles me pueden dejar aquí los enlaces de sus aportes y a medida que lleguen, iré confeccionando la lista de participantes. 
Recuerden que sus entradas deberán titularse LOS JUEVES, UN RELATO: TÍTULOS DE LIBROS, acompañarla con la imagen que aquí les dejo y enlazar el blog convocante (en este caso, el mío) para posibilitar la lectura de todos los textos que se sumen. 
Espero les entusiasme la propuesta.
Que tengan una muy buena semana.



TÍTULOS SUGERIDOS

Los enigmas de un sueño
La lucidez de los locos
Mixturas de un recuerdo
Alétheia (la verdad evidente)
Que parezca un accidente

jueves, 23 de enero de 2020

LOS JUEVES, UN RELATO: Qué tengo en el bolsillo?

Esta semana es Mar quien nos conduce y nos propone hurgar en los bolsillos para narrar una historia. Mis musas estas vez respondieron con creces y se destaparon con un texto bastante más largo de las 350 palabras sugeridas. Me disculpo por ello, pero no supe abreviarlo sin que perdiera fuerza.
Para leer todos los textos, pasar por la Bitácora de Mar.





EL ABRIGO DE LOS MÁGICOS BOLSILLOS

La noche anterior lo había encontrado, mal doblado y abandonado sobre un banco de plaza, sin nadie alrededor que lo reclamara. Se lo veía casi nuevo y bastante abrigado, nada que ver con su vieja y agujereada chaqueta que apenas lo cubría. Por eso se lo llevó, aliviada su conciencia al no encontrar en su interior algún papel u objeto que acreditara la pertenencia de quien lo había dejado olvidado.

Al verlo ahora ahí, prolijamente colgado sobre el respaldo de la silla del cuarto, acariciado por el hilo de sol que se filtraba por la ventana rota, el hombre revalorizó  su hallazgo y pensó que tal vez la suerte comenzaría a mostrarle su mejor cara. Y se sorprendió sonriendo, acariciando el paño azulado bajo la luz mañanera.

Como todos los días salió bien temprano luego de prepararse un té caliente con las últimas galletas secas que apenas alcanzaban para callar sus tripas. Sin rumbo determinado y sin más objetivo que sobrellevar otra jornada como mejor pudiera, salió a la calle con el firme propósito de intentar ser optimista. 
                             
El frío del invierno se hacía notar. Celebraba contar con aquel cálido abrigo que le había regalado la suerte, que además, resultaba ser exactamente de su talla y le otorgaba un muy buen porte. 

A media mañana, las ganas de saciarse con algo más suculento que las rancias galletas que había desayunado lo hicieron detener frente a una panadería en donde ofrecían café completo con tostadas a un precio muy conveniente. Suspiró hondamente sabiendo que cero era su capital y con gesto inconsciente y resignado metió sus manos en los bolsillos de su flamante saco buscando abrigarse un poco más. Enorme fue su sorpresa cuando sus dedos ateridos palparon en el fondo de uno de los bolsillos algo que hacía mucho ya había dejado de ver: un billete de cien. Nuevo, apenas ajado por el doblez, parecía haber estado aguardando el momento adecuado para aparecer.  No lo pensó dos veces y entró de inmediato buscando hartar sus ganas entre aquellas delicias que hacía tanto venía deseando. Quizás por lo inesperado, todo le supo a manjar de dioses: el café, el jugo de naranja, los panes tostados, la manteca y la roja mermelada. Sin dudas los mejores que había probado.

Mientras saboreaba feliz aquel regalo imprevisto, advirtió que una señora había sufrido un percance al cruzar la puerta del negocio, soltándosele la rueda al cochecito de bebé que llevaba. Naturalmente solícito se ofreció a ayudarla, aunque resultaba poco lo que podía hacer, ya que uno de los bornes se había quebrado. Instintivamente golpeó suavemente los costados de su abrigo en señal de sincera consternación. Al hacerlo, notó que del lado derecho, la chatura esperable en un bolsillo vacío se veía alterada por un pequeño bulto. Metió su mano de inmediato buscando saber de qué se trataba. Anonadado quedó al ver que se trataba de un borne, exactamente igual al que se le había roto al cochecito. Sin salir de su asombro y ante el agradecimiento de la mujer, rápidamente logró reparar el daño y la rueda quedó nuevamente fija en su lugar. 

Intentando disimular su infinita sorpresa luego de aquellos dos insospechados hallazgos, hurgó y rebuscó en sus bolsillos esperando encontrar un hueco o un lugar secreto en donde hubiesen podido estar ocultos tanto el billete como la pieza metálica. De más está decir que no lo halló.

Pasado el mediodía se dirigió al banco en donde mensualmente cobraba su magra pensión de desocupado. Habitualmente no había nadie a aquellas horas, ya que todos concurrían apenas abría. Esa vez no fue así. La gente colmaba el salón principal y el número de orden que le tocó indicaba lo largo de la espera: “554”… y andaban por el 450! Resignado guardó el talón en su bolsillo y se acomodó en un rincón tratando de no impacientarse. Transcurridos unos segundos volvió a sacar el papelito para verificar los turnos que faltaban para que lo llamaran. “455” leyó estupefacto.

- ¡Imposible!- pensó, mientras sentía que una extraña electricidad recorría su espina dorsal confirmando la cercanía de un hecho mágico.

-¡455!- llamaron desde una de las cabinas de pago. Y hacia allá fue, tambaleándose por el nerviosismo y la incredulidad.

La próxima coincidencia no hizo más que confirmar su sospecha de que aquel abrigo de veras tenía un componente prodigioso: la persona que estaba detrás de la ventanilla no era otra que la señora del cochecito, aquella que quedó tan agradecida por la ayuda que le había prestado y que, allí, al enterarse de su situación, quiso devolverle favor con favor dándole el número de teléfono del taller de su esposo, que casualmente estaba buscando un ayudante bien dispuesto y hábil en cuestiones mecánicas.

miércoles, 15 de enero de 2020

LOS JUEVES, UN RELATO: Comienzo con humor

Esta semana nos propone Dorotea emprender el inicio de año con buena onda y buen humor. Desempolvé de entre mis viejos textos lo que sigue. Espero les guste. 




REENCUENTRO CON LA RISA (o experimento con la r)

Renacen radiantes
los reflejos de las retinas
y las sonrisas
de los rostros
que se reencuentran.

Raudas como rayos
las reminiscencias
de los recuerdos
renuevan los rincones
del reino del regocijo
y como regio ruiseñor
el humor
derrama el regalo
de la riqueza
de su revolución
que rejuvenece.

Allí reside la razón,
la más radical,
por la que la risa
se registra,
como el recurso
más honroso
para reinterpretar
la realidad
que, sin su reparación,
se nos revela
como ruin y reacia.

jueves, 9 de enero de 2020

ESTE JUEVES UN RELATO: Asamblea general

Retomando mi actividad bloguera luego de un período de circunstancias personales que me alejaron del ciber mundo, me sumo a la propuesta juevera de esta semana, de la mano de la querida Cass. Pasar por su piazza para ver todos los balances.




En relación a los jueves, me siento como uno de los padres –o madres- fundadores/as… soy de las primeras, lo llevo como medalla honorífica o título nobiliario.

Me honra la trayectoria recorrida, la participación sostenida en la casi totalidad de las convocatorias (salvo las coincidentes con algún viaje o circunstancia de fuerza mayor que me impidieran estar presente) puedo decir con orgullo que soy parte de esto desde sus inicios y reivindico lo positivo que puede surgir a partir de un tema convocante propuesto como marco para el intercambio literario, la creatividad imaginativa y la sincera convicción de que a las musas hay que alentarlas con sanos estímulos de letras compartidas. Al menos las mías, resultan tan caprichosas como  permeables al sano aliciente de la fantasía ajena. Se las ingenian y disfrutan de entretejer pensamientos a partir de otros, volcados  con igual entusiasmo bajo un título común. Siento que eso las hace crecer por dentro, liberando mis ideas y nutriendo las letras que pudieran surgir en consecuencia.

Aunque reconozco que puede haber habido altibajos en mi entusiasmo participativo, ser parte de los encuentros jueveros nunca me ha resultado un compromiso al que debo asistir por obligación. De haberlo sentido alguna vez así, me hubiese alejado. Por el contrario, siento que escribir a partir de un tema específico ha resultado ser un incentivo que ha aguijoneado el amor propio de mis queridas musas que fácilmente se “achanchan” en sus butacas si me descuido y las dejo en un rincón, cómodamente aletargadas.

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