Me sumo con este texto a la propuesta juevera de esta semana que nos deja Marifé desde su blog. Les invito a leer todos los relatos.
Te cuentan que
pese a haber sido mujer, tras el primer enfrentamiento se convirtió en leyenda.
Joven y vigorosa,
trabajadora tenaz, madre adolescente y entusiasta revolucionaria.
Ágil en el campo
de entrenamiento, de excepcional puntería y valiente en su virtud de certera francotiradora.
Sobreviviente y mal
herida se sobrepuso a las batallas y fue premiada como modelo femenino a emular
dentro y fuera de su patria.
Terminada la
guerra fue reconocida como heroína, embajadora internacional de una revolución
que se agigantaba más allá de las fronteras. Exportaron con honor su
patriotismo y coraje.
¿Cómo, entonces después
de tanta gloria, tan insigne y destacado personaje -aún joven y con prometedor
futuro- sucumbe a la depresión y el estrés, perdiendo esa batalla?
De la mano del
alcohol que diluye su templanza, por los traumas y el dolor que siempre causan
las guerras, no consigue apaciguar ni los gritos ni el terror de los muertos a
su cargo.
309 almas que
ayer perecieron por su mano, seguro, clamaron rencor como avatares de muertos.
Nada bueno
pudo al final rescatar aquella mujer que
luchó de igual a igual en un infierno de hombres. ¿Qué de bueno puede florecer
tras transitarse una guerra?
Sea hombre o sea mujer, quien las haya padecido sabrá que sólo queda el dolor, la impotencia y el rencor como epitafio de muerte.