En medio de toses y cierto decaimiento provocado por una leve gripe o algo similar, rescato uno de mis textos ya publicados para sumarme a la convocatoria juevera que nos deja Campirela desde su blog. Creo que la temática de la historia puede adaptarse a la interesante consigna. Dar clic aquí para leer todos los relatos
EL ÚLTIMO VUELO
Apenas llegar al
aeropuerto la vi en la fila de embarque del que sería mi último vuelo. Se
destacaba de entre el resto de la gente por un extraño halo que parecía
envolverla, una especie de irreal resplandor que se desprendía de su rostro pálido
mientras observaba a todos con sus ojos turbios y la frialdad de quien se sabe
más allá de lo aparente. Pero más que sus ojos indescriptiblemente intimidantes,
lo que más desasosiego logró despertarme en aquel momento fue su sonrisa: una
perpetua sonrisa incomprensible dibujada secamente sobre su rostro a modo de
estudiado camuflaje entre tantas personas ansiosas y entusiasmadas por la
inminente partida.
Me impresionó desde
el principio, pero al poco rato busqué diluir mi inquietud ocupándome de los
rutinarios trámites de embarque. Sólo después de instalado en mi asiento,
resignadamente dispuesto a sobrellevar las veinte horas de vuelo de la mejor
manera posible, volví a pensar en su inquietante sonrisa cuando por casualidad,
entre la multitud del pasaje, la vi ubicándose en primera clase. Un nudo de
angustia se me instaló en el estómago desde ese momento y nada de lo que
intenté hacer después para distenderme consiguió sacármela de la cabeza.
No logré tragar
bocado ni distraerme con juegos, lecturas o películas. Sólo conseguí al fin evadirme
gracias al fuerte somnífero al que recurro cuando los nervios me ganan la
pulseada en circunstancias difíciles. Sumergido en el grato murmullo que el
resto de los pasajeros me regalaban como canción de cuna, me dejé llevar por el
sueño buscando espantar los temores que se empeñaban en asomar en mi cabeza. No
sé bien cuánto tiempo dormí. No recuerdo nada que me sirva como referencia de
lo que pudiera haber pasado. Sólo sé que desperté sobresaltado con el mismo
nudo apretándome el estómago y un extraño sabor amargo inundándome la boca.
Al mirar a mi
alrededor sólo logré ver butacas vacías. Me puse de pie para conseguir una mayor
perspectiva de la cabina y a nadie conseguí divisar entre la penumbra, ningún otro
pasajero, ninguna azafata atendiendo algún pedido, todo estaba quieto y
silencioso. Avancé aturdido por el pasillo y el mismo panorama desolador se
presentó ante mis ojos en la sección de primera clase, ningún ser viviente
quedaba a la vista, sólo los inequívocos rastros de que en algún momento sí
habían estado allí, sentados y entretenidos en sus cosas: abrigos, bolsos,
teléfonos celulares, bebidas aún calientes servidas en las bandejas, pero nadie
a quien recurrir para intentar aclarar lo qué pasaba.
Sentí cómo mi
sangre se heló en el momento en que la recordé y supe, sin dudarlo, que ella
era la causante de todo aquello. Al centrar mi atención en el zumbido de los
motores del avión que inexplicablemente aún seguía en vuelo, tuve la firme
convicción que la encontraría piloteando la nave. Haciendo un esfuerzo
sobrehumano para vencer el terror que se apoderó de mí en aquel instante, me
dirigí hacia la cabina de mando y abrí la puerta. Para mi sorpresa, los puestos
de los pilotos estaban también vacíos. Los pocillos de café humeantes, las
chaquetas colgadas prolijamente sobre los respaldos de los asientos, nada que
pudiese indicar alguna lucha o alguna circunstancia fuera de lo habitual, simplemente
nadie más que yo quedaba en aquel Boeing que seguía su rumbo entre las nubes de
la noche.
De repente el “clic”
de la puerta de la cabina de mando delató que alguien la accionaba desde el
pasillo. No alcancé a darme vuelta, sobresaltado, y la vi. Otra vez el filo de
su mirada parecía observar todo desde un mundo distante, mientras, con su
sonrisa incomprensible desafiaba mis interrogantes despertando mis miedos más
profundos. Disfrutaba de mi terror y gozaba haciéndomelo saber. No cabían
dudas.
Paralizado ante su
presencia no atiné a pronunciar ni un grito, menos, una palabra. Después, avanzando su rostro hacia el mío y
dejando entrever unos dientes oscuros y filosos balbuceó:
-sólo faltas tú-
6 comentarios:
Qué vuelo más misterioso, creo pensar que la muerte era esa sonrisa que perturbaba al pasajero.
Él la vio, estaba seguro de ella, siempre camuflada , pero al final nadie se escapa de ella. Un viaje ,que todos haremos,aunque cuanto más tarde mejor.
Gracias, Neo, de este viaje, aunque no compremos boleto, lo haremos todos.
Besos, muy feliz semana, aquí estamos en el propio infierno de calor.
Olá, querida amiga Mônica!
Sensacional!
Uma inspiração assustadora que prende o leitor do início ao fim.
Gostei muito do enredo tenebroso do aparente 'vampiro'...
Criatividade impressionante.
Ainda bem que foi um voo imaginário.
Muito bom.
Tenha um final de semana abençoado!
Beijinhos fraternos
Un vuelo que nadie quiere tomar, pero del que tampoco podremos zafar jjejeje. Me disculpo por haber recurrido a una historia vieja, Campi, pero mis musas andan un poco congestionadas jeje. Beso
Muchas gracias Roselia, me alegra que la historia te haya resultado atrapante desde el inicio. Un abrazo y gracias por la atención.
Un vuelo terrorífico, esa siniestra risa te mantiene en vilo desde el principio hasta ese final tan desconcertante como aterrador. Es inquietante pensar en el último vuelo, ese vuelo que nadie quisiera coger. Un abrazo
Buf menudo vuelo, Neo, no quisiera yo estar ahí jajaja.
Un placer disfrutar de tu relato, Neo.
Un abrazo.
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