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miércoles, 3 de marzo de 2010

UNAS PUERTAS ENTREABIERTAS (un cuento muy particular) Cap.1




Parte 1: AÑOS IDOS

No existe, a ciencia cierta una explicación lógica para esos sucesos, pero la verdad es que desde aquella primera vez, cambiaron las relaciones entre todos los del pueblo.

Los viejos dejaron de añorar tiempos mejores alejando con sus malos humores a los imberbes que se burlaban de sus impedimentos. Los jóvenes dejaron de ridiculizar las canas y las nostalgias que sobrevolaban desde siempre los rincones que los mayores frecuentaban. El resto, los que se encontraban en el medio de esos sectores etarios, tomaron cuenta desde entonces, que nunca se está tan lejos de lo que ya fue ni tampoco, de lo que está por venir.

Pero es comprensible que, el que se detalle tan sucintamente lo que cambió a raíz de tales eventos, resulte, para quien no sepa cómo se daban las cosas antes de aquella circunstancia tan inusual, totalmente insuficiente para comprenderlo.

Para ubicar mejor a quien lea estas notas, cabría decir que aquel pueblo estaba esperando desaparecer. Sólo un par de líneas lo sostenían aún prendido de la civilización. Dos líneas paralelas de hierro que cruzaban al poblado por su parte central y hacían que, pese a todo, algún que otro ser viviente del exterior se anoticiara que allí había un pueblo: gente de carne y hueso, con necesidades, con sueños, con emociones, con ganas de conocer y ser conocidos, con añoranzas y tristezas, con un bagaje de historias mal contadas que buscaban ser conservadas en la memoria de quien quisiera escuchar.

Pocos quedaban, es cierto. Cada vez menos…sólo algunos viejos y menos niños…y algún que otro trasnochado que por fuerza de insistir con lo conocido no se decidía aún a abandonar ese destino mediocre de chatura y falta de horizontes. Lo que allí hacían, lo que intentaban aún construir era una incógnita…o quizás solamente estaban inertes, casi muertos en vida, mirando transcurrir los días sin opción de cambio ni opinión, simplemente atrapados en la mezquina rutina de intentar sobrevivir.

Así y todo, aún les quedaban costumbres que los sostenían…(o los anclaban al pasado y sus caprichos, según se vea). Recurrir a la amenaza o a la obcecada reprimenda no es manera de lograr persuasión, eso no hace falta aclararlo, pero lamentablemente algo que parecería evidente no siempre es así y muchas veces las necedades nos ganan de mano y toman las riendas del destino.

Era así en ese pueblo…o en lo que quedaba de él. Los tres o cuatro ancianos más influyentes imponían su voluntad y costumbres sobre el resto de los pobladores, pensando quizás que era esa la manera de preservar lo poco que antes habían sido tradiciones. Como consecuencia, la rebeldía de los más jóvenes se dejaba ver mediante vandálicos graffitis…o más cabría decir artísticos garabatos burlescos o audaces comentarios sarcásticos acerca de la vejez, las canas y la nostalgia por el pasado. Nunca las rebeliones pasaron de ahí.

Como es lógico ese camino no supone puntos de acuerdo. Más bien, sólo de conflictos. Y tan es así que los sofocones por las sandeces de unos, provocaban más excitación en las contestaciones de los otros y pronto aquello fue un hervidero de improperios entre dos minúsculos bandos.

El escenario principal de dichos encuentros era, como es de suponer, el único lugar de reunión de considerable envergadura que contaba con grandes muros, ideales para la publicación de aquellas improntas surgidas del jovial ingenio y el aburrimiento pueblerino. Allí, en uno de los pocos bancos de madera despintada que aún quedaban en pie en la despoblada estación ferroviaria, se reunían por las tardes los más arcaicos vejetes de aquellos pagos, cuyo único aliciente en las postrimerías de sus octogenarias vidas era tratar de recordar los años idos como los exclusivos contenedores de felicidad y prosperidad que en el mundo entero hubo y habrá.

No es que en parte no tuvieran bastante razón. Lo que más molestaba era, quizás, la manera que tenían de enrostrarlo como insulto, como desprecio o como castigo a todo aquel que - aunque sea a modo de introducción - pretendiera elogiar los avances tecnológicos, los nuevos modos, o cualquier aditamento de modernidad que se pretendiese considerar como incentivo para alguna posible mejora en cuanto a la supervivencia del pequeño poblado y su gente.

Quizás el desprecio por lo nuevo se enlazara con la postergación sostenida que en los últimos tiempos, políticos y economistas habían decretado determinando el fin irreversible de pueblitos como ése.

Antes, el ferrocarril era sinónimo de comunicación, de progreso, de esperanza y crecimiento. Alejados de toda civilización, la gente dependía casi exclusivamente del tren para surtirse, trasladarse y comunicarse. Los caminos eran casi intransitables, sobre todo en época invernal o en temporada de lluvias y era por eso que las estaciones ferroviarias reunían en sus entornos lo más intenso de la actividad comercial y hasta social de pueblitos ignotos que apenas figuran en los mapas. En cambio, en las últimas décadas, el tren comenzó a ser considerado un estorbo, un elefante del pasado, un sinónimo de ineficiencia, un montón de chatarras viejas. Apenas uno, en trágica letanía semanal llegaba aún hasta aquellos horizontes llevando y trayendo los pocos insumos imprescindibles para subsistir. Eso que alguna vez había sido corazón y vitalidad, hoy era sólo quietud y basura acumulada, tan sólo un rastro en el horizonte. Un punto…nada.

Esa actitud intolerante e intransigente de los más viejos – si bien justificada - era lo que irritaba a los escasos jóvenes contestatarios, quienes – aunque inútilmente - intentaban elucubrar alguna manera de rescatar a aquel pueblito insignificante del pozo del olvido y la muerte anunciada.

A modo de provocación e infructuoso escapismo, a fuerza de ver frustrados e ignorados cada uno de sus atisbos de propuestas, los más habilidosos volcaban sobre aquellos muros deslucidos la tibieza de sus sentidas críticas, sus libertarios ideales, sus casi mínimos desvaríos.


(continuará)



7 comentarios:

MORGANA dijo...

Muchos pueblos cómo el que describes Neo..quizás demasiados..
Besos.
Morgana.

Marisol Cragg de Mark dijo...

Nada es estático... No hay época que sea mejor... sólo es cuestión de actitud.
Te dejo un abrazo.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Bien, muy buena narración. Espero la continuación, amiga.

Besos.

Natàlia Tàrraco dijo...

¿A dónde conducen las vias de ese tren? Jóvenes y viejos, cada cual atrincherado, desconocen lo desconocido y ni el tren semanal les invita al viaje. Quietos, parados, !inmobiles!
No hay nada peor que un viejo anclado en el ayer como bandera como sistema como razón marchita, sin razón ya (envidioso, en el fondo de la juventud) Entiendo la furia de los grafitti juveniles, pero a nada mueven, son gritos sin futuro y sin ideas.
Magnífico relato Neo, de lo mejor que te he leído, riqueza de vocabulario al servicio de una historia densa, inquietante, muy bien construíada. Aveeeeee y besito, dame más.

Lala dijo...

Me recuerda a los políticos.
Nunca jamás llegan a un acuerdo, y es que son incapaces de escucharse los unos a los otros!
Qué difícil es encontrar vias intermedias!
Qué difícil es llegar al consenso!
Qué radicales las posturas opuestas entre jóvenes y mayores!

En fin...seguro que das respuestas en próximas entregas :D


Un besito


Lala


P.D. Mi ordenador anda fatal...Así que si no me ves por aquí, ya sabes... :(

Gaby* dijo...

Excelente relato Neo... donde distintas generaciones se imponen y anteponen del modo que cada uno cree conveniente. No es fácil romper la barrera que las tradiciones imponen y los transgresores exponen. Por suerte, siento que algunas de esas "grandes diferencias" se van evaporizando... bueno, eso creo, aunque no parece ser lo que ocurre en tu historia. Vendré por más... es que esto en capítulos crea mucha intriga. :-)
Besitos al vuelo:
Gaby*

Mar Cano Montil dijo...

Pues espero esa continuación, Neo.

Qué bello sería que rescataran a ese "elefante" del pasado y dieran vida a esas vías..que muy probablemente llevarán a buen puerto...porque pasado y progreso no tienen por qué estar reñidos...

Un beso.

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