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miércoles, 9 de noviembre de 2011

ESTE JUEVES (con notable adelanto) UN RELATO: Pequeña muerte



La convocatoria de esta semana se inspira en el famoso texto de Galeano, basado a su vez en la expresión francesa la petite mort















Pequeña muerte.
Se deja de vivir por un momento,
leve en el éxtasis,
por ese amor que se hace entrega.
Pequeña muerte.
Solo así se justifica.
Suspender el alma en un segundo
por sobre la inquietud de la vida
que se hace, en esa pausa, eterna.
Pequeña muerte.
Renace en ella
el germen vital de todo lo creado
por un segundo
se alcanza el Todo entre dos cuerpos
y todo lo demás...

ante esa pequeña muerte
...se desvanece.


..más sobre Pequeñas Muertes, en lo de Gustavo

martes, 8 de noviembre de 2011

OTRA RE-EDICIÓN (hasta que llegue la inspiración fresca)


EL ESPEJO





















1-UNA RUEDA INACABABLE

Otra tarde de domingo estaba acabando. El cielo, enrojecido por el sol que parecía despedirse llevándose con él la sensación de tregua momentánea, variaba sus colores minuto a minuto.

El hombre, en silencio y soledad, hubiese querido que no fuera así. Si dependiera de su voluntad, el tiempo podría detenerse para siempre allí, en ese preciso momento, justo antes que la tarde muriera y se hiciera noche… y la esperanza que aquel fuese un fin de semana especial agonizara con la oscuridad, apenas al encenderse las primeras estrellas de su nostalgia.

Su vida era gris. Al menos él lo sentía así…y aquel momento culminante de la semana solía hacer que sintiera más aún la pesadez de retomar su rutina habitual, haciéndole sentir que otra vez comenzaba la rueda inacabable de monotonía y rituales repetidos, de tareas cotidianas que oxidan el alma, de amaneceres sin promesas y noches sin euforias, del precario equilibrio en el que oscilaba día a día su vida unitaria y previsible. Ni siquiera le quedaba el consuelo de sentir que aquel transcurrir de chatura y costumbre implicara seguridad o certeza.

Todo lo contrario, el ajetreo y la inestabilidad propios de la época hacía que los vaivenes de todo lo que pasaba a su alrededor lo afectara en forma íntima y profunda, socavando la poca confianza que le quedaba en la especie humana y su ya escasa vocación de sueños.

Meditando sobre lo previsible de sus días y la insolvencia de sus ilusiones se fue a dormir, ensimismado en la impotencia de no estar conforme con lo que era ni en lo que se habían convertido aquellas ilusas expectativas de su juventud.

El agudo llamado del despertador perforó el silencio de su noche, abriéndole otra vez paso a la tan tediosa mañana del lunes que desde siempre lograba opacar su humor en demasía.

Se duchó con el agobio de lo que es costumbre. Bebió su café con la inercia de lo que es sólo rito de subsistencia. Ni encendió el televisor. Menos aún la radio. La catarata de malas noticias y quejas solía aumentar, como era de esperar, el desgano de sus lacónicos despertares.

Dejó las instrucciones, junto con el pago, para la señora de la limpieza que llegaría en unas horas.

Tomó las llaves del auto y como quien retoma el camino de un sufrimiento se lanzó a la impiedad de la ciudad que se desperezaba en un bostezo.

Buscando no pensar, dejando que su cerebro opere mecánicamente, condujo como siempre su auto hasta el centro, ingrato corazón de la urbe en que nació y que lo mastica lentamente.

Como uno más de los individualistas nadies que se suman a la maquinaria despiadada que los deshumaniza día a día, se siente un ser miserablemente anónimo, desconocido, apático, sin envergadura…minúscula porción de lo que antes quizás fue humanidad y hoy apenas le resulta ser sistema. Engranaje sin nombre dentro de una totalidad que no le da cabida a la solidaridad y menos aún a los sueños.

La jornada transcurrió como todas, entregándose el hombre a ella con la aceptación de quien no tiene más remedio.
Las luces de la ciudad ya se encendían abriendo otra vez paso a la noche que con su breve alivio interrumpía, misericordiosa, la angustiosa agonía de los que sobreviven en lo urgente.

2-JUEGO DE LUNAS

Al llegar a su casa un inusual llamado de su hermana alteró la frugal cena de alma solitaria. Casualmente le solicitaba su ayuda en la ingrata tarea de desmantelar la vieja casona de la abuela. Luego de la reciente muerte de la anciana el caserón sería vendido y habría que darle destino a lo poco del mobiliario que se salvaría de ir a parar a alguna institución de ayuda para los más necesitados.

Quedaron en encontrarse el fin de semana siguiente. Ambos tenían una vida atareada y horarios intransigentes.

El pedido de su hermana hizo que sin quererlo su emoción se adueñara de sus recuerdos y lograra, como entre nubes, trasladarse hacia los primeros años de su infancia en los que solía pasar los domingos, junto a su familia, en aquella casona tan querida, de galería sombría y salones acogedores. Allí los juegos infantiles se apropiaban de los rincones de ensueños, donde cada hueco era una cueva de piratas y cada escalón una colina o el mismo Everest.

Sus acostumbrados incomprensibles flashes oníricos fueron esa noche, por el contrario, nítidas evocaciones. Aquellas caras amadas cobraban otra vez la frescura de la vida, las promesas de lo que es nuevo.

A la mañana siguiente una extraña impaciencia lo invadió, ansiando que la llegada del encuentro no respondiera a la cruenta lentitud que suele adoptar el tiempo, cuando el corazón requiere, en cambio, que se acelere el paso de las horas.

Por fin, llegó el sábado y sin que encontrara lógica alguna, la proximidad de la cita le provocaba un deleite especial que hacía mucho no paladeaba.

No fue lo que esperaba. La sensación que experimentó al reencontrarse con aquella casona ya abandonada, asfixiada por la falta de habitantes, hizo que la dulce nostalgia que lo había embargado desde el momento del llamado se diluyera, dando paso a la tristeza hueca que se siente luego de rememorar idealmente una belleza y reencontrarla después de muerta.

El olor acre del polvo del tiempo cubría el viejo mobiliario que décadas atrás sus manos de niño curioso, siempre dispuestas a las nuevas sensaciones, recorrían alerta, acariciando cada curva de la madera tallada como quien busca comprender con sus sentidos un milagro.

La sensación de encontrarse dentro de una gran tumba de la que su propio pasado era parte, lo embargó en forma tal que una lágrima imprudente se dejó caer por su rostro.

La premura que su hermana llevaba por culminar la tarea que los había convocado lo fue contagiando, de manera que fueron pocas las reliquias que ameritaron ser rescatadas de aquel abandono: dos o tres jarrones de porcelana azul, un álbum gastado con desteñidas fotos familiares, un juego incompleto de cubiertos de plata, una lámpara con caireles de cristal, algunos bronces y un no muy grande espejo de pared con marco de madera repujada. Apenas verlo supo que era lo único que quería conservar para sí.

En su luna espejada, polvorienta y apagada, de inmediato recordó ver el reflejo de su amada abuela, anciana ya, peinándose con cuidado su largo cabello cano. Con la elegancia que sin duda tendrían las hadas si existieran, los dedos blancos y finos de su abuela trenzaban con maestría de ángeles sus cabellos de nieve sin necesidad de ver, apenas guiados por el reflejo de su rostro que adivinaba, una a una, las volteretas de las mechas. En aquella época, esa mujer de edad sin tiempo se le antojaba a su alma de niño como portadora de la magia y sabiduría de las mejores heroínas de sus cuentos. En su mirada clara y sus ojos de cielo solía encontrar el consuelo, la ternura, la contención que da el cálido hogar cuando afuera sopla el viento.

Fue entonces eso lo único que se llevó: aquel espejo.

En su casa ya, mientras caía la noche, lo desempolvó. Mimó cada una de sus curvas cepillando con esmero e infinita ternura los pétalos labrados en aquel marco maravilloso.

El cristal espejado tardó algo más en pulirse. El gris de los años había dejado huella y lograr desprender la niebla de humedad y tiempo de aquel espejo requirió de mucho empeño.

Por fin, renovada en sus brillos, aquella magnífica pieza de destellos y flores exóticas recobró la belleza que ya casi había olvidado. Su luna plateada ubicada ahora sobre otros muros se disponía a enfrentar nuevamente al mundo con su reencontrada hermosura.

Curiosamente, en la posición que su halo había hallado, era también otra la luna que en el espejo se reflejaba: la eterna, la primordial, la de la noche… que iluminando con singular encanto parecía embelesarse contemplando en aquel otro esplendor su propia blancura.


3-UN EXTRAÑO SORTILEGIO

Así, en ese juego de sutiles reflejos, las dos lunas lograron sumirlo en extraño embrujo, cálido, placentero, atemporal, melancólico y envolvente.

En blando estado de somnolencia aquel hombre taciturno y solitario logró traspasar el marco de flores talladas perdiéndose entre los límites del tiempo, espacio y reflejos, y así transportado se halló con la absoluta certeza de estar y no ser visto en aquella lejana tierra de sus ancestros, en otros años, entre otras tristezas…

Desde un ángulo que no podía ser real, el hombre lograba ver ahora a otros hombres.

Uno, el más joven, era alto, no demasiado corpulento, con cierto parecido a él mismo que lo hizo intuir que se trataba de alguien de su sangre. No comprendió bien cuál fue el dato que lo corroboró, pero tuvo la certeza que se trataba de su propio abuelo, aquel que no alcanzó a conocer, ese que vino a estas tierras desde lejos, con su joven esposa y dos pequeños. Más tarde luego de haber cruzado el Atlántico, les nació otra hija, esa que muchos años después sería su propia madre y que sin haber conocido la tierra de sus ancestros siempre supo que la nostalgia hacia aquellos rincones habitaría en ella para siempre.

El otro de los hombres, mucho más viejo, apenas podía moverse. Postrado en un camastro, iluminado su rostro cansado por la tenue luz de una vela, sabía que estaba próximo a morir y con la convicción de quien no tiene más tiempo, le encomienda a su hijo el lugar preciso en donde quiere ser enterrado. Será bajo un viejo olivo, ese que su padre plantara, allá lejos, en otro siglo, cuando con sus propias manos sacó una a una las piedras de su pedazo de tierra y allí se decidió a vivir, a sembrar, a criar a sus hijos, a soñar…y también a morir. El hombre más joven sabe que no es mucho el tiempo que le resta. Le sostiene la mano con infinita tristeza. No sólo porque intuye que pronto su padre va a morir, sino porque también comprende que no estará allí para llevarle flores a su tumba cuando llegue la primavera. El hambre y la guerra lo apremian y pronto deberá partir intentando alcanzar un sueño. Un mundo nuevo lo espera y ese otro, el tan amado, quedará atrás para siempre. Sus tierras, sus padres, su historia, su vida, sus amigos, su lugar, sus costumbres…todo deberá dejar, llevando sólo una esperanza, su mujer, sus hijos y apenas algún recuerdo. Cuando el sol sale nuevamente en el horizonte espejado, el viejo ya ha cerrado para siempre sus ojos. El más joven, ahoga entre lágrimas su despedida.

Desde su privilegiado sitio de testigo sin tiempo, logrando sentir y comprender toda la angustia y el miedo de los otros como si fuera propio, el futuro nieto observa el pasado de su abuelo con la nitidez con la que se enmarca aquella lejana realidad dentro de la luna mágica del espejo.

Atado a dos polvorientas valijas, embalado entre cuatro maderas, el espejo tallado acompaña a los desterrados en su travesía, símbolo espejado de alguna vieja quimera, el espejo cruza poblados, ríos y océano para llegar después de meses hasta la que fuera la tierra prometida. En aquellos primeros años el espejo cuelga sobre un muro descascarado, lujo impensado entre las paredes de un pobre conventillo de aquella extraña ciudad arcana y cenicienta. En su reflejo se trasluce el esfuerzo, las angustias, las injusticias, los sueños, las promesas incumplidas. También se van mostrando los primeros logros, el trabajo pago, los primeros ahorros, la certeza de lo que es posible. Espejados en la luna de reflejos los hijos van creciendo, las canas ennoblecen, los sueños se concretan, las paredes ya son propias, el horizonte se va ensanchando. Mudanza tras mudanza el espejo acompaña y atesora cada una de los momentos de las vidas sufridas y soñadas de aquella gente… y los hijos ya no son inmigrantes, son ahora hombres y mujeres arraigados en aquellas tierras. Se establecen, crecen, ganan y pierden, son parte viva en los sueños, de los que están, de los que se han quedado y de los que están por nacer.

El tiempo se desliza sin su acostumbrado ritmo dentro del espejo y los años se trastocan y se vuelven instantes y la historia de la sangre se muestra breve, auténtica, vigorosa…y el hombre se presiente ya fuera de aquel áureo mundo intemporal de reflejos contenidos y se emociona, se conduele, se nutre, se instruye en el pasado vivo de su historia esa que por mucho tiempo, por menosprecio, desapego, negligencia, egoísmo, impiedad o ignorancia, olvidó y enterró en algún sustrato nimio de su persona, dejando a un lado y reemplazando lo importante por lo urgente.

En un rincón anónimo y gris habían quedado los nombres, las historias, las palabras, los sueños, los compromisos, las miradas, el esfuerzo, las angustias, las hazañas, las alegrías de aquellos hombres y mujeres que habían luchado por él y su propia historia…y gracias a aquella magia atrapada y ahora liberada del espejo, sus recuerdos salían a la luz, para infundirle orgullo, ganas, nuevos rumbos, esperanzas…Un pasado y un porvenir.

Sumergido aún por el encanto de las dos lunas el hombre contempla el fulgor redescubierto de la noche, que se abre ante él como una gran promesa, un infinito horizonte que le propone que lo recorra, lo perciba, lo disfrute minuto a minuto, porque la memoria de los que fueron y ya no están, lo amerita…y el futuro de los que aún no son, si hacemos lo posible…sin dudas, lo llegará a merecer.

lunes, 7 de noviembre de 2011

NECIOS























Hay gente que se empeña
en mostrarse agria y desencantada.
Disfrutan de su resentimiento
con cierto sesgo de desprecio
por el que cree
-aún y a pesar de los percances-
que la realidad puede y debe
para bien modificarse…
que son posibles nuevos horizontes,
que es rescatable el alma humana
y el mundo es mucho más
que un tumulto cruel de desencantos,
odios, guerras y pasiones.
Son pérfidos asesinos
de los legítimos sueños e ilusiones
y se complacen en mostrar
 –sin esperanza o guiño positivo-
el ángulo peor de la propia especie
con la soberbia de quien se asume
ajeno –al fin- de toda culpa
enterrándose en el foso escéptico
de la hueca y necia
autocomplacencia.

sábado, 5 de noviembre de 2011

POR SI TIENEN GANAS DE LEER...una reedición


BACKSTAGES (basada en la película All about Eve)


1 - LOS DESIGNIOS DEL AZAR. LA FUERZA DE LA PERSEVERANCIA (Broadway, década de los cincuenta)

Contemplando desde las sombras, una joven se refugia de la lluvia intentando guarecerse bajo el alero del teatro. Cada noche, desde el inicio de la temporada, se queda aguardando hasta que salgan los actores, soñando despierta con ser uno de ellos.

Su mirada inocente y extasiada por las luces del escenario delata sus sueños: ser actriz. Renacer cada noche sobre él. Crecer entre bambalinas. Aprender a ser cada vez un personaje diferente. Inventarse nuevas vidas que le hagan olvidar la mediocridad de la propia.

Vaya a saber por qué, otra mujer se ha fijado en ella. Desde hace varias noches advierte su presencia junto a la puerta del teatro, siempre estaba allí, con la misma timidez, siempre con la misma mirada abstraída colándose entre el público y los actores. Ella la entiende, porque se reconoce en esos ojos. Cuando era joven, casi de su misma edad, solía acercarse hasta la sala de ensayo de aquella vieja academia de pueblo, ávida por sentir un poco de la inigualable magia que se desprendía apenas subirse el telón. En aquel ambiente se sentía renacer, se sentía plena. Encontraba el empuje necesario para transitar esa vida que tantas veces se le presentaba esquiva y hostil.

Ahora, después de tantos años de esfuerzo y algo de suerte, se encontraba disfrutando de todo lo que había soñado. Sabía que era considerada una gran estrella. Quizás la más reconocida de los últimos tiempos. Saberlo la llenaba de orgullo y le hacía sentir una gran responsabilidad. Una carrera como la suya no es siempre un camino cuesta arriba, hay altibajos, a veces muy pronunciados y cada paso a seguir puede implicar grandes riesgos. Hay miles de inconvenientes, envidias, celos, grandes intereses en juego, ya que el teatro no sólo es arte, sino para muchos, fundamentalmente un gran negocio. Pero recordar sus inicios le hacía valorar aún más lo que había conseguido y eso la hacía enternecer sobremanera.

Quizás haya sido por eso que esa noche decidió bajarse de su pedestal de estrella y acercarse a la chatura de los que miran desde afuera, …o quizás haya sido por alguna razón algo más egoísta: desde siempre, y quizás a consecuencia de ser parte de la rara ”fauna” del espectáculo, fue supersticiosa. Estaba convencida que la suerte existe, puede ser invocada y hasta modificada según sea la fe y la perseverancia del creyente. Creía que los hilos del destino son movidos por algo que no alcanzamos a comprender, pero que nos determina y ese motivo que desconocemos debe ser respetado. Las cosas pasan por alguna razón, no porque sí y negarse a ello era invitar a que el azar se vuelva en contra de quien se resiste a su superior designio.

Sea cual fuese el motivo, y para sorpresa de quienes la conocían, la gran actriz dejó de lado su habitual rutina de salir raudamente del teatro apenas terminada la función, para detenerse unos minutos a conversar con aquella muchacha de aspecto humilde y desdichada que se aventuraba apenas y desde lejos a aquel mundo de fantasía y glamour.

Ambas mujeres en apariencia, tan opuestas, cruzaron algunas palabras y por unos minutos la actitud solícita de una logró encender verdaderas chispas de ilusión en la otra. Para aquella pobre muchacha que se asomaba sin esperanza al embrujo teatral desde su niñez, aquella inimaginable ocasión que la vida le brindaba, la hizo sentirse entre nubes, como si algún duende generoso decidiera premiar su constancia y devoción con la gloriosa proximidad de quien era su más inalcanzable ídolo.

A veces el azar nos hace un guiño en forma inesperada y el oscuro horizonte que hasta antes se mostraba inhóspito, en un segundo puede exponernos, de improviso, todos sus fulgores.

Tal vez no haya sido sólo la suerte, quizás el corazón conmovido de una mujer, haya podido conseguir con su intervención, torcer el rumbo de otra vida, que de no haber sido por ello, seguramente hubiera permanecido oculta entre las sombras.
Sea cual haya sido la razón del encuentro, lo cierto es que desde esa noche los rumbos de aquellas mujeres comenzaron a transitar juntos.

A partir de ese momento, la muchacha asumió el rol de asistente personal de la prestigiosa actriz. Comenzó a encargarse de todos los detalles de sus presentaciones, relaciones públicas, organización de sus horarios, y todos los demás asuntos que, por resultarle tediosos, la actriz solía llevar con bastante desprolijidad. Con la ayuda de la joven logró concentrarse mucho más en su trabajo y los placeres mundanos que solían ser parte cotidiana de su papel público de “estrella”.

La ajetreada agenda comenzó a estar mucho más ajustada y focalizada en los intereses de la carrera de la actriz, dando prioridad a los compromisos que repercutieran en beneficio de su trabajo.

Mientras tanto, la avispada muchacha iba aprendiendo a desempeñarse dentro de un medio en el que no es fácil desenvolverse, donde las relaciones adecuadas valen oro y las oportunidades suelen presentarse de improviso, si se está en el momento justo, junto con la persona apropiada.

Para ella no se trataba de un trabajo, le resultaba más bien un placer, la concreción de un sueño que llevaba tiempo intentando en vano construir. El hecho de ser íntima colaboradora de una de los personajes más destacados del mundillo artístico, hizo que la joven lograra introducirse por la puerta grande al contagioso vértigo del glamour, el espectáculo y el círculo más selecto de la cultura.

Codearse a diario con los más grandes empresarios, autores, músicos, directores y artistas teatrales fue algo que superaba en mucho las más atrevidas fantasías de sus elucubraciones de muchacha soñadora. Ella era la encargada de programar citas, realizar llamadas, coordinar entrevistas, informar a los medios, concretar las pruebas de vestuario y todos los caprichos que pudieran presentarse para ser resueltos en la vida de su benefactora.

La diplomacia, la buena disposición y la desenvoltura que acostumbraba a desplegar en cuanta oportunidad tuviera, hacía que ese papel de enlace le fuera de maravillas. No tardó mucho en lograr que su eficiencia fuera reconocida y premiada, no sólo por su empleadora y amiga, sino por todo su encumbrado entorno.

NACE UNA ESTRELLA

La excitación permanente, el lujo de las fiestas, el oropel que envuelve las rutinas de una estrella no era algo que le resultara agobiante o desmedido, más bien la nutría con nuevas energías, le hacía subir su adrenalina y le daba nuevas alas a sus sueños de antigua cenicienta que acaba de ser descubierta a la vida. 

Más de una vez, cuando se encontraba a solas ordenando el fastuoso vestuario de su empleadora, había sucumbido ante la tentación de probarse algún vestido o alguna de las famosas elegantes chalinas que desde siempre distinguían a la ya madura actriz, quien, por otra parte, solía tener bruscos episodios de depresión, (mucho más frecuentes en los últimos tiempos) fundados en el miedo atroz a la impiedad de la vejez que ya se le venia encima.

El brillo, los encajes y las pieles seducían a la muchacha en forma casi hipnótica. Acariciar aquellas maravillas era para ella como estar tocando el cielo con las manos, tan mágico como imaginarse sobre un escenario, actuando como propios cada uno de los papeles que interpretaba su benefactora.

Sabía que también en ella corría la sangre de los grandes actores, tenía el talento, tenía las dotes, tenía las relaciones…pero no había tenido aún la oportunidad.

Por días y días estuvo concibiendo la manera más apropiada para lograr que alguien le diera la ocasión de probarse sobre las tablas. Era tan grande su ego y su seguridad que, daba por hecho que obtendría un papel estelar en forma inmediata si lograba que alguien le diera una audición. Aprenderse los textos no era problema, de tanto observar los ensayos y las actuaciones de la compañía, ya sabía con justeza todos los parlamentos del papel principal. Su pasión por ser actriz era tan grande como su facilidad para memorizar e interpretar.

De todos los artilugios que cruzaron por su mente, el que más la entusiasmó fue el de hacerse considerar como eventual suplente del rol central, ocupado por aquella que la había rescatado en una ya lejana noche de frío y soledad.

Para llevarlo a cabo, supo cómo y cuándo hablar con el director de la obra que se estaba ensayando. Era amigo personal de la actriz desde hacía años y dados los avances que la joven había logrado como su asistente, era acertado pensar que ahora, también lo era de ella.

Nada más certero que una palabra justa dicha del modo adecuado y en el momento oportuno para abrir la más difícil de las puertas.

Con la liviandad y delicadeza de quien se desliza entre sedas, la aspirante logró su cometido y luego de ser escuchada en una audición especial (en apariencia improvisada) en medio de sinceros elogios y aplausos merecidos obtuvo el puesto de suplente de la estrella principal.

Si bien la experimentada diva recibió en forma intempestiva la novedad de la inconsulta designación de la joven como su suplente, una parte de ella (que hasta ese momento intentó acallar) supo que ese era el comienzo de una escalada de golpes bajos que se sucederían en su contra.

A partir de ese momento la relación entre ambas mujeres dejó de ser lo que venia aparentando. Las suspicaces indirectas de la mayor eran lanzadas como dardos envenenados hacia su otrora protegida, alentada por los celos que crecían a la par de su inseguridad; la más joven, en cambio, manejaba con maestría la hipocresía de quienes se sienten indestructibles disponiendo a su antojo los hilos que mueven los destinos de las que ya son sus víctimas: la fingida inocencia de sus intenciones era manipulada frente a todos quienes la habían adoptado como “mimada” dentro del círculo de “selectos” al que, paradójicamente, la había introducido quien ahora se veía por ella invadida y sojuzgada.

Los acontecimientos siguieron su curso y el aire enrarecido que se generaba entre ambas mujeres terminó siendo intolerable.

La más joven optó un buen día por alejarse, en ”beneficio de lo que fue una gran amistad” y que, de repente, a causa del cambiante humor de la diva, se vio trastocado en una “injustificada rivalidad”. La otra, en cambio, mordiéndose para no mostrarse frente a todos humillada y manipulada por una arribista, decidió refugiarse en la actitud de estrella caprichosa que decide, por su cuenta, arrancar de su entorno a quien ya no responde a sus antojos. Nada más lejano a la realidad. Ambas se habían quitado frente  a frente sus caretas y sus odios habían surgido sin misericordia, cortando de cuajo lo que antes, en apariencia, las había unido.

A partir de allí, lo peor de ambas mujeres afloró de donde había permanecido guardado hasta ahora y las empujó a silenciosa guerra sin escrúpulos.
La más joven, decidida a hacer suyo lo que ya tanteaba como gran posibilidad, se enteró que su antigua empleadora pasaría unos días de descanso en una cabaña en las afueras de la ciudad. Bastaron unos pocos dólares y lo mejor de sus encantos para enredar con sus ardides al chofer de la estrella quien, (vaya uno a saber cómo!) olvidó ese día cargar con combustible el tanque del automóvil, haciendo que la diva llegara al teatro con más de una hora de retraso.

Esa era la ocasión (forzada, desde luego) que la ambiciosa joven estaba esperando. Por supuesto debió ser ella quien interpretara el rol principal en la función de esa noche, a la que, no casualmente, habían acudido los más destacados comentaristas de espectáculos. El vestuario parecía pensado a su medida, el parlamento, escrito para ella, la fuerza, el talento, surgieron con la naturalidad y contundencia de quien lleva en sus venas la pasión por el escenario…y el público le retribuyó de pie y gratamente sorprendido por aquella magnífica función que el azar y los dioses de las tablas habían determinado conjugar.

Merecido éxito el de esa noche…merecido también los aplausos, las entrevistas, las felicitaciones…inmerecida sin duda, la trampa tendida hacia quien le había brindado una mano cuando más lo necesitaba.

“Ha nacido una estrella” titulaban al otro día las publicaciones especializadas. Las flores, las propuestas, las felicitaciones…todo era tal como alguna vez lo había soñado. Sólo un detalle se le había escapado: las consecuencias terribles del despecho de quien se siente engañada, traicionada y usada como si de un trapo viejo se tratara.

EPÍLOGO Y DESPEDIDA

Si bien el papel central de la obra recién estrenada lo siguió representando la afamada diva, la novel actriz comenzó una ascendente y rápida carrera, aprovechando el rotundo éxito de su debut, los numerosos contactos que tejiera en su pasada etapa de asistente de relaciones públicas y la no menos despreciable buena estrella personal que parecía acompañarla en todo momento.

Los celos, el resentimiento, la creciente inseguridad y la inminencia de la vejez que la angustiaba, hicieron que toda la energía de la famosa estrella de teatro se desviara de su propia carrera y se enfocara en la de quien, de repente, había pasado a ser su única rival.

Esa desconcentración logró afectar su desempeño sobre el escenario, mella que los entendidos adjudicaron al desgaste lógico producido por la acumulación de estrés de de tantas temporadas de éxito ininterrumpido.

Lejos de buscar descanso su cabeza parecía bullir pergeñando la manera de desenmascarar en público a la traidora que se había aprovechado de su generosidad y amistad, usándola para catapultarse al estrellato desde donde sin dudas, pretendía desbancarla. Lo que más la mortificaba era comprobar que la hipócrita en verdad tenía talento, una buena dosis de belleza y sobre todo, la juventud que ella añoraba poseer. A simple vista era fácil concluir que ante ese cuadro, ella estaba en desventaja y el tormento se acrecentaba a medida que todos, hasta sus propios amigos, se desvivían en alabanzas hacia su rival.

Quizás había llegado la hora de asumir que había pasado el momento cumbre de su carrera. Tal vez fuera el momento de aceptar que como en todo, la madurez impone ciertos cambios: la construcción de la vida desde otra perspectiva. Con todo el dolor de su alma logró entender que ya no estaba para representar papeles de heroínas en la plenitud de su juventud. Comprendió que persistir en su intento de negar el paso del tiempo no era algo propio de una actriz de su talla y decidió afrontar con entereza que su carrera debía tomar un nuevo rumbo. Quizás debería quitar algo del brillo y la frivolidad de su imagen y asumirse como lo que ya era: una mujer que había hecho historia sobre el escenario y que debía envejecer con la dignidad de los grandes.

La temporada teatral culminó como era previsible. Los críticos y los empresarios requerían de una nueva estrella en el firmamento de la farándula, el juego de luces debía continuar brillando para todos. La magia de las tablas seguía viva y era hora que se coronara una nueva reina.

Como todos los años, al culminar el ciclo de presentaciones teatrales, lo más granado del mundo del espectáculo se reunía para otorgar los más importantes premios a los más destacados, los más exitosos y a las nuevas revelaciones.

La noche de la premiación fue espectacular. El universo entero parecía haberse confabulado para que todo y todos coincidieran en que era hora de que una nueva diva surgiera y se consagrara. Así fue que en el momento culminante de la noche, el nombre de quien fuera recientemente descubierta resonara como merecedora del premio mayor…el más esperado, el más deseado galardón para la gente del teatro.

La sala entera tronó de aplausos y los reflectores acompañaron hasta el centro del escenario a la figura grácil y elegante de quien fuera, hasta hacía poco, una oscura desconocida.

Mientras la novel actriz disfrutaba de su más inolvidable momento de gloria, en uno de los sitios preferenciales, tragándose las lágrimas de dolor, la otrora diva masticaba sus penas, más indignada aún al comprobar que la trepadora la emulaba hasta en el detalle de llevar, con desenfado, una chalina de seda similar a las que ella impusiera, desde siempre, como sello personal.

Luego del cierre de aquella noche triunfal, el destino otra vez quiso que ambas mujeres coincidieran en tiempo y lugar, encontrándose sin proponérselo, frente a frente y a solas en el tocador de aquel salón de galas.

Las miradas dijeron todo lo que cada una pensaba de la otra. Sin motivos ya para disimular sus verdaderas intenciones, el desprecio de la joven y el resentimiento de la desplazada hicieron que la tensión fuera tal que se hubiera podido cortar con cuchillo.
En un rapto de soberbia la recién premiada insultó a quien fuera su mentora tratándola de vieja patética, sabiendo de antemano que eso le dolería sobremanera.

La cólera de la mujer fue tal, que tomando fuertemente los extremos de la chalina, comenzó a apretar aquel odiado cuello, obligando a su víctima a retroceder torpemente hacia el pasillo. Mientras descargaba con sus manos toda la furia y el resentimiento acumulado, miraba con chispas de ira los ojos ya casi desorbitados de quien, alguna vez, había sido su protegida. Ciego a las consecuencias, su ego de diva destronada quería acabar de una vez por todas con la impertinencia de quien la engañara con falsa modestia y esos aires de niña abandonada que en otro tiempo, la habían conmovido.

De repente, la poca cordura que quedaba en aquella angustiada mujer despechada, hizo que tomara conciencia de lo que estaba haciendo. Espantada de comprobar hasta dónde había podido llegar su cólera y arrepentida de semejante descontrol, soltó por fin el cuello de la joven, que estaba ya casi sin aliento.

Apenas hubo logrando recomponerse, todavía afectada por la sofocación, y desencajada por el espanto, la novel actriz se alejó como pudo hacia el ascensor, mientras continuaba insultando a su  agresora con tanto odio y resentimiento que costaba reconocer en aquel rostro a quien, alguna vez, se destacara por su cordialidad y diplomacia.

Con el premio recién obtenido entre sus manos, maldiciendo y jurando vengarse, la rutilante nueva estrella no se percató que los extremos de la larga chalina que llevaba atada a su cuello quedaban fatalmente aprisionados entre las puertas herméticas del ascensor que ya bajaba.

Un sonido seco fue el indicador que lo peor se había consumado.
Sin duda fue esa la dramática escena final que el destino urdió como epílogo, en la noche de su brillante consagración… e impensada despedida.


jueves, 3 de noviembre de 2011

JUEVEROS EN VALENCIA

El sábado 12 se reúnen, en Valencia, un nutrido grupo de bloggers que habitualmente participan de estos divertidos y enriquecedores encuentros semanales. 
De este lado del charco asiste la querida Cass (Vivian) uruguaya de ley a la que tengo el gusto de conocer personalmente.
Vaya desde aquí y a través de ella un abrazo sincero para todos ustedes, gente linda, a la que me siento  realmente cercana en la compañía y el afecto.
Llegará el día en que quizás pueda hacerlo directamente en persona.
Por ahora, les envío mis mejores ondas y un abrazote virtual gigante para cada uno!

miércoles, 2 de noviembre de 2011

PLAYING FOR CHANGE



Playing For Change es un movimiento multimedia creado para inspirar, conectar y promover la paz en el mundo a través de la música, para más información y opciones para participar, hacer click aquí

martes, 1 de noviembre de 2011

METAMORFOSIS DE LA FORTALEZA























(aprendiendo a resistir)

En la ardua tarea de crecer
-seguimos haciéndolo
hasta que morimos-
uno va aprendiendo
a resistir
-sin protecciones-
dolores, pérdidas y ganancias.

Desde que empezamos a existir
uno va dejando atrás
miedos y cáscaras
que nos quitamos
-como en metamorfosis-
por el propio impulso
imperioso que nos da sustancia.

A  medida que entendemos
que en el avanzar
se van rompiendo
armaduras y pañales
uno va llegando a la conclusión
que nos iremos -al fin- con lo mismo
que llevábamos cuando llegamos.

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