Me uno con este texto a la propuesta juevera de esta semana, cuya lista de participantes queda abierta en el post anterior. Aprovecho para recordarles que se necesitan anfitriones para las próximas fexhas jueveras. Gracias desde ya.
DESDE OTRA REALIDAD
Volvió a su casa con la sensación de una absoluta soledad. El día
había sido largo y la contundencia del silencio en su morada caía sobre él como
sentencia implacable de lo que a esas alturas venía siendo su vida,
absurdamente monótona y vacía.
Durante la jornada, las
imposiciones del trabajo solían camuflar bajo su tedio la vacuidad de una
ininterrumpida sucesión de horas organizadas en función de rentabilidades
ajenas e intereses fatuos. Nada verdaderamente importante pasaba por sus manos
ni ocupaba su mente más allá de lo obligado, modulando su existencia en función
de plazos de entregas y números dibujados.
Pero esa noche, al atravesar el
umbral de su casa, un vago presagio asió
su garganta con guante de seda. No supo explicar cómo ni desde cuándo pero
algo que sabía preexistente afloró de su más recóndito interior poniéndole en
alerta, advirtiendo el momento justo en que la palabra “tiempo” rompía frente a él su propia cáscara. Generándose una especie de puerta inter dimensional,
advirtió que una amenazante figura
vestida de militar hablaba sin mover los labios, recitando un mensaje encriptado nacido de
profundas lejanías:
— He venido sólo para decirte que anoche
tuve un sueño contigo.
— Un sueño no es en sí más
que una sombra. — Respondió con su propia voz otro ser
que, seguramente -desde siempre- lo habitaba. Y de inmediato, su cuerpo, su
mente y su memoria dejaron de pertenecerle, atravesando sin que su voluntad lo
controlara, la transparencia de esa temblorosa irrealidad que ahora todo lo
envolvía.
Más allá de lo enigmática contraseña
que ambas presencias intercambiaron sin que los dos cuerpos utilizados para
dicho ejercicio pudieran oponerse o comprender del todo la profundidad de las
conclusiones vertidas, algo de toda esa trascendencia debió quedar impregnado
en su subconsciente porque, a la mañana siguiente, cuando despertó impertérrito
en su propia cama, algo tenue logró recordar.
Si bien la mente humana es porosa para
el olvido, el diálogo cursado en aquella otra dimensión quedó latiendo en el
interior del hombre solitario como un eco gutural interrogándolo desde lejos:
— ¿Por qué la maldad acecha en el corazón de los hombres? Parece una broma, pero somos inmortales y hasta ahora no hemos
logrado develarlo.
—Nada tan engañoso como el
contenido de sus corazones, lamento decirte que no alcanzará nuestra eternidad
para dilucidarlo, y menos aún, para corregirlo.