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lunes, 16 de noviembre de 2009

LOS ÁNGELES MÁS SUFRIDOS NO SUELEN TENER ALAS (Capítulo 1)




Capítulo 1: Ese hueco infinito


Arrastrando uno de sus zapatos porque se le ha roto el taco al rodar por las escaleras, la mujer se aleja de los muelles caminando lentamente. Allí despertó, mareada aún por el alcohol que la ahogó la noche anterior.

Es joven. Se adivina que podría haber sido bella, pero su piel ajada por los excesos y el desamor que suele sentir por ella misma ha hecho que siglos de concupiscencia caigan sobre sus hombros sin piedad, como suelen hacerlo, cuando un alma se compadece de sus pecados pero no hace nada por remediarlos.

Falda cortísima. Cabellera rubia. Ojos sin brillo. Tristeza a cuestas.

El círculo vicioso que la envuelve cada vez se hace más denso, más oscuro, más difícil de ser roto. Se diría que ella ya ha perdido la esperanza de poder hallar la forma de quebrar el infortunio al que se entregó, ya no recuerda desde cuando, pero sí sabe bien a causa de qué…o de quién…y aunque ha intentado borrar ese rostro abominable de sus recuerdos con todo el licor del mundo, nada logra hacer desaparecer la opresión que desde entonces siente en su pecho, en su vientre y en su alma.

Para vencer el asco que sintió aquella vez primera cuando el infierno se hizo carne en la suya, intentó arrancarse de a pedazos la conciencia, la razón, los recuerdos, la piel sucia por aquella boca impía que la marcó para siempre.

No sólo su infancia quedó hecha añicos. También fueron los sueños, las ganas, la esperanza, la fe en la humanidad…y nada pudo ser ya como antes - como quizás debió ser y ya nunca será-.

Sedienta de algo que no se bebe vaga desde entonces por los arrabales, los rincones más oscuros, más inhóspitos, jugando a tentar a la suerte que nunca la llamó - más bien la despreció – y que parece no querer mostrarle nunca el lado de la luna que, dicen, es claro y luminoso.

Su corazón palpita porque no lo piensa. De otro modo acabaría ya mismo con su tonto latir desesperanzado.

Ya nada espera. En nada cree. Pocas cosas teme, menos aún la tientan. Sólo durante sus borracheras logra atisbar alguna hendija por donde emular eso que llaman felicidad y que allá lejos quedó, junto con su inocencia.

Cabizbaja, canturreando alguna melodía que le ronda en su mente, se contonea ya sin gracia ni disimulo frente a los obreros que se agolpan para entrar frente a las puertas de las fábricas.

Ellos a punto de iniciar su jornada. Ella buscando acabarla en su triste pieza de pensión, dispuesta a dejarse caer, agotada, sobre el viejo colchón que la espera como único consuelo.

El rimmel de sus ojos se ha corrido por el llanto. Llora casi sin saberlo, porque las lágrimas son ya para ella como la respiración: no tiene conciencia de ellas, pero no dejan de insistir.

Desde que sobrevive por allí, entre esa mugre, esos rincones, aquel puente sobre el río se le ofrece como prometedora tentación. Último recurso de las almas en pena, la muerte persiste, omnipresente, como única salida a sus días de hastío. Angustia eterna que se disuelve sólo con el vaho de lo que obnubila, la vida es para ella sólo el transcurso gris de un día y una noche sobre otros. Iguales. Vacíos. Ausentes.

La cruda realidad la obliga a ser egoísta, a no percibir el dolor ni propio ni ajeno. De otro modo no cabría ya más sufrimiento en su interior.

Se obliga a andar por la vida en muda persistencia. Blando ir y venir de transacciones fatuas por las que vende o compra el alcohol, el cuerpo, el silencio, el calor, la soledad…

La idea de escapar de ese infierno permanente la seduce más aún en mañanas como esa, cuando el ruido y las luces jactanciosas de la noche sucumben bajo la tenue perspectiva del sol de otoño que se asoma en el horizonte, tan lejano a su oscura pesadumbre como la nada que se ofrece ante ella cada nuevo día.

Cuando esa angustia esencial se mete por cada uno de sus poros ella siente que es poco menos que nada. Que sus días están absolutamente huecos. Vacíos. Sin ninguna ilusión que les de sentido.

Pensar en encontrar algún destello de luz frente a sus ojos es apenas una quimera que ni siquiera la entretiene más de lo que tarda en olvidar su propio nombre, oculto desde siempre tras ese burdo alias por el que se la conoce y que alguno de sus clientes le estampó como estigma perpetuo para que nunca olvide su destino.


(continuará)



14 comentarios:

Any dijo...

Ouch, espero que encuentre una salida a tanto dolor. Es la imagen de la desolación ... me acordé de las chicas de calle San Juan, que inspiran mas pena que otra cosa. En fin. Espero que esta historia tenga un final esperanzador cuanto menos
Un abrazo

Monika dijo...

Mmmmm, duele leerlo solamente.

MORGANA dijo...

Desgarrador tanto sufrimiento Moni...espero la segunda parte ansiosa.
Besos.MJ

Sinuhe dijo...

Anda que bien¡¡ Trilogía al canto¡¡ :)

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Lo imprimo para leerlo despacio.

Besos...!

Unknown dijo...

Duro, muy duro...
Espero los siguientes capítulos.
Un beso

Lala dijo...

Es un personaje lleno de realidad.
Hay realidades así, por desgracia.
A mi me despiertan una terrible pena, pero no porque esas personas sean penosas, sino por la pena de vida que les toca vivir.
Morir en vida es lo más duro.
Personas como la que de momento, no tiene nombre, están muertas en vida y sin embargo, mientras viven queda la esperanza de la resurrección.
En el fondo, creo que sueñan con eso porque la esperanza nunca se pierde.
Esperaremos a seguir leyendo...
;)


Un beso


Lala

sara dijo...

Sigo tu historia con gran interés!!

Como nos gustan a nosotras los continuará..jajja

besitoss miles

Sara

Anónimo dijo...

Hola! desgarrador relato, hasta el próximo capitulo.

Saludos.

Nancy dijo...

Oohhhhhhh no quería empezar el día poniéndome triste y es el segundo blog que me aporrea la conciencia con imágenes que son tan reales.
Snif, esperaré el desenlace y seguiré vagando un rato en busca de otras historias.
Sin embargo, debo decirte que aunque triste, tu relaato tiene un sabor que encanta... que hechiza y que lo obliga a uno a seguir leyendo y a esperar la siguiente entrega. Tienes un talento increíble para narrar historias.

yonky dijo...

Me intriga saber como resloveras ovillar esta madeja sin poner en riesgo ese fino y fragil hilo que la contiene.

Adelante con la tarea,te sigo ensimismado.

cariños

Pepi dijo...

Triste relato, aunque por desgracia, a veces la realidad supera a la ficción. No sé como lo piensas acabar, pero yo espero que esta mujer tenga la suerte de una mañana ver el amanecer con otros ojos, entonces ¿quién sabe? todos tenemos derecho a empezar de nuevo. Espero la continuación, aunque siga con mi pelea con las gafas. Besitos.

Marisol Cragg de Mark dijo...

Entré primero a leer el segundo capítulo, pero preferí retroceder y leerte desde el principio...describes una realidad dura. ¿Por qué hay seres que escogen ese tipo de camino? Sin embargo, hay prostitutas y hombres también que se venden con gusto.
A mí me daría miedo una vida así.
Te dejo un abrazo...te sigo leyendo.

Alhena dijo...

Hola Neo
Hoy me toca leer dos capítulos.
Nos has introducido de forma magistral a la vida que sufre la protagonista, es un fiel retrato de la realidad.

Sigo...

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