Parte 3: ANTE EL OLEAJE Y LA LOCURA
Se hacía la noche frente al acantilado. A lo lejos, las
luces del pueblo se iban encendiendo, parpadeando más que las pocas estrellas
que asomaban alrededor del circunspecto halo lunar. El frío del viento marino congelaba
su cuerpo más allá de la sangre. Le atería con más intensidad que el recuerdo
de las estepas que acababa de abandonar. Las impresiones que guardaba de aquel inhóspito
rincón sobreelevado junto al puerto no parecían corresponderse con la relativa
calma que en ese momento creyó encontrar. Algo desde el oleaje parecía querer
distraerlo de sus viejas angustias guardadas, queriéndolo llevar blandamente
junto con la espuma blanquecina que iba y venía sobre la gruesa capa de piedra que
bordeaba el límite del desvencijado muelle. Parecía que el mar lo llamaba desde
su inmensidad que ya se igualaba con la de la noche.
Quizás la fiebre le había ganado definitivamente el juego
a la precaria estabilidad emotiva con la que había descendido del tren,
temiendo enfrentar el reencuentro con sus miedos y viejos fantasmas. Por un
momento se sintió otra vez huérfano ante aquel mar despiadado de olas bravas e
hipnóticas letanías. Se supo pequeño, impotente, abandonado, perplejo…
De repente, recortada la silueta sobre un cielo absoluto,
vio nuevamente a la sugestiva mujer que estuvo queriéndolo tentar durante todo
el viaje de retorno. Un temblor nunca antes experimentado le recorrió por todo
su cuerpo atravesándole sin piedad las entrañas. Aquellos ojos implacables seguían
penetrándolo con aguda perfidia y descarnado desafío, como poniendo a prueba su
tal vez cuestionada hombría. Sin duda disfrutaba provocándolo con su desenfado,
gozando al ver su notoria vocación de infructuoso suicida.
En aquel lugar de sus orígenes, queriendo evitar el final
opaco y gris –sin grandeza- al que la vida se había empeñado en destinarlo,
aquel hombre enjuto y afiebrado confirmó para sí la intención de ser
protagonista en la invocación de su propia muerte. Pero aquella fémina había
decidido humillarlo, cuestionando con evidencia la realidad de sus agallas, recordándole
sus constantes indecisiones, sus habituales desidias, sus indisimulables cobardías.
Por unos segundos sintió hervir su sangre ofendida y menospreciada, buscando
hallar la fuerza que permitiera demostrarle que sí era capaz de culminar
aquello que se había propuesto. Al menos esa vez llevaría a cabo con dignidad el
gesto final al que se había autoconminado.
Buscó en la botella de alcohol que asomaba desde el
bolsillo de su abrigo la cuota de locura que le faltaba y bebió. Apurado y de
un tirón, como para asegurarse no sentir los últimos estertores de su ya casi
inexistente apego a la vida. Intoxicado felizmente por el alcohol, se dejó caer
al fin sin resistencia hacia el mar, desde lo alto de aquellas rocas que alguna
vez atestiguaron tanto su nacimiento como su huida.
Dicen que fue una mujer de inquietantes ojos grises quien
lo encontró junto a aquellas rocas –con apenas un hálito de vida- luego de varios
días de abandono e inconsciencia. Su cuerpo estaba helado y mal herido, hasta
con rastros de haber sido picoteado con saña por algunas aves marinas. Muy poco
quedaba de él. Sólo un amasijo informe de carne ensangrentada y los restos de una
frustración perpetua mutando definitivamente hacia la locura.
(Fin)
7 comentarios:
Ahora se sabe la motivacion del personaje, pero queda más en misterio la condicion de la mujer. Tal vez sea la muerte.
O tal vez sólo haya sido parte del delirio del personaje...chi lo sa!jejeje
qué buen relato!
con el misterio guardado como un final secreto.
y la locura tan bien descripta.
me ha encantado!
abrazo
¡Bravo! plas, plas. Echaba de menos
estos cuentos tuyos. Me ha gustado.
Besos
Salud y República
sé que hay motivos para apurar el final, pero que terrible parece ser
.
un gusto leeros
saludos
Vibrante tu cuento, encalado de gris pero con muchos matices debajo. Me ha gustado.
Un abrazo!
Pd Felicita a tu hermano de mi parte. Si le conociera también podría dedicarle una entrada pero por ahora... jajaja
Que triste final aunque tambien fue una triste vida. Me gustó lo descriptivo que ha sido, así como el misterio que le has sabido dar.
Besos.
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