ESE OTRO MUNDO
Según las normas de seguridad, nadie que osara traspasar las banderas de la línea de exclusión podría retornar al interior del domo sin cumplir un riguroso periodo de
descontaminación en la Zona 3.
Es que en aquella sociedad perfecta y sumisa, la división entre el ambiente esterilizado
de la gran burbuja y el difícil entorno
tóxico que la rodeaba, era total y
absoluta. El clima hostil del
exterior hacía imposible habitar y
producir fuera del cobijo de la gran cúpula.
Si bien desde pequeños siempre se les advertía sobre los riesgos exóticos fuera de
la gran casa comunal, ni siquiera al
crecer se les brindaba mayores detalles sobre el problema ni se consideraban variables alternativas al encierro perpetuo.
La idea de aventurarse fuera de la
cúpula excitaba su mente, desbordante
de imaginación. Con frecuencia participaba de una red de jóvenes con igual inquietud: conocer ese exterior vedado y confuso. A
través del satélite -única fuente de
comunicación del domo- les llegó el dato de un tal Moreno, un caballero con
sólidos conocimientos en materia de exploración y técnicas
de supervivencia que les aconsejó
seguir sus instintos.
Ese desconocido se transformó en un
modelo a seguir. Un aliado invaluable a la hora de explorar
juntos la zona prohibida, estimando -por
experiencia propia- que la supuesta
toxicidad era excusa para encerrar a la gente.
Los festejos del año nuevo les dieron una oportunidad única e irrepetible para
llevar adelante sus planes, por lo que una vez seleccionado el equipo, se reunieron simulando ser trasnochados
rondando el paso fronterizo. El operativo resultó más sencillo de lo esperado.
Los guardias ni los vieron pasar.
Abandonando la cúpula, inmediatamente entendieron que el miedo era infundado. El mundo real se les mostraba por primera vez en plenitud, sin filtros
purificadores. La superficie del agua
cristalina parecía un espejo mágico reflejando las bellezas naturales que le rodeaban. La pureza
del aire libre revitalizaba sus
pulmones con una fuerza infinita,
mientras el color del alba los emocionó al punto de hacerles llorar.
Terminado el trayecto, sintiéndose en posesión de la dura verdad revelada, confirmaron con indignación
que todo lo que llamaban realidad dentro
del domo resultaba ser un lienzo ficticio,
una simulación montada para mantenerlos separados
de la naturaleza, sin que naciera –hasta ese momento- el espíritu de rebelión.
(para leer todos los relatos jueveros participantes, pasar por el post anterior)