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miércoles, 9 de abril de 2025

CADA JUEVES, UN RELATO: EL GRAN VIAJE

 Dada a la pereza (momentánea, espero) de mis musas, me sumo a la convocatoria juevera de esta semana que nos deja Neuri desde su blog, con un relato ya publicado. Pasar por aquí para leer todos los textos participantes.



EL RETORNO

Desde antes de esconderse el sol se percibía algo inquietante en el ambiente. Señal mucho más preocupante que la habitual certeza de ser observados desde la jungla que enmarca la playa, más allá del tosco fuerte construido a las apuradas. Los hombres se mostraban turbados y temerosos, azuzados por el hambre y la desazón tanto como por el indisimulable ansiedad que aumenta aún más por las noches, cuando la oscuridad absoluta lo envuelve todo y el aullido de las bestias se mezcla con los chillidos velados de los salvajes. Aquellas tierras bárbaras no se parecían en nada al paraíso que les habían prometido y si a esa desilusión se le sumaban la fiebre y las pestes con las que el nuevo mundo los había recibido, las ganas de emprender el largo viaje de retorno sin más ganancia que la de conservar la vida, a más de uno se les cruzaba como una posibilidad cada vez más tentadora.

Allí en el corral la inquietud no era menor. Habiendo pasado tanto tiempo encerrados bajo cubierta a merced de las inclemencias de un mar impiadoso, el hecho de permanecer aun expectantes aguardando la incierta posibilidad de ser cabalgados más allá de lo inmediato, a todos se nos hacía ya intolerable.

De improviso cayó la primera flecha. Certera e intempestiva, atravesando el pecho del guardia más expuesto. Después llovieron las otras. Igual de mortíferas e inesperadas, con el aditamento del fuego que las transformó en incendiarias. Una de ellas se clavó junto a nuestras patas y de inmediato el caos se apoderó de todos transformando el campamento en un infierno descontrolado. A fuerza de dar coces logramos volcar los maderos entre los que estábamos encerrados, y mientras los gritos de dolor, guerra y espanto se multiplicaban a nuestras espaldas, un puñado de yeguas jóvenes instintivamente comenzaron a seguirme mientras mi ímpetu contenido se liberaba en mil relinchos abriéndome paso entre aquellos salvajes que, sobre los otros hombres, avanzaban matando y muriendo.

Al fin, la luz de un nuevo sol despuntó en el horizonte, lejos ya del olor a carne quemada y aullidos destemplados. Una nueva tierra se abría ante nuestros ojos, inmensa y prometedora, aguardando ser recorrida con libertad y enjundia. Hacia los cuatro puntos cardinales nos dirigimos luego, crines al viento, haciendo caso omiso de dueños, látigos o enemigos. Llegamos así al nuevo mundo con la misión de repoblarlo.


(Los caballos poblaron el continente americano en tiempos remotos, tal y como acreditan vestigios arqueológicos. Pero se extinguieron hace unos diez mil años por causas desconocidas. Su historia en el Nuevo Continente volvió a comenzar con la orden de los Reyes Católicos de mandar a sus nuevas posesiones veinte caballos y cinco yeguas. Estos animales llegaron a la actual República Dominicana en el segundo viaje de Cristóbal Colón, que zarpó de Cádiz el 25 de septiembre de 1493)


miércoles, 2 de abril de 2025

CADA JUEVES UN RELATO: Misterios sin resolver

 Me sumo con esta delirante interpretación del famoso manuscrito Voynich a la convocatoria juevera de esta semana, siguiendo la propuesta que la querida Campirela nos deja desde su blog. Pasar por aqui para leer todos los textos participantes.



LAS ILUSTRACIONES DEL MANUSCRITO

Lo había conseguido. Al fin, después de toda una vida de trabajo y concienzudas investigaciones: el compendio de todo lo que había descubierto estaba casi listo.

Después de la elaboración teórica descifrada a partir de todo lo observado interpretando los enmarañados vínculos existentes entre los cientos de especies recolectadas a través de bosques, llanos y montañas, el estudio del cielo y sus movimientos y de los flujos del cuerpo humano, el trabajo de toda su vida -ese que quedaría como testimonio para las futuras generaciones- estaba al fin allí, sobre su mesa de trabajo, explicado con la mayor claridad que su pluma logró expresar.

No fue fácil la decisión de escribir sus conclusiones en su lenguaje natal, ese dialecto tribal casi olvidado prácticamente desconocido en las tierras que ahora habitaba. El esfuerzo por dejarlo escrito con caracteres semejantes al aprendido en el monasterio dentro del que venía trabajando, le agregaba un valor extra a su legado.  La intención de demostrar que todas las variantes de la vida sobre la Tierra estaban destinadas a seguir siendo entrelazadas hacia evoluciones futuras, se vería reforzada en ese gesto de mezcla idiomática, expresado para la posteridad como mensaje subyacente en su obra magna. Además, el sistema encriptado de escritura daría protección extra al abad y a las monjas que venían arriesgándolo todo con sus colaboraciones secretas.


Acariciando las suaves vitelas apenas rasgadas por los cuidados trazos de su caligrafía, el viejo alquimista imagina los folios completados por las primorosas imágenes que –pronto- la gran ilustradora del convento se encargará de realizar entre sus letras.  Con ajustados trazos y cuidados detalles la artista reproduciría fielmente las hierbas que debían recolectarse, cómo deberían tratarse los jugos, como así también las posiciones de los astros en el cielo señalando el momento adecuado para realizar la inmersión, esa que venía concretándose en baños rituales dentro del convento.


Fue casualmente que su inicial búsqueda de la inmortalidad lo llevó a escudriñar profundamente los secretos de la Naturaleza, dando por azar con el elixir de una renovada juventud en el que las monjas se sumergían regularmente y a los que el abad instaba a refrendar con rezos de agradecimiento.

No imaginó el taumaturgo, que la remozada ilustradora -espantada por los avances de un lujurioso abad totalmente alejado de los deberes monacales- decidiera huir antes de comenzar el trabajo.

Fue para disimular el traspié que el propio abad –muy mediocre dibujante- tomaría por su cuenta lo que debería haber sido laboriosa y artística tarea ilustrativa y apenas culminó siendo una superposición poco feliz de elementales estampas.



Nota: siempre me ha llamado la atención el contraste que se observa entre la rusticidad de los dibujos y la cuidada caligrafía del manuscrito Voynich

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