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miércoles, 6 de octubre de 2010

FELICITAS - 2º parte




















Segunda Parte: DESPUÉS DEL LUTO




Como un relámpago que atraviesa la noche ante sus ojos, Felicitas se recordó de negro riguroso durante más de un año, madurando en él su plena juventud. Por fin, cuando los tiempos prudenciales establecidos para el luto transcurrieron, se animó a dar los primeros pasos por su cuenta.


Con gran culpa primero, logrando superarla después, volvió a frecuentar los más distinguidos salones literarios de Buenos Aires, las reuniones sociales más selectas, las fiestas más elegantes…y allí volvió a descollar. Transitando apenas sus veintiséis años, Felicitas se convirtió en una bella y acaudalada viuda, respetada y con la posibilidad cierta de decidir su vida por primera vez.


Revivió otra vez, nítidas e intactas las sensaciones que experimentara por aquellos tiempos en que comenzó a tomar sus propias decisiones, cuando se animó a disfrutar de su propia fortuna, a satisfacer sus postergadas ansias de viajar…


Recordaba la liviana felicidad de haber sentido otra vez la sonrisa aflorar a su rostro.


Fue reina en aquellos salones aristocráticos, fue señora plena en su casa, fue dama respetada en los más altos círculos de la sociedad, patrona cabal en sus estancias, hermana mayor entre los suyos, mujer sensata e independiente entre quienes, con envidia, soñaban con emularla.


Lejos de lo que imaginó cuando apenas se despegaba de su infancia, -cuando por fuerza la obligaron a casarse- Felicitas descubrió por aquellos años de viudez que el dinero bien puede contrarrestar la postergación a la que la mujer debe enfrentarse en un mundo de hombres. Haberse sabido desenvolver era algo que la llenaba de orgullo. Debió luchar para ello, no le fue fácil, pero la seguridad que le aportó su inmensa fortuna logró compensar el enorme renunciamiento y sacrificio que debió sobrellevar en los días más cándidos de su juventud.


Fueron breves los años de total independencia, - en ese momento le parecieron tan efímeros como un suspiro-, pero dulces, muy dulces…y no se arrepentía por ellos, todo lo contrario. Intentando sostener sus pensamientos en el recuerdo de aquellos tiempos, sentía que pese a proponérselo no lograba -como otras veces- alejar de su mente las viejas angustias… los hijos muertos… las grandes frustraciones…


Como si se tratase de una cuestión de supervivencia, insistía, persistente en la rememoración de aquellos días en que los caballeros más galantes, los más distinguidos, se disputaban sus atenciones. Juventud, belleza y fortuna se conjugaban para hacer de ella la dama más codiciada y festejada… y recordarse así, la complacía.


Si bien siempre se esmeró por dar una imagen respetable y para nada disipada, no se privó de ejercer todas las actividades de las que su influencia social le permitía disfrutar, pero quizás por coquetería, cayó en una trampa que no supo desenredar. Entre sus flirteos alguna vez le dio algo de inútil esperanza a uno de aquellos enamorados que intentaban ganar sus favores. Viéndolo a la distancia ella ahora reconoce su descuido y comprende que esa fue sin dudas la mayor equivocación que cometió en su vida de mujer emancipada.


Enrique Ocampo era un hombre firme, de fuerte carácter y decidido, eso ella lo sabía. No se andaba con vueltas y aquellos juegos seductores de salón sin dudas le hicieron creer que lo que era sólo un entretenimiento resultaba ser un compromiso.


Cuando él partió hacia Europa prometiéndole pronto regreso, ella no advirtió cabalmente lo que esas palabras significaban… por el contrario, se sintió liberada de su exigente y a veces molesta presencia, y jamás imaginó cual podría llegar a ser el desenlace de lo que supuso apenas un leve flirteo.


La vista vuelve a nublársele. Tal vez las lágrimas cubren en ese momento sus ojos pero ella se empeña en que no se trate de lágrimas de tristeza, sino de felicidad…


Cuando el destino hizo que se asomara el verdadero amor a sus días, Felicitas sintió que podía reconciliarse definitivamente con la vida. En aquella noche de tormenta, cuando su carruaje se empantanó en ese aquel lodazal del bajo, sintió por primera vez que la vida decidía mostrarle todas sus mieles.


Mirando hacia atrás logró volver a sentir el latir agitado de su corazón descontrolado. Volvió a revivir el alivio que experimentó al ver llegar en plena tormenta a aquella figura caballeresca ofreciéndole su ayuda desinteresada. Volvió a sentirse halagada, gratamente conmovida. Su hospitalidad fue tan sincera que la emocionó. Y aquella mirada…esa mirada tan intensa buscando la suya, enlazándose para siempre…pero ¿dónde estaban ahora esos ojos?...no lo entendía…querría volver a verlos y no lo consigue…


Otra vez la niebla de sus recuerdos se despeja y retorna a esa noche mágica donde el amor logró hacer reverdecer los brotes de su felicidad.


Samuel Sáenz Valiente era un joven terrateniente, heredero de tierras linderas a las suyas, pero por extrañas circunstancias no se conocieron hasta aquella noche de tormenta.


El cielo se descargó a cántaros. Truenos, viento y relámpagos a más no poder…y ella, junto a algunos sirvientes fue amablemente acogida como huésped en aquella estancia vecina, tan acogedora, tan bien dispuesta, tan cálida como su dueño.


(continuará)

12 comentarios:

Mariela Torres dijo...

Es apasionante la historia, y más como las contás vos.

Besos.

Primavera dijo...

Por lo menos tuvo algo en esos años que mas o menos la hizo algo mas feliz, pero pesa mucho los traumas adquiridos en ciertas edades...en fin me tienes super enganchada a la novela, apasionante y muy bien narrada.
Nos leemos en el siguiente capitulo.
Primavera

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Todo ejercicio de memoria así nos lleva a seleccionar la materia según nuestro presente.
Atento a la continuación.

Cris dijo...

Que historia tan apasionate!!! Narrada con tu estilo tan único. Reconosco no haberla leído nunca, pero a traves de ti, aerá inolvidable.

Te dejo un abrazo Mónica.
Cristina.

Any dijo...

Hola vecina! hagámosle leru leru a todos los que laburan hoy jajjajaj!
Siempre me interesó la historia de Felicitas, tan desdichada, tan trágica. Hace un tiempo me enteré un poco mas su vida viendo ese programa "En el camino"; el periodista hablaba incluso con una descendiente de F., muy interesante.
Es una buena historia para novelar a su estilo. La sigo leyendo entonces.
un beso

mariajesusparadela dijo...

Espero con impaciencia.

maruja dijo...

Enhorabuena.
Dicen que ya rescatan a los mineros.
Premio Nóbel a Vargas Llosa.

casss dijo...

Nos dejas esperando ansiosos la continuación....!!!Me quedo con la expresión LIVIANA FELICIDAD...
Excelente Mónica, excelenteeeee
FELIZ DIA DE TU CIUDAD.
BESOTES

Marcos dijo...

Espero impaciente la continuación, Mónica.
Saludos progresistas de Madrid.

Anónimo dijo...

buena historia.

(nada mal, nada mal)

Andrea Breq dijo...

joooooooooo... conteniendo la respiración, sigo la marcha...

Unknown dijo...

Bien contada la historia.. me imaginé el Salon de convenciones elegante, con todos atrás de ella... no es divino??
Espero la continuación
Saludso

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