Este jueves nos convoca María José, para leer más relatos sobre el tema, pasar por su blog.
Sólo en dos puntos no coincidían:
en fútbol y en el tema de las supersticiones, y ambos los utilizaban como motivo
para hacerse bromas y afianzar su
compañerismo. Por lo demás, eran excelentes agentes de policía que, confiando
ciegamente uno en el otro, eran capaces de sobrellevar los duros trances por
los que su profesión los hacía transitar.
Pero a veces a Marco se le iba la
mano en provocar a su compañero y conseguía sacarlo de quicio. El apego
que éste sentía por las cábalas para intentar mantenerse a salvo de peligros y malos
efluvios, hacía que muchas veces Marco se dejara llevar con sus incitaciones y
lograra ponerlo realmente nervioso. Como esa mañana que debían patrullar por
primera vez aquella zona en la que la violencia solía estallar a cada paso en
reyertas y agresiones.
Apenas asignado el nuevo
recorrido, Marco notó que su compañero iba reforzando su acostumbrada estrategia
de refrescar cábalas y amuletos durante el camino, para reafirmar con el
destino esa especie de pacto de no agresión que desde siempre promulgaba, mediante
el cual él remarcaba su sumisión con gestos de buenos augurios y la buena
suerte respondía en concretar su protección sobre ambos.
Marco, con su acostumbrada sorna
mañanera, se ocupó de distender las tensiones burlándose de las creencias de su
compañero y amigo haciéndole tanto reír, como reafirmar sus convicciones. Pero se
dio cuenta que había pasado la raya de las chanzas inocentes cuando notó que su
compañero ya llevaba el ceño fruncido y reaccionaba con marcada agresión a cada
una de sus nuevas provocaciones.
Quizás fue el último gato negro
al que Marco obligó a cruzar por delante de su trayecto, o aquella escalera que
insistió en atravesar impunemente por debajo. Quizás haya sido aquél empujón
que le prodigó a su amigo como gesto conciliador y en cambio, le hizo caer la
cruz de ruda que llevaba en su bolsillo y que, para colmo de males, pisoteó sin
querer… pero después de esos incidentes la buena conexión que los unía pareció
desaparecer bajo la inseguridad de su compañero, que, sin dudas, asumía que el
cinismo de Marco conseguiría quebrar el pacto de no agresión que él venía logrando
entretejer con la buena suerte.
Atravesando un descampado y en
silencio, los dos compañeros eran conscientes que en aquel territorio de
marginales y delincuentes era fundamental que la buena sintonía entre ambos restableciera
el ajustado equilibrio de profesionalismo y confianza que, como equipo, acostumbraban
obtener.
Mientras Marco cavilaba
preocupado por el asunto, algo entre los yuyos de aquel terreno llamó su
atención: un lustroso trébol de cuatro hojas lucía su esplendor de buen augurio
entre los restos de basura y excremento que los pies de los policías venían esquivando. Sin meditarlo demasiado,
decidió que ese sería una buena ofrenda de reconciliación para obsequiarle a su
supersticioso compañero de patrulla, por lo que de improviso se agachó para
recogerlo.
El estruendo pareció quebrar hasta
la sutil estructura del aire que los rodeaba. Sin que tuviera tiempo para
reflexionar vio caer a su compañero junto a sus pies, con los ojos en blanco y
la sien atravesada por la bala que vino desde su izquierda, justo desde donde
él se encontraba y que, de no haberse agachado a recoger aquel trébol de buena
suerte, ahora estaría sin dudas alojada en su cabeza en lugar de estarlo dentro
de la de su amigo, quien, con tanto esfuerzo y dedicación, había venido luchando infructuosamente
para desbaratar, con sus amuletos y especulaciones, las caprichosas consecuencias
que el destino fuera armando -quizás hasta con burdo placer- hacia ese desenlace fatal.
15 comentarios:
Ese último suceso demuestra lo absurdo de la superstición. Es afortunado salvar la vida por un hecho fortuito. Pero decididamente es desafortunado ver la muerte de su compañero policía.
Pues toco madera, la de la mesa.
Buen finde!!
Por muy rectos que queramos caminar la vida va dando vueltas y nos demuestra su prepotencia. Un relato muy bueno, un esbozo de pelicula. Abrazos
Desde luego fue mala suerte que justo cayera su compañero, cuando éste perdió todos sus amuletos. ¿El destino, o la mala suerte?
Muy buen relato.
Un abrazo
La superstición va en todas las personas , aun en las personas que no creen en ellas, pero por si acaso....
a pesar de muchos decimos no creer en supersticiones.... la cantidad de historias y rumores que se tejen finalmente nos hacen dudar un poquito.. Un muy buen relato Neogéminis...
Cosas que favorecen el que sigamos teniendo esas ideas. Son coincidencias que nos hacen pensar o quizá que las necesitemos para explicar lo que no entendemos.
Un beso.
La verdad es que no soy nada supersticioso, pienso que la vida es la que nos pone las cosas en el camino. Muy buen relato Neo. Un abrazo y buen fin de semana.
@Pepe_Lasala
La suerte no es para quien la busca, si no para quien la encuentra y él la encontró. Todos tenemos ese punto en que por si acaso...
Besos
Ser supersticioso tiene sus lados negativos pero también encierra enigmas. Un tragico final para tu protagonista, pero lo contrario al caso, a su amigo le salvo la vida, sino encuentra el trébol no se inclina a cortarlo. Estupendo relato, el final es contundente e impactante.
Besos
Trágico final para una vida envuelta en supersticiones pero en manos del caprichoso destino. Me gustó tu relato por el contenido y la forma de narrarlo. Gracias por participar. Un beso
Buena trama, muy cinematográfica... hasta les he puesto cara.
Como siempre un relato muy bien relatado y como siempre también fiel al estilo y al tema propuesto.
Besos
Una historia estupenda, narrada con tu buena mano de escritora. Tiene emoción y sorpresa. En definitiva, me ha gustado.
Besos.
Muy buen texto Neo,pero a eso nos tienes acostumbrados. La superstición está ahí y nos agarramos a ella aún no creyendo, claro que unos más que otros.El ejemplo tus protagonistas.
Besos.´
¿Qué posibilidades hay de encontrar un trebol de cuatro hojas? Pues menos posibilidades aún hay de encontrarlo justo en el momento en que te disparan a la cabeza. ¿Casualidad? ¿el destino tal vez?. Yo, por si acaso, guardaría el dichoso trebol con mucho cuidado y mimo. Magníficamente narrado, Neo.
Un fuerte abrazo.
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