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FIGURA Y FONDO

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sábado, 31 de octubre de 2009

UN ALMA EN PENA (primera parte)




DOS SIGLOS DE ESPERA

Con el correr de los años el cementerio quedó enclavado en el centro de la ciudad.

No era así en aquel entonces. Para visitar a sus difuntos la gente debía trasladarse en carretas hasta llegar hasta allí, luego de un trayecto de más de una hora, por un camino de barro y piedra.

Recuerda perfectamente que su madre se ataviaba íntegramente de negro, cubría su cara con un velo espeso y los hacía vestir a él y a su hermano con la mejor ropa de domingo.

Solían concurrir al cementerio por lo menos dos veces al mes, sin contar fechas especiales, como Pascua, Navidad y por sobre todo, el día de los Fieles Difuntos, cuando la visita al cementerio se hacía en forma casi obligada inmediatamente después de la misa.

Rogar por las almas que se encuentran aún en etapa de purificación era una de las obligaciones más importantes de los creyentes, razón por la que los deudos dedicaban en aquellas fechas oraciones especiales en intermediación por el perdón de los pecados de sus familiares difuntos.

En aquella época corretear entre lápidas y cruces se le presentaba como una aventura, una incitación para comparar su valentía con la de su hermano, a quien en cambio, andar entre los muertos le provocaba, incluso, pesadillas posteriores.

Nunca supuso que alguna vez él estaría allí, no ya como visitante, sino como eterno residente. Siempre creyó que él iría directamente al infierno. Por lo menos así se lo había hecho suponer su padre desde que era pequeño.

Rebelde por naturaleza, respondió siempre al desamor paterno con travesuras no demasiado inocentes en su infancia y con una desembozada vida disipada durante su juventud. Preclaro ejemplo de lo que no estaba bien visto ni siquiera para los señoritos bien, que, como él, contaban con el invalorable aval de un ilustre apellido para justificar sus correrías y desvergüenzas, su corta vida fue, sin dudas, un total desperdicio.

Lejos de compensar su carencia de afecto o por lo menos aumentar en algo la atención paterna, aquella vida de excesos y despilfarros sólo lo llevó a un final trágico, temprano y absurdo que, además, desencadenó la muerte de su madre, y posteriormente la de su padre.

Desde entonces, y por alguna razón que desconoce, su alma ha quedado atrapada allí: en la piedra del ángel custodio que se yergue ante el lujoso panteón familiar. Mudo testimonio de un pasado de opulencia que culminó al morir su postrero pariente (ya lejano) de quien ni siquiera recuerda el nombre. Junto con aquel último miembro de su familia extinta, las flores y recuerdos dejaron de venir en su memoria. Nadie sabe ya que alguna vez existió. No dejó amores que dieran frutos, no escribió libros, no realizó buenas obras, no descubrió algo importante para la humanidad…ni siquiera plantó un árbol…y desde allí, aprisionado en la piedra eterna que lo contiene, a veces se pone a añorar las posibilidades que desperdició estando vivo y que ahora, desde su condición de casi nada con conciencia, se arrepiente infinitamente por no haberlas sabido valorar.

No entiende aún por qué su situación no es la misma que habitualmente alcanzan las almas de la mayoría de los difuntos. Son muy pocos los que como él han quedado allí aprisionados. En el último repaso que se hizo, el último Día de los Difuntos - si no se equivocaba - eran sólo diez o quince las almas en pena que aún habitaban ese cementerio. Anclados a sus lápidas, cruces, o esculturas que enmarcan las que son sus tumbas, aquellas pocas ánimas irredentas esperan…simplemente esperan…sin saber qué ni por qué. El resto, (afortunados ellos) ya se han ido. Cada cual hacia el destino que en vida se labró. En sus tumbas ya no queda nada. Sólo osamentas secas que pronto se harán polvo y que nada contienen. Sus espíritus están libres, consagrados, eternos…como debe ser…como se espera que sea.

Por qué, en cambio, aguardan los pocos que como él subsisten allí, luchando por no perder sus conciencias, es algo para lo que aún no halla respuesta.

Dos siglos hacen ya que así se encuentra. Doscientos años de insoportable e inexplicable soledad.

En medio de sus interminables elucubraciones son muy pocas las circunstancias en las que logra alivianar su anquilosamiento pétreo.

Aunque angustiosamente breve, cada año, logra obtener un receso en su inexplicada condena. El Día de los Difuntos, por apenas unas horas, los espectros fantasmales se despegan de sus marmóreas prisiones desperezándose fatuamente en inusual libertad. Es poco lo que consiguen hacer en esas horas, pero en su caso, él suele aprovecharlo para rescatar su propio reflejo (o lo que queda de él) en alguna fuente o en los cristales de la capilla. Esa ha sido la estrategia que viene usando para no perder lo que le queda de su propia conciencia, de su noción de identidad. Sabe que si su memoria se diluye totalmente no quedará nada de su pasado, todo lo que fue se disolverá en la oscuridad del tiempo, y lo que fue su propio yo perdería todo su significado, y por lo tanto, su casi nula posibilidad de redención.

A veces consigue averiguar algo del mundo exterior prestando atención a los visitantes que llegan portando lágrimas y flores. Escucha sus conversaciones, interpreta sus gestos, imagina sus secretos, especula sobre sus vidas. Algunos son sinceros en su dolor, otros sólo cumplen rituales sin sentimiento.

Muchos nunca hallan resignación, padecen la ausencia de quien han amado como si se les hubiese arrancado junto con ellos sus propias vidas. Algunos pocos asumen la muerte con naturalidad, generalmente son sólo los más ancianos los que logran arribar a tal sabiduría. Por supuesto hay muertes que no pueden nunca ser comprendidas o aceptadas. Son las que se han padecido con violencia, a destiempo, injustamente; las que llegan apenas en el inicio de la vida, las de esos pobres seres que han sufrido mucho o ni siquiera han tenido la oportunidad de intentar ser felices. Esas pérdidas son inaceptables, aún para quienes ya no están en el mundo de los vivos…o por lo menos, no lo están en plenitud, como él y otras pobres almas en espera.

Entre los habituales concurrentes a su cementerio (cada vez quedan menos) hay una joven que lo enternece íntimamente. Se diría que le llega al corazón…si lo tuviese!

La pobre viene todos los días, desde hace dos años. Llega sola, sollozante, con un gran ramo de flores frescas que coloca frente a la tumba de sus abuelos, reponiendo innecesariamente el ramo anterior que aún permanece fragante.

Ha quedado sola. Su única familia eran los dos viejos que la criaron entre miedos y algodones, como quien preserva un tesoro muy apreciado. Pero en medio de ese amor incondicional que sin duda entregaron sin medida, no pensaron en transmitirle a su nieta ni la fortaleza ni el entusiasmo por la vida de los que hoy carece.

Desde su privilegiado puesto de observación aunado con el ángel custodio que vela su panteón, cada tarde la contempla desde lejos. En silencio obligado y pétrea quietud sus deseos de consolarla y protegerla crecen con el transcurrir de los días.

Lo inquieta sobremanera la angustia que logra advertir en aquella muchachita triste y apocada. Quisiera infundirle ánimos, esperanza. Quisiera hacerla sentir acompañada.

Nada más lejano a sus posibilidades. Solamente en su sueños más avezados consigue imaginarse libre, fluyendo hacia donde su voluntad lo disponga, alejándose de aquella masa de piedra alada que es su cárcel desde que truncara burdamente la que fue su vida.

Está convencido que, de poder otra vez amar, sería a ella a quien amaría. Pero son sólo sueños imposibles de un alma solitaria y condenada.

Pero no todos los visitantes del cementerio son deudos. Suelen arribar también otro tipo de concurrentes. Extrañas criaturas mal encaradas que se las ingenian para saltar los muros sin que los serenos se den cuenta. Grupos de cinco o seis jóvenes con vestimentas llamativas, oscuras en su mayoría, con un curioso arsenal de amuletos, abalorios y misteriosos signos tatuados en su piel suelen congregarse delante de las tumbas más antiguas para realizar insólitos simulacros de ceremonias satánicas, invocaciones maléficas que intentan conjurar poderes sobrenaturales suponiendo que con eso lograrán adentrarse en el submundo de la oscuridad y lo desconocido. Patéticos muchachos que buscan matar su mediocridad poniendo a prueba los límites entre lo cotidiano y lo esotérico, fingiendo conocer los umbrales de la maldad que gustan de experimentar y exhibir. Más de una vez han arrancado con sádica impudicia los crucifijos de algunos nichos, pintarrajeando con palabras soeces los frentes blanqueados de las tumbas o de los panteones más bellos. Han blasfemado contra los muertos e insultado a los vivos y esas actitudes tan irrespetuosas han hecho que se despertara en él una particular aversión hacia esos bravucones vulgares y mal nacidos. De ser posible quisiera alguna vez encontrarse con ellos frente a frente para darles su merecido. Pero también son esas, ensoñaciones inverosímiles a las que su alma apenada recurre, quizás para engañarse y justificar en algo su fatua existencia.

Esa mañana ha notado desde temprano una particular concurrencia de dolientes. No se trata de entierros recientes o de ceremonias de homenajes póstumos. No tiene aún la certeza pero por la época del año, el esmero con que los trabajadores del cementerio limpian los caminos principales y hasta podan los arbustos, cree suponer que el ansiado día ha llegado…Día de Difuntos…por fin!...otra vez! Y de sólo pensarlo lo que le queda de emoción consigue traspasar la piedra del angelote que lo encierra. Será que con el paso de las décadas su pobre alma se va poniendo cada vez más imprecisa en esto de contar la sucesión de días y noches…pero realmente este último año se le pasó volando…y al tomar conciencia de esa expresión tan humana, tan ajena a su condición de espíritu intemporal, casi logra transmitir a su estatua contenedora lo que aparenta ser una sonrisa.

Si cabría el término, podría decir que se siente alegre. Esa misma noche podrá otra vez saborear la libertad de su blando vagar inmaterial. Tenue fantasma que busca hallar el por qué de su permanencia y que disfruta, con la intensidad de lo que se sabe medido y excepcional, la posibilidad maravillosa de trasladarse a voluntad.

Semejante bendición no puede dejarse a la improvisación. Deberá decidir muy bien cómo aprovechará esas increíbles horas de libre deambular. Sin duda dedicará una buena parte de su tiempo a merodear por la capilla que se halla cerca de la entrada principal del cementerio. En sus espejados vitrales, socorrido por la luz del plenilunio, tendrá la oportunidad de reencontrase con su propia imagen. Aspecto visible de su identidad al que no debe dejar desaparecer entre las telarañas del pasado y la imponencia de la eternidad. Sabe que si no lo hace, aunque más no sea por breves momentos, su conciencia de ser aún, quien fuera en vida, se fundirá en la nada que lo envolverá por los siglos de los siglos, sin recuerdos ni deseos que puedan aliviarle en algo la soledad que le espera. No debe renunciar a su propio recuerdo. Es el único hilo que aún lo ata a la humanidad que se le fue.

Las horas parecen pasar con mayor lentitud. El sol del mediodía castiga sin piedad hasta a las estatuas más impertérritas. Los visitantes van dejando sus ofrendas florales junto al retrato de sus deudos. Les dedican en silencio sus rezos y sus recuerdos. Les regalan algún beso nostálgico y parten. Regresan otra vez a sus rutinas, a sus urgencias, a sus mundos de prisas y preocupaciones, de llantos y de risas, de luces y de sombras…

Durante las últimas horas de la tarde es poco lo que altera la quietud que suele reinar entre aquellos muros. Pocos visitantes quedan recorriendo los sinuosos senderos del cementerio.

Más demorada que de costumbre llega, por fin, casi a la hora del cierre, la solitaria muchachita de sus desvelos. Se quedará como de costumbre por lo menos media hora, hablándoles a sus abuelos como si allí estuvieran, arreglando las flores, limpiando las lápidas, sacando lustre a las ya muy pulidas cruces de bronce.

Parece que no tiene mucha noción de la hora. Ensimismada como está en sus ofrendas y rezos no percibe que han cerrado ya las puertas de la entrada principal y están a punto de hacer lo mismo con las secundarias.

La impaciencia del personal de mantenimiento por acabar con sus tareas hace que ninguno tome en cuenta la presencia de la muchacha que se verá sorprendida por la llegada de la noche.

Por un momento se instala en su conciencia una idea que hubiese sido muy propia de su anterior existencia: aprovechar las circunstancias extraordinarias que esa noche tan especial se les brinda a las almas irredentas, para acercársele a la muchacha…enseguida desestima como inadecuada y poco feliz aquella ocurrencia. Nada menos romántico que un alma en pena flotando entre las lápidas de un cementerio como para enamorar a una joven!!!...la sola idea se le ocurre absurda y lamentable, poniendo al descubierto su nada envidiable situación de ánima que vaga indecisa entre el filo de dos mundos, sin comprender siquiera a qué se debe su enigmático destino.

Por otro lado, la ansiedad por volver a sentirse liberado de su cárcel estatuaria se le vuelve insoportable. No ve la hora que el último rayo de sol caiga sobre los muros del cementerio para que con el manto estrellado de la noche se liberen, por fin, los espíritus de su mudo suplicio.

Reencontrarse con la posibilidad de recorrer, al menos, los entornos de su cementerio – su lúgubre mundo inmediato – se le plantea como una maravillosa aventura, añorada experiencia que intenta renovar en su memoria una y otra vez mientras dura su anual letargo inerte de trescientos sesenta y cuatro días.

Han sido casi doscientos, hasta ahora, sus escapes momentáneos. De a poco ha ido tomado idea de sus capacidades. La primera vez que lo intentó, aquel lejano primer Día de Difuntos, desperdició la mayor parte del breve tiempo disponible tratando de ubicarse frente a la ya casi olvidada noción de tridimensionalidad del mundo material. No le resultó fácil familiarizarse otra vez con las relaciones espaciales, movilizarse en función del largo, ancho y alto de las cosas se le presentó de veras complicado. Algo casi innato para los mortales resulta sumamente novedoso para los imprecisos fantasmas primerizos. De ahí que algunos prefieran atravesar directamente los muros y las puertas de las construcciones que los contienen.

Contrario a lo que se pudiera pensar, no lo hacen por el simple afán de impresionar a algún mortal que tenga la infrecuente oportunidad de toparse con ellos, más bien recurren a esa práctica – en apariencia sumamente dramática – por pura comodidad.

No era su caso. Con el paso de los años había logrado dominar en forma asombrosa todas las técnicas. Había conseguido hasta utilizar los picaportes y abrir cerrojos...y estaba muy orgulloso de ello.

De repente se reencontró divagando en pensamientos poco trascendentes y esa curiosa manera de alejar la inquietud que le provocaba la cercanía de la muchacha y la pronta llegada de la noche, le hizo bastante gracia.

En eso estaba cuando un conocido sonido quebró la soledad de sus pensamientos: habían cerrado al fin todas las puertas.


(continuará)



viernes, 30 de octubre de 2009

ANTÍDOTO




"La edad no es un pretexto para ponerse viejo"

(no sé quien lo dijo...pero lo transcribo, como antídoto contra la depresión)


...que tengan un estupendo día!

(yo haré todo lo posible con el mío!)


jueves, 29 de octubre de 2009

SIN MUSAS NI RIMAS




Escasa de inspiración

intento

sujetarme

de alguna musa trasnochada

que me regale un poco

- o mucho –

de sus polvos mágicos

con los que se hacen

los versos.

Le pido que tenga piedad,

que se conduela.

Pero no.

Nada de lo que le digo

logra conmoverla.

Y se va.

Silenciosa como llegó.

Sin aportarme

ideas

ni rimas

ni talento

- qué bien escaso!-

previo a que me doblegue

ante el sueño.




miércoles, 28 de octubre de 2009

LIBERTAD CON LÍMITES





Los límites

de mi libertad

son bien claros,

precisos:


se inician

en mi identidad,

en mi condición de ser,

por el mero hecho

de haber yo nacido.


Se extienden,

en tren de igualdad,

hacia los demás,

aunque por fuera

seamos distintos.


Culminan,

con justa equidad

en el mismo punto

donde da comienzo

el albedrío ajeno.



martes, 27 de octubre de 2009

CON CENTRO EN EL OMBLIGO





Están los que entienden

- egoístas y necios -

que el mundo gira inmune

haciendo centro y eje

en el radio de su ombligo.


No hallan que fuese posible

- o se niegan -

que persistan otros muchos

con vidas inciertas que valgan

hoy, tanto como las suyas.


Suponen ser muy sensibles,

civilizados, correctos,

fundamentales y cautos,

pero en verdad sólo alientan

valores superficiales.


A la hora de resguardar

se olvidan de los demás

no tienen pudores de huir

poniendo primero el pie

a salvo en tierras seguras.


Esos tíos son el karma

de sociedades inertes

que no escuchan

ni entienden

el dolor de los que excluyen.



lunes, 26 de octubre de 2009

RECÍPROCA EXISTENCIA (tan sólo un delirio)







A veces tengo

la íntima sensación

de estar viviendo

el sueño que otro/a

está soñando

en alguna galaxia

que no es ésta,

que no es la mía…


Supongo que

en forma recíproca

la vida de ese otro/a

alguna vez

será soñada

por mí

en esta galaxia

que sí es mía.



sábado, 24 de octubre de 2009

ESA MEZCLA DE FACTORES (a la que llamamos suerte)




Existen

los dictados de la suerte?


…o son solo

conclusiones

de quienes

descargan en ella

la responsabilidad

e incumbencia

al ver la desinencia

que los sueños,

los otros,

la confianza

y las propias decisiones

en entretejido juego

elaboran al pasar




jueves, 22 de octubre de 2009

COLMADA DE LUZ




Reverberación de la luz

intensa

desbordante…

Al entreabrir los ojos

frente a esplendorosa mañana

la ilusión nace

si me propongo

sentirme plena…

honda…

flamante…

aspirando cada bocanada

de aire y de sol

para inundarme.



(gracias a todos los que pasan por aquí…

que la luz los colme!)



miércoles, 21 de octubre de 2009

LOS ÚLTIMOS ROMÁNTICOS (actualización)





En mixtura complicada

de fatalistas

y nostálgicos en soledad

los últimos románticos

se deleitan y paladean

sus cuitas,

sus susurros,

su oración al todopoderoso

pidiendo intermediación

para acabar

de estar siempre solos.


Nota aclaratoria:


Si bien es cierto que en general los más puros románticos por naturaleza tienden a caer en pozos de nostalgia de los que les cuesta salir, creo que la realidad que corre, materialista y práctica suele hacer que la mayoría de ellos se sientan irremediablemente condenados a la soledad...eso no quiere decir (afortunadamente) que así sea siempre!


Besos a todos!...

especialmente al cúmulo de románticos incurables

que suele pasar por acá!!! jejejeje





martes, 20 de octubre de 2009

DEJAR HUELLA CRECIENDO






Hay una única Energía

que forma el universo

nombrada tal cual sea

lo que en nuestra razón,

conciencia

o intuición

de Ella interpretemos.

Es Ella la que mana

eterna, activa y libre

equilibrada y perfecta

atravesando cada ser,

cada entidad,

cada partícula…

Nosotros sólo somos

- apenas transitorios –

continentes proyectuales

de la parte que de Ella

nos fluye y nos reclama.

Hacernos responsables,

ahondar en la sapiencia

- por el rumbo que encontremos-

de todo lo que somos

- o la nada, que es lo mismo –

será expresión primera

de lo que asumamos en Ella:

aceptarnos como parte

del Ser y el compromiso

de dejar huella creciendo.




lunes, 19 de octubre de 2009

EL MENSAJERO DE LOS DIOSES - Parte Final





LA MISIÓN

Tres días después de aquella primera experiencia trascendental en su nueva realidad chamánica, luego del descanso ritual que sucede a toda ceremonia y con la profunda convicción que aquella será la última vez que verá a su gente y a su pueblo, el que ya se asume como mensajero de los dioses parte, envuelto en la que es ahora su segunda piel, sin más armas que las que le da el conocimiento.

Un collar de cuentas negras con plumas de quetzal que entretejiera su madre y un brazalete en forma de serpiente emplumada son los elementos destacados de su ajuar místico, ese que el viejo chamán usaba sólo en ocasiones especiales.

Lleva algunas hierbas con grandes poderes alucinógenos, algo de pedernal, cinco piezas de piedra labrada para decidir ante alguna encrucijada y un trozo de cuero con inscripciones antiquísimas, oraciones a los dioses que su abuelo, en su infancia, le enseñó a invocar.

Para orientarse y encontrar el paso para cruzar el murallón de rocas que encierra su mundo, confía en su instinto, en sus creencias y en la gran sabiduría ancestral que se encargará, sin duda, de abrir las puertas que haya que abrir, tender los puentes que haya que tender y tallar las escaleras que sean necesarias.

Confía en su destino. Se dejará llevar, como ya aprendió a hacerlo, encomendándose a sus ancestros para que dispongan el rumbo.

Su voluntad no deberá interferir en los designios instaurados, en las decisiones ya tomadas.

Su cuerpo y su espíritu son instrumentos. La voluntad superior que unifica los seres y las cosas será la hacedora.

Es hora que se transpongan las barreras hasta hoy establecidas y se abran los horizontes. Hacia todos los confines deberá ser llevada la verdad revelada, la intrínseca razón de toda existencia, la causa y el efecto del círculo permanente de la vida en el que todos los seres y las cosas participan.

Inicia ya su misión, esa que todo hombre descubre cuando abre los ojos del alma y se encuentra en medio de un universo eterno e inabarcable.

No debe mirar atrás. Esos lazos no son buenos para el camino. El alma se aligera cuando los recuerdos no nos atan al lugar que nos ha visto nacer, mientras se nos abren, en compensación, todas las fronteras.

Las luces del alba van enrojeciendo el cielo y la negritud profunda de la noche que ya muere, cae, como manto de olvido, sobre su pasado, que desde ahora, será sólo un recodo en su memoria.

Su condición de chamán se estrena a la claridad del día y su nueva circunstancia lo hace sentir íntimamente ligado a todo lo que lo rodea.

Se adentra otra vez en su jungla, sintiendo cada ser vivo como extensión de su propio cuerpo.

Se dirige hacia el naciente. El punto en el que sol se asoma cada mañana. Es un buen comienzo para su peregrinaje. La mejor guía para su camino.

Atraviesa claros y ríos, praderas y nuevos bosques. Llega hasta donde nunca antes había llegado, y no se detiene. Sabe que está apunto de atravesar los confines de los territorios que su gente ha tenido como propios desde que así lo dispusieron los dioses. Llegará hasta los pies mismos de las barreras de rocas. Las murallas infranqueables que desde el inicio de los tiempos han sido los límites de su universo, pero en su interior tiene la certeza que más allá sigue habiendo otros territorios, mundos desconocidos en los que seguramente hallará nuevos desafíos, nuevos acertijos, nuevas respuestas.

La imponencia de esos muros pétreos y verticales lo asombra sin mesura, pero no se deja amedrentar por la inexpugnabilidad que aparenta.

Sabe que si los dioses quieren que las atraviese, esas paredes lograrán ser por él escaladas.

Antes que la noche revele sus estrellas, el joven enciende fuego junto a las rocas. Come apenas algunas frutas que recogió en el camino y se deja caer en el encantamiento que las llamas le tienden desde su bailoteo.

El silencio se intuye como una presencia más. Nada lo quiebra. Apenas su respiración se atreve a dejarse oír en esa quietud que todo lo invade.

El magnífico cielo se va poblando lentamente de estrellas titilantes. Desde las alturas quizás, sus ancestros lo contemplen y a la distancia, que sólo es aparente en la conciencia y el espíritu del universo, ellos le inspirarán las fuerzas y la templanza que necesita.

El cansancio lo va venciendo y lentamente el sueño lo acerca a esos espíritus que antes invocaba.

Ellos le reafirman su misión. Su vocación de enviado está revalidada y la importancia de su mensaje logrará atravesar los muros que ahora lo separan de un mundo que urgentemente necesita reconectarse con sus raíces.

No sin espanto y con mucho dolor logra avizorar la realidad que le espera más allá de los desfiladeros.

Logra ver un mundo donde los hombres han dañado a la tierra que los alimenta. La han saqueado, abusado, destruido. El aire, el suelo, el agua, las plantas y animales vienen siendo maltratados e irrespetados. La insensatez de esos hombres les ha hecho perder el contacto primordial que alguna vez tuvieron con la naturaleza. Su creciente soberbia los ha enceguecido. Sus ansias de poder los han perturbado al punto de olvidarse del valor de la vida en cualquiera de sus formas. Se sienten absurdamente superiores, dueños de la tierra, ignorando que en realidad son ellos los que a ella pertenecen. Su desprecio por lo que la naturaleza les brinda ha hecho que presuman de ser autosuficientes, desconociendo por completo la íntima relación que existe entre todos los seres, aún con los aparentemente más insignificantes.

Esos hombres tan ciegos han envenado el agua que beben, la tierra que los sustenta, el aire que respiran, el mañana que sus hijos sueñan.

Llorando en silenciosa tristeza el joven chaman sufre en su carne el dolor de la tierra que espera, ansiosa, para que su mensaje llegue a tiempo.

Con la luz del nuevo día y la convicción que su misión es imperiosa, el mensajero de los dioses emprende con decisión y fortaleza la última etapa de su peregrinaje.

Antes de decidir por qué ladera comenzar el ascenso, extiende el cuero de las invocaciones y sobre él arroja las piedras labradas. Sabe que serán sus ancestros los que lo guíen en sus decisiones y para ello deberá interpretar los signos de las piedras. Así lo hace y encomendándose a los dioses inicia la travesía.

Haciéndose uno con la identidad del jaguar que lo confirmara en su vocación, se abre camino entre las rocas que hieren sus manos y sus pies.

Logra con titánico esfuerzo ascender por la muralla vertical asiéndose como puede del filo de las rocas. No hay casi vegetación que le brinde sustento pero implorando no decaer en fortaleza y tenacidad, lentamente va alcanzando la cima.

Ningún otro miembro de su estirpe llegó alguna vez hasta aquellas alturas. Solamente las águilas sobrevuelan en su cercanía.

La imponencia del paisaje del que fue su mundo lo sobrecoge, pero a la vez le renueva las fuerzas. Debe continuar.

Al mirar hacia delante sobre los picos más altos, por primera vez, logra ver el nuevo mundo, la tierra nunca antes explorada. Su idea de lo que es inmensidad cobró una nueva dimensión.

Ante él, por fin, el nuevo horizonte. Un descomunal desafío. Todo un universo por salvar…


(fin)



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