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miércoles, 29 de septiembre de 2021

CADA JUEVES, UN RELATO: VERANOS QUE SABEN A POCO

Sumándome a la propuesta de Molí, aporto el siguiente texto que, espero, les guste. Dar clic aquí para leer todos los relatos jueveros.




EL ÚLTIMO VERANO

Entre la selecta tripulación estaba ella. Elegida entre cientos de postulantes fue seleccionada para integrar la primera avanzada colonizadora en Marte: un puñado de valientes con impecables antecedentes, física y psicológicamente óptimos, capacitados específicamente para una misión extraordinaria de la que, sabían, no habría retorno.

Con la firme decisión de estar entre los primeros terrestres poblando las instalaciones recientemente emplazadas en el planeta rojo, su vida -de ahora en más- se desarrollaría totalmente lejos del planeta que la viera nacer y del que ella intentaba despegarse sin mayores resquemores, nostalgias ni resentimientos. Por no tener familia ni amigos cercanos de quienes despedirse, estaba entre los prospectos con más posibilidades de alcanzar una adaptación exitosa y esa expectativa la llenaba de responsabilidad y orgullo.

Dentro del plan que se les había trazado en los últimos meses de capacitación estaba incluido un largo viaje al lugar que cada futuro colono eligiera, planteado como significativa despedida del mundo terrestre al que ya nunca regresarían.

Pese a no tener algún deseo o vínculo especial con el sitio, ella eligió una playa solitaria. Inquieta por naturaleza, se le ocurrió pensar que transitar casi en soledad su último verano terrestre, sin más actividad que tomar sol y zambullirse en el mar, terminaría por aburrirla, de esa manera la estrategia para no arrepentirse de su futuro marciano estaba asegurada.

Lejos de lo que se había imaginado, aquel sitio de ensueños la maravilló desde su llegada. No sólo el paisaje le resultó de una belleza inconcebible, también así le resultaron los pocos pobladores que lo habitaban: cálidos, amables, sencillos, solidarios. Se sintió la más feliz de las personas, colmados sus deseos y sentidos por toda la fuerza y belleza de la gente y de la Naturaleza que tan bien la habían recibido.

La última semana de su paradisiaca estadía sucedió algo imprevisto: un nuevo visitante llegó a la isla, tan interesante y atractivo como ningún hombre antes le había resultado. Pensando que esa sería una maravillosa forma de despedirse de la vida terrestre, se permitió la locura de enamorarse.

Craso error. Hoy, cuando el verano y su estadía ya culminan, ella, mirándose en los ojos de él, no halla la forma de contarle que ya no tiene vuelta atrás su inminente destino.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

CADA JUEVES UN RELATO: LA MENTIRA

Sumándome a la propuesta juevera de esta semana, aporto el texto que me inspiró el tema que nos hace Mag desde su Trastienda. Tanto en forma como en contenido resulta bastante caprichoso, pero así quiso nacer. Mis disculpas!

 


MENTIRA... O MI VERDAD


Tengo en el haber de mi conciencia una culpa que me quema y me quita dignidad.

Tiene cierta forma de mentira y se me oculta en lo profundo, atacando sin piedad.

Ella, como monstruo agazapado se presenta de la nada y con el peso de su historia se me carga a mis espaldas reclamando no olvidar.

No me deja, por su agobio, que camine bien erguido cuando busco regodearme frente a todos los que aplauden mi progreso en sociedad.

Se entretiene atormentando mis conceptos de avanzada, contrastando -en su defensa- lo que llama “integridad”.

No me deja contestarle con discursos exitistas, no permite que razone evaluando resultados o mostrando mi dialéctica fluida, la que indica que nos vamos sosteniendo y valorando frente al mundo por los logros obtenidos, escalando en jerarquía sin un freno irracional.

Esa culpa, que aflora del abismo de un pasado variopinto -tan mediocre y desteñido que pretendo sin tristezas desterrar- no me deja ya dormir a pierna suelta. No me alienta. No me exime. Me señala. Me incrimina. Me atosiga con reclamos y con quejas. Me llena de ansiedades y de dudas. Me hace en mí rumbo tambalear.

Me susurra, en su malicia, desdichadas consecuencias que me niego a considerar: no tengo de qué avergonzarme, no me pesan mis mentiras, le digo -porque las llamo mi propia verdad-. No  siento haber hecho ningún daño, aunque de eso prefiera no hablar.

Creo que al fin, las mentiras no son tales, si con arte las adorno y las disfrazo en mi forma de contar.

(del Diario de un/a hipócrita)

domingo, 19 de septiembre de 2021

CIERRE DE CONVOCATORIA



Llegado el domingo, después de haber disfrutado de una gama muy interesante de improvisaciones propias y ajenas, celebrando que nuestra reunión semanal haya sido tan exitosa  pese a los imprevistos, agradezco a tod@s los entusiastas participantes y doy por culminado el Encuentro Juevero que he tenido el gusto de conducir.

Cumplo entonces con entregar la posta a la querida Mag, quien desde su blog La Trastienda del Pecado, es quien conducirá el encuentro del próximo jueves, proponiendo nuevo tema. Tengan tod@s una muy linda semana!

jueves, 16 de septiembre de 2021

CADA JUEVES, UN RELATO: IMPROVISANDO

 Y he aquí mi absurdo aporte totalmente improvisado. 

 


IMPROVISANDO

Antes de empezar no sabía si se trataba de un sueño, una pesadilla o de una de esas absurdas situaciones en que suelo ponerme sin querer ni pensar demasiado. Después que el telón subiera y el impiadoso reflector me enfundara dentro de su intenso cono de luz, me vi ahí, en la boca de un tablado desconocido y oscuro, infinitamente solo y desprotegido, expuesto en crudo frente a una nada que aguardaba expectante sin que yo supiera por qué razón me encontraba en esa situación tan incómoda e insólita, sobre todo para alguien que jamás antes había pisado un escenario. A medida que mis ojos se fueron acostumbrando a la penumbra que todo lo abarcaba, descubrí en ella infinitos rostros que me observaban aguardando para juzgar mi métier (y digo esto destacando que ni sé francés ni sé hasta el momento qué tipo de espectáculo esperaba de mí aquella gente que me observaba en silencio). Aunque cueste creerlo, recién habiendo transcurrido un lapso que no supe medir, caí en la cuenta que además de todo lo ridículo del asunto, estaba allí semidesnudo. Apenas un minúsculo taparrabos ocultaba brevemente mis partes pudendas y un grotesco sombrerito tejido a ganchillo coronaba bufonescamente mi cabeza pelada. Como no suelo escapar de las situaciones embarazosas en las que acostumbro caer con frecuencia, no sentí en ningún momento el impulso de salir corriendo de aquel trance. Todo lo contrario. Me sentí en la obligación de responder ante aquel público impaciente (que manifestaba levemente su ansiedad con algunas toses indisimuladas) con algún tipo de arte acorde a aquel contexto de candilejas y bambalinas. Dada la estrambótica vestimenta que llevaba, se me ocurrió improvisar divirtiéndolos con algunos chistes que casualmente había escuchado esa misma mañana en la oficina. Pero dada mi nula gracia para las chanzas con las que he sido bendecido, logré arruinar cada uno de los cuentos desluciendo los argumentos y equivocando los remates en forma imperdonable. Nadie se rió. Lo único que conseguí fue llevar las toses a nivel de carrasperas y eso me hizo poner más nervioso. Pensé entonces que la danza es un arte muy apropiado para elevar el espíritu dentro de un teatro e intenté por ello adaptar, el gorrito tejido, como improvisado pollerín. Después de varios retiré poco afortunados, un attitude grotesco y media docena de grand jeté fallidos, terminé por aceptar que el ballet tampoco es lo mío. Pero fiel a mi carácter no me di por vencido y con soltura, como si los infructuosos pasos de ballet y los chistes mal contados no hubiesen existido, volví a calzarme el gorro ya estirado, esta vez como poncho colorido y me lancé a entonar con brío unas viejas chacareras alguna vez canturreadas en un acto escolar de mi lejana niñez. Otro fracaso. Esta vez sólo se escucharon algunos grillos quebrando el silencio sepulcral que reinaba en las butacas. Ahí sí me sentí herido. Tanto esfuerzo no apreciado... Tanta desaprensión de parte de un público mal avenido... Sin saludar ni decir una palabra, mientras el reflector me acompañaba y dos lágrimas resbalaban por mi rostro, me dirigí hacia la salida lamentando que, como otros grandes artistas, he debido culminar mi breve paso por las tablas totalmente incomprendido.

(Para leer todas las colaboraciones, pasar por el post anterior.)

lunes, 13 de septiembre de 2021

PROPUESTA JUEVERA PARA EL 16 DE SEPTIEMBRE: IMPROVISACIÓN

 Hola a tod@s! 

A las apuradas y tomando la posta para la conducción de esta semana (Ainoa era quien debía hacerlo originalmente) les propongo entrecerrar los ojos frente al teclado, suspirar profundo dejándose llevar por las alas de la imaginación y desplegar sin tapujos las artes de la IMPROVISACIÓN, buscando narrar una historia interesante desde el punto de vista literario de tema y características libres, intentando no sobrepasar las 350 palabras. A partir del miércoles espero sus respectivos links para armar la lista de participantes. Recuerden que la convocatoria es abierta a tod@ quien  desee sumarse respetando las normas de Tésalo, bajo el título CADA JUEVES UN RELATO: INPROVISACIÓN. L@s espero!


(imagen tomada de la red)



miércoles, 8 de septiembre de 2021

CADA JUEVES UN RELATO: GRATITUD

Esta semana Dorotea nos propone explayarnos sobre la Gratitud, y como a veces me suele suceder al escribir, mi historia se fue por el camino opuesto y terminó  generando una trama agarrada de los pelos con la premisa original, jeje. Encima, me pasé con la cantidad de palabras, como ya es costumbre. Apelo a su generosidad y su paciencia y aquí les dejo mi aporte juevero. Den clic para leer todos los textos.

(imagen tomada de la red)


(IN) GRATITUD

Tal vez haya quien me recrimine por no ser agradecido. Quien me eche en cara no dar gracias cada día por los bienes que, pese a lo impensado, he ido recibiendo. Sé que no todos llegan a sentir en su alma la grandeza de la Creación y que, por fortuna, yo sí tengo la virtud de apreciar en verdadera magnitud la belleza que cabe tanto en una flor como en los misterios insondables del mar profundo. Sé que no todos logran descubrir la cadencia sutil de un verso en su armonía, ni sosegar su alma triste observando el crepúsculo haciéndose noche en la lejanía, y yo -pese a mi tosca apariencia- sí lo logro. Sé que gracias a mi capacidad de percibir la inmensidad del Universo y dentro de él, la pequeñez del alma humana, he logrado avanzar y crecer en espíritu desde que abrí por primera vez los ojos, lacerado y aturdido.

No acepto, en cambio, la razón de mi existir más allá de comprobar que fue por un capricho de tu soberbia, un delirio mal resuelto de alguien que jugó a ser Dios sin meditar con detenimiento la gravedad de lo que cometía: el pecado original de mi angustioso derrotero en soledad y sin ser querido.

Me dirán que no sé expresarme. Que no sé bien cómo canalizar mi ira ni sé poner freno a mis ímpetus frente a lo que me atormenta y perturba. Que actúo como un ser primitivo e incivilizado, aunque no reaccione muy distinto al resto de los hombres cuando me condenan tan solo por ser como soy, incomprendido y distinto. Abandonado y huérfano, me has negado la identidad, ni siquiera un nombre me has otorgado.

Nadie mide ni mi dolor ni mi tristeza. Huyen de mí espantados a la vez que me condenan por huir. Se ensañan con sólo verme y me reclaman si me defiendo ante sus incontables agresiones. Soy tal vez el monstruo que temen ver en su propio interior y por eso les repelo. Los comprendo. No somos tan distintos.

Pero no puedo sentir gratitud por ser esto que creaste. No esperes que te vea como padre generoso que me ha otorgado la vida. Nada más alejado de mi corazón que eso. Es muy cercano al odio lo que siento por ti y no me cuesta admitirlo. Ahora, mirando mi reflejo en tus ojos aterrorizados, intento contener mi venganza dándote una última oportunidad para menguar tu daño: si no puedes dar marcha atrás con la atrocidad que en mí haz creado, te exijo al menos que busques aliviar mi dolorosa soledad otorgándome una compañera de mi misma naturaleza. Alguien que como yo sienta y comprenda, alguien a quien pueda amar sin ser humillado ni despreciado. Alguien con quien compartir este destino incierto al que me has condenado por el sólo arrebato de tu vanidad de científico inescrupuloso e insano. Si así lo haces, te perdonaré la vida y la de tus descendientes, Víctor. De otro modo hoy mismo el nombre del Dr. Frankenstein será olvidado.


miércoles, 1 de septiembre de 2021

CADA JUEVES UN RELATO: RELATO EN DOS TIEMPOS... O MÁS

 Sumándome a la convocatoria juevera que esta semana nos deja Inma desde su blog, me dispongo a intentar jugar con el tiempo (asumiendo con cierta culpa que me pasé en cantidad de palabras). Dar clic aquí para leer todos las historias. 


EL JUEGO DEL TIEMPO

Inesperadamente heredó la casa. Una antigua construcción centenaria en las afueras de un pueblo en medio de la nada. Pensó que quizás la suerte comenzaba a cambiarle a partir de ese momento e inmediatamente se dispuso a tomar posesión de ella. Apenas llegar afloraron los recuerdos. Registros de su niñez que creía perdidos bajo la niebla de la desmemoria. Los coloridos veranos con sus abuelos, las siestas a la sombra del olivo, las carreras junto al rio con sus primos, las primeras flores que viera nacer. Algo de aquellas evocaciones hizo que su mirada dejara de lado sus habituales pesares y hasta sintió que le brotaba una sonrisa.

La casa estaba en silencio y sombría. Descascaradas sus paredes pero seguía acogedor su espíritu. Abrió las ventanas para que el sol y el aire despejaran el polvo del tiempo ido. Mucho del ayer logró aflorar con placidez de todos los rincones y una dulce nostalgia lo envolvió con ternura. Tuvo la certeza que allí había sido feliz.

Luego de comer unas frutas cortadas del jardín que solía cuidar su abuelo, se fue a dormir, agotado por el viaje y por la gris pesadumbre acumulada sobre sus hombros. Sin grandes prolegómenos ni necesidad de pastillas, lo logró rápido y profundo. Nada que ver con las angustiosas noches de sus últimos años.

Soñó con su infancia bajo aquel mismo techo y aquel mismo cielo, su inocencia, su alegría, la sensación de libertad latiendo bajo su piel. Recordó con nitidez las caricias de su abuela, las risas de sus padres, los ojos chispeantes de su abuelo, el aroma de los azahares, el rojo de las manzanas lustrosas, las noches de lluvia después de la cena compartida, el sonido de la radio acompañando la sobremesa. Bellos detalles que tenía totalmente olvidados.

A la mañana siguiente despertó reconfortado y con el vívido recuerdo de un ingenioso juego de mesa que solía jugar en aquel tiempo. Revisó todos los estantes de la biblioteca en que solían guardarlo, rezando poder encontrarlo. Detrás de una vieja foto en que se le veía radiante junto a sus padres y abuelos, lo halló.

El artesanal tablero constaba de una grilla intrincada de casillas que a simple vista resultaba laberíntica, alternando en claros y oscuros el camino de madera por donde el jugador avanzaba con su ficha sobre las representadas líneas del tiempo hasta llegar a alguna bifurcación desde donde, luego de girar una especie de ruleta con distintas opciones y considerando las variables que surgían de cinco dados que se arrojaban antes de adelantar, decidía qué camino tomar, optando así por una de las tantas rutas que el juego proponía, brindando al hacerlo aventuras, pesares, encuentros y consecuencias que nunca se repetían y determinando, según surgieran de las múltiples posibles combinaciones, circunstancias por las que el participante arribaría a un punto de llegada diferente. He ahí lo atractivo y divertido del asunto. En ciertos cruces de los eventuales caminos que podían recorrerse había algunos pocos casilleros en donde aparecía la leyenda “botón de arrepentimiento” instancia por la que se podía optar si allí se caía al tirar los dados y la ruta que se iba transitando no resultaba ser favorable para el jugador. Al invocar en voz alta ese recurso, se le permitía retroceder sobre la línea temporal hasta algún punto antes transitado y desde allí redefinir el trazado explorando alguna nueva bifurcación. Esa posibilidad implicaba enfrentarse a nuevos riesgos y consecuencias, por lo que la llegada al futuro deseado nunca estaba garantizada.

Mientras recordaba lo complejo del juego, y lo relacionaba con lo complicada e infeliz que venía siendo hasta entonces su vida, descubrió que detrás de la foto que ocultaba la caja de madera, con letra que reconocía como la de su abuela, había un curioso mensaje:

 “Marco, pequeño, si quieres volver, mirando hacia aquí, pronuncia en voz alta la opción botón de arrepentimiento” y se le ocurrió pensar lo bueno que sería si aquel juego tan especial que compartía de niño con sus mayores tuviera oculto en verdad algún poder extraordinario que hiciera posible mover hacia atrás el tiempo dándole la opción de borrar las malas decisiones que modificaron drásticamente su destino.

Esta noche antes de dormir, frente a la foto familiar y al atrapante tablero desplegado listo para retomar el juego, intentando traspasar con sus felices recuerdos el ajado papel sepia en el que se ve retratado junto a sus seres queridos, (el pequeño) Marco se seca las lágrimas hasta ayer contenidas y se apresta a accionar el botón de arrepentimiento como último recurso justo antes de claudicar.


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