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sábado, 17 de diciembre de 2011

RE-EDICIÓN DE UN CUENTO DE NAVIDAD (una historia real)





Cuando era chica, los días anteriores a una Navidad, eran en sí mismos una fiesta. Durante todo diciembre, terminadas recién las clases, mi prima y yo nos dedicábamos con esmero a preparar tarjetas, versitos para recitar, canciones, obritas de teatro o mini pesebres vivientes para hacer de la noche del 24 un manojo de celebración y alegría porque la llegada de la Navidad, con Papá Noel incluido, así lo ameritaba.

No recuerdo exactamente cuántos años tendríamos pero muy a pesar nuestro llegó a nuestros oídos la versión de que el susodicho gordo barbudo vestido de rojo no existía de verdad, y que los regalos los traían los padres. Ese chisme nos llegó de boca de algunos compañeros de escuela que se empeñaban antes de tiempo en vivir un mundo de racionalidades que todo niño que se precie debe siempre combatir.

Pero una vez que la duda se ha instalado, es muy difícil erradicarla definitivamente (hoy tengo en claro que más de un dictador se vale de esa cualidad de inalterabilidad que tienen las versiones, pero esa es otra historia!) 

Lo cierto es que en aquellos días, las malas lenguas lograron instalar en el altillo de nuestras tardes domingueras el rumor que el viejito de rojo no existía, y aquello atentaba contra los cimientos mismos de nuestro festejo navideño. La sola idea de pensar que los regalos se compraban en cualquier “tienducha” de barrio me sacaba de quicio. ¡Cómo pretender que eso sea cierto sin tirar abajo las inolvidables noches de víspera de Navidad, cuando ansiosos, los chicos intentábamos en vano lograr ver algo del trineo de nuestro personaje más querido de toda la mitología navideña!

Diría que en esa época era más importante este señor de la bolsa cargada que el mismo niño Jesús del pesebre (del que por cierto, era el cumpleaños, y que, a pesar de la enorme carga de expectativa juguetera que reinaba, nunca olvidábamos).

Como decía, en esos días previos dedicados a los preparativos, ese año ocupamos gran parte del tiempo a pensar en cuánto de verdad tendría esa horrible versión que nos había llegado.

Pasando rápidamente de la fe a la razón, intentábamos buscar lógicas soluciones a ciertos problemas fácticos que presentaba el hecho de que Papá Noel debiera recorrer a velocidades supersónicas las distintas casas que habitaban todos los chicos del mundo para que la entrega de regalos se hiciera en forma casi simultánea.

La respuesta más inmediata era que disponía de la magia necesaria para hacerlo, y ese aspecto no fue, en realidad más que una consideración menor ante el verdadero misterio del asunto: dónde habitaba y cómo llegaba. Esa era para nosotros la mayor incógnita de aquellas visitas anuales que tanto esperábamos y festejábamos.

El cuento que vivía en un lugar secreto del Polo Norte nos dejaba poderosas dudas: cómo podía ser que nunca nadie hubiera ubicado su refugio, con todos los adelantos técnicos que ya había en aquella época: si el hombre había llegado a la Luna, el hecho de que no hubiese podido descubrir aún el lugar exacto de la guarida de Papá Noel era demasiado poco probable.

El verdadero centro de operaciones debería ser otro, eso era seguro, pero cuál y cómo llegaría desde allí nos tenía intrigadísimas y había hecho que ese año nos atrasáramos en la confección de tarjetas y demás parafernalia navideña que solíamos preparar.

Ese domingo había llovido desde temprano pero paró luego del almuerzo, así que cuando dejó de llover dejamos el altillo para buscar inspiración al aire libre, en la terraza de la casa de mi abuela (tierra de juegos y aventuras que se adecuaba a cualquier contingencia).

Cuando salimos a la azotea, con el asunto del domicilio real de Papá Noel sin resolver y dándonos vueltas todavía en la cabeza, vimos que el cielo estaba todavía muy cubierto de nubes, algunas grises y otras más claras, pero de variadas formas y tamaños.

De repente, cuando miramos hacia el sur, presenciamos con gran asombro lo que sin duda fue lo que llaman un milagro de Navidad: en el cielo, poblado de nubes que parecían ser de algodón, pudimos distinguir con la claridad que sólo alguien de mucha fe puede lograr ver, el camino zigzagueante entre montañas cubiertas de nieve y pinos que bordeaban aquel sendero por donde sin duda alguna, el mismo Papá Noel nos mostraba desde dónde bajaba a la tierra en todas las navidades.

La imagen era tan bella y pintoresca que parecía igual a las postales que se suelen ver en las propagandas y en las tarjetas navideñas que vienen del norte, donde las navidades son frías y la nieve cae en forma de cortina suave. Esa fue la primera vez que tuve conciencia de lo que es una verdadera experiencia mística: nos sentimos tan cerca de aquel paisaje celestial que casi pudimos tocarlo, aunque no hizo falta: sabíamos de qué se trataba y como era lógico (y porque nosotras no éramos egoístas) inmediatamente fuimos a compartir esa maravillosa visión con los mayores, que estaban en su rutina dominguera de conversación y mate.

Bajamos la escalera gritando, maravilladas y emocionadas por haber sido elegidas como testigos de algo tan increíble como lo que habíamos visto; queríamos que todos fueran a contemplarlo, pero cuando al fin convencimos a algunos para que lo hicieran, así como mágicamente aquel celestial paisaje se había mostrado ante nuestros ojos, de la misma manera se esfumó ante los ojos de los adultos, que simplemente lograron ver alguna que otra nube que simulaba ser alguna montaña y nada más.

Ese hecho, lejos de desilusionarnos, nos terminó de convencer: aquel maravilloso sendero que se había abierto en el cielo y se extendía hasta tocar el suelo mismo, había sido un milagro de Navidad reservado sólo para nosotras dos, sin duda en premio por haber permanecido fieles a la inocencia que se requiere para ser niño y disfrutar de la maravillosa magia navideña.

23 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

y yo que no soporto la Navidad...
Besos.

Juan Carlos Celorio dijo...

¡Qué bonita historia! "Ver" esa ilusión cuya existencia dudabas. Aquí somos de Reyes Magos. A mi me volvía loco que las tiendas se llenaban de juguetes. Me preguntaba quien iba a comprar un juguete cuando los Reyes iban a traerlos.
Bendita inocencia.
Besos.

Pepi dijo...

Que linda historia, creo que la magia de la Navidad funcionó ese día contigo y tu prima. Yo también me preguntaba el porque habían tantos juguetes en los escaparates. Siempre esperé con mucho susto a los Reyes Magos, muchas noches me pareció ver pasar sombras que portaban paquetes, pero el miedo me hacía cerrar los ojos con fuerza. Esa ilusión no la he perdido, sigo asistiendo cada año a ver la Cabalgata de Reyes, y espero ilusionada algún regalito. Creo que hay cosas que debemos mantener vivas toda nuestra vida, al menos nuestra niña interior se sentirá feliz. Besitos Noe.

mariajesusparadela dijo...

Si es que cuando se cree, todo refuerza.
Pero a mi me pasa como a Pedro Ojeda...

Mercè Salomó dijo...

No había leído, anteriormente, esta bellísima historia y me he emocionado al "ver", mientras leía, el mismo paisaje navideño que vistéis vosotras.

Un fortísimo abrazo>!!

RGAlmazán dijo...

Precioso relato. Nunca olvidaré los días anteriores a los Reyes Magos, a pesar de que venían cargados con uno, o a lo sumo, dos regalos. Una ilusión que no se olvida.
¡Muchas felicidades!
Besos

Salud y República

San dijo...

La fuerza de la ilusión hacer ver aquello que se desea.
Bentida infancia.
Un abrazo Neo.

Vicky Toledo dijo...

Bendita sea la imaginación de la infancia, ojalá y no nos abandonara nunca...
cuando un niño ve una montaña con un camino en el cielo, es magia...
Si lo hace un adulto, son "castillos en el aire".
Injusto del todo.
Besotes.

Ricardo Miñana dijo...

Cuando te leia recordaba aquellas noches de pequeño escuchando el cuento desde mi cama.
estos días tan señalados deseo
pases unas felices navidades.
¡felices fiestas!.

FEPETE dijo...

Una bella historia que puede hacer las delicias incluso de quienes no creen en el espíritu navideño.

Encantado de conocer este blog, Neogéminis.

Un abrazo de Federico.

Mayson dijo...

Todo lo que concierne a la vida infantil es pura magia.
Entiendo perfectamente que vieses el sendero de Papá Noel de la misma forma que yo escuchaba las pisadas de los Reyes Magos.
Feliz Navidad, Neo.
Un abrazo.

Natàlia Tàrraco dijo...

Estoy en las de Pedro...pero de niña también pasé por eso, me tenía mosca tantos Reyes Magos uno en cada esquina y los de la Cabalgata, lo solventaron los adultos diciendo que eran pajes no los Magos porque éstos eran los de la Cabalgata. Nuevas dudas, resulta que cada pueblo tenía su cabalgata, aquí hay gato escondido me dije y al final, como en tu caso me sacaron del ensueño unos compis de clase, sabilondos ellos.

La ingenuidad puede durar para siempre, no hace falta la navidad, es necesario tener un puntito de inocencia en el corazón.
Hoy la navidad la veo como excusa para vernos hijos y padres, nada más, me carga tanta lucecita (gasto inmenso), tanto ouououuuu del señor de rojo con la campanita, reclamo para comprar a lo loco, locura de comer, buenos deseos y luego viene enero con la rebaja, mejor felicitar siempre, sin que sea obligatorio, desear buenos deseos no tiene fecha.

Me gustó tu cuento de navidad entrañable. Besitooos amable amiga.

Any dijo...

Ohhhhhhhhhh que linda historia!
Es inútil que nos llamen en estas situaciones, los grandes nunca vemos lo que tenemos que ver, siempre arruinamos la diversión.
Hasta hoy me pregunto como hacían en mi casa para poner los regalos bajo el árbol un segundo después de las 12 o en los zapatos la noche de reyes. Yo estaba siempre atenta y vigilante (incluso intenté no dormir varios 5 de enero) pero nunca daba resultado. Y entonces pienso que tal vez, solo tal vez esa magia tenga algo de cierto. quien sabe. Yo sigo dispuesta a creer ...

=)

Besos pre-navideños

Any dijo...

Y 14 canejo!

para no perder la costumbre

Anónimo dijo...

Querida Mónica!
Que bonita historia navideña llena de magia e ilusión, me gustó mucho.
Te contaré que cuando yo era niña, teníamos por costumbre recibir los regalitos que nos traía el "viejito de pascua" en celebración por el nacimiento del NIño Dios, el día 25 de diciembre en la mañana. Yo tendría unos 7 años y esa noche del 24 de diciembre planeamos con mi hermana dos años menor que yo, quedarnos en vigilia toda la noche para averiguar por qué lugar exactamente entraba "el viejito" ya que nosotros no teníamos chimenea en la casa... además nos asaltaba la duda de si tendría calor con esas botas tan gruesas y un traje tan abrigado en pleno verano para nosotros a unos app 30 grados de temperatura, encima siempre le dejábamos "cola de mono" (un trago típico navideño a base de café, leche y aguaardiente, bastante fuerte, por cierto.) Pero esa noche con mi hermana le pusimos más trago y el vaso fue más grande... Tuvimos mucho sentimiento de culpa cuando pensamos que podría caer del trineo si el viejo se subía asi medio "tembleque"... MIs padres por su parte, tenían una invitación a comer después de las doce de la noche... La idea era que cenabamos todos en familia, los niños se iban a la cama a dormir hasta el otro día y los matrimonios amigos se reunían en casa de uno de ellos a conversar un rato... Nosotras no dormimos y nos quedamos esperando... asi pasó la hora hasta las siete de la mañana. Mi hermana se quedó dormida como a las cuatro... Mis padres volvieron como a las ocho... y yo estaba despierta... pero el viejito no se aparecía... me di una vuelta de pronto por el arbolito y nada... di una vuelta por la casa y nada... a eso de las siete y media como por arte de magia los regalos de todos aparecieron en el árbol, pero los míos no... el corazón me daba vueltas y no me podía quejar... no tenía a quién reclamar... cuando pensé que ya no aparecerían... a eso del medio día, luego de prometerme a mí misma no espiar más a "SAnta Claus" aparecieron en algún sector de la casa.... el menos pensado...
Es hermosa la inocencia de los niños!! Bonita época de la vida.
Un beso Mónica, que tengas muchas felicidades durante estas fiestas y como siempre un placer venir a visitarte a tu casa virtual. He estado desaparecida, pero las amistades están en el corazón.
Mabel

Atalanta dijo...

Pues si que es bonita la historia, pero a mi me falta fe? ilusión?; estas fechas las odio, pero de toda la vida, tal vez seria porque descubrí de muy pequeña que los regalos los compraba mi madre.

Ahora tanto anuncio de perfumes, dulces, cavas y juguetes... comprar comprar... a mi esto no me hace ilusión ninguna.

Besos rojosgorditos

Luis dijo...

Hermosa historia, muy sensible. Me encantó felicitaciones

Anónimo dijo...

Si al mundo lo desproveemos de los pocos momentos de magia que le van quedando....¿qué clase de mundo nos queda?. Sabemos (siempre acabamos sabiendo) que es una mera representación teatral, pero ¿cuando momentos "teatrales" nos tragamos a lo largo de nuestra vida?.
Esta al menos viene con presentes, no importa tanto su valor, para las personas que queremos o de aquellas que nos quieren.
Sirve para acercarnos y estamos muy necesitados de acercamiento.
Un abrazo.

maruja dijo...

Nosotros tenemos a los Reyes Magos, que prolongan un tanto las fiestas navideñas. Ahora nuestros niños tienen dos regalos, Papa Noel y los Reyes Magos, !bien por ellos!
Que nostalgia de las navidades pasadas y futuras. Preciosa historia. Me encanta tu estilo de escritura.

Rochies dijo...

Neo,
me retrotrajo hasta aquellos tiempos a modo de cápsula espacial.
Qué bonita lectura nos has regalado.
Yo le temía y mucho, se parecía mucho a mi madre y coincidentemente ella desaparecía con cualquier pretexto.
Lo que sí he llevado al diván es el hecho de que lo siguiese haciendo a pesar de mi pánico.
Felicito tu dedicación y me disculpo por el retraso en el envío.

W.B. dijo...

A mí los cuentos de Navidad que más me gustan son los más perversos.

Mil besitos.

Manuel dijo...

La mas grande mentira contada a un niño y que yo conozca, ni un solo "trauma" al decubrir la verdad.
¿Sera porque la ilusion con la que se vive no desaparece al saber la realidad?
Que ilusiones mas bonitas...
un beso

Miguel Vivas dijo...

Buenas Neo!!En plena promoción de nuestro tercer disquito es complicado sacar tiempo para nada, pero hoy me quedo a tomar un cafelito en tu rinconcito. Besos y mordiscos.

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