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miércoles, 4 de febrero de 2009

UNA HISTORIA NADA ESPECIAL - Parte final (como verán el relato viene apurado, jejej)














EL ARRIBO DEL FANTASMA

El calor se había esfumado y una extraña sensación le recorría de pies a cabeza. Desorientado, sin comprender qué hacía allí y sin reconocer nada de lo que lo rodeaba intentó incorporarse como pudo.

Tenía la mente casi en blanco. Sólo una imperiosa necesidad de resolver algún asunto pendiente intentaba salir a flote dentro de su aturdida cabeza.

Miró a su alrededor como si todo le fuera extraño, como si viera el mundo por primera vez. Instintivamente dio unos pasos y eso le significó un esfuerzo enorme. Un dolor intenso provino de detrás de su cabeza y hacia allí llevó sus manos buscando infructuosamente calmarlo con ese gesto. Se sentó casi sin fuerzas en el suelo, bajo la sombra del único árbol que regalaba su sombra en aquella tórrida tarde de verano.

Lentamente, como hilvanándolos uno a uno fue recuperando algunos recuerdos que surgían como relámpagos: el paquete, la mercancía, la camioneta, los fulanos, el dolor…

Intentó ir componiendo lo que creía deberían haber sido los acontecimientos y poco a poco fue logrando armar sus pensamientos como un rompecabezas. Aquellos tipos lo deberían haber golpeado por detrás y se llevaron todo: la mercancía, el pago, la camioneta…tal como lo había temido, lo habían dejado ahí tirado mientras, seguramente, se fueron riendo de su estupidez.

Lejos de lo que hubiera supuesto, aquella idea no lo desesperaba. Quizás fuera porque los efectos del aturdimiento no habían desaparecido del todo, pero extrañamente no se sentía angustiado o asustado. Nada especial, sólo lo invadía el fuerte impulso de volver. Alejarse de allí para retornar a su lugar y desprenderse para siempre de sus angustias.

En lugar de esa sensación de insatisfacción que habitualmente lo acompañaba constantemente comenzaba a distenderse y a contemplar las cosas con otra perspectiva. Hasta el paisaje le resultaba menos agreste. Desde el suelo, el relieve de piedras y arbustos se le mostraba más colorido y el intenso azul del cielo llegaba hasta conmoverlo.

Cuando logró caminar recordó que previo al impacto que sintió, había intentado sacar su pañuelo del bolsillo y se le ocurrió pensar que quizás ese ademán confundió a los dos hombres, haciéndoles pensar que estaba por sacar un arma. Tal vez la agresión sobrevino por una confusión. Tal vez pensaron que Él era quien no iba a cumplir con lo pactado.

Fuera el motivo que fuera, ya no le importaba…extrañamente se sentía más liviano, casi no sentía su cuerpo, que se le antojaba como ajeno…como si ya no le perteneciera.

Sin duda el cansancio y la conmoción se estaban combinando de alguna manera que insólitamente le hacía añorar el lugar del que siempre quiso desprenderse. Lo único que deseaba ahora era volver. Encontrar su cobijo, su raíz, su lugar...

Haciendo un gran esfuerzo comenzó a caminar directo hacia el poniente. Sabía que era hacia allí donde debía dirigirse pero dudaba tener las fuerzas suficientes para lograrlo.

No supo cuánto tiempo pasó. No supo cómo ni por qué, pero algo le decía que faltaba muy poco, que ya estaba llegando a su destino.

En medio de lo que supuso una alucinación pudo ver a Lili, la casi extraña muchacha del bar que por un momento pensó podría ser su compañera…pero ella ni siquiera lo miraba...y se sumergía en el mar de confusión en el que su cabeza se diluía sin comprender.

Vio también al Flaco, su casi socio en aquella aventura impensada que tan mal había acabado…y tampoco pareció reconocerlo…pasó a su lado con una botella de cerveza en la que intentaba, en vano, ahogar la pesadumbre de su vida vacía.

Sintió que la nada que lo rodeaba se desvanecía y otra vez se olvidó de su la conciencia. El lugar y el tiempo parecían tener otra dimensión, mientras su mente afiebrada no distinguía lo real de lo ilusorio.

A lo lejos, recortada la silueta contra las montañas sin verde creyó reconocer su pueblo...ese Pueblo Muerto del que en otro tiempo buscó escapar ahora se le brindaba como el más dulce de los paraísos.

Con la mirada desolada, abrumado por el calor y la sensación de vacío que crecía más y más dentro de su pecho, alcanzó a reconocer a El Loco.

Lo que más le sorprendió fue que El Loco lo mirara directamente a los ojos. No tenía, como siempre, la vista dirigida hacia los confines del desierto, entrecerrando con ansiedad los párpados como quien busca extender el alcance de su mirada más allá de lo que le permiten ver en realidad sus ojos…no; esta vez lo miraba a Él como si se tratara de un acontecimiento especial.

En forma súbita, alterado sin dudas por su presencia, se levantó de su destartalada silla de paja para lanzar un alarido que esta vez sí pudo comprender: lo llamaba por su nombre…se diría con alegría y cariño, mientras agitaba con entusiasmo sus brazos en alto.

De improviso, El Loco dejó de nombrarlo y mirándolo profundamente a los ojos, le regaló la mejor de sus sonrisas. Se diría que lo miraba con una cálida compasión, como si estuviera esperándolo para darle la más trascendental de las bienvenidas. Sintiendo esa ceremonia como lo único real que le quedaba en el mundo, Él aceptó sin condiciones acompañarlo en su ritual de baile acompasado.

Poco a poco, adormeciéndose por la serena melodía que le susurraba, El Loco lo abrazó estrechamente, acariciándolo como el viento que lentamente se iba calmando con Él.

Como si La Verdad se le mostrara por primera vez desde el inicio de los tiempos, la niebla que lo rodeaba se disipó y sin que las distancias respetaran las leyes de la lógica, alcanzó a divisar el Cementerio de su Pueblo Muerto.

Ese era el lugar…hacia allí debía dirigirse…bajo el sol de la tarde, mientras un pájaro blanco surcaba el cielo, Él alcanzó a ver un cortejo fúnebre. Nada especial, muy pocas personas...algunos vecinos, su primo, El Flaco, Lili, un par de ancianos...

De repente lo comprendía todo. Sin sobresaltos y lleno de una blanda serenidad que nunca antes había experimentado, supo que aquel entierro hacia el que El Loco lo conducía, era el suyo propio.

Él estaba muerto y solamente El Loco era capaz de verlo…como lo había hecho siempre con todos los fantasmas desorientados: acompañarlos con devoción hacia su última morada... porque era ese su deber especial.



(fin)



4 comentarios:

Ardilla Roja dijo...

buenooooooooo, jajajajjaa que decirte!! Descanse en paz por fin el pobre!

Muy bueno, Neo. Muy bueno. Lo he disfrutado. Gracias.

Sinuhe dijo...

Wooowwwwwwww, plas,plas,plas,plas¡¡

Vaya pedazo de historia Moni. Me has metido de lleno en el relato, me ha quemado el sol, he sentido el viento en mi rostro, he visto esa mirada de párpados entrecerrados, he sentido el miedo y la tensión en el momento del cambio. Y al final, tambien esa paz que siente el personaje al saberse muerto.

Realmente, una pequeña maravilla de relato. Fascinante, perfecto, redondo y memorable. Te felicito y me postro a tus pies.

Eres grande amiga.Gracias por hacernos disfrutar de este modo tan salvaje.


Smuacks

Sinuhe dijo...

Y anda que¡¡ Para un día que me acuesto temprano va y me lo pierdo¡¡ jajaja

Anónimo dijo...

Vaya, si me descuido me encuentro que ya has puesto otra trilogía, jajajaja!
Menos mal que ya conocía la historia, pues así no he tenido que desesperarme para leerte :D

Ese final fue....de impacto total!



Un beso


P

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