Me sumo a la convocatoria que nos deja Marcos desde su blog, con un texto autorreferencial escrito hace ya varios años, en un momento crítico de mi vida. Pasar por aquí para disfrutar de todas las historias.
CATARSIS
Si bien eran veinte –tan sólo- los días transcurridos desde aquel desgarro irreparable en el que la vida la había sumergido, pese a todos sus esfuerzos, no lograba recomponer con claridad los rasgos de aquel rostro cotidiano que, sin aviso, se le había ido para siempre. Esa incapacidad de recordar con justeza y definición, le acentuaba su profundo y devastador sentimiento de impotencia y pérdida.
Recién en ese punto de su duelo puedo soltarse un poco en medio de sus urgencias por reacomodar su vida y la de los otros. Apenas ahora disponía de un poco de tiempo para ahondar en su interior, intentando recuperar algún hilo desde donde sostenerse y sobrellevar como pudiese algún consuelo que se pudiera inventar. Había estado hasta ahora sobrepasada, desmoronada bajo los restos de ese mundo que se les vino abajo a todos de golpe y para siempre.
Dolor. Mucho dolor…
Pensó que tal vez en ese estadio de su intento de
recomposición pudiese ir surgiendo
-quizás camuflado bajo una austera tercera persona- un tibio entretejido
de palabras que le sirviera para algún alivio… para intentar entender, para
buscar sobrellevar, para conseguir aceptar…
Curiosamente, nunca antes de la muerte de su madre, la había pensado niña, correteando en compañía de aquellas dos hermanas –amadas tías- también diluidas ya bajo las nubes de la desmemoria.
Pero fue así que la primera noche después del entierro la vislumbró –apenas- en la semi-penumbra de un corredor indefinido en algún momento que, supuso, fuera marco de aquella infancia en trío que nunca ella conoció ni imaginó hasta ahora. Correteaban las tres, entre risas breves, oscuras, apenas iluminados sus rizos y sus moños y sus vestidos añejos entre los polvos del tiempo. Así quiso, en el desconsuelo infinito de su orfandad, adivinarla en presente –efímera pero certeramente- en su irremediable tránsito hacia la inmensidad de lo eterno.
Dolor. Mucho dolor…
Su madre partió de improviso. Sin casi aviso. Sin disturbios. Sin distracciones. Sin pérdidas de tiempo. Sin prolegómenos. Sin despedidas. Sin exteriorizaciones. Sin atraer la atención. Sin alborotos. Como fue siempre su costumbre.
Coherente hasta el final calló al máximo esa puntada en su corazón que se instaló y se la llevó en unas horas –no muchas- burlando la impericia de un médico inepto que ni se dio por aludido al revisarla y rotular como nerviosismo los síntomas de un infarto que la atacó sin conseguir alterar las que desde siempre fueron sus rutinas: hasta preparó con esfuerzo la cena para la que sería su última noche.
Dolor. Mucho dolor…
Ella, su hija, no llegó para despedirla. Logró besarla, eso sí, aún tibia… minutos después que su hermano quebrara la noche con su llamado de desesperación y angustia.
Dolor. Mucho dolor…
Pasan los días, uno tras otro… y el trajinar de las prioridades de lo que queda no ha dado pausa para sacar con palabras lo poco que con rabia, impotencia, resignación o incomprensión busque aflorar.
Dolor. Mucho dolor…
En sus días últimos, su madre añoraba mucho más de lo habitual a sus propios muertos. Lo demostraba con más tristeza. Con gran inquietud. Con algo de miedo. Pensaba en sus hermanas. Las extrañaba. Y en sus padres… todos idos… y quizás sentía ya no poder seguir. Lo disimulaba, eso sí. Siempre. Porque sus nietas –sobre todo- eran la vida. Y nombrarlas y estar pendiente de ellas era su impulso.
Pero al fin
quiso el cansancio ser más que su impulso… y se fue, así sin más… y los que se
quedaron, se sintieron romper por dentro como si el universo entero se hiciera
trizas y entre esos restos que se les acumularon de repente no encontraban la
forma de volver a empezar.
Y en eso están, aún, recomponiendo. Reubicando, replanteando, recuperando, desechando, sobreponiendo, intentando rescatar y conservar.
Por qué -se pregunta- quiso su madre o el destino o su subconsciente, hacer que su añorada imagen llegara hasta ella como aquella niña lejana y borrosa de otro tiempo, de la que casi nada supo y aún sentía como desconocida. Quizás haya sido porque su madre misma, recién traspuesto el umbral que separa la vida de la muerte, ansiaba retornar a ese estadio primero de su niñez en el que se le mostraba retozando con sus hermanas, niñas como ella, en la semi-penumbra de la irrealidad que ahora su hija luchaba por intuir.
Para los que se van y los que quedan… tal vez exista una especie de filtro en el que se nos queden –si lo buscamos-preservados y sostenidos los momentos y los afectos realmente trascendentes.
A pesar de lo doloroso del vacío que nos dejan las ausencias, quizás logren sobrevivir siempre allí, en un estadio inmaterial en el que nunca se pierdan del todo los amores y los recuerdos, los sueños y las bondades…
Quizás sea eso la muerte después de todo: una forma piadosa que nos da la vida en su final para volver a sentir aquello que ya se fue y tanto nos duele no volver a encontrar.
Mirando hacia
atrás, buscando bucear en sus viejos textos –quizás como si existiera la
posibilidad de descubrir alguna premonición de advertencia- la mujer se queda
releyendo alguno de sus últimos escarceos presuntamente literarios, mientras se
sumerge otra vez en la blandura de la tristeza honda que la embarga.
Somos transitorias
chispas reflexivas
intentando su noción
de lo que es el fuego.
Restos estelares
-polvo compactado-
que alguna vez
fue cielo
y más tarde, tierra…
y es hacia esa tierra
que otra vez un día
-luego de un instante-
en polvo volverá.
¿Qué cosa somos
más que momentáneos
puntos de conciencia
en el infinito?
Breves variaciones
…leves desinencias
que tiene el Verbo vivo
en su conjugar.

24 comentarios:
Hola Mónica. Tu relato es un monólogo de orfandad adulta: convierte el infarto silencioso de la madre en espejo roto donde la hija busca su rostro perdido y encuentra a la niña que nunca conoció. Me gusta mucho lo siguiente:
El "Dolor. Mucho dolor…" como refrán obsesivo: no repite, golpea como latido.
La madre niña en el corredor: visión onírica que une pasado y eternidad, rizos polvorientos como fantasmas de álbum.
El filtro final: la muerte como archivo piadoso que guarda lo que duele, regalo cruel.
En resumen: un lamento en tercera persona que dice: perder a la madre es perderse a una misma... pero en el duelo, la inventamos de nuevo.
Dolor que no grita, susurra y queda.
Un abrazo y muchas gracias por tan buena aportación.
Una entrada donde el personaje principal hace un buen recorrido por ese camino del dolor al perder a un ser querido, en este caso una Madre.
Cuando eso llega nunca se está preparado aun sabiendo el destino final, es algo que en efecto se rompe dentro de nuestra alma, y nunca vuelve a ser igual. Algo se llevan , tal vez en un reencuentro podamos volver a poseer esa parte que ellos se llevaron al pasar el umbral de la vida al más allá.
Terminas con un excelente poema, hoy has completado de reflexiones y sentimientos tu relato. Un besote, feliz semana.
Olá, querida amiga Mônica!
Um relato muito sentido, dá para sentir o coração contrito da que ficou órfã.
A riqueza de detalhes do conto nos inclui na cena...
Você escreveu com paixão.
O poema também é muito bom.
Tenha dias abençoados!
Beijinhos fraternos
Celebro que te guste, Marcos. Fue escrito desde el corazón. Muchas gracias por tu pormenorizado análisis. Un abrazo
Fue una catarsis personal y sentida. Muchas gracias Campirela. Un abrazo
Me alegra y agradezco tus palabras, Roselia. Muchas gracias por leer con atención. Un abrazo
Un repaso sincero por lo ocurrido, por el transcurso de los acontecimientos, duele porque cuesta, a todos, superar algunas ausencias, a veces solo una tarea nueva puede ayudar. Un abrazo
Hermoso y muy triste a la vez lo que escribiste, esa ausencia, es orfandad cuando la madre parte es terrible, me conmovió mucho leerte, pues la noche en que mi madre partió, me llamó mi hermano, de madrugada, cuando llegue aún su cuerpo estaba tibio, como en tu historia y si bien era un final que ya sabíamos de ante mano, porque mi mamá tenía cáncer, nunca estás preparada para esa noticia, duele y mucho.
Todos los sentimientos volcados en tu historia, realmente me gusta.
Un abrazo
PATRICIA F.
Suscribo, Ester. Las ausencias duelen y no se transmiten los sentimientos que se generan fácilmente. Me alegra haber podido canalizar parte de esos sentimientos. Un abrazo
Lo escribí intentando reflejar la complejidad de todo lo que me atravesó en ese momento. Me siento cercana a tu perdida aunque mi mamá se fue de repente y sin aviso. Un abrazo Patricia
Esas perdidas son cambios radicales, con mucho dolor.
Al menos la protagonista recuperó la memoria visual de su madre.
Un abrazo.
Poder aferrarse al recuerdo nítido es al menos un consuelo frente al dolor de esa pérdida. Así li sentí. Gracias por leer, Demiurgo . Abrazo
llevamos el recuerdo de los muertos con nosotros, hasta el día que seamos también un recuerdo en los pensamientos de alguien... mientras nos recuerden, no nos habremos ido del todo...
Muchas veces la muerte llega sin aviso, nos pilla por sorpresa, pero la vida es así.
Un abrazo, Mónica.
También hay una nueva entrada en mi blog.
Mientras nos recuerden estaremos ahí...
Coincido. De ahí que es bueno sembrar buenos recuerdos a cada paso. Un abrazo Beauseant. Muchas gracias por leer con atención
Sólo seremos recuerdo... dice el gran escritor... y si. Es li que queda. Un abrazo y muchas gracias Marisa
Obrigada pela gentil visita e comentário, Mônica.
Muito bonita a sua participação.
A morte chega para todos mas nunca estamos preparados.
Um grande abraço
Verena
Las pérdidas suponen un gran dolor y un gran cambio para todos y hay que aceptarlo, no queda otra.
Que estés teniendo un feliz día, Neogéminis.
Un abrazo.
Gracias por pasar y leer, Verena. El final llegará para todos, lo que nos diferencia es la calidad de lo que antes vayamos sembrando. Un abrazo
Muchas gracias Maria. En eso estamos. Besitos
Hola Mónica,
Una profunda reflexión acompañada de un precioso poema que teniendo de referencia la pérdida de un ser querido forman una elegía. Que es una reflexión sobre la vida y la muerte. En el texto se repite la frase "dolor, mucho dolor" como una campanada que va marcando el ritmo y llegar a la conclusión de que su vida sigue en nuestros recuerdos. Una parte nuestra vida es superar ese dolor, que algunas veces provoca remordimiento superarlo ya que sentimos que ese dolor es lo que todavía nos une a la persona perdida. Una elegía muy bonita que invita a meditar profundamente.
Un saludo.
Agradezco y valoro ty profundo comentario. Luferura. Coincido y reivindico. Un abrazo y buen fin de semana
Has descrito una tesis perfecta sobre el dolor, la orfandad, la pérdida... Incluso sobre las transcendencia.
Me ha emocionado leerte, porque también, como tú protagonista, perdí a mi madre en instantes, también se fue sin hacer ruido...
Dolor... Mucho dolor
Nos igualamos en eso entonces, Tracy. Te mando un abrazo cercano. Muchas gracias por leer con atención
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