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miércoles, 15 de abril de 2015

HISTORIAS EN PARALELO 2ª Parte (la misma historia, contada por otro personaje)

Parte 2: ADA... SIN “H” Y SIN ALAS…

Siempre pensó que decir esa ocurrencia cuando le preguntaban su nombre era una buena forma de provocar una sonrisa en su interlocutor y así romper su imagen de niña caprichosa y consentida que, sabía, proyectaba en los demás.

A pesar de tener clara conciencia de que su manera de ser no ayudaba a hacer amigos, su primera actitud al conocer una persona siempre era de rechazo y menosprecio. Quizás esa respuesta fuera un recurso inconsciente para mantener las distancias y protegerse, temiendo ser ella quien fuera rechazada. Algo así le había explicado aquel psicólogo que desde muy pequeña le habían obligado a visitar. Todo venía a causa de la muerte prematura de sus padres y de verse, de improviso, sola en un mundo hostil que antes le había parecido bello y acogedor.

Hija única, heredera de una gran fortuna, debió aceptar ir a vivir con una casi anciana tía, medio loca, que vivía en un pueblucho lejos de la Capital donde ella había nacido. Hacía ya tres años que habitaba en aquella mansión ruinosa a la que, con el tiempo, pasó a adoptar como su reino personal, solitario y enigmático… como ella misma. Su extravagante tía, montada en el límite entre la locura y la fantasía a causa de un matrimonio fallido, la recibió con los brazos abiertos.

De inmediato, entre ambas, se generó un fuerte vínculo de mutua comprensión, aceptando una de la otra sus miedos, complejos y tristezas. Ambas se reconocían mucho en común. Necesitadas de afecto, abandonadas de distinta manera por sus seres más queridos, decidieron refugiarse en aquel rincón del mundo donde nadie las juzgaba y donde su particular fantasía las liberaba de los muchos dolores conque la vida las había golpeado. Su educación estaba, la mayor parte del año, en manos de profesores particulares, pero durante los meses de verano, sus días se extendían ante sus ojos dentro del límite que le imponían los muros de la que fue una lujosa mansión y que ahora se poblaba con los fantasmas y las huellas del tiempo. Lejos de aburrirse, tenía la maravillosa virtud de extasiarse en sus pensamientos, logrando casi volar cuando leía un buen libro o recorría los rincones de su fantástico mundo de hojarascas, bosque y musgo.

Un mañana, distinta de las habituales, su tía decidió que era hora de llamar a un jardinero para hacer una limpieza a fondo en los jardines de la mansión. Desde un primer momento ella se opuso. No le hacía muy feliz que algún extraño viniera e invadiera su reino particular, además, consideraba que quitar los maravillosos restos de lo que había sido la causa de la locura de su tía iba a hacer que aquel lugar perdiera el extraño hechizo que tenía para ella. Pese a su opinión, la extravagante mujer, en un raro momento de lucidez, decidió que la limpieza debería hacerse y que no cabían los reproches.

Desde la ventana de su cuarto Ada vio que dos extraños atravesaban el portón de entrada y que luego de recibir las instrucciones de la criada, se dirigirían a saquear y destruir los tesoros de su lugar encantado. Eso la terminó de perturbar y en uno de sus habituales impulsos dignos de una princesa contrariada, decidió bajar y ver de cerca aquellos advenedizos que llegaban para invadir su territorio.

Con aire de distinción, bajó las escaleras rápidamente, y desde el ventanal que da a la galería, logró ver de cerca de uno de los extraños. Contrario a lo que creyó, se trataba de un joven. Era bastante alto y delgado, con el cabello oscuro y desordenado, no parecía muy fuerte y sus actitudes distaban bastante de lo que se esperaba para un rústico trabajador. Sorprendida, pudo ver que el muchacho sacaba un lápiz y un papel de entre sus ropas y eligiendo uno de sus rincones favoritos, se dispuso a dibujar la vieja vajilla que se arrumbaba sobre la otrora mesa de bodas.

Aquella imprevista actitud la descolocó en su arrogancia y debió esmerarse para no demostrar su real interés en ver lo que el joven estaba dibujando. Con paso displicente y haciendo gala de su mejor cara de indiferencia se arrimó lo suficiente como para lograr ver aquel pedazo de papel, y para completar su actuación, como si no estuviera el tanto, le increpó sobre cuál era le motivo por el que estaba allí.

Tal cual lo había pensado el muchacho se mostró nervioso por haber sido sorprendido de esa forma, y mientras lograba ver, con disimulo, los bocetos, Ada se deleitaba para sus adentros incomodando aún más al visitante. Apenas ver los borradores, comprendió que aquel extraño compartía con ella la capacidad de comprender cuánta belleza había en esos restos de loza, sucios y añejos, que para los ojos de cualquiera serían sólo basura.

Cuando estaba por hallar una excusa para iniciar una conversación, alguien llamó al muchacho, quien con torpe cortesía se despidió apurado, dejándose olvidado uno de los dibujos. Sin que él se diera cuenta, Ada escondió entre sus ropas aquel trozo de papel y sin perder sus aires de dignidad, se apresuró a entrar para poder ver tranquilamente lo que el extraño había comenzado a dibujar.

No era mucho lo que había avanzado, tan sólo unos trazos insinuantes y el sombreado más detallado del relieve de una jarra cuyo diseño ella adoraba. Sólo con eso decidió que debía tener la oportunidad de conocerlo un poco más… sólo con eso y con lo que recordaba de su mirada… despejada y profunda… sin mezquindades.

- Buena señal... - dijo para sí misma y sin pensarlo dos veces subió hacia el piso alto, al dormitorio de su tía, a quien, como acostumbraba, sería fácil convencer para que decidiera lo que ya ella había decidido: hacer que aquel pintorcito regresara. Quería tenerlo otra vez frente a ella, para seguir palpando su mirada; comprobar que no fue casualidad que dibujara lo que a ella más le gustaba… sabía que las reglas del cosmos no eran insondables; el destino parece ser caprichoso pero tiene sus reglas y para aceptarlas, primero hay que entenderlas… por lo menos así pensaba ella y ahora estaba decidida a volver a ver a quien había conseguido alejarla de su propia contemplación.

Había algún fuerte motivo para que esa mañana su tía quisiera hacer limpiar los jardines y había también una fuerte razón para que aquel joven de bella mirada se detuviera a dibujar lo que siempre ella contemplaba… sin duda era sí… y ella lo descubriría.

Cuando la criada se alejó con la nota de invitación que ella misma escribiera a pedido de su tía, su corazón experimentó una extraña sensación de regocijo… algo que no recordaba haber sentido nunca y que la inquietaba agradablemente.

La tarde siguiente, cuando el timbre sonó, ella se sobresaltó hasta casi brincar de su silla. Trató de calmarse, y desde la ventana de su cuarto contemplaba, con gran satisfacción, que, con paso bastante nervioso regresaba, esta vez con aspecto algo más cuidado, el jardinero devenido a artista que el día anterior había descubierto.

Calculó los minutos que estimó eran necesarios para que el invitado subiese las escaleras y llegara al hall del primer piso. Intencionalmente aguardó otro tanto para que con la espera, aumentara el nerviosismo del joven y así, el suyo propio pasara desapercibido; además, desde niña le habían enseñado que no es recomendable precipitarse y demostrar sus urgencias y sentimientos, siendo muy conveniente actuar con calma y mucha mesura.

Cuando ya no pudo soportar más la tensión, abrió la puerta de su dormitorio y se dirigió a recibir al joven invitado, esforzándose por no demostrar el gran interés y alegría que le provocaba su presencia. Además, esa actitud era una especie de prueba hacia él: había decidido que si el interés y la atracción entre ambos era mutua, él debería interpretar la verdadera razón de la conducta de ella, en apariencia fría, pero por dentro muy atenta a cada uno de sus gestos. Si él era quien ella esperaba, su poca sociabilidad no debía predisponerlo en su contra, aunque fuera contradictoria, esa actitud debería inspirarle toda la compasión que alguien sensible debería sentir frente a una persona tan necesitada de afecto como ella.

Caminando unos pasos delante de él sintió que su sola presencia lo perturbaba, y eso la complació… su vanidad de incipiente mujer se regocijaba con saberse grato motivo de inquietud masculina.

La voluptuosidad de la habitación de su tía terminó de maravillar a su invitado y Ada se alegró al comprobar que, lejos de espantarlo, toda esa sobreabundancia de formas y colores lo maravillaba e inspiraba.

Sólo cuando el joven se vio arrastrado por el ímpetu de la danza de la anfitriona, Ada temió por la inoportunidad del brote de locura de su tía, que aunque inofensiva, llegaba a desubicar con sus arranques a cualquiera, aún a ella misma, que la conocía en profundidad.

Cuando llegó el momento de posar para el retrato, Ada fingió estar muy molesta por la sugerencia de la tía, cuando en realidad había sido ella misma quien se lo propusiera el día anterior. Indecisa, no supo cuál debería ser el ángulo que mostraría a su retratista, pero se calmó cuando, con suavidad y apenas un gesto, el muchacho le indicó qué postura debía mantener.

Cuando el lápiz comenzó a dibujar, ella sintió que con cada trazo, alguien o algo la acariciaba, no superficialmente, sino por dentro, en la profundidad de su ser doliente y triste. Con cada sombreado de su perfil, ella comprendió que el artista lograba interpretar con claridad cada una de las huellas que el dolor y la soledad le habían estampado en su piel de niña. Supo que al reflejar en el papel la hondura de sus ojos, él conseguía comprender el por qué de cada una de sus descortesías y lejos de ofenderse, al saber sus reales motivos, él se enternecía más y más, llegando a tocar, casi, con su lápiz y su alma, la verdadera naturaleza de la suya.

La experiencia la dejó indescriptiblemente nerviosa e inquieta. Al terminar el retrato y al despedirse de la anfitriona, ella quiso que él le dedicara una mirada… algo especial que le dijera; - te he conocido; me ha gustado lo que vi – pero a pesar de su intención, sus miradas no lograron cruzarse más que un instante mientras su tía lo despedía, complacida, y le recomendaba a ella que lo acompañara hasta la puerta.

Cuando iban saliendo, un fuerte impulso la hizo cambiar el recorrido y sin pensarlo dos veces condujo a su invitado al lugar más especial de su reino: la fuente de aguas doradas… ese mágico sitio donde el agua se trastocaba en oro líquido por los rayos del sol que penetraba por el techo de vidrio.

Sintió que ese impensado paseo era del agrado de su invitado y mientras apuraba el paso, se dio cuenta que nunca le había dicho su nombre… -Soy Ada… sin “h” y sin alas..– dijo, y por primera vez aquella frase no le sugirió agudeza e ingenio, más bien sintió que la exponía totalmente a merced de su interlocutor y que al escucharla sabría, sin lugar a dudas, de su carencias y su necesidad imperiosa de ser amada.

Eso la descolocó. Se sintió por primera vez vulnerable y mientras bebía, presurosa de aquella agua dorada buscando aplacar esa nueva sed que sentía más allá de su garganta, encontró otra vez aquella mirada límpida… franca …sin malicia… que le brindaba toda la calma y el cobijo que siempre buscara y que por fin tenía frente a frente.

Tuvo entonces la certeza de entender la razón por la que, la mañana anterior, su tía quiso hacer limpiar los jardines y supo también cuál fue el motivo por el que aquel joven de bella mirada se detuviera a dibujar lo que siempre ella contemplaba… la razón primordial era la misma por la que, en ese momento, los dos jóvenes comprobaban cómo, mezclado con el agua de aquella fuente, puede llegar a ser de dulce un primer beso. 

4 comentarios:

rodolfo dijo...

No se dónde dejar el link de mi " Destino y Azar "
no estoy muy al tanto de cómo y dónde se deja
asi que si no es aquí, coméntamelo Mónica :-)
http://javierazul2.blogspot.com.es

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Esa aparente joven soberbia, era soñadora, necesitada de afecto, que encontró a alguien que veía belleza en ese jardín descuidado.
Interesante lo de los puntos de vista.

omar enletrasarte dijo...

gracias, muy amena lectura, me debo la parte 1
saludos

Charo dijo...

De momento él ha sabido entender su peculiar forma de comportarse....veamos como acaba

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