Me sumo con este delirio a mi propia convocatoria. Pasar por el post anterior para leer todas las historias.
LLUVIA DE ESDRÚJULAS
Cerca de la constelación de Géminis, en un planeta inhóspito y apenas habitado, luego de
varios periodos ininterrumpidos de sequias y vientos tórridos, la única luna
que giraba a su alrededor quedó estática
en un punto del firmamento, transformando aquellas tierras en un sitio eternamente
húmedo y lóbrego, casi sin animales, donde la lluvia se instaló a perpetuidad.
Como presencia tímida al despuntar el día, a veces
llegaba a pasar desapercibida y la gente, atrapada aún entre sueños pálidos y eclécticos pensamientos, se preparaba -resignada y apática- a enfrentar sus monótonas
tareas cotidianas sin que la módica llovizna
interfiriera en sus rutinas.
Los adultos en la pacifica villa, con el paso de los
años, aprendieron a ignorar el tono lúdico
del rítmico golpeteo sobre los
cristales, pero los más pequeños, ávidos por descubrir cualquier tópico que les ayudara a comprender el espíritu mágico de las cosas, se las
ingeniaban para agudizar sus oídos tratando de interpretar el cántico atávico de los aguaceros.
A veces, observando desde el pórtico de sus casas, los niños se
entretenían viéndola dibujar con trazo efímero,
sobre el empedrado irregular, fantásticos
paisajes de otros tiempos e híbridos
de aspecto pérfido y tétrico… alguna
vez descritos en sus místicos significados
por un viejo lunático de nórdica ralea al que todos evadían por sus escándalos.
El cáustico personaje, último sobreviviente de la hecatombe que
determinó el cambio cíclico que
ocultó el sol para siempre, habitaba en máxima
soledad una gran cámara teñida de cúrcuma
y decorada con muérdagos y
serpientes bífidas, repleta de documentos
sin epígrafe y libros apócrifos,
todos ellos auténticos registros
de estética dudosa y elásticas moralejas que el anciano conservaba
con devoción. Los escritos, que hablaban
de la vieja civilización, tan solo resultaban ser sórdido refugio para cucarachas y curiosos sin brújula.
Un sábado sin vientos ni relámpagos,
una joven médica llegó dispuesta a
interrogar al sobreviviente sobre los fenómenos
que terminaron con el viejo mundo, pero las respuestas que buscaba jamás
salieron de la boca del impávido archivador,
quizás porque él mismo no las conocía.
Sólo una tarde particularmente
melancólica, el anciano le dio un consejo que la joven interpretó como muy
pertinente:
-El secreto está en la lluvia. Hay
que interpretarla. Cada vez que llueve con placidez ella se esfuerza por
advertirnos… para que la catástrofe no se repita-


4 comentarios:
Te ha quedado muy redondo el esdrújulo texto :) Pero al anciano predica en tierra yerma, nunca leemos las señales, somos expertos en ignorarlas.
Lamentablemente es así. La experiencia de algunos no sirve para allanar el camino de otros. Apenas algunos, una pequeña minoría intenta aprender de los errores pasados. Un abrazo y muchas gracias por leer con atención, Beauseant.
Una historia muy bonita en la que las esdrújulas se complementan con la lluvia muy bien. En cuanto al mensaje... al anciano le pasó lo que a todos los ancianos ¿quién va a dar importancia a lo que dice este viejo?¿Qué sabrá él?
Un saludo
Un lujo leerte una vez más, amiga, a tu imaginación le agregas la impecable prosa que cumplimenta a la perfección la propuesta...
Abrazo pleno de admiración!!
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