CADA JUEVES , UN RELATO: COLLAGE TEMÁTICOS - Segundo aporte

 

 

GLOBOS DE COLORES

Ahora que lo pienso, tengo que asumir que me siento como un payaso ridículo. Un torpe improvisado que buscó aprovecharse de una situación ventajosa y que, en cambio, terminó estafado. No. Si el asunto del mapa del tesoro desde el comienzo no me cerraba. Algo muy raro había en tu relato que no terminaba de convencerme, pero el poder de tus ojos lánguidos suplicándome detrás de esa máscara acorazada logró conmoverme y me la creí. Más allá de lo que intentaron advertirme mis amigos cuando les conté lo del asunto, no alcancé a imaginar el cariz del engaño. Pensé que hablaban por celos y por envidia, porque esta vez la chica linda me miraba a mí y no a ellos, que suelen ser los galanes que todo lo saben y todo lo pueden. Me las ingenié para hacerte creer que era lo que en realidad no soy, para que sintieras que podía sacarte del pozo en el que el destino te había colocado y me la jugué. Me imagino que logré convencerte porque permaneciste a mi lado el tiempo que duró la partida, pese a mis nervios y a las miradas amenazantes de los otros tipos. Yo había participado antes en encuentros de póker tradicionales, entretenidos campeonatos domingueros organizados en la parroquia del pueblo a beneficio de los niños pobres, pero eventos como éste, con dados en vez de cartas, jamás. Lo confieso ahora que el momento álgido culminó y que -por azar o destreza- he tenido la suerte de alzarme con semejante fortuna. Lo que terminó por convencerme, fue la falsa mancha de sangre. Parecía muy real, tanto como el cuchillo afilado -aunque después no fue tal, sino apenas un artilugio de chascos-. Me asusté de verdad. Creí que lo habías matado. Que el fulano era en verdad el que te había amenazado si no saldabas tu deuda y en un momento de descuido decidiste enfrentarlo. ¡Estuviste colosal! Decidida y serena. Me convenciste. Tengo que decirlo. De ahí que te di la llave para que trajeras mi auto para después escapar con el dinero del premio que me ofreciste guardar en tu bolso mientras nos escondíamos en la jaula del loro. Pero después lo vi a él: el supuesto acosador que habías liquidado también se subía a mi auto. Se fueron juntos. Con el dinero. Y yo aquí, me quedé sosteniendo la vela… ¡y sin otro que la apague… más que el loro!