FRENTE AL MAR DE LAS CULPAS
Capítulo 1: LA GRIS SOLEDAD
Era un viejo hotel frente al mar. Un lugar solitario que alguna vez fue punto neurálgico de circuitos turísticos, pero que, con los años y gracias a la apertura de nuevas carreteras, la gente ya casi ni recordaba.
Erguido aún, pero destartalado y añoso, su imagen invocaba la añoranza de los tiempos idos, casi una sombra que se negaba a desvanecerse del todo.
Era el lugar ideal para escapar, sitio elegido por escritores solitarios, románticos nostálgicos, amantes furtivos, fantasmas o suicidas.
Entre los poquísimos huéspedes, uno, fiel a su decisión de alejarse de un mundo de realidades agitadas, eterno portador de una inmensa tristeza, contemplaba el mar desde la ventana de su cuarto.
Había perdido la cuenta de los días que llevaba allí, casi aislado del mundo, contemplando ese mar, gris como el cielo, ansiando encontrar lo que intuía, o quizás, no recordaba.
Sabía que alguna vez llegó para escribir en paz, lejos de todo, del ruido y de la gente, sumergido en la soledad de aquel hotel perdido blandamente entre los límites del horizonte y del tiempo.
Sufría por no haber logrado terminar su escrito. Por alguna razón, no podía acabar su libro, no hallaba el final contundente con el que soñaba.
Sus días se alargaban como su espera. Su figura se iba diluyendo como la noción del paso del tiempo. Era ya parte del paisaje, casi del mismo gris que las nubes y el agua infinita.
Su relación con los demás seres se reducía exclusivamente a los fugaces contactos con el viejo administrador del hotel, cuyos ojos, también grises, contenían la nostalgia misma de aquellos paisajes.
Si no hubiera sido por aquel viejo, medido y pausado, su existencia se hubiera restringido a la mera contemplación del mar, eterno e irreverente, con su rítmico oleaje rompiendo sobre los acantilados.
Su trabajo se limitaba, a reescribir constantemente la que debiera ser su más importante obra, quizás, la postrera, y por tanto, la que sirviera para marcar su trascendencia, su huella más destacada en este mundo árido y contradictorio.
Buscaba hallar en alguna palabra ese “algo” que le disipara el enigma de la conclusión que no llegaba. Intuía que, al terminar su libro, la razón misma de su existencia se mostraría ante sus ojos como la mayor de las revelaciones, y por ese motivo se justificaba soportar la tortura de la inacabable espera.
Se había habituado a la soledad; el silencio casi total no le molestaba ya más. Recordaba sí, que le había costado acostumbrarse; hombre nacido en una gran ciudad, la proximidad de los demás había sido, en otra época, tan necesaria como el aire que respiraba, pero, con el tiempo, llegó a la conclusión de que la autoimposición de aislarse en busca de inspiración, le había resultado sanadora y ahora su alma se había elevado a un estadio superior de purificación espiritual que lo había transformado en mejor persona.
Sin embargo algo lo perturbaba: en lo más profundo de su ser sabía que tenía un asunto pendiente imposible de soslayar y aunque no podía descifrar totalmente su naturaleza, comprendía que pronto lo descubriría.
Buscando escrutar el horizonte, contemplando el vuelo de las gaviotas que apenas se posaban sobre la arena, él presentía que no estaba allí por casualidad.
No era sólo por la búsqueda de inspiración que un día había llegado hasta aquellas costas, alguna otra razón había y quizás pronto la descubriera…o la recordara…porque a veces sentía que algo ya vivido lo amarraba a ese inquieto mar que lo hipnotizaba.
Capítulo 2: VERDES OJOS TRANSPARENTES
Una mañana, gris como tantas, llegó al hotel un pequeño contingente de viajeros. Gente de paso, esperando que el transporte que los llevaría a la capital fuera reparado por el mecánico de las cercanías.
Por unos días, y por decisión exclusiva del destino, el viejo hotel vio otra vez una pequeña multitud atravesando los viejos pasillos; se poblaron sus salones y rumores y risas volvieron a escucharse en la mayoría de sus habitaciones.
Entre todos, sobresaliendo como una orquídea entre cardos, una joven taciturna, de inusual belleza, despertó gran inquietud en el atribulado escritor. No era ya sólo el mar lo que contemplaba…esos ojos inmensos, verdes y transparentes, acapararon su atención y su corazón desde el primer momento.
Silenciosa, apenas susurrante en sus breves conversaciones, el alma de la joven escondía una pena, y el solitario escritor, agudizando su intuición logró detectarla.
Desde que la vio se sintió extrañamente unido a ella, fue como encontrar su par, su mitad… su complemento.
Observándola desde lejos, desde el amanecer hasta el ocaso, ambos seres se reunían en silencio frente al mar, sin mediar contacto, pero fusionados por algo invisible que los enlazaba en su intimidad.
Cuando el sol caía, la joven volvía al hotel, siempre cabizbaja, sin hablar con nadie, absorta en el mar y en sus pensamientos. El escritor la seguía, siempre desde lejos, enhebrada ya su alma con la suya.
Cuando la joven bajaba a desayunar, siempre se esmeraba en mantenerse alejada del resto de los huéspedes, huyendo de las incómodas conversaciones intrascendentes.
Desde lo alto de la escalera, oculto por las sombras del cortinado, el escritor la contemplaba, extasiado por la luz que se filtraba entre su larga cabellera. El viejo administrador, parco como siempre, se dio cuenta de lo que ya era un desembozado enamoramiento y sin pronunciar palabra, festejaba, contenido, la bienaventuranza de la llegada del amor para aquellas almas en pena.
Una mañana, mientras la joven sorbía con lentitud su café posando su mirada sobre las pobres flores del jardín, el escritor creyó recordar otra mirada, lejana ya y perdida en el tiempo…tan honda y también tan cercana como aquella.
Esa sensación de encontrarse con un destello de su pasado olvidado lo sobresaltó, lo hizo perderse otra vez en sus pensamientos, en su búsqueda eterna de lo que fue y ya no era.
Por breves momentos otra vez su angustia ancestral lo invadió y tuvo en su boca el sabor amargo de una desilusión…vieja, reseca, pero presente aún en su más recóndita tristeza.
El día transcurrió otra vez lentamente, como los pasados y solitarios que recordaba. Sentado frente a sus escritos intentó otra vez cambiar los párrafos en busca del ansiado desenlace, pero tampoco esa vez pudo lograrlo. Renovada su desazón por su obra inacabada, esa tarde pudo, en cambio, refugiarse con algo de esperanza pensando en los bellos ojos de su recién descubierta enamorada.
Al caer el sol, la melancolía lo encontró otra vez frente a su ventana, perdida su mirada en el horizonte, siempre a punto de recuperar ese algo que no lograba recordar.
Bajó al comedor buscando, ansioso encontrar nuevamente la dulzura de aquella mirada amada, bálsamo eficaz para contrarrestar la opresión que casi siempre sentía en sus entrañas.
En esa oportunidad la joven se retiró a su habitación sin cenar, sin duda queriendo huir del bullicio de las demás personas. Nadie pareció notar se ausencia, salvo el escritor que sentía como propio el hondo dolor que la aquejaba.
Capítulo final: AMOR, REDENCIÓN Y LIBERACIÓN
Esa noche hubo tormenta. Las olas, embravecidas, rompían fuertemente sobre las rocas, el rugir del mar era atemorizante y a lo lejos, muy pocas luces del pueblo cercano, titilaban como estrellas.
Vagando insomne por la playa, el ignoto solitario intentaba en vano recordar el por qué de sus propias penas, cuando, de repente, un rayo, como rasgando la negritud del cielo, se precipitó a lo lejos, iluminando todo el muelle.
Como espíritu desesperado que clama al cielo por ayuda, la joven mujer avanzaba sobre la escollera, empapándose, decidida a todo, anunciando el que debería ser sin duda, su suicidio.
El pobre escritor, sobresaltado, quebrado por dentro como si en su interior hubiera caído también otro rayo, quiso en vano llegar antes que el salto fatal se produjese, pero no lo logró…y así, en ese mismo instante recordó aquella otra vez que tampoco pudo conseguirlo. Eran otros ojos, también suicidas, pero era igual la angustia que lo recorría de pies a cabeza.
Y de pronto, en medio de un nuevo destello, su pasado íntegro retornó frente a sí: su viejo amor, su desilusión, su pasión por el trabajo, su tristeza marcada en el rostro, su infidelidad, su arrepentimiento, su impotencia por haber herido a la persona que más lo amara, la desesperación al saber la noticia de su suicidio, su terrible angustia, su dolor incurable, su sueños rotos, su culpa por vivir, sus ganas de morir…su salto al vacío desde los acantilados, su vagar errante desde entonces, su fatuidad, su existencia fantasmal, su pecado por saldar…
Espectro que no encontraba su sentido, en ese instante tuvo plena conciencia del por qué de su espera: el destino le daba la oportunidad de enmendar lo que no pudo evitar la primera vez y de cuya causa él se sentía tan culpable que la muerte decidió postergar su resolución.
Teniendo como cómplice al Tiempo, que decidió para ayudarlo, quedarse suspendido en ese instante fatal, resuelto a responder con todo lo que era y lo que había sido a aquel desafío que reciben sólo algunos pocos, se arrojó hacia la oscuridad de aquel mar enfurecido y sin la necesidad de ver, sólo guiado por la intensidad de su amor y arrepentimiento, tomó firmemente la mano inerte de su blanca amada que se hundía.
Logrando transmutar su etérea sustancia por unos segundos, con fuerza inusitada, arrancó a las olas la vida que no debería ser truncada, consiguiendo liberar de las aguas impacientes a su bella amada silenciosa.
Sobre la playa, exhausta y en brazos de aquel pobre fantasma, una muchacha solitaria acababa de ser rescatada de la muerte.
Débil, casi inconciente aún, logró entrever aquel rostro blanquecino que la miraba sollozante.
Conmovido y agradecido al destino por aquella extraordinaria oportunidad de redención que se le había otorgado, el fantasma rompió a llorar sobre el pecho de su amada, liberando a su alma, y para siempre, del terrible peso de la culpa.
La joven, sumida aún en una blanda confusión, sintió la calidez de aquel incorpóreo corazón cercano a su pecho, y sus manos, temblorosas pero sin miedo, lograron acariciar la cabellera sutil de quien fuera su salvador.
Cuando la joven mujer despertó, abrigada ya en su habitación, reconoció el rostro del viejo administrador del hotel que la miraba condescendiente.
Algo mareada aún, se incorporó buscando aclarar la sucesión de imágenes borrosas que llegaban a su mente: la tormenta, el mar embravecido, el muelle, el rayo, el salto y la desesperación, el instante eterno en que su cuerpo inerte se sumergía, una mano firme que la sostuvo, la calidez del amor que la rescataba…la playa, el rostro pálido, el llanto conmovedor, sus caricias…
No pudo entender claramente lo sucedido pero una desconocida placidez le invadió sustituyendo la que desde siempre había sido su tristeza.
La gratitud por hallarse viva le dio rápidamente color a sus mejillas, mientras el viejo administrador del hotel le alcanzaba una taza de té para confortarla.
A un lado de su cama, una carpeta con lo que resultó ser el borrador de un libro llamó su atención.
Una fuerza interior la impulsó a leerlo, de principio a final, y al hacerlo, lágrimas conmovidas de desprendieron de sus ojos mientras con indescriptible emoción iba leyendo la que, reconocía, era su propia historia.
Uno a uno los pasajes de su penosa vida se mostraban, piadosos, narrados con gran talento, hilvanados con la intencionalidad de quien busca rescatar al lector con un mensaje de esperanza.
Se reconoció en cada página, en cada palabra ajustada con indiscutible precisión, como si cada vocablo estuviera allí especialmente dirigido a su corazón, tan entristecido a lo largo de sus pocos años y que ahora, enfrentado con aquel texto conmovedor, se sentía fortalecido por la calidez de la esperanza que lo invadía.
El viejo administrador, que conocía perfectamente el drama del hombre que lo había escrito, le dio los detalles que precedieron a su culminación.
Le habló también de la leyenda que, con los años, se había ido tejiendo sobre aquel fantasma en pena quien, supuestamente, estuvo vagando entre las sombras de su viejo hotel buscando hallar, a la vez, la inspiración para acabar su obra y la redención de su propia alma.
Le habló también del poder sanador del Amor, ese que se da, con suerte, una vez en la vida, y que en excepcionales ocasiones, quizás también después de ella.
La muchacha, renovada ahora frente a la realidad que se le mostraba plena y prometedora, acabó de leer el escrito, que en su página final, agregado con vibrante letra manuscrita culminaba: “Nunca la culpa se salda con más culpa; sólo el amor es capaz de vencer a la muerte”.
13 comentarios:
Todas las muchachas de este mundo debieran ser rescatadas en la playa... Sacadas de la indigencia y falta de unos brazos que las arrope...
Saludos y un abrazo
Besos de domingo...!!!
Si, que lo recuerdo y me gusto mucho.
Besos y buen domingo.
Con o sin musas.
Cuando las cosas son hermosas, no importa leerlas una y otra vez.
Precioso Neo!!
un beso muy fuerte de tu niña gallega
sara
A mi me encantan tus reediciones porque me dan la oportunidad de leer cosas tuyas que no había leido.
Y tus cuentos siempre me gustan mucho aunque sean largos, así que tu reedita con toda la alevosía que quieras, jajaja
Un besito
Antes no la habia leido...
Historia de emociones,sentimientos,nostalgias,recuerdos,...el amor que todo lo invade...y la mente que hace real,la fantasia.
un saludo.
Los libros interesantes, buenos y que nos llegan, tienen las tapas desgastadas, por la de veces que los
leemos, siempre encontramos algo nuevo.
Ha sido un relax leerlo. No importa lo largo porque cuando es bueno se hace corto.
Romanticismo decimonónico por excelencia...
Gracias, amiga.
Que lindo post, me gusto mucho...
Lindo blog, te sigo.
Saludos....
No lo recordaba, pero a mitad me cegó la luz de nuevo. Muy bueno, besos y mordiscos!!
Me acuerdo Moni!!! es un relato excelente, admiro tu habilidad para escribir, y si las musas no llegan no te preocupes que seguro en tu subconciente se está elaborando alguna historia lista para emerger en cualquier momento (dejá que trabaje el subconciente y vos mientras mirá la tele o escuchá la radio jajaja!!)
No lo había leído antes y me ha encantado, felicidades por tan hermosa historia tan bien escrita.
Un placer leerte.
Besos.
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