Me sumo con esta historia a la propuesta juevera de esta semana. Me disculpo por haber sobrepasado la cantidad de palabras sugeridas. No pude acortarlo más sin afectar la trama.
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FOTOS AL VUELO
La caja primorosa básicamente contenía
papeles. Servilletas dibujadas, tickets visados, folletos ya olvidados. Huellas
de cafés y madrugadas compartidas archivados con la melancolía propia de quien
idealiza un ayer añorado. Y entre tantos registros siempre un nombre
sobresaliendo en medio de aquel cúmulo de recuerdos sublimados. Un nombre que
jamás después se permitió pronunciar por miedo a desgastar aquella cadencia que
sintió alguna vez, deletreándolo en íntimo paladeo.
En más de una ocasión pensó en tirar la caja.
Quemarla sin más, sin rescatar ni repasar aquellos rastros resignados en su
recuerdo. Pero siempre se frenó antes de buscar los fósforos. El apego
inconsciente que frenó aquellos impulsos destructivos se agazapaba con
remordimiento intentando endulzar lo que alguna vez fue causa de rompimiento.
Culpas, quizás como excusas pretendiendo
justificar lo que de vez en cuando evocaba con tristeza. Más de una vez se
entretuvo imaginando lo que hubiera pasado si en lugar de no ceder ante la
sospecha, hubiese actuado con menos intransigencia. Al fin de cuentas la
juventud es incertidumbre, una dubitativa prueba en el proceso de construcción
de nuestras personalidades y nadie puede decir, que nunca se equivocó ni que
jamás actuó con egoísmo o irresponsabilidad. Tal vez fue demasiado estricta a
la hora de juzgar. Siempre valoró con extrema exigencia la fidelidad y
pretenderla en forma absoluta durante aquellos años adolescentes quizás fue
desmedido, castigando con demasiado rigor aquello que le dolió más de la
cuenta.
De repente se encontró recorriendo
fotografías borradas de su memoria. Una a una repasó puntillosamente las
escenas retratadas: su vestido de graduación luciendo apenas como una mancha
incierta. Los peinados voluminosos añejando los rostros de sus amigas. Las
poses infantiles de los muchachos -seductores en su memoria- contrastando con
la inseguridad de aquellos retratos fortuitos.
De repente un rostro. Aquel
rostro que tanto la había enamorado. Evocó con nostalgia ese nombre vedado y
lloró, enternecida la imagen por la dulzura del tiempo ido. Se contempló
bailando con él en la foto siguiente. Su mirada embelesada no ocultaba lo que
sentía. Él, en cambio parecía querer
esquivar la intimidad del momento. Sus amigos rondando sin dudas lo
apabullaban, acobardando su machismo incipiente. En las sucesivas instantáneas,
su galán -en cambio- lucía más natural y obsecuente. La cercanía de otra beldad
parecía haber alterado la actitud contenida que mostraba junto a ella. Haciendo
un esfuerzo logró reconocer aquella rubia esbelta en la que se posaban los ojos
de su antiguo enamorado. No entendía cómo se le había pasado antes aquel
detalle ingrato: ¡su propia prima odiosa haciéndole ojitos a su novio! ¡La
casquivana obscena! ¡Envidiosa consumada! ¡Allí estaba la prueba, la felonía
temida al fin comprobada! Ahora todo encajaba entre mil recuerdos borrosos: tenía
rostro y nombre la traición susurrada.
Abrumada por la ira sintió que
una fogata sería un fin demasiado honroso para aquellas reliquias blasfemas.
Quiso darles menos respeto, arrancar de cuajo la afrenta sin que quedaran
siquiera escorias votivas conmemorando el engaño. Fue así que en un impulso
indecoroso, deseando alejar rápidamente tanta traición y falsedades, arrojó sin
previo aviso todos aquellos recuerdos por la ventana. Mientras el viento se
encargaba de arrastrar por los cielos papeles y maldades, ella pensó en qué
nuevo uso le daría a aquella caja engalanada. Se le ocurrió que Kitty -su gata
mimada- estaba necesitando un sitio para hacer sus necesidades y aquel arca de
encajes -sin dudas- resultaría muy apropiado.
1 comentario:
Creo que es entendible esa ira un tanto tardía.
Y el sentido del casrigo hacia esas fotos, que el ambiente exterior irá desgastando, no faltará una lluvia que las vaya borroneando.
Y la caja también, ahora será para su gata.
Un abrazo.
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