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miércoles, 11 de marzo de 2009

HISTORIAS EN PARALELO 2 - Segunda Parte






VEINTE SIGLOS DESPUÉS


Aquella mañana había arribado su avión.

Hacía tanto tiempo que vivía lejos que le costó reconocer la ciudad en la que había nacido. Lo primero que hizo después de reencontrarse con aquel cielo del sur fue conseguir una guía telefónica. Recordando la dirección de su casa paterna y su apellido pensó que si la suerte lo ayudaba, no iba a demorar en ubicarla. No se trataba de una gran metrópolis, además tenía referencias precisas de que ella nunca se había marchado. Siguió viviendo en aquella ciudad que los vio crecer juntos, donde descubrieron también juntos el primer amor y el primer pecado.

¿Cuántos siglos hacía de eso?¿veinte ya?... uno por cada año casi…sin embargo, la recordaba tan bien!...aquellos ojos verdes tan amados…nunca hubiese podido olvidarlos: tan claros y seguros, con la firmeza y el encanto de la juventud que cree en lo que hace, en lo que dice y en lo que siente.

Lo que sí ya no recordaba claramente eran los proyectos de los que juntos habían hablado. No recordaba bien si ella hablaba de estudiar derecho o comunicaciones. Él desde siempre quiso ser ingeniero, pero la vida y los sinsabores que uno no prevé lo llevaron a cambiar su sueño transformándolo en uno más del plantel de aquella multinacional que en su juventud idealista le provocaba escozores. Las vueltas que tiene la vida!- pensó – mientras sus dedos recorrían uno a uno los apellidos de la página de la “pri”. Esa era la antigua casa... no tenía dudas... marcó decidido y una voz que no reconoció le dio los datos que buscaba, la nueva dirección y el teléfono de la que hacía veinte siglos había sido su amada.

Esta vez reconoció la voz…supo que el teléfono no registró el paso de los años y le trajo con toda claridad la voz de la que fue por primera vez suya. Ese amor que no se olvida nunca, el primero y el más querido.

Después que el nerviosismo inicial les produjera una mudez casi total, lograron articular palabras y consiguieron entenderse. Ella estaba bien, según le dijo, separada hacía dos años (- qué oportuno –pensó él) del que luego de una vida compartida terminó traicionándola con su secretaria ( – típico – ironizó ella).

Luego de dudar por unos minutos, ella aceptó verlo, pero no quiso que fuera en su casa ni tampoco en un bar, prefirió que la esperase en el parque que estaba cerca de su casa, cruzando la avenida, la casualidad hizo que fuera el mismo sitio en que se encontraron la última vez.

Cuando colgó el teléfono sintió que el corazón se le aceleraba como en aquellos días, previo a cada encuentro; - como hace tanto tiempo – pensó.

Y el recuerdo de aquellos ojos comenzó a trastornarlo; la recordaba tan bien…su alegría, su entusiasmo, su dulzura. Era la mujer de sus sueños, la que siempre quiso, y a la que por miedo o por inseguridad abandonó casi sin despedirse, después de una actitud tan infantil como caprichosa que nunca llegó a comprender.

En realidad los dos eran demasiado jóvenes, apenas con dieciocho años sin estrenar, se atrevieron a lanzarse así al vacío, sin pensar en los riesgos, solamente dejándose llevar por la profundidad de lo que sentían.

Después, el tiempo se encargó de impedir que se volvieran a encontrar, aunque reconoció su parte de culpa por la demora en volver. No podía negarlo. Fue egoísta al principio, cuando quiso recorrer el mundo sin la responsabilidad de una vida compartida y lo fue también después cuando se cansó de rodar y decidió establecerse lejos, donde la oportunidad se le brindó más tentadora.

Unos años más tarde escuchó, por boca de amigos comunes, que ella se había casado al poco tiempo de su partida; eso lo confundió y entristeció tanto que se propuso dejar de pensar en ella, pero nunca pudo olvidarla.

Ahora, después de casi veinte años se animó a volver, buscó un pretexto laboral que le sirviera para excusarse de su propia culpa, y allí estaba, por fin, a punto de reencontrarse con quien marcó definitivamente su vida.

Temblaba de miedo pensando que tal vez ella le guardara rencor, pero decidió no amargarse antes de comprobarlo. Le bastaría con ver otra vez sus ojos.. los conocía tan bien... nunca supieron mentirle…para qué, si era como mentirse a ella misma, solía repetirle cuando lo atacaba la inseguridad y la celaba por alguna tontería.

El pasado regresaba con la claridad de lo que no se ha ido. Si la vida quería que se volvieran a juntar, nada ni nadie lograría esta vez que se separaran.

Con paso firme se dirigió hacia el lugar del encuentro. No estaba lejos de allí, así que tenía bastante tiempo para esperar la hora de la cita. El sitio que acordaron para encontrarse era el centro del parque, junto a la fuente, donde había muchos bancos junto a una enredadera que trepaba por una pérgola.

En ese mismo lugar donde se habían visto por última vez... hacía tanto tiempo. La vida se encargaba de hacerle un guiño de complicidad y evocación que lo hacía ser optimista. Esa era una buena señal, no tenía dudas.

Se sentó en un banco que creyó era el más adecuado, muy cerca de la enredadera que perfumaba el aire. Tomó una flor que había caído sobre el banco y la sostuvo entre sus dedos.

Una nostalgia dulce lo envolvió casi como en un sueño, y con increíble claridad creyó verla venir, caminando con esa seguridad que siempre recordó, alegre y serena, pareciendo saborear hasta el aire que la rodeaba.

No podía ser ella… Era tan joven como la recordaba! Sin duda que era una extraña coincidencia…Cómo pueden dos personas alejadas en el tiempo ser tan parecidas? – se preguntó – mientras distraída, la joven se sentaba a su lado sin verlo, tan concentrada estaba en aspirar el perfume de las flores de la enredadera.

Mientras él la contemplaba incrédulo, ella entreabrió los ojos…esos increíbles ojos verdes que con tanto amor recordaba. No podía ser ella!...pero eran sus ojos…sus mismos ojos!

Sorprendido, deslumbrado casi por el sol del mediodía, sintió que la mirada de la joven se encontraba con la suya en cálido acercamiento. Su corazón se aceleró sin aviso, poniendo en evidencia su torpeza. Aquella joven había conseguido sin palabras y de improviso, transportarlo veinte siglos atrás en el tiempo, haciéndole recordar el ayer con la emoción que creía perdida.

Sintió que podía llegar a renacer.


(continuará)

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta, me encanta y me encanta!
Y recuerdo que también me encantó la primera vez que lo leí!
Ohh, qué bonito capítulo!


Un besito


P

Sinuhe dijo...

Otro pedazo de relato¡¡ :)
Me reservo los comentarios para el final, pero ya sabes que no soy muy imparcial con tus textos porque me parecen todos excepcionalmente buenos y perfectamente relatados.

No tarde mucho ehh¡¡

Besotesssss

Alhena dijo...

Vaya sorpresa. Me ha encantado y se pone muy interesante.
Esperaremos la tercera con impaciencia.
Un abrazo con cariño.

SILVIA dijo...

ME ESTA ENCANTANDO¡¡¡¡¡¡
NEO , SOS UN PELIGRO, VOS, JAJAJ MENOS MAL QUE ABRI LA COMPU Y AHI TE VI CON EL SEGUNDO YA, POR FAVOR, JAJA MIRA SI ME LO PERDIA¡¡¡
BUENO ESPERO EL PROXIMO¡¡

MORGANA dijo...

PEDAZO DE SUSTO ,LEO VEINTE SIGLOS DESPUES Y PIENSO ¡¡LAS LENTILLAS!!JA,JA.ME ESTA EMOCIONANDO ESTE HERMOSO RELATO TUYO..NO DEJES PARA MAÑANA LO QUE PUEDAS PUBLICAR HOY.
ESCRIBES DE CINE.
BESOS.
Mº JOSE

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Realmente precioso, querida amiga. Espero impaciente la continuación!

Un abrazo.

Ardilla Roja dijo...

A que es la hija? jajaja

Voy a por la otra parte

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