Me sumo con este texto a la Convocatoria de esta semana. Pasar por el post anterior para recorrer la lista de participantes.
Desde lo alto el mundo se ve de
otra manera.
La destreza de mostrarse
imponente, asiendo el trapecio con diligencia le hace sentir privilegiado, liviano
y fantástico, volando entre nubes. Distinto a los otros de abajo, que nunca consiguen
diluir el infortunio de ser los seres tristes que pueblan el circo.
Libre de los pudores de sus
comienzos, alimentado por sobrada experiencia, el gran trapecista preanuncia su
acto con cielo de luces y son de fanfarrias.
Se hace silencio, el público late:
aguarda expectante su claro dominio que lo hace incorpóreo, más leve que el
aire, certero en el ritmo que llevan sus brazos, tomando sin peso el columpio
que pasa y transporta su arte, logrando que el aire lo eleve sin miedo ni vértigos.
Desde arriba él observa el mundo
en su impostura, contempla con sorna el cruel simulacro que puebla la pista. Payasos
y magos, juglares y fraudes. Cada quien simula borrar sus miserias. Se pintan su máscara. Ocultan fantasmas
vistiendo complejos de brillo y finura aunque son farsantes: reniegan del
absurdo de tener que ventilar fealdades como si fuesen virtudes.
Pero su acto es otro. Más puro,
más digno, refinado en su estilo y sobre todo, lo alienta a la fuga. Libertad
absoluta poblando sus entrañas cuando logra dominar al viento. Se acrecienta
ante el aplauso del público, su vuelo se estimula, alcanzando en el clímax la potestad
absoluta.
Es por eso que esta noche se
animará a romper los límites de lo posible: comenzará su acto, entrecerrará los
ojos para que el movimiento alcance por sí solo el ritmo grácil que se requiere
–más de una vez ha comenzado y culminado su rutina sin necesidad de observar el
vaivén de su trapecio- y comenzará a volar, libre esta vez de redes y arneses, elevándose
por sobre el dosel de la carpa emparchada.
El pleno dominio de su arte,
asombra y seduce. Público y artistas estallan en aplausos. La euforia es
infinita cuando de improviso, en lugar de culminar su rutina como siempre, el experimentado
trapecista alcanza una altura inaudita saliendo del cobijo de la carpa y
tocando –casi- la luna… se deja caer, después,
sin ninguna gracia, sobre el barro del suelo que -con desprecio- por última vez
le recibe.
26 comentarios:
Gran destreza y gran final para el protagonista. El circo es un buen tema para fantasear con imágenes. Saludos.
Muchas gracias JLO. Coincido, de ahi que lo propuse como tema aunque ese ambiente nunca me resultó agradable, más bien, deprimente. Un abrazo
Los trapecistas siempre me han causado mucha emoción, verlos volar me hacia soñar. Tu protagonista se cansó y su final (el que tu le has dado) es una sorpresa. Abrazos
Que bien lo has descrito, el circo y sus miserias, ocultas tras unas máscaras que a los demás nos hacen reír `, pero tal vez ocultan tristezas. El trapecista desde arriba lo ve de otro modo, su libertad al esas piruetas y esos saltos le da esa grandeza de volar .
Me gusto el enfoque que le diste. Un besote , gracias por la convocatoria.
Puede ser que los trapecistas en especial sobresalen en el mundo del circo porque hacen algo extremadamente peligroso, es decir su acto en si es el desafio a caer. Quizas ese es el fin añorado de un trapecista: morir luego de un gran salto al vacio.
Mi intención era mostrar que en su delirio de grandeza en realidad creyó que sí podía volar. El final trágico lo puso en su lugar. Gracias por leer, Ester. Un abrazo
Te agradezco por sumarte, campirela, siempre entusiasta y colaboradora. Un fuerte abrazo
Tal vez sea ese el final que saben, casi seguro les espera, sobre todo si llegan a creer que en realidad pueden volar. Un abrazo. José. Gracias por la atenta lectura
Destreza descriptiva del mundo circense y un épico personaje asumiendo un sorpresivo dramático final. Muy bien logrado.
Abrazo hasta allá.
Te agradezco tu visita y comentario, Carlos. Celebro que te haya gustado. Un abrazo
Pero ¿el charco no era tan profundo como para que pudiera volver a intentarlo?
El exceso de confianza tiene consecuencias variables según la profesión de cada uno.
Abrazooo
Hola Neo!
Sin duda los trapecistas deben ser de los artistas más admirados y enviduados del circo. Y es que poder sentir esavsensación de casi volar debe ser única. El final de tu relato me ha recordado un poco al mio, je je! Sin duda tu historia siempre poética! Un abrazote y gracias por proponernos este tema genial!
¿otro ícaro que creyó poder más allá de sus sueños?
Conviene tener los pies sobre la tierra y no creerse que porque se anda en las alturas se puede llegar a volar. Somos humanos. Debemos recordarlo. Gracias por la atenta lectura Gabi
Gracias a ustedes por hacerlo interesante. Un beso, Marifé
Exacto! He ahí el mensaje que quise transmitir. Me alegra que así lo interpretaras. Un abrazo Beauseant y muchas gracias por la visita
En los circos suele pasar, por lo que dicen, que los artistas llegan a creer que gozan de superpoderes y al final acaban mal , si no estrellados, profundamente trastornados. No me gusta esa profesión.
Gracias Neo, por todo y sobre todo por enlazarme.
Un sbrazo
Gracias a vos, Tracy, por sumarte activamente. Un abrazo
estaba deslumbrado ante su destreza. viendo al hombre emulando a Icaro para llegar al sol y robar su fuego, recibe el castigo que los dioses guardan para aquellos que la soberbia les lleva a competir con ellos. Tánato Un abrazo Mónica
Pintas al trapecista como un ser elevado, casi divino, que desde su trapecio observa con desprecio el "cruel simulacro" del circo y sus personajes: payasos, magos y juglares que ocultan sus miserias tras máscaras de brillo. El lenguaje es lírico, cargado de imágenes potentes como “volando entre nubes” o “dominar al viento”, pero con un toque sombrío que encaja de maravilla con el género, mostrando la soledad y el desdén del protagonista hacia el mundo de abajo.
La atmósfera es hipnótica, con un ritmo que te lleva de la grandeza del trapecista a su caída literal y metafórica. Esa decisión final de volar sin red, tocando casi la luna antes de estrellarse en el barro, es un golpe maestro: un símbolo brutal de la ambición, la libertad y el precio de desafiar los límites.
Consigues retratar la sensación de un alma atrapada que busca trascender, solo para enfrentarse a la cruda realidad. Es un relato que te deja con un nudo en el estómago, ideal para los que amamos las historias que dejan huella.
Un abrazo
Una historia muy bien contada, la gracia y destreza de ese trapecista y su trágico final.
Siempre me dio miedo ver a los trapecistas, realmente es peligroso y no sé cuánto vale una vida para arriesgarse de esa manera, un abrazo.
PATRICIA F.
Siempre atento y atinado en tus comentarios, Rodolfo. Muchas gracias. Buen fin de semana
Marcos, no puedo más que agradecer y valorar en extremo cada una de tus palabras. Muchísimas gracias por la atenta lectura y el pormenorizado análisis. Un abrazo y muchas gracias otra vez
Admirable destreza la que los lleva a lucirse en algo tan arriesgado, Patricia. Muy cierto. Te agradezco por leer y comentar. Un abrazo
Tengo buen recuerdo del circo de mi infancia. Todos los números me gustaban, unos por su comicidad, otros por su riesgo, otros por sus habilidades, otros por traer aires orientalistas y selváticos...ah el circo, está en el adn de uno. Saludo.
Me alegra haberte traído buenos recuerdos, paseante. Muchas gracias por tu visita. Un abrazo
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