Traigo la tercer parte de una trilogía que escribí hace tiempo, para sumarme hoy a la convocatoria de Pepe, tan especial por la fecha con la que coincide. Aprovecho para reiterarles mis mejores deseos para esta Navidad. Pasaré a visitarlos en cuanto mis obligaciones hogareñas me lo permitan.
(imagen tomada de la red)
ACEPTANDO RENACER
La casa está ya en absoluto
silencio. A lo lejos sólo se escucha algún que otro grito aislado y la sirena
de un móvil policial que responde a alguna emergencia.
La luz de la luna entra
esplendorosa por la ventana que ha quedado entreabierta. Un murmullo casi
imperceptible se siente entre las sombras. Desde el estante, solitario en su
cuna el Recién Nacido se incorpora.
Contemplando con resignación el
poco destacado sitio en el que este año fue entronado, el Niño Dios del pesebre
se replantea formalmente su papel en aquello que debería haber sido su festejo.
Nadie se acordó de su presencia. Opacado por el oropel de guirnaldas y luces
titilantes, el despintado niño recuerda mejores épocas.
Allá lejos, cuando las
prioridades eran otras y menos urgentes los asuntos pendientes, el centro de la
Navidad era su pequeño reino de cerámica y ritos consagrados. La gente de la
casa se tomaba su tiempo para armarlo y se entusiasmaban con la idea de
agregarle año a año algún que otro personaje a su séquito de pastores, reyes y
animales. Los ángeles custodios estaban en verdad complacidos, contemplando
cómo la fortuna de poder rodear la mesa familiar era suficiente para
reencontrarse con esperanza y afectos. Ya no es así. Hace tiempo que lo ha
aceptado y comprendido, pero eso no quiere decir que no le duela.
En realidad lo que más suele
turbarlo es esa sensación de incertidumbre que lo invade al contemplar la
insensatez de sus protegidos. La obcecada insistencia por medir todo lo que los
rodea según se cotice en el mercado, lo desanima. Siente que su mensaje se
ahoga cada año más, entre el bombardeo de publicidades consumistas y postales
importadas.
Puede hasta entender que el gordo
de rojo, barbudo y sonriente, le gane de mano en el corazón de los más chicos:
se comprende…es más entrador…más impactante. Su imagen está más estudiada, más
publicitada. Es más comercial y eso vende…pero él no busca vender. Sólo desea
dar. Darse. De la forma más desinteresada y auténtica. Haciendo caso omiso de
costumbres y creencias. Sin retaceos. Sin exigencias, sin reparos.
Observando ensimismado el cielo
estrellado de ese sur que no sabe de nieves pero que ilustra sus navidades con
bellas estampas invernales, el recién nacido se cuestiona seriamente sobre la validez de la Redención
que representa. Al ver la violencia en las calles, la insensatez de las
falsedades humanas, los delirios de grandeza, la deshonestidad, la falta de
compromiso con las grandes causas humanitarias, el pobre se siente solo en un
mar de incongruencias.
Se elevan sus pensamientos hasta
las más altas estrellas. Desde allí, buscando hallar lo que en ese momento da
como perdido, se empeña en indagar la sobrevivencia de lo más sagrado de su
mensaje.
Escarba hondo bajo la cáscara de
los rencores y las apariencias. Indaga en silencio en el interior de las más
tiernas miradas. Halla inocencias, profundas verdades. Se encuentra con
esperanzas. Pequeñas quizás, mal guardadas…pero bellas, vivas, a pesar de los
pesares. Se entretiene reinventando excusas para salvar a los humanos, pequeños
seres carnales, frágiles, complejos, mezquinos a veces, pero otras, íntegros,
puros… inconclusos avatares de deidades.
Él hace lo que puede. No siempre
se le escucha. A veces hasta se le culpa de lo que no es responsable.
Su mensaje de conciliación y paz
suele quedar enterrado entre las mediáticas ensoñaciones de las banalidades más
publicitadas o de las aberraciones más crueles. Para bien o para mal lo
terrible y lo superfluo son más solicitados; son más rentables en el mundo de
hoy y eso lo angustia.
Casi pierde a veces la ilusión,
el compromiso de renacer anualmente con el que se implicó hace siglos…más lejos
aún, desde el inicio de los tiempos.
Se plantea uno a uno los alcances
reales de su mensaje pacifista, de hermandad aún entre enemigos… y la inocencia
que trasuntan sus palabras frente al desenfado de la violencia y lo grotesco
(tan de moda y potenciados) le hace, por momentos, bajar sin fuerzas sus
bracitos casi humanos.
Impotente por la enormidad del
mal que aqueja a los de abajo - a los suyos, a los que en verdad quiere- solloza una y otra vez, dejándose llevar por la nostalgia de otros días
donde la esperanza aún relucía en el corazón de los humanos… Quizás aún siga latente, pero sin dudas se halla hoy escondida. hundida en lo más hondo de las
flaquezas cotidianas, rogando… clamando a gritos para ser rescatada, esperando que
Alguien - infinito en su comprensión- logre restaurarla.
A veces, en estas fechas, cuando la proximidad de su
compromiso de Renacer debe ser revalidado, su parte humana hace de las suyas y logra hacer tambalear sus convicciones. No las de fondo, por supuesto y por fortuna... tan sólo las de
forma. Esas que determinan vencer los miedos y construir las valentías, los
más caros retos, los más trascendentes objetivos...
Es entonces que su Corazón de infinita bondad, logra otra vez
tomar el mando de su conciencia y consigue nuevamente retornar a su
compromiso.
Las fuerzas que le impelen
reconocer una caricia profunda dada con honestidad, un beso libre de
vacuidades, un apretón de manos sincero, un gesto amigo, una sonrisa cómplice,
una mirada compasiva, logran lo que antes parecía imposible.
Allí encuentra su dosis de ímpetu
redentor y se renueva.
Mirando hacia lo alto del cielo
majestuoso se reencuentra con su Ser trascendental y retorna, complacido y
reconfortado ya, a su humilde cuna, a su pesebre de paja y amor, a darse entero
por otro año, esperanzado y solícito… aceptando una vez más renacer.
15 comentarios:
Un cuento enfocado desde la óptica de un Niño Jesús que está al borde de perder las esperanzas, que nos observa y ve en lo que nos estamos convirtiendo, lejos de querer ser salvados o mirados siquiera por él.
Impecable y original historia, para pensar y tener en cuenta.
Un beso enorme! Y feliz Navidad!
Entiendo que se desespere porque la humanidad no debe ser lo que él espera que sea. Un relato magistralmente narrado.
Un beso y Feliz Navidad.
La verdad es que entre tanto brindis y festejo muchas veces no nos queda tiempo para la reflexión.
El nunca pierde la esperanza de que los humanos cambiemos, es el único que nos da infinitas oportunidades. Tal vez algún día le hagamos caso.
Precioso tu relato.
Feliz navidad amiga y gracias por tu preciosa postal.
Un abrazo
Tu relato me ha llegado al corazón, Neo. Te deseo unos magníficos tiempos.
No creas que no he pensado muchas veces en que eso es lo que pensaría el Niño Jesús, si es que llegara el caso.
Hermosa reflexión sobre los sentimientos que podría albergar ese Niño Jesús mirando al mundo actual. Tal vez recuerdes un haiku que publiqué hace tiempo que resume al máximo esa misma idea: "Brillos y luces,/ la cuna arrinconada,/se perdio el Niño.". Pienso que tras una espesa capa de costras, en el corazón de la mayoría de los humanos sigue latente la bondad.
Un fuerte abrazo y gracias por sumarte a mi convocatoria.
A veces pienso que en el tumulto de luces, canciones y oropeles, termina por perderse en verdadero sentido de la Navidad.
Son tantos los escaparates que nos ofrecen que apenas nos queda tiempo de mirarnos hacia adentro.
Magistral relato.
Un abrazo y de nuevo, mucha felicidad.
Quizá sea verdad, que podamos ser todos más bondadosos. Feliz Navidad, querida amiga. A través de Facebook acabo de difundir tu postal bloguera. Gracias por ese esfuerzo que realizas cada año.
mi cuenta ha sido bloqueada por Google, y las opciones que me da para recuperarla es recordar el número de mi primer teléfono, y otras gilipolleses.
Es sin dudas una posición de poder ejercida con el privilegio de administrador a un usuario, es vergonzante y además cruel.-
No tengo decidido aún que hacer, pero de todos modos, mi especial saludo.-
omar enletrasarte
Cuento visto desde la otra parte.
Un beso.
Jesús también fue hombre
Impecable Neo, una visión distinta. El espíritu de estas fiestas se perdió aunque creo que en el corazón de muchas personas se intenta traerlo de regreso.
Bellas palabras, bello cuento.
Un abrazo.
Nunca imaginé que mirar desde un pesebre pudiera aportar una imagen muy completa del mundo. Está claro que mientras existan visionari@s como tú, nunca dejaremos de ver la vida en toda su plenitud de alegrías y tristezas.
Un abrazo y feliz Navidad.
Muy buena reflexión sobre estas fiestas Mónica. Tienes razón en todo lo que dices, se ha perdido desde hace tiempo la esencia de la navidad. Los niños de nuestros días (no todos porque hay algunos que no tienen nada) no saben valorar nada excepto los regalos...pero todos entramos al trapo...
Excelente relato.
Un beso
Publicar un comentario