(más historias humeantes en lo de Gustavo) Fue en una de esas tardes de caminatas cuando pensó que tenía ganas de tomar un café. Extraño en él, que no era de improvisar decisiones como esa, pero así y todo, luego de evaluar el tiempo de luz que restaba (no quería andar por la calle cuando ya hubiera oscurecido) decidió que el bar de la esquina no tenía un aspecto demasiado sucio, así que se animó a entrar. Tuvo suerte porque el mozo lo atendió en seguida y además, sobre una mesa vecina, había un diario que podría ojear mientras tanto. -Un café chico. Con edulcorante - agregó con firmeza, pero tratando de no resultar muy cortante. Siempre supo que el tono adecuado de la voz es importante cuando se pretende que lo tomen a uno en serio. Se ve que el tono fue el adecuado porque con rapidez y sin mayores inconvenientes a los pocos minutos una tacita de café humeante estaba frente a él, y además con el agregado de un pequeño alfajorcito que según parecía formaba parte de la atención de la casa. Por un momento pensó que tal vez el bar de enfrente hubiera sido una mejor elección, pero inmediatamente alejó esa idea de la mente, - para qué dudar?- pensó - ahora la elección ya está hecha. Sus pensamientos estaban ocupados en esas elucubraciones cuando de repente la vio. Era realmente hermosa - una bella mujer, de esas que se recuerdan por varios días – susurró para sus adentros. Sorpresivamente la mujer se acerca a su mesa, a la par que él siente que sus mejillas grisáceas comienzan a sonrojarse. Los ojitos grises del hombre gris se ven reflejados en los azules de la mujer – increíblemente azules – pensó. - Aquí tiene las servilletas, señor - dijo ella con una sonrisa, mientras que para los oídos del hombre esas palabras parecían provenir de un coro celestial. -…mmmuchas gracias - afortunadamente logró decir, entrecortado. Aquel café y su alfajorcito le supieron a mieles, a ambrosía, a nubes doradas, a delicias del paraíso…nunca antes se había sentido así, tan irreal, tan suelto de pies, de alma y de cuerpo. El tiempo parecía haberse detenido ante esos ojos, tan azules como nunca el cielo se había mostrado, o quizás sí, una vez, aquellos cielos de las sierras, de esas vacaciones en Córdoba con sus padres, quizás el tono de azul era igual de límpido y perfecto. Hubiese deseado que aquel pocillo no se acabara nunca, o por lo menos haber pedido un café doble, para estar unos minutos más tan cerca de aquél ángel, que aunque parezca increíble, lo miraba con ternura, con picardía, como lo hacen los niños cuando son descubiertos en una travesura. A él. Lo miraba a él. No era mentira. No cabía dudas, no había nadie cerca con quien confundirse. Aquellos ojos estaban buscando una excusa para enfrentarse a los suyos, no había otra explicación. Jamás en la vida una mujer lo había mirado como ella. Sabía que desde ese momento ella pasaría a ser para siempre, pobladora de sus sueños. Nota: El texto anterior fue extraído del primer cuento que escribí, como es usual en mis historias, organizado en una trilogía. Les dejo los enlaces a cada una, por si quieren re-leerlos. Pequeña historia sobre unos ojos azules |
Así pasa. Quedan miradas y a veces, aunque se difuminan los rostros en la memoria, la mirada queda.
ResponderEliminarBesos.
Puedo ver sus ojos con la fuerza de tus palabras. Como siempre, desmenuzando los pequeños regalos que nos da la vida de un modo sublime. Besos y mordiscos.
ResponderEliminarCurioso como el mismo café puede saber de forma diferente y ante la presencia del ángel de ojos azules, se vuelve más meloso y aromático.
ResponderEliminarCosas del corazón, que no del paladar.
Besos
Y el hombre gris, sentado en el café, se volvió azul de turquesa por aquellos ojos, aunque el café fuera negro le supo a sueño, desvelado claro, culpa del café.
ResponderEliminarMónica, esta vez tu poema huele a moka en medio de la noche, y se enciende un lucero azul, bello.
Bsitooos.
jejejje Natalia! otra vez hemos coincidido!... recién vengo de leer tu historia! jejeje...el café nos ha hecho casi rozarnos frente a la taza humeante!
ResponderEliminarMónica, jejeje, choquemos estas tazas de café, a nuestra salud, nos tropezamos y nos queremos,
ResponderEliminar!viva el café! bsitooo.
Muy bonita naración. Antes de pronunciarme leeré los otros capítulos
ResponderEliminarSaludos.
Hay miradas que son como un rayo, te hieren para siempre. A este tipo le pasó eso ... creo bah, despues voy a ir a leer como sigue el cuento.
ResponderEliminarClaro que nos tomamos 5 "cafeces" con alfajores y todo eso ... invita ud ... ahjajajaja (na mentira es broma).
Tengo que hacerle una propuesta asi que luego le mando mail
besos
Fantástico encuentro alreddeor de un café. El excitante, el café y la mirada. Buscaré los otros enlaces para saber que sucedió.
ResponderEliminarBesos y buena tarde con un excelente café.
Uauuuuu, ¡qué romantica, Neo!
ResponderEliminarMe he imaginado hasta los sueños, no te digo más, me has contagiado, jeje.
Un beso
y
mis mejores deseos
desde estos
mares de encinas
y
primavera.
Mimí
Mónica, gracias por entrar donde mi Ona, eso la anima, me alegra, eres un sol, bsitooo.
ResponderEliminarNo he tenido la suerte de que una mirada me marcara de por vida.
ResponderEliminarMe ha hecho mucha ilusión tu primera visita a mi blog. Tal y como dices tenemos amigos blogueros comunes así es que has tenido muy buena idea en que nos hagamos visitantes la una de la otra. Acabo de hacerme seguidora tuya.
ResponderEliminarMe he leído tu relato, bonito relato y ese cafe con el alfajorcito me ha dado auténtica envidia. Ahora voy a leer la trilogía completa.
Por cierto, conozco algo de tu tierra y me encanta.
Un beso
Esos ojos... esos azules... y ese café. Lo leí, Lo vuelvo a leer, Me vuelve a gustar.
ResponderEliminarun abrazo doble (mañana comienza nuestro signo!!)
Que linda historia.
ResponderEliminarAtrapada en esos ojos.
Besitos.
Un hombre gris, probablemtne de vida gris, que dudó si entrar en ese bar... No sabía que detrás de una taza de café encontraria en unos ojos azules, que iluminarian su vida..
ResponderEliminarBellísimo
¡Cuánto poder puede llegar a tener una mirada!, se puede herir con ella, se puede transmitir ternura, amor...
ResponderEliminarPrecioso relato. Y esa taza de café muy apetecible.
Abrazos.
que bueno el relato neo¡¡¡¡ mira lo que puedehacer un cafecito¡¡¡
ResponderEliminarbesote hermosa¡¡ y un cafecito
Que mas decir,afortunado el hombre que consigue que unos ojos de mujer como esos se posen en los de èl.De todas formas¿como hacer para evitar la incomodidad de que solo en sueños perdure?
ResponderEliminarCromáticamente soy un verdadero desastre, pero si algo he aprendido en tu relato, es la poderosa influencia de unos ojos azules sobre una vida gris y anodina.
ResponderEliminarPrecioso relato, Mónica.
Entraré a disfrutar de la trilogía.
Un abrazo.
Hay miradas que se resisten al olvido, y así quedan para siempre, mucho mas que unos bellos ojos.
ResponderEliminarNeo, como siempre haciendo gala a tu buena onda y cariño para conmigo, gracias por pasar a eso que intenta ser un nuevo blog.
Un abrazo Moni.
(Espero que tus bombonas esten muy bien)
Tere.
Feliz fin de semana, querida Neo.
ResponderEliminarBesos...!
Ahh, como me gusta. :)
ResponderEliminarVoy con prisas ahora, pero esta noche paso a leer el resto. Palabra de boyscout¡¡
Besotess
Bonita historia de amor. El café es algo que hace despertar los sentidos de una manera que no te deja indiferente.
ResponderEliminarUn abrazo
Una taza de cafe puede ser un mundo, unas alas o un sueño, cuando la soledad nos esconde tras el humo.
ResponderEliminarUn beso