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domingo, 13 de enero de 2013

CENIZAS DE IRREALIDAD - Parte 2


Parte 2: NIEBLAS DEL RETORNO

La decisión de volver después de tantos años a su pueblo natal fue muy meditada. El innegable fracaso al intentar salir adelante trabajando en la que alguna vez fuera pujante industria -y luego decayera al punto de quedar restringida a kilómetros de chatarra desvencijada abandonada a lo largo de la línea de ferrocarril- lo empujó a retornar al sitio del que saliera, de  muy joven, jurando no volver.
De su pequeño pueblo de pescadores escapó siendo aún adolescente. Cuando el mar ya le había arrebatado abuelo, padre y hermanos. Y con ellos, le llevó la lejana esperanza de conocer nuevos puertos y nuevas geografías. Siempre le temió, jamás disfrutó de sus propuestas aventureras más allá de la orilla.
Por aquellos tiempos, la carestía era grande y los pocos que quedaban en aquellas desoladas costas huían en masa hacia el interior, alejándose sobre aquel par de rieles que se adentraban hacia lo desconocido: una tierra gris y helada que les proponía extraer de sus entrañas carbón, metal y fuego adormecido. Allí se refugió. Se hundió en  los pozos silenciosos y oscuros de las minas y los talleres haciendo de su existencia una ininterrumpida y monótona sucesión de días grises, sacrificados y anodinos. Vacios, solitarios, huecos, apagados y cenicientos como poco después quedaron definitivamente aquellos hierros retorcidos que parecían surgir de la tierra yerma. La soledad fue haciendo estragos en su razón y en su suerte.
El punto definitivo de su final lo marcó un previsible diagnostico médico que hablaba del hollín fatal acumulado en sus pulmones condenando su paupérrima existencia a una pronta y dolorosa agonía. Decidió que no sería allí su conclusión con la vida. Optó por volver a su mar de origen. A su costa, a su principio…para, desde allí, precipitarse hacia el salitre blanquecino de las olas bravías. Ese sería, al menos, su gesto reivindicativo, su propia decisión poniendo punto final a la que fuera injusta vida destemplada y vacía.
El paisaje helado y ceniciento se desplegaba ante sus ojos mientras el zarandeo rítmico del tren lo adormecía. Sus pensamientos se esfumaban tras la bruma y el frio, que empañaban el cristal haciendo aún más irreal el momento y el camino. Sentía que la fiebre iba naciendo desde su interior provocándole un frío íntimo que no lograba abrigar con nada.
Además de la angustia por su inminente final, todos sus antiguos miedos iban haciéndose presentes: uno a uno aparentaban materializarse junto a él al punto de hacerle sentir su vulnerabilidad de hombre acabado, inconcluso e infeliz, sin pasado ni presente, y sobre todo, sin futuro.
Siempre pensó que, de corporizarse, la muerte tendría ojos grises. No negros y profundos como la oscuridad de la noche o el abismo de lo desconocido… sino grises y cenicientos como la gélida capa de barro y hielo que se formaba en perpetuidad sobre esa tierra triste. Sin rastro de vida, sin recuerdos de verdor, sin promesa de flores o trigos…sería a la vez intrigante y atractiva, como esas mujeres insidiosas a las que nunca se animó a hablar por excesiva precaución o mera cobardía. Quizás, en el encuentro fatal, la muerte soliera jugar primero con sus víctimas poniéndoles a prueba en cuanto a méritos o a debilidades no reconocidas. Quizás los tentara con promesas o caricias. Tal vez los engolosinara con la fascinación que envuelve lo más inesperado o prohibido. Sin dudas ella se mostraría sugestiva, algo inusual para todo aquel que –como él- nunca sintió con pasión los días de su vida y sólo se limitó a sobrevivir como pudo en medio de aquella nada en la que le tocó nacer y crecer…y morir, por supuesto, sin dejar casi huella a su paso. Sin pena ni gloria, dirían los viejos…y exactamente así lo sentía…
(continuará)

4 comentarios:

San dijo...

Interesante, mucho, y aunqueda una tercer parte, mmmmm.
Un abrazo Neo, a la espera de ese continuará.

miralunas dijo...

he leido de un tirón estas dos partes y espero con el alma transida la continuación de esta historia.
un abrazo.

Esilleviana dijo...

Regresar al origen, a la sal del mar que lo vio crecer y dejar atrás las minas y galerías oscuras de carbón y minerales. Desear acabar con su vida porque unos ojos de mujer se fijaron en su memoria es motivo necesario para leer la tercera y última parte, para saber como termina esta interesante y tan bien narrada, historia.

Me agradó esta lectura.

un abrazo :)

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

El personaje huyó del mar, llegando a otro lugar destructivo y desolador. Tanto que desea volver al mar. Tanto que desea encontrarse con una mujer, que tal vez sea la muerte personificada. Es lo que puede entender, relacionando con la parte 1.

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