Otra vez voy a reeditar un cuento que escribí hace bastante. Mis disculpas para quienes ya lo hayan leído. La inspiración me anda un poco floja este último tiempo!
DÉJAVÙ
Mientras pensaba qué vestido ponerse para la ocasión, mirándose con autocrítica en el espejo, llegó a la conclusión que sería bueno un día de estos decidirse y comenzar algún deporte o actividad física que le ayudara a mantener su figura.
No es que estuviera gorda, pero sentía ya que el estrago que dejan los años amenazaba con llegar como suelen sorprendernos las cosas más temidas: sin previo aviso. Mientras se dejaba llevar por esas ideas se le ocurrió pensar qué bueno sería que la vida nos diera segundas oportunidades para corregir los errores que muchas veces cometemos y que determinan, sin quererlo, sucesos que marcan nuestro futuro; malas decisiones tomadas en un momento pueden condicionar en forma catastrófica virajes de la vida de los que no se tiene retorno.
Recordando una frase que hacía poco había leído en un libro de autoayuda decidió ser más positiva y concentrarse en todas las buenas expectativas que tenía para el encuentro de esa noche.
Hacía mucho tiempo que no tenía una cita, y mucho menos casi a ciegas, como sería esa. No comprendía todavía de dónde sacó coraje para aceptar la invitación de aquel hombre a quien sólo conocía por el chat. Si bien habían intercambiado algunas fotos, se sabe que en ese tipo de relación se suele no ser demasiado honesto y más de uno acostumbra a enviar fotos no muy recientes o directamente falsas, con tal de conseguir concretar un encuentro.
En un principio no quiso hacerse muchas ilusiones, pero después, una ansiedad incontrolable había ido creciendo en su interior con el correr de las horas. La foto que él le había enviado era más que prometedora, y la que ella había elegido para retribuirle, la favorecía bastante ya que la amiga que la había tomado era muy buena fotógrafa y entendía cómo manejar las luces y las sombras para disimular pequeños y grandes defectos.
El hecho que la cita fuera de noche la tranquilizaba un poco, porque pensaba que cualquier imperfección de la piel pasaría prácticamente desapercibida.
Optó por el vestido azul, no muy formal, pero elegante; no muy osado, pero provocativo; lo suficiente como para crear la adecuada expectativa para un próximo encuentro. Claro que si el individuo en cuestión no resultaba ser lo que esperaba, no dudaría en mostrarse firme y no aceptar otra salida inventando cualquier excusa que no lo lastimara.
Retocó por última vez su maquillaje, tomó su cartera y se dirigió presurosa hacia la calle. Por fortuna habían decidido encontrarse no muy lejos de su casa, así que decidió ir caminando sin apuro, para no llegar muy puntual. Siempre había sido de la idea de que hacerse esperar un poco despertaba en el hombre cierta excitación extra que podía ser muy beneficiosa.
Con paso seguro se dirigió hacia la esquina. La luna redonda y alta ya, parecía mirarla con picardía, como auspiciosa de aquel esperado encuentro.
Caminaba distraída recordando la letra de una canción que vino inesperadamente a su cabeza cuando una parejita de enamorados pasó junto a ella, y sin darse cuenta, la hebilla de la mochila del joven se enganchó en su chal dejándole un llamativo enganche en un extremo. Tuvo enormes ganas de proferir un insulto pero volviendo a recordar aquel libro de autoayuda logró controlarse y tomó el incidente con filosofía y decidió simplemente ocultar la rotura para que no se viera.
No permitió que el accidente consiguiera empañarle el ánimo y continuó su camino tratando de recordar lo más fielmente posible la foto que el hombre del chat oportunamente le enviara.
Cruzó la calle cuando una nube ocultó parcialmente la luna, que dejó por un momento de iluminar la callecita bordeada de álamos que la llevaba hacia la avenida.
Una moto que dobló casi sin mirar la obligó a apurarse para alcanzar la acera, dando un paso más largo que el habitual con tanta mala suerte que uno de sus tacos se tropezó en una baldosa levantada aflojándose peligrosamente. – Lo que faltaba! – masculló indignada, con tanta furia que casi arranca del todo el taco al darle una puntapié al aire en señal de impotencia.
Debió resignar parte de su elegancia para seguir andando con la sandalia en esas condiciones, mientras en su cabeza ensayaba mil y una maneras de contar en forma graciosa aquel incidente al hombre con el que se estaba por encontrar, consiguiendo así que el mal momento se convirtiera en una anécdota que sirviera para romper el hielo lógico del primer momento.
Se dirigía ya a cruzar la avenida cuando logró ver que su cita estaba esperándola en el lugar que habían acordado. Desde esa distancia se lo veía muy bien, alto y del tipo atlético, - vamos bien!- pensó casi en voz alta – quien me dice que no sea el hombre de mis sueños! deseó fervientemente mientras se le escapaba una sonrisa!
La lluvia de esa tarde había dejado grandes charcos barrosos en los pozos del pavimento. Uno particularmente grande se hallaba justo sobre la senda peatonal por donde la joven iba a cruzar cuando el semáforo le diera paso.
Ya casi se estaba por encender la luz roja cuando un automóvil que se dirigía por la avenida hacia la costanera aceleró la marcha para lograr cruzar antes que el semáforo le diera el alto; brutal e impiadosamente las ruedas de aquél bólido atravesaron el charco de agua y barro de tal manera que una impresionante salpicadura terrosa quedó sobre el vestido azul que hasta hacía un minuto era derroche de elegancia y buen gusto. La incredulidad la dejó sin habla, sin siquiera ganas para maldecir.
Recordando una frase que hacía poco había leído en aquel libro de autoayuda decidió ser más positiva y concentrarse en todas las buenas expectativas que tenía para el encuentro de esa noche.
Blandamente cerró los ojos deseando con toda el alma que el tiempo retrocediera un cuarto de hora y otra vez se encontrara contemplándose en el espejo de su dormitorio con su chal intacto, el taco de su sandalia firme y su vestido sin ninguna mancha…
Despacio abrió los ojos. Se miró atónita y complacida a la vez con la elección del vestido azul, porque no era muy formal, pero sí elegante, tampoco muy osado, pero provocativo; lo suficiente como para crear la adecuada expectativa para el deseado encuentro.
Retocó por última vez su maquillaje, tomó su cartera y se dirigió presurosa hacia la calle. Por fortuna habían decidido encontrarse no muy lejos de su casa, así que decidió ir caminando sin apuro, para no llegar muy puntual. Siempre había sido de la idea de que hacerse esperar un poco despertaba en el hombre cierta excitación extra que podía ser muy beneficiosa.
Con paso seguro se dirigió hacia la esquina. La luna redonda y alta ya, parecía mirarla con picardía, como auspiciosa del próximo encuentro.
Caminaba distraída cuando inesperadamente la letra de una canción le vino a su cabeza. Vio aproximarse a una parejita de enamorados a la que tenía la rara sensación de haber ya presentido, y con gran rapidez de movimientos cambió de mano el chal que llevaba, evitando que la hebilla de la mochila del joven se enganchara en él.
Continuó su camino algo sorprendida por la rara sensación de haber vivido ya todo aquello, mientras trataba de recordar lo más fielmente posible la foto que el hombre del chat oportunamente le enviara.
Cruzó la calle cuando una nube ocultó parcialmente la luna, que dejó por un momento de iluminar la callecita bordeada de álamos que la llevaba hacia la avenida. Anticipando que la moto doblaría casi sin mirar, esperó a que pasara para luego cruzar hasta la acera de enfrente.
Sin resignar nada de su elegancia continuó su camino, mientras en su cabeza ensayaba mil y una maneras de contar algo gracioso al hombre con el que se estaba por encontrar, buscando una anécdota adecuada que sirviera para romper el hielo lógico del primer momento.
Se dirigía ya a cruzar la avenida cuando logró ver que su cita estaba esperándola en el lugar que habían acordado. Desde esa distancia se lo veía muy bien, alto y del tipo atlético, - vamos bien!- pensó casi en voz alta – quien me dice que no sea el hombre de mis sueños! deseó fervientemente mientras se le escapaba una sonrisa!
La lluvia de esa tarde había dejado grandes charcos barrosos en los pozos del pavimento. Uno particularmente grande se hallaba justo sobre la senda peatonal por donde la joven iba a cruzar cuando el semáforo le diera paso.
Ya casi se estaba por encender la luz roja cuando cuando un automóvil que se dirigía por la avenida hacia la costanera aceleró la marcha para lograr cruzar antes que el semáforo le diera el alto; anticipándose a que las ruedas de aquél bólido atravesaron el charco de agua y barro, la joven retrocedió lo suficiente para que la impresionante salpicadura terrosa no la alcanzara.
La incredulidad ante aquella segunda oportunidad que le había brindado la fortuna la dejó sin habla, con una enorme satisfacción por haber conseguido revertir el capricho del destino que parecía haber querido complicar aquel encuentro que ya estaba por ocurrir.
Mientras cruzaba distraída la avenida recordaba una frase que hacía poco había leído en aquel libro de autoayuda que la ayudó a ser más positiva concentrándose en todas las buenas expectativas que tenía para el encuentro de esa noche.
Absorta en sus pensamientos no vio que el semáforo ya había cambiado a verde y que un automóvil brutal e impiadosamente, la elevó por los aires haciéndola caer con terrible violencia sobre el asfalto embarrado.
Mientras sentía que la tibieza de la sangre surcaba su rostro, blandamente cerró los ojos deseando con toda el alma que el tiempo retrocediera un cuarto de hora y otra vez se encontrara contemplándose en el espejo de su dormitorio con su chal intacto, el taco de su sandalia firme y su vestido sin ninguna mancha…
DÉJAVÙ
Mientras pensaba qué vestido ponerse para la ocasión, mirándose con autocrítica en el espejo, llegó a la conclusión que sería bueno un día de estos decidirse y comenzar algún deporte o actividad física que le ayudara a mantener su figura.
No es que estuviera gorda, pero sentía ya que el estrago que dejan los años amenazaba con llegar como suelen sorprendernos las cosas más temidas: sin previo aviso. Mientras se dejaba llevar por esas ideas se le ocurrió pensar qué bueno sería que la vida nos diera segundas oportunidades para corregir los errores que muchas veces cometemos y que determinan, sin quererlo, sucesos que marcan nuestro futuro; malas decisiones tomadas en un momento pueden condicionar en forma catastrófica virajes de la vida de los que no se tiene retorno.
Recordando una frase que hacía poco había leído en un libro de autoayuda decidió ser más positiva y concentrarse en todas las buenas expectativas que tenía para el encuentro de esa noche.
Hacía mucho tiempo que no tenía una cita, y mucho menos casi a ciegas, como sería esa. No comprendía todavía de dónde sacó coraje para aceptar la invitación de aquel hombre a quien sólo conocía por el chat. Si bien habían intercambiado algunas fotos, se sabe que en ese tipo de relación se suele no ser demasiado honesto y más de uno acostumbra a enviar fotos no muy recientes o directamente falsas, con tal de conseguir concretar un encuentro.
En un principio no quiso hacerse muchas ilusiones, pero después, una ansiedad incontrolable había ido creciendo en su interior con el correr de las horas. La foto que él le había enviado era más que prometedora, y la que ella había elegido para retribuirle, la favorecía bastante ya que la amiga que la había tomado era muy buena fotógrafa y entendía cómo manejar las luces y las sombras para disimular pequeños y grandes defectos.
El hecho que la cita fuera de noche la tranquilizaba un poco, porque pensaba que cualquier imperfección de la piel pasaría prácticamente desapercibida.
Optó por el vestido azul, no muy formal, pero elegante; no muy osado, pero provocativo; lo suficiente como para crear la adecuada expectativa para un próximo encuentro. Claro que si el individuo en cuestión no resultaba ser lo que esperaba, no dudaría en mostrarse firme y no aceptar otra salida inventando cualquier excusa que no lo lastimara.
Retocó por última vez su maquillaje, tomó su cartera y se dirigió presurosa hacia la calle. Por fortuna habían decidido encontrarse no muy lejos de su casa, así que decidió ir caminando sin apuro, para no llegar muy puntual. Siempre había sido de la idea de que hacerse esperar un poco despertaba en el hombre cierta excitación extra que podía ser muy beneficiosa.
Con paso seguro se dirigió hacia la esquina. La luna redonda y alta ya, parecía mirarla con picardía, como auspiciosa de aquel esperado encuentro.
Caminaba distraída recordando la letra de una canción que vino inesperadamente a su cabeza cuando una parejita de enamorados pasó junto a ella, y sin darse cuenta, la hebilla de la mochila del joven se enganchó en su chal dejándole un llamativo enganche en un extremo. Tuvo enormes ganas de proferir un insulto pero volviendo a recordar aquel libro de autoayuda logró controlarse y tomó el incidente con filosofía y decidió simplemente ocultar la rotura para que no se viera.
No permitió que el accidente consiguiera empañarle el ánimo y continuó su camino tratando de recordar lo más fielmente posible la foto que el hombre del chat oportunamente le enviara.
Cruzó la calle cuando una nube ocultó parcialmente la luna, que dejó por un momento de iluminar la callecita bordeada de álamos que la llevaba hacia la avenida.
Una moto que dobló casi sin mirar la obligó a apurarse para alcanzar la acera, dando un paso más largo que el habitual con tanta mala suerte que uno de sus tacos se tropezó en una baldosa levantada aflojándose peligrosamente. – Lo que faltaba! – masculló indignada, con tanta furia que casi arranca del todo el taco al darle una puntapié al aire en señal de impotencia.
Debió resignar parte de su elegancia para seguir andando con la sandalia en esas condiciones, mientras en su cabeza ensayaba mil y una maneras de contar en forma graciosa aquel incidente al hombre con el que se estaba por encontrar, consiguiendo así que el mal momento se convirtiera en una anécdota que sirviera para romper el hielo lógico del primer momento.
Se dirigía ya a cruzar la avenida cuando logró ver que su cita estaba esperándola en el lugar que habían acordado. Desde esa distancia se lo veía muy bien, alto y del tipo atlético, - vamos bien!- pensó casi en voz alta – quien me dice que no sea el hombre de mis sueños! deseó fervientemente mientras se le escapaba una sonrisa!
La lluvia de esa tarde había dejado grandes charcos barrosos en los pozos del pavimento. Uno particularmente grande se hallaba justo sobre la senda peatonal por donde la joven iba a cruzar cuando el semáforo le diera paso.
Ya casi se estaba por encender la luz roja cuando un automóvil que se dirigía por la avenida hacia la costanera aceleró la marcha para lograr cruzar antes que el semáforo le diera el alto; brutal e impiadosamente las ruedas de aquél bólido atravesaron el charco de agua y barro de tal manera que una impresionante salpicadura terrosa quedó sobre el vestido azul que hasta hacía un minuto era derroche de elegancia y buen gusto. La incredulidad la dejó sin habla, sin siquiera ganas para maldecir.
Recordando una frase que hacía poco había leído en aquel libro de autoayuda decidió ser más positiva y concentrarse en todas las buenas expectativas que tenía para el encuentro de esa noche.
Blandamente cerró los ojos deseando con toda el alma que el tiempo retrocediera un cuarto de hora y otra vez se encontrara contemplándose en el espejo de su dormitorio con su chal intacto, el taco de su sandalia firme y su vestido sin ninguna mancha…
Despacio abrió los ojos. Se miró atónita y complacida a la vez con la elección del vestido azul, porque no era muy formal, pero sí elegante, tampoco muy osado, pero provocativo; lo suficiente como para crear la adecuada expectativa para el deseado encuentro.
Retocó por última vez su maquillaje, tomó su cartera y se dirigió presurosa hacia la calle. Por fortuna habían decidido encontrarse no muy lejos de su casa, así que decidió ir caminando sin apuro, para no llegar muy puntual. Siempre había sido de la idea de que hacerse esperar un poco despertaba en el hombre cierta excitación extra que podía ser muy beneficiosa.
Con paso seguro se dirigió hacia la esquina. La luna redonda y alta ya, parecía mirarla con picardía, como auspiciosa del próximo encuentro.
Caminaba distraída cuando inesperadamente la letra de una canción le vino a su cabeza. Vio aproximarse a una parejita de enamorados a la que tenía la rara sensación de haber ya presentido, y con gran rapidez de movimientos cambió de mano el chal que llevaba, evitando que la hebilla de la mochila del joven se enganchara en él.
Continuó su camino algo sorprendida por la rara sensación de haber vivido ya todo aquello, mientras trataba de recordar lo más fielmente posible la foto que el hombre del chat oportunamente le enviara.
Cruzó la calle cuando una nube ocultó parcialmente la luna, que dejó por un momento de iluminar la callecita bordeada de álamos que la llevaba hacia la avenida. Anticipando que la moto doblaría casi sin mirar, esperó a que pasara para luego cruzar hasta la acera de enfrente.
Sin resignar nada de su elegancia continuó su camino, mientras en su cabeza ensayaba mil y una maneras de contar algo gracioso al hombre con el que se estaba por encontrar, buscando una anécdota adecuada que sirviera para romper el hielo lógico del primer momento.
Se dirigía ya a cruzar la avenida cuando logró ver que su cita estaba esperándola en el lugar que habían acordado. Desde esa distancia se lo veía muy bien, alto y del tipo atlético, - vamos bien!- pensó casi en voz alta – quien me dice que no sea el hombre de mis sueños! deseó fervientemente mientras se le escapaba una sonrisa!
La lluvia de esa tarde había dejado grandes charcos barrosos en los pozos del pavimento. Uno particularmente grande se hallaba justo sobre la senda peatonal por donde la joven iba a cruzar cuando el semáforo le diera paso.
Ya casi se estaba por encender la luz roja cuando cuando un automóvil que se dirigía por la avenida hacia la costanera aceleró la marcha para lograr cruzar antes que el semáforo le diera el alto; anticipándose a que las ruedas de aquél bólido atravesaron el charco de agua y barro, la joven retrocedió lo suficiente para que la impresionante salpicadura terrosa no la alcanzara.
La incredulidad ante aquella segunda oportunidad que le había brindado la fortuna la dejó sin habla, con una enorme satisfacción por haber conseguido revertir el capricho del destino que parecía haber querido complicar aquel encuentro que ya estaba por ocurrir.
Mientras cruzaba distraída la avenida recordaba una frase que hacía poco había leído en aquel libro de autoayuda que la ayudó a ser más positiva concentrándose en todas las buenas expectativas que tenía para el encuentro de esa noche.
Absorta en sus pensamientos no vio que el semáforo ya había cambiado a verde y que un automóvil brutal e impiadosamente, la elevó por los aires haciéndola caer con terrible violencia sobre el asfalto embarrado.
Mientras sentía que la tibieza de la sangre surcaba su rostro, blandamente cerró los ojos deseando con toda el alma que el tiempo retrocediera un cuarto de hora y otra vez se encontrara contemplándose en el espejo de su dormitorio con su chal intacto, el taco de su sandalia firme y su vestido sin ninguna mancha…
11 comentarios:
Un relato tan dramático como impecable. Me recordó un poco la tragedia de estos días, por allí.. volver el tiempo atrás y enmendar el error, quien pudiera!!11
besos
Estaba escrito que no sería.
Es la segunda vez que lo leo, y al leerlo ahora, me ha gustado mucho más.
Saludos.
Parece que no podemos escapar de la línea que tenemos trazada, ¿no te da miedo que sea así de verdad?
Un besote.
pero no hay dos seguidos, ¿no?
Estupendo relato. No se si tienes ahora poca inspiración tal y como dices, pero leyéndote lo dudo mucho.
Un beso
Un relato sin fisuras, me atrapó hasta el final. Y por haberlo vuelto a la vida, gracias, si lo leí antes no recuerdo (los años no vienen solos) y fue un placer leerte. Besitossssssssssssssss.
Me ha gustado mucho. Me ha tenido prendida desde principio...pensando...ya no le puede suceder nada más...pero me equivocaba... Esto se llama levantarse con el pie izquierdo.
Besitos, princesa.
Un corto muy interesante. ES un placer visitar tu bloc, Neogeminis. eres una maestra bloquera. No me cabe la menor duda.
jajaja!!!Voy a acuñar est nuevo título que me ha salido tan redondo.
MAESTRA BLOGUERA
Besos
no me acuerdo bien de la frase pero decía mi abuelo que si la fortuna es esquiva daría lo mismo correr que estar sentado... tiene toda la razón del mundo tu blog, ahí donde dice mostrar entrada original... yo añadiría impecable. Un abrazote mi niña : )
un relato que atrapa y te capta desde el primer momento Neo
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