Me sumo con este relato a la convocatoria juevera de esta semana. Pasar por el blog de Artesanos de la Palabra para leer todas las historias.
CAMPING
Salir sola de campamento debió encabezar la lista de actividades más
improbables en tiempos de calmas y rutinas autocomplacientes. Pero la decepción
por una ruptura amorosa y la proximidad de su cuadragésimo cumpleaños debieron
conspirar contra su habitual cordura haciendo que, ese fin de semana decidiera fugarse
hacia las sierras.
Sin más conocimiento que lo observado en los programas de su canal de cable
y aprovechando que una amiga había guardado un equipo de camping en su baulera,
ese viernes por la tarde decidió dejarse llevar por un loco impulso de
aventuras y partió hacia un destino que apenas se ocupó en definir.
Con la premisa absurda de ser espontánea, comenzó a tentar a la suerte
improvisando recorridos alejados de la ruta segura que le recomendaba el GPS de
su auto nuevo. Al poco rato se halló en medio de un paisaje tan solitario como
pintoresco. Densos bosquecitos de pinos demarcaban suaves pendientes por las
que corría un arroyo cristalino junto al que decidió acampar.
Lejos de todo pronóstico, el armado de la carpa le resultó sencillo. Las
instrucciones que se hallaban sobre la cubierta eran concisas y claras, por lo
que rápidamente logró resolver con holgura lo que -estimaba- sería el desafío
más complicado en su debut al aire libre. Para la fogata recordó las
recomendaciones que había visto en un muy didáctico programa de supervivencia, cavando
un pequeño ¨nido¨ para los leños protegidos con piedras alrededor. Fue un
acierto llevar encendedor aunque no fumara, ya que en eso de frotar palitos no
se tenía mucha fe.
El fulgor de la fogata bajo el cielo estrellado le otorgó al momento una
magia especial. Por la emoción y la buena fortuna con la que las cosas se
venían dando, en su primera noche de campamento durmió tan serena, que apenas
despuntar el alba inició su jornada de exploración. Estaba tan entusiasmada que hasta se animó a
intentar pescar algo en el arroyo, pese a no tener idea de cómo ensartar una
carnada. Por supuesto nada pescó. Se contentó con el pan y el queso que le quedaba
en su mochila y sin culpas los devoró sin pensar en el grosor de su cintura.
De regreso en su campamento, satisfecha por su buen hacer, observó varias
nubes sospechosas arremolinándose sobre su cabeza. Un par de truenos bramaron
de repente, anunciando una impensada tormenta. Bajando con turbulencia desde las
cumbres, las aguas del arroyo desbordaron sin aviso, arrasando con vehemencia carpa,
auto, enseres y campista.
La inexperta excursionista fue rescatada horas después aguas abajo, con el
orgullo herido pero afortunadamente casi sin rasguños. La carpa y su auto recién comprado... no corrieron
la misma suerte.