LA SOBREVIVIENTE
Sin dudas la luna, inmutable en su levedad pese al paso del tiempo, fue la única testigo que vio arribar aquella figura.
Oculta por capa oscura, cubierto su cuerpo con cota y capucha, en medio del silencio sepulcral de la noche avanzaba lento, con la serenidad de quienes son concientes de la trascendencia de sus pasos.
La rústica lanza que usaba a modo de cayado se hundía en la arena mientras su cuerpo, agotado por el esfuerzo, se apoyaba sobre ella intentando recomponer su postura.
El cansancio le talaba los huesos, las recientes heridas fulguraban bajo la luz cenicienta de la noche estrellada…las viejas, en cambio, eran una con los pliegues de la piel agrietada por años y sacrificios.
Venía de lejos, desde donde el recuerdo de las viejas civilizaciones había sobrevivido hasta hacía poco. Pero la oscuridad del olvido había ya velado para siempre las luces de aquellos siglos. Inmemoriales…Acabadas… Dispersas… Nada de aquellas huellas quedaba indemne. Sólo fragmentos en su frágil memoria.
Frente al mar, negro como el presente, fundiéndose con un horizonte de turbias neblinas, ella supo que al fin había concluido su camino. Con la convicción que era ése el lugar desde donde debería concretar su sentencia buceando en conjuros de dioses ya olvidados, la mujer se detuvo, paladeando el salitre del aire que, por unos instantes, le recordó el estar viva.
Recortado sobre el cielo noctámbulo, en lo alto del acantilado, alcanzó a divisar unas ruinas. La silueta de la torre destacaba sobre las salientes de las rocas, alcanzando el oleaje a tocar con su espuma el borde de la base.
No estaba lejos. Un esfuerzo más y lo lograría.
Con uñas y dientes hubiese sido capaz de escalar aquellos riscos. El tiempo transcurrido en su largo peregrinar ahora se le antojaba poco, mientras disfrutaba complacida por haber llegado, pese a todo, a su ansiada meta.
Haciendo valer los últimos restos de fuerza contenida logró alcanzar la cima de los peñascos, agrietándose en el ascenso lo poco que quedaba sin sangrar de sus manos desgajadas.
Entre aquellas otras piedras, las labradas quizás en el comienzo de la historia, alguna vez otros humanos intentaron develar lejanos misterios, mucho más arcaicos de los que ella ahora llevaba dentro y aguardaban ser descifrados por el paso fugaz de algún rayo inspirador o por algún eco perdido entre los susurros del viento.
Restos de fortalezas mal heridas, monolitos de grandezas ya vencidas. Aquellas ruinas guardaban frente al mar inexorable, algún resto de sus magias pasadas. Lograba sentirlo…
Impalpable pero ciertos...en las hendijas, quizás, entre piedra y piedra, atrapados en los aires de un ayer que alguna vez fue limpio, quedaban rastros de otros tiempos.
Alguna vez entre esos muros alguien cantó letanías a viejas deidades, otros escudriñaron desde lejos las estrellas, algunos quizás evocaron historias de sus ancestros volcando en tersos pergaminos sus señales de tinta. Muchos más hurgaron más tarde entre esas líneas, reencontrándose con los primeros, venciendo las cenizas del tiempo que, implacables, sella el final de cualquier vida.
La mujer comprendió que allí moriría. Era su decisión. Era su destino. Pero después de intuirlo entre las escamas de sueños infinitos, la sola idea de haber alcanzado por fin esos ruinosos muros le llenaba el pecho de algo parecido a lo que otrora los antiguos llamaron gozo.
Saberse próxima a la puerta tácita de aquel poder inimaginable, desgastado por la sustancia de inacabables guerras y sus infinitos fantasmas, le hacía comprender que algo o alguien había dispuesto que así debía dejar su huella en el camino, ese que ya culminaba, ese que por los designios de la estupidez, los odios y la muerte no tenía más futuro…
…o tal vez se equivocaba, tal vez el exterminio no fuera aún definitivo y esa puerta no estaba aún cerrada y ese alguien o algo que seguía presintiendo la convocaba a seguir a tientas en su cometido.
No saber a ciencia cierta para qué se debe seguir resistiendo - cuando se han consumado ya las sentencias a todos los castigos- es algo que escapa a la conciencia y el entendimiento humano, tan limitados, tan infértiles, tan absurdos…
Cuando han caído en el pozo del olvido las que fueron innovadoras ciencias y tecnologías, prometedoras cepas del saber y el hacer de mortales generaciones, aspirar a reencontrarse con las primigenias fuentes de la inquietud y la sabiduría, implicaba pretender desandar los pasos que la humanidad entera había trazado desde el inicio de los tiempos.
Desde que los humanos comenzaron a erguirse frente al Todo animándose a plantearle los fundamentos de la que entendían su supremacía, pretendieron en su arrogancia ocupar por siempre el cenit de la creación. Esa soberbia los condenó. Esa vanidad terminó por arrasarlos.
Los pocos sobrevivientes, aullando allí fuera en las cercanías de esas ruinas legendarias, convertidos en criaturas deambulantes que nada sabían de preguntas o respuestas, se resignaban a despedazarse unos a otros en merecido castigo por su iniquidad.
Ella no sufrió el contagio. Por algún extraño designio había logrado preservarse de ese destino de bestialidad irreversible en los que los había trocado el último holocausto.
A pesar de su profundo agotamiento existencial, buscando a ciegas el significado de su propia permanencia, la mujer se empeñaba en seguir indagando.
No le preguntaba ya a su razón, que muy pocas pruebas le había dado hasta ahora de resultados o de esperanza. Tampoco le preguntaba ya a la experiencia, que se había ido desgranando entre las manos del tiempo como si se tratara de las arenas del desierto.
No quedaban ya sabios a los que consultar, se habían extinguido, como los amaneceres dorados, las aves, los sueños y los testimonios alguna vez atesorados.
No quedaban en pie monumentos, ni rastros de lo que fuera civilización avanzada. No quedaban tampoco credos, ni mitos ni esperanzas de redenciones prometidas.
En ese punto terminal de la historia humana, intentar elevar plegarias a la nada, a la oquedad sombría de los cielos y los tiempos, no resultaba siquiera una estrategia vana…consistía más bien en un insulto a la creación que intentó una y otra vez reconstruir lo destruido, sostener en vano lo que se insistía en ser derribado.
Pero no era a rezar para lo que ella había arribado. Era más irreal quizás su cometido, menos práctico, más ilusorio…llegar hasta allí siguiendo la inspiración del latido de sus ensoñaciones no hablaba bien de su condición de sobreviviente que ha debido enfrentar sañas y miedos. Era quizás él último resquicio de cordura lo que insistía, pese a todo, en apostar a un improbable justificativo.
(continuará)
14 comentarios:
Veremos como continúa la sobreviviente...sobreviviendo.
Te dejo muchos saludos berlineses y disfruta de tu fin de semana.
La resistencia es la clave... muy bien descrita y misteriosa la llegada.
Un gran beso, Neo.
Magnifico relato. Espero impaciente la continuación.
Besos y feliz fin de semana.
Muy interesante comienzo, prometedor y muy bien escrito.
Estupendo relato. Lo seguiré con sumo interés. No tardes en su continuación.
Un beso y buen fin de semana
Primero creí entraba a un mundo terrorífico-fantástico, después sentí que a la mujer le sucedería algo terrible y el relato giraría hacía el suspenso... hasta que me fue invadiendo una desolación mayúscula, la desolación de la tragedia humana ya acontecida, la soledad funesta de esta última sobreviviente, testigo de la autoinmolación de la humanidad. El texto genera una atmósfera especial que atrapa, me parece es un alto desafío su continuación... ¿que podría suceder?.
Quedaré a la espera.
Muchos besitos y cariños!
Ahhhhh vecina! que misteriosa se vino hoy!
No sé adonde apunta esto pero me dejó con la intriga che. Ya vi el título en la actualización y me pregunté en que andaba hoy jajajjaja!
A ver como sigue
besos con frío!
ya me parece un impacto!
Cuanto misterio.
Y yo no me aguanto, jajaja
Un abrazo Neo
Me he quedado con ganitas de más...
Saludos y un abrazo.
Pues esperare la continuacion, feliz finde besos
Neo, el título del relato es ya en sí definidor... !pobre mujer! ante tanta desolación!!!.
Me voy corriendo a la siguiente parte a ver como continua.
Mil besotes gordos
Complejo y difícil personaje el que has creado, Neogeminis. Lo que más me gustó fue pensar que, ante un lugar tan sagrado, la muerte parece ofrecer un más allá con las oportunidades que ahí en vida ya no hay. Ahora iré a ver la segunda parte...
Si bien esta mujer está en una situación límite (muy bien descripta, por cierto) todos en alguna medida luchamos por entender el nudo de la existencia, ¿para qué? no tengo la menos idea ...
Quise decir "la menor" idea.
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