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miércoles, 4 de febrero de 2009

UNA HISTORIA NADA ESPECIAL - Parte dos (para los ansiosos! jejej)










LA OPORTUNIDAD

Por suerte consiguió que El Flaco lo llevara en su camioneta y además le ofreciera después traerlo, así ahorraría algo de dinero que habitualmente le era muy escaso.

En el camino, El Flaco le habló de nimiedades. Aburridos entretelones de su vida conyugal que en nada le interesaban. El tema de la falta de trabajo, los chicos, las peleas, los gritos, las exigencias…nada especial que hiciera la charla digna de recordarse. Lo único que le interesó fue un dato que le pasó sobre un fulano recién llegado de la capital con el que se iba a encontrar por un asunto raro de negocios. Algo turbio, mercadería de contrabando y algo que pasar por la frontera que el tipo le iba a explicar y que quizás le iba a dejar algo de plata.

Sin saber de qué se trataba, Él enseguida se mostró interesado en sumarse. Cualquier asunto que implicara aumentar sus ingresos lo acercaba a su verdadera meta: alejarse de allí…y si encima tenía la suerte de que la muchacha del bar quisiera acompañarlo, entonces tal vez su vida pudiera dar un vuelco. Quien sabe si no fuera esa la oportunidad que siempre buscara: escape, dinero y mujer todo en un mismo sitio. Se animó a soñarlo por unos minutos, con los ojos perdidos en el camino mientras El Flaco retomaba los insípidos temas domésticos.

Cuando llegaron al bar, el barullo lo ensordeció. Acostumbrado al silencio sepulcral de su vida, solo acompañado por una vieja radio de pilas que ya ni funcionaba, aquel griterío le pareció demasiado.

Se quedó como aturdido, manteniéndose unos pasos detrás del Flaco, que enseguida se dirigió a la barra a bautizar a la noche con una cerveza. Él lo siguió, algo indeciso por no saber si debería iniciar enseguida su plan de arribo a la muchacha o si convenía resolver lo de la entrevista con el fulano primero.

Impaciente por hacer por lo menos algo, optó por apurar al Flaco para que se abocara al asunto en cuestión, que Él ya había adoptado como de su incumbencia a pesar de ni siquiera haber mediado palabra con el del negocio. Además, y mirando desde lejos, Lili estaba muy ocupada en este momento así que le hablaría más tarde, cuando quedaran menos clientes en la barra.

Mientras la muchacha los miraba con lo que le pareció una sonrisa, el Flaco aumentaba su cuota de cerveza y cigarrillos.

Él no era hombre de muchas vueltas y eso de no concretar rápidamente algo de lo que lo había traído a ese lugar, lo hizo sentir muy incómodo.

Viendo como rápidamente la mirada de su casual compañero se llenaba de las brumas del humo y el alcohol, se decidió a encarar por su cuenta el asunto del negocio que El Flaco debería concretar.

Con algo de diplomacia (que habitualmente no tenía pero que la necesidad le fabricaba) le sonsacó a su beodo acompañante los datos del fulano y los detalles que debería presentarle y en medio de aquella multitud semi embriagada intentó ubicar a quien buscaba.

Cuando no logró su cometido se le ocurrió recurrir a Lili para ver si la muchacha podía ayudarlo. Aprovechando para intercambiar con ella algunas palabras de acercamiento; nada especial: sin mediar muchos prolegómenos le pidió ayuda para ubicar a aquel desconocido.

Como era de esperar, estar detrás de la barra del único bar de los alrededores pone a una persona en lugar de privilegio a la hora de escuchar chismes y por eso, inmediatamente, Lili supo encaminarlo hacia la mesa en donde el fulano estaba esperando.

Decidido y dándole a la chica apenas las gracias, se presentó solo ante el desconocido, intentando aparentar solvencia y haciéndose pasar por el hermano del Flaco, a quien Él también conocía desde siempre.

Excusando a su “hermano” por encontrarse indispuesto, asumió Él mismo el protagonismo de lo que sería un claro “servicio”: debería cruzar el paso fronterizo llevando un pago para luego cruzar otra vez con cierta mercadería sin identificar. Del otro lado estaría “gente amiga” lista para realizar el intercambio.

El riesgo no era mucho. Por ser vecino de la zona, no levantaría sospechas, además, todos sabían que sobre el mediodía, la escasa guardia de los gendarmes prácticamente desaparecía, por lo que ese sería el horario en que debería cruzar.

Maravillosamente rápidos fueron los detalles y bastante buena también era la paga, aunque lamentablemente debería ser compartida. Inmediatamente tomó las llaves de la camioneta del Flaco (que ya estaba cabeceando por los rincones) y salió al estacionamiento improvisado que se armaba por las noches junto al bar.

No había casi nadie en los alrededores. Uno o dos borrachines perdidos en sus propios pensamientos acompañaban a las estrellas que parecían iluminar más en esas horas.

Con las últimas recomendaciones del caso, le fue dado un paquete no muy grande junto con la dirección del lugar donde debería dejarlo. - Bastante simple la cosa – pensó – nada muy especial ni complicado.-

Algo nervioso pero determinado a enfrentar esa oportunidad que se le había presentado, guardó el paquete y sin más, se dirigió a la camioneta del Flaco y emprendió el camino hacia el paso fronterizo. La distancia no era mucha pero en esa época del año el camino se solía complicar.

Pronto amanecería y antes de cruzar debería surtirse de combustible en un parador del camino y quizás tuviera que esperar unas horas hasta que abrieran.

Mientras conducía se dio cuenta que El Flaco había quedado varado en el bar sin su camioneta ni al tanto de lo que había pasado. Pensó que se lo tenía merecido por irresponsable y borracho y que sin duda encontraría a alguien que lo acercara hasta su casa. Además, cuando volviese, compartiría con él algo del dinero; se le pasaría pronto el enojo, y seguramente después todo se volvería una anécdota para contar entre los amigos.

Cuando el sol despuntaba y ya sus nervios se habían calmado un poco, su curiosidad pudo más que su prudencia y decidió abrir el paquete para tener una idea de la cantidad que contenía.

Grande fue su sorpresa cuando vio frente a sí, sobre el asiento del acompañante una cantidad de fajos de billetes muy superior a lo que se hubiera imaginado. Jamás había visto tal cantidad de dinero junto y seguramente nunca más la volvería a ver.

Casi sin aliento, cruzó por su cabeza una idea muy arriesgada que, apenas hilvanada, desechó por completo. Si bien no quiso saber muchos detalles sobre aquella gente que lo había contratado se imaginaba que no eran improvisados y que sin duda eran muy avezados en aquellos asuntos poco lícitos. Tan sólo pensar en la posibilidad de robarles fue algo que catalogó inmediatamente de locura. No había posibilidad de que pudiera escapárseles con aquella fortuna.

Ni de uno ni del otro lado de la frontera estaría seguro y sin duda nunca conseguiría borrar su rastro lo suficientemente bien como para volver a vivir tranquilo. Así que sin considerarlo otra vez, desechó de plano aquella arriesgada posibilidad y decidió pensar en cambio qué haría con el buen dinero que le habían prometido. Sin duda, irse.

Su deseo más profundo era dejar aquel fatídico lugar donde había nacido y largarse a cualquier otro punto del mapa. No hacía falta que fuera demasiado lejos. Llegar a la capital era suficiente. Dejar para siempre aquel Pueblo Muerto para no volver nunca…eso era lo que en realidad soñaba. Y además estaba Lilí…no la había hablado pero algo le decía que en ese asunto iba a tener suerte. Esa noche en el bar cuando cruzaron unas palabras, le pareció que hasta lo miraba con cariño, con un prometedor brillo en los ojos que antes no le había descubierto. Quizás el saberlo relacionado con aquella gente de afuera lo haya posicionado mejor frente a la muchacha. Toda mujer prefiere a un hombre emprendedor y haberse animado a andar con tipos de ese calibre sin duda hizo que ella lo considerara más apetecible.

Absorto en esos pensamientos estaba cuando por el espejo retrovisor vio un auto rojo que le pareció familiar: era el de los que le habían encargado el trabajo.

Ahora caía en la cuenta que deberían estar siguiéndolo de cerca. No era lógico pensar que no buscaran asegurarse de que Él cumpliera su cometido. El dinero en cuestión era mucho y recién ahora estaba tomando conciencia de que el encargo quizás pudiera complicarse.

Más nervioso que cuando emprendió el viaje vio desde lejos la estación de servicio donde debería parar a cargar combustible. Desde allí hasta el cruce sólo había un corto trecho, pero no quiso apurar la marcha para no llegar demasiado temprano.

Del otro lado lo esperaban cerca del mediodía y era esa la hora en que la guardia acostumbraba a estar más distendida debido al gran calor y a la poca actividad fronteriza.

Mientras llenaba el tanque volvió a ver al auto rojo que lo controlaba desde lejos, buscando no acercarse demasiado para no levantar sospechas.

Decidió detenerse unos minutos más para tomar un café y leer el diario, así el tiempo pasaría más rápido. Ojeó la primera página y ni siquiera pudo concentrarse en los títulos. Estaba más ansioso de lo que esperaba y pensó que eso le podía jugar en contra. No debería perder la calma y la naturalidad, en eso consistía el trabajo que le encomendaron: pasar sin llamar la atención aprovechando que se trataba de alguien de la zona que solía cruzar del otro lado con frecuencia. Habitualmente Él lo hacía cuando debía encontrar algún repuesto para el auto de algún cliente.

De repente se dio cuenta que en aquella oportunidad venía con la camioneta del Flaco y no en la suya. Quizás eso pudiera resultar extraño para los guardias que, como todo habitante de la zona, identificaban desde lejos de quien se trataba por las características del vehiculo.

No juzgó que ese detalle fuera importante; más de una vez Él mismo debió cruzar en el auto de un vecino cuando estuvo descompuesto el suyo, así que trató de alejar la preocupación por aquella situación que podría explicar sin complicaciones, minimizando su importancia.

Sin darse cuanta, el café ya estaba frío y el reloj había avanzado lo necesario como para reanudar lo que sería el final de aquella aventura. Su inquietud lo traicionaba aunque su empeño por mostrarse tranquilo era grande. Al pagar el café casi se olvida el vuelto y se fue de allí sin saludar amistosamente al dueño, como hubiera correspondido. -Ya lo aclararé a la vuelta - pensó. - Le echaré la culpa al apuro – dijo para sí mientras tardaba en encontrar las llaves de la camioneta. – Tranquilo – murmuró casi en silencio. – en pocas horas estaré de vuelta con un buen pago en el bolsillo y entonces me iré para siempre…por fin! –

Cuando reiniciaba la marcha vio otra vez por el espejo retrovisor al auto rojo que comenzaba nuevamente el “control a distancia” (como decidió llamarlo) y pensó que en lugar de inquietarlo esa presencia debería tranquilizarlo. Significaba un seguro extra. No quería pensar que pasaría si alguien intentara robarlo!...pero quién?...totalmente improbable en aquella tierra casi deshabitada donde los pocos pobladores se conocían desde siempre.

- Pero éstos eran de afuera - se le ocurrió pensar - y tal vez haya otros…y del bando contrario! - reaccionó...y por primera vez tuvo miedo.

Por suerte ya estaba en el cruce y al ver que el guardia de turno era Galíndez, su ex compañero de escuela, se tranquilizó doblemente.

- Qué tal! – lo saludó con lentitud provinciana el guardia fronterizo, transpirando sin piedad el gastado uniforme que le quedaba chico.

- Acá andamos!...Nada especial!...cruzando por repuestos!.. se esmeró en puntualizar con “naturalidad”.

- A ver cuando nos juntamos a tomar unos vinos! – le dijo Galíndez mientras le hacía un ademán desganado indicándole que pasara.

- Seguro que pronto!- contestó sin poder disimular una profunda sonrisa de satisfacción.

Apenas Galíndez se refugió otra vez en la garita, Él respiró mucho más tranquilo, buscando inconcientemente la silueta del auto rojo que se había detenido junto a la última curva antes de cruzar y desde donde, se imaginaba, los tipos de la capital ya estarían comprobando que no se habían equivocado al tratar con Él en vez de con El Flaco.

Intentó acomodarse mejor en el asiento de la vieja camioneta tratando de alejar su cabeza de los últimos pensamientos que lo habían atormentado y buscó presuroso en su billetera el papel con el lugar donde estarían esperándolo para el intercambio.

No tenía idea de qué sería lo que le debería volver a cruzar pero sí sabía que no era voluminoso, así que fácilmente podría exhibirlo a su regreso como si en verdad fueran los famosos “repuestos”.

Siguiendo las instrucciones que le habían dado, llegó sin dificultad al sitio indicado. Nada especial: un páramo desolado desde donde ni se divisaba el camino. - Un lugar ideal – pensó… pero inmediatamente buscó censurar el pensamiento que cruzó por su cabeza después. ¿Qué haría si estos tipos se ponían pesados y no le entregaban lo que venia a buscar?

Si bien supuestamente eran “gente amiga” no sabía con seguridad cómo iban a reaccionar y siempre existía el riesgo que se “quisieran cortar por su cuenta” alzándose con todo.

Recién ahora caía en la cuenta de que estaba desarmado y que allí era fácil víctima si aquellos tipos decidieran quedarse con el pago y también la “mercadería”.

- Ya era tarde - pensó sin encontrar alternativa. Ya no podía dar marcha atrás y ahí enfrente estaban dos macizos morochos que lo estaban esperando.

Sus piernas temblaban mientras intentaba, torpemente, estacionar la camioneta bajo el único árbol que regalaba su sombra en aquella tórrida tarde de verano.

- Vamos al asunto! – le increpó sin miramientos una voz de poco amigos – a ver si terminamos esto rápido que ya no aguanto más el maldito calor!

Sin tiempo para prepararse, bajó como pudo de la camioneta, y pensando que quizás era mejor así, preguntó decidido dónde estaba “el paquete” que debería llevar, tratando que el nerviosismo que otra vez estaba a punto de transformarse en miedo no se le notara.

- Acá lo tenés! – le contestaron secamente, mientras le mostraban una caja no muy grande envuelta en papeles de diario. – y lo tuyo? – Agregaron como quien sabe de esas cosas -

Sin decir palabra, por miedo a tartamudear, mostró con brusquedad el paquete con el pago mientras rezaba mentalmente con desesperación para poder irse de aquel lugar sin ningún hueso roto.

Mientras los dos mastodontes abrían el paquete para contar los billetes, Él tomaba con cuidada lentitud “la mercadería” que debería llevar esperando el “ok” para meterla en la camioneta y salir rápidamente de allí.

Cuando vio que el más grande de los dos sujetos le hizo una señal como de aprobación, respiró con algo más de tranquilidad y con un ademán que recordaba haber visto en alguna película barata de gángsters dijo –…entonces, todo ok! – y con forzada parsimonia dio unos pasos hacia atrás buscando regresar a la camioneta sin más demora mientras sacaba su pañuelo para secarse el sudor de la frente.

Un sorpresivo impacto lo desmoronó.






(continuará)

8 comentarios:

≈♦ Mi Sentir ♦≈ dijo...

PARA TI
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____█████______█ hayyyyyyyy ya me perdi lo de antes, bueno te dejo un saludo Neo y leere un rato por aca para ponerme al dia, un besito

MORGANA dijo...

NEOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO...ESTO NO VALE..ME HAS DEJADO EN LO MEJOR Y MAÑANA EL CONCURSO CON LO CUAL HASTA DENTRO DE DOS DIAS NO SABRE SI SE LO CARGAN O QUE.¡ME CACHIS..!EN LO MEJOR ..CONTINUARA.......¡¡COMO ERES DE MALA!!
BESOS

MORGANA dijo...

NEOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO...ESTO NO VALE..ME HAS DEJADO EN LO MEJOR Y MAÑANA EL CONCURSO CON LO CUAL HASTA DENTRO DE DOS DIAS NO SABRE SI SE LO CARGAN O QUE.¡ME CACHIS..!EN LO MEJOR ..CONTINUARA.......¡¡COMO ERES DE MALA!!
BESOS

Ardilla Roja dijo...

jajajaja una historia nada especial, desde luego que no jajaja

SILVIA dijo...

Sigo , aca leyendo y esperando el proximo, hasta aca interesanteeee¡¡¡

Vicky Toledo dijo...

Esto no vale...dejar así a la gente con la intriga.

Buaaaaaaaaaaaaa

Mundo Animal. dijo...

TE DEJO UN ABRASITO NEO
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QUE TENGAS FELICES SUEÑOS Y UN LINDO DIA JUEVES
CHRISTIANNN

Sinuhe dijo...

Alaa¡¡¡ Como mola, que tarantiniano¡¡ Esto no pueda acabar bien para nadie,jejeje, que bueno.

MAS AGUA, MAS AGUA¡¡¡¡ que se me seca la boca con tanto sol y ese desierto..ainsss

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