ESTE JUEVES UN RELATO, JUGAR CON FUEGO

Esta vez nos conduce Charo en un nuevo encuentro juevero al que llego bastante apurada escribiendo casi sin releer. Para disfrutar de todos los relatos participantes, pasar por su blog.

JUGANDO CON FUEGO

Cuando su amiga le propuso la idea, inmediatamente le pareció ingeniosamente atractiva. Una salida nocturna en grupo explorando un terreno totalmente desconocido, la posibilidad cierta de estar junto al chico que le gustaba en circunstancias excitantes, la garantía del alcohol  para quebrar cualquier inhibición y esa atrayente sensación de juguetear con el temor y lo prohibido llevando al límite su propia racionalidad.

El escenario elegido para la reunión era, lejos, el más adecuado: la vieja casona abandonada que se encontraba a la salida del pueblo sobre la que, desde niña, había escuchado ambiguas leyendas de embrujos y maldiciones. Los muchachos llevaron las bebidas, su amiga la tabla de Güija de la que le había hablado con tanto misterio y todos esa incitante atracción por lo peligroso y desconocido buscando quebrar la monotonía de sus aburridas vidas pueblerinas en aquella noche cerrada de frio y adrenalina.

Al principio fue mejor de lo que había imaginado, las risas, los coqueteos, la cálida cercanía de los cuerpos deseables y jóvenes, la atracción sugerente del misterio jugando a derribar la presuntuosa certeza del descreimiento juvenil que todo lo pretende saber o dominar.

Luego de varias botellas vaciadas a lo largo de imberbes juegos y sugestivas tentaciones, la enigmática tabla de Güija fue ubicada en medio del círculo jadeante de aquel puñado de incautos. A la torpeza inicial de los primeros intentos de hacerla funcionar le siguió una serie de sucesos inusuales que los más insolentes llamaron casualidad y ella en cambio presintió como última advertencia. Las preguntas iniciales, incrédulas e ingenuas, fueron dando lugar, entre risas y burlas, a otras más insidiosas y arrogantes desafiando a las improbables presencias.

A la par que un fuerte trueno anunciaba lo que afuera se estaba desatando como indomable tormenta, en el medio de la penumbra de aquel cuarto sórdido y destartalado, tanto ella como sus amigos se arrepentían al unísono -entre gritos y espanto incontrolable- por haber abierto de ese modo tan irresponsable y provocador las puertas de aquel más allá que ya no podrían volver a cerrar.