Esta semana es el amigo Demiurgo quien nos convoca a escribir, esta vez eligiendo uno de los posibles argumentos oníricos que especifica en una larga lista.
Dentro de ella y casualmente, el número 5 coincide totalmente con un viejo relato que alguna vez publiqué. Interpretando esa coincidencia como una elección ya definida, publico nuevamente la historia tal como fue escrita en su momento.
Les invito a leer todas las historias dando clic aquí.
P.D
Les recuerdo que hacen falta voluntarios para anfitrionar nuevos encuentros jueveros.
ENTRE LA VIGILIA Y EL SUEÑO
Después de varios
días sin dormir, gracias a las pastillas que le prescribió su médico, pudo
conciliar el sueño. Al menos, una duermevela poco profunda en la que la
conciencia de estar despierto se fue diluyendo lentamente, pasando a ser -en
cambio- una pastosa nubosidad en donde su identidad parecía flotar sin exigencias
ni rumbos prefijados hacia sustratos del subconsciente que jamás había visitado
antes.
Luego de un breve
lapso que no sabría dimensionar, comenzó a sentirse cómodo en aquella levedad
irreal en la que se sumergía. Fue en esa instancia en la que por primera vez sintió
tambalear sus habituales certezas aflorando en su mente como vagas moralinas
irrisorias, adquiridas desde su infancia sin más sustento que la aceptación
ciega a la que fue sometido.
Enfrentado
tentaciones filtradas en su subconsciente desde épocas arcaicas, el durmiente
se dejó llevar por ellas con la tranquilidad de saber que las estrictas reglas
aprehendidas no tenían validez en aquel universo. Para diluir totalmente los
últimos resquicios de sensatez y culpa que pudieran quedar en su conciencia,
una máscara de extraños poderes le fue proporcionada para que, al usarla, diera
rienda suelta a su más oscura naturaleza sin cuestionamientos ni pudores.
Alentado por el
alto realismo de lo que allí se le ofrecía, presenció mientras estuvo en aquel
plano onírico todo tipo de excesos: abominaciones impensadas, violencias sádicas,
perversiones sin límites a las que le invitaban a sumarse. Y sumergido en un
baño de exuberancias e inconciencia, sin lazos que lo frenaran, el durmiente
consintió y participó.
A la mañana
siguiente cuando el tibio sol asomaba ya por la ventana, el hombre fue paladeando
el blando retorno a la cotidianidad mientras en su boca persistía el sabor
agridulce de las frutas prohibidas que había probado. A medida que la lucidez
ganaba paso en medio de los oníricos ecos que aún retumbaban, un objeto
inesperado captó su atención recién despabilada mientras un mudo grito de
espanto intentaba brotar de su garganta: una máscara pegajosa, aún chorreante
de fluidos inciertos, reposaba sobre su mesa de luz como signo inequívoco de
que lo soñado había resultado ser tan real como lo que ahora comenzaba a
experimentar.